Bergoglio protegió a los ejecutores de la dictadura argentina Buenos Aires. Por Daniel Satur, La Izquierda Diario

Bergoglio protegió a los ejecutores de la dictadura argentina Buenos Aires. Por Daniel Satur, La Izquierda Diario

En la imagen de 1978, Jorge Bergolio sonriente junto al sanguinario dictador militar de Argentina Jorge Videla.

Estela de La Cuadra es tía de Ana Libertad, una de las nietas recuperadas (la número 115, en 2014) por las Abuelas de Plaza de Mayo. La Izquierda Diario habló con ella sobre la complicidad del actual Papa Francisco con la dictadura y particularmente con la apropiación ilegal y el robo de la identidad de su sobrina en 1977.

Hermana de Elena (mamá de la joven) y de Roberto José, ambos desaparecidos en 1976 y 1977. Hija de Licha, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. Y luchadora incansable contra los genocidas, contra la impunidad, por la verdad y por la justicia.

Desde hace muchos años De la Cuadra viene denunciando a Jorge Bergoglio y a otros referentes de la iglesia católica como partícipes necesarios de lo que sufrió su familia. Así lo explicó ante La Izquierda Diario en una entrevista concedida en 2014, que publicamos a continuación, cuando demostró con todas las pruebas que “el rol de Bergoglio fue proteger a los ejecutores de la dictadura”.

– ¿Qué sentís y pensás sobre la recuperación de tu sobrina Ana Libertad, la hija de Elena?

Es una situación muy rara. Aunque a una sociedad atravesada por el genocidio esto le pase seguido, no es de todos los días que le pase a una persona en particular. Pero ella hizo que fuera hermoso. Ella es muy alegre, muy linda y optimista. Toda la familia está contenta.

La alegría y el cariño de la gente es muy fuerte. Ya había estado eso de manera notoria con Ignacio Guido, el nieto de Estela de Carlotto. Y sobre esa “ola” aparece Ana. Es muy lindo.

En particular a mí me remite siempre a mi hermana, mi cuñado, mis hermanos, mi marido y todos con los que compartí una lucha y hoy faltan. En este tiempo llamaron muchas madres y abuelas, compañeras de mi mamá, haciendo referencia a que “Licha” no vivió para abrazar a su nieta. Y yo me daba cuenta que la aparición de Ana las llevaba a mi vieja, que era su compañera de militancia. En mi caso, marcadamente, me vuelven a mi hermana, mi cuñado y todos los demás.

Por el momento no puedo hablar mucho más, ya que hay procedimientos judiciales en marcha y la necesidad de preservar algunas cuestiones. Pero ella está muy bien.

– ¿Esto ayuda a seguir buscando a las cuatrocientas personas apropiadas que todavía no recuperaron su identidad?

Tanto Ana como el mismo Ignacio Guido buscaron su identidad de forma voluntaria. Eso demuestra que muchos de aquellos niños, hoy hombres y mujeres, fueron revirtiendo la situación creada por el perverso plan sistemático de la dictadura. Y eso en parte fue gracias al trabajo de apertura de la Abuelas, que desde muy temprano interpelaron a la sociedad, por las más diversas vías, diciéndole a la gente “ayúdennos a encontrar a estos niños”. Y el pueblo fue muy receptivo.

Habrá que ensayar otros caminos y otras formas para encontrar a esos cuatrocientos que faltan. Soy consciente de eso y hasta hace pocas semanas yo era parte de esas familias. Azarosamente se van dando estas combinaciones. Por eso no es menor que ya se hayan encontrado ciento y pico.

– Vos acusás a Jorge Bergoglio por su complicidad directa alrededor del secuestro y desaparición de tu hermana, en ese entonces embarazada de Ana. ¿Cómo fueron esos hechos transcurridos en 1977?

En septiembre de 1976 ya habían secuestrado a mi hermano Roberto José, obrero de YPF, con lo que mis padres venían haciendo habeas corpus y otras cuestiones. En febrero de 1977 secuestran a mi hermana Elena, embarazada de cinco meses, y a su marido Héctor que era obrero metalúrgico y ya había tenido que dejar Propulsora por la situación. En ese mismo lugar secuestran al “Negro” Bonín, que había sido de la Comisión Interna del Astillero Río Santiago y a varios compañeros más.

Ahí a mamá y a papá se les “quemaron todos los papeles”. ¿Cómo hacían con el tema del embarazo? Entonces fueron a la Iglesia, como gran parte de los familiares de desaparecidos, a buscar instintivamente una respuesta a un lugar de poder, más allá de las convicciones religiosas. Y la Iglesia tenía la pretensión de encauzar estas luchas, de manejarlas. Por recomendación de un sacerdote, mis padres van al Vicariato Castrense que ya había organizado en la Iglesia Stella Maris de Retiro la recepción de los familiares. También fueron la madre del “Negro” Bonin, de “Pancho” Fraccarolli y de otros compañeros caídos en ese momento. Allí hablan con Emilio Graselli, que era el secretario privado del vicario castrense Tortolo y le piden por mis hermanos Roberto y Elena. Graselli los vuelve a citar para unos días después y les da una tarjetita. Cuando lo vuelven a ver Graselli no les da respuesta por Roberto, porque de su desaparición “hacía mucho tiempo ya”. Pero de Elena les dice que está detenida en las afueras de La Plata, aunque no le especifica dónde (para que no “empiecen a dar vueltas por ahí”) y les reprocha por qué no le habían dicho que estaba embarazada. Mis viejos se van sin más respuestas que esas.

En ese invierno de 1977, producto de que entre los familiares ya se empezaban a encontrar, mis padres se entrevistan con Hebe de Bonafini (madre de Raúl, compañero de mi hermano en YPF) y comienzan a ir a la Plaza de Mayo.

Ese mismo junio mi otra hermana, Soledad, se fue exiliada junto a su marido a Italia, donde se encuentra con otro de nuestros hermanos. Papá entonces le dice a ella que intente contactar a Pedro Arrupe, quien era entonces la autoridad más importante de los jesuitas a nivel mundial y con quien los De La Cuadra teníamos una larga relación familiar. Mis hermanos piden una entrevista de inmediato y a los pocos días viajan a Roma. Arrupe los recibe, le cuentan toda la situación de Roberto y Elena embarazada, y él se compromete a hablar con el Provincial de los jesuitas en Argentina, que no era otro que Jorge Bergoglio, para que se ocupe del tema. Así llegamos a octubre de 1977 cuando finalmente papá se entrevista con Bergoglio en San Miguel, donde está el centro de los jesuitas.

En esa entrevista Bergoglio le da una carta a papá derivándolo a Mario Picchi, el obispo auxiliar de La Plata. Picchi era el segundo de Monseñor Plaza, el confesor de Ramón Camps y capo de la represión en La Plata. Carta en mano, papá se entrevista con Picchi y le relata la situación de nuestros familiares desaparecidos. Y Picchi le dice “está bien, yo voy a ver a Tabernero”, que era el subjefe de la Policía Bonaerense.

Tabernero le dice a Picchi que el hijo de Elena fue entregado a una “buena familia”, que lo iban a criar bien y demás. Y que de la situación de mis hermanos “ni hablar”. Picchi le informa eso a papá y le dice que en diciembre iba a consultarle a Enrique Rospide, un enlace de inteligencia del destacamento 101 de La Plata con la DIPBA. Rospide le confirma a Picchi lo mismo que había dicho Tabernero, tanto sobre el destino de la nena como de la situación “irreversible” de los adultos.

Entonces, ¿cómo sabía Begoglio en 1977 a quién derivar? ¿Y cómo Picchi sabía que tenía que llegar al coronel de inteligencia Rospide? ¿Qué se dijeron después? ¿Cómo es eso de “yo te mando esta cartita”?…

Por eso en 1999 pedimos que abran los archivos del Vaticano y del Episcopado. ¿Qué es lo que no sabe de todo eso Bergoglio? ¿De qué no se enteró en ese mismo momento?

Supongamos que en ese momento no le dio el cuero. Pero entre el año 2000 y el 2013, con plenos poderes en la Iglesia y en un contexto donde se ventilaba todo, ¿por qué no dijo todo lo que sabía? Al contrario, su respuesta fue dejar que Von Wernich siga dando misa. Para no hablar del padre Grassi, de quien era confesor.

– ¿Por qué creés que él, incluso en instancias judiciales en las que fue testigo, dijo que no se había enterado de esos casos hasta bien entrada la democracia?

La iglesia católica argentina siempre fue, y lo es aún hoy, una parte inescindible del Estado. En 1957 la misma Iglesia consagró el Vicariato Castrense, por la misma época en la que se termina de cristalizar el proyecto de canalizar al Ejército por la escuela represiva francesa. Eso implica que, por esa íntima relación con las “guerras modernas”, los capellanes castrenses como parte selecta de la Iglesia formaran parte de la represión. Hoy vemos que en más de un juicio en diferentes regiones del país, esos capellanes durante la dictadura cumplieron un importante rol de inteligencia.

El Vicariato Castrense depende de gobierno colegiado de la Iglesia Católica argentina que, a su vez, es estrechamente dependiente del Vaticano. Entonces, si yo que soy una ama de casa te estoy diciendo todo esto, ¿qué es lo que no sabían ellos? Si ellos fueron el sostén de esa represión. En las mismas causas está demostrado. Por ejemplo en Bahía Blanca, en las reuniones que se hicieron en 1975 en las bases navales, se explicaba cómo la Iglesia ya había encontrado la solución para un problema que se les planteaba por el tipo de represión que había. Ahí decían que la solución era tirar a los secuestrados al mar, ya que era “lo más cristiano que hay”.

Cuando en 2007 se da el juicio a Christian Federico Von Wernich yo interpelé a Bergoglio para ver qué tenía para decir sobre esto. Von Wernich es un sacerdote argentino que se desempeñó como capellán de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante la dictadura militar entre 1976-1983. Detenido desde 2003 por su participación en delitos de lesa humanidad en los centros clandestinos de detención Puesto Vasco, Cot I Martínez y el Pozo de Quilmes, Von Wernich fue condenado el 9 de octubre de 2007 a reclusión perpetua por hallarlo culpable de 34 casos de secuestro, 31 casos de tortura y 7 homicidios calificados).

Bergolio me responde unos días después que una oveja descarriada la tiene toda organización. Pero eso no es verdad y él lo sabe. Cuando allá por el año 2000 Bergoglio asume como autoridad máxima de la Iglesia llega a concentrar los tres cargos más poderosos: Cardenal Primado de Argentina (el premio mayor), presidente de la Asamblea Episcopal y, el tercero, Vicario Castrense. En una institución que tiene dos mil años, ¿cómo alguien llega a concentrar semejante poder?

Entonces, ¿qué es lo que no sabía Bergoglio? ¿Cómo es que dice que “no sabía nada”? No. Que no se burle de mis viejos. Eso es indignante.

– ¿Qué le exigirías hoy a Bergoglio que haga, desde el lugar de máximo poder que ocupa, para aportar a la verdad y la justicia?

Yo no tengo nada que pedirle. Él aportó a oscurecer todo. Se encargó de ocultar sistemáticamente y de ser parte de ese manto que intentaron poner los militares. Yo lo que quiero es acceder a los archivos del Episcopado, del Vicariato Castrense y de todas y cada una de las instancias a las que podamos llegar.

– La apertura de los archivos sería una posibilidad incluso de llegar a los cuatrocientos nietos que hoy siguen apropiados.

Por supuesto. Ahí lo tenemos a Horacio Verbitsky, que estudió sesudamente y documentó mucho, que tuvo acceso a algún que otro papel de archivo y vemos cómo esos papeles valen oro. Hace poco lo vimos con esas actas que se encontraron en el Edificio Cóndor. Pero en realidad el Estado está en todos lados.

Por eso cuando pienso en mis padres, en Elenita y en tantas mujeres que parieron en esas condiciones terribles, llego a la conclusión de que nada les impacta, que nada les importa y que su rol fue proteger a los ejecutores.

– ¿Por qué creés que el gobierno nacional tuvo un cambio abrupto respecto a Bergoglio, pasando de tenerlo como enemigo a gran aliado una vez que lo nombraron Papa?

Habrá razones de Estado. No sé. A mí me sigue doliendo todo esto y me remito a esta parte y hasta me permito ser “irrespetuosa”. Tengo muy cerca la rabia respecto al trato a mis viejos y por eso digo que tiene una responsabilidad tremenda Bergoglio.

– Cuando lo nombran como el “Papa humilde”, el “Papa de los pobres”, ¿qué pensás?

¿Lo hacen “bueno” unos zapatos gastados? No. Humilde nada.

Fijate la “humildad” de Bergoglio que para atestiguar en el juicio por los sacerdotes Jalics y Yorio, en la Causa ESMA y por el plan sistemático de robo de bebés en el caso de Ana, hizo que se armara el Tribunal en su oficina, con jueces, fiscalía y querellas. ¿De qué humildad me hablan? ¿De qué igualdad ante la ley? Nosotros, hasta el día de hoy, no somos iguales a ellos ante la ley.

Cuando nosotros lo citamos no sólo que no concurrió como cualquiera, sino que no quiso que nosotros fuéramos al Episcopado y hasta pidió que las preguntas se las mandaran por escrito. Esas prerrogativas las tiene poca gente en Argentina.

Para no hablar de la jubilación que tiene, sin nunca haber trabajado, concedida por Videla.

– Con tantos años de lucha, ¿qué mensaje tenés para la juventud?

Que hay seguir luchando en base al propio esfuerzo. Que hay que mirar a nuestros iguales y entre nosotros ver cómo solucionamos nuestros problemas. Porque siempre está el fantástico riesgo de mirar para arriba y que los distintos poderes se nos vuelvan inasibles.

Si volviera a nacer volvería a hacer lo mismo. Alguien dijo alguna vez que la revolución es un sueño eterno. Pero es también una necesidad de los pueblos.

Víctimas y verdugos

A principios de mayo de 2017, la conferencia episcopal argentina hizo un llamado a la “reconciliación” entre las víctimas del genocidio y sus victimarios. Aunque luego algunos obispos intentaron suavizar sus objetivos, lo cierto es que la Iglesia protagonizó un nuevo acto se cinismo.

El miércoles 10 de mayo de 2017, De La Cuadra ofreció otra entrevista al mismo diario, en la cual fija su posición en cuanto a la hipócrita pretensión de los obispos que exhortaron a las decenas de miles de víctimas de la dictadura militar, reconciliarse con sus verdugos.

¿Qué pensaste cuando se hizo público ese llamado a la “reconciliación”?

No me extraña nada del Episcopado, ya que tiene un largo historial de apoyo a los militares.

Hay que recordar que en marzo de 1983 los genocidas lanzaron la llamada “Ley de Pacificación Nacional”, más conocida como ley de autoamnistía, un entramado donde se articulaba muy bien qué era lo que se podía y qué lo que no se podía juzgar una vez terminada la dictadura. ¿Y quiénes los apoyaban? Nada menos que el Partido Justicialista y la Iglesia Católica, particularmente en la figura de Antonio Quarracino (cardenal y arzobispo de Buenos Aires entre 1990 y 1998), donde ya se planteaba la “reconciliación” y la idea de “cerrar las heridas”.

Además, lo hacen como si ellos no tuvieran responsabilidad en el genocidio

Por supuesto. Ellos, al igual que en 1983, hoy se ponen por fuera de los “dos bandos” que planteaba la teoría de los dos demonios. Pero eso no puede ser de ninguna manera, porque la Iglesia formó parte de la dictadura. No es que se calló, que no estuvo, que debió haber hecho tal cosa y no la hizo. No. La Iglesia hizo mucho. Tuvo bajo su égida los campos de concentración que hubo en Argentina. Y de los pocos juicios que pudimos llevar hasta ahora, en cuarenta años de lucha, se ve siempre la presencia de capellanes y curas en los centros clandestinos de detención.

Desde 1957 está organizado el funcionamiento de la Iglesia dentro de las distintas fuerzas armadas y de seguridad del Estado argentino, con sus categorías, sus sueldos y sus jubilaciones correspondientes. Entonces cómo pretenden ponerse por fuera del genocidio.

Por otra parte llaman a la “reconciliación” pero sin pedir perdón por lo realizado

Yo, personalmente, no acepto que la Iglesia pida perdón. Porque si estamos luchando por decir que no son amnistiables el genocidio y los crímenes de lesa humanidad, es imperdonable lo que hizo la Iglesia. Sería una contradicción que pidan perdón, si es que se les ocurriera.

Y mucho menos abren los archivos que tienen en su poder

La Iglesia católica tiene su Estado, tiene su gobierno y su embajador acá en Argentina. Y yo pregunto cómo es posible que la Iglesia tenga archivos que fueron sacados de las sesiones de tortura en los campos de concentración. ¿Puede otro Estado entrar en el Estado argentino y hacer eso? Y así fue, así se hizo. ¿Cómo puede ser que ellos sigan teniendo en su poder archivos de lo hecho en Argentina por parte de las fuerzas estatales? Es porque fueron parte de eso que se hizo. Con lo cual, si se analiza profundamente, lo que habría que hacer es dejar afuera del Estado argentino a la Iglesia católica.

¿Creés que Bergoglio acompaña este pedido de “reconciliación”?

Mirá, desde el mismo juicio a las Juntas hasta todos los otros juicios se denunció con nombre y apellido a muchos representantes de la Iglesia como partícipes del genocidio. Desde Graselli hasta el mismo Bergoglio quedaron pegados. De hecho Jorge Bergoglio, en los tempranos años 90, ya era el segundo de Quarracino y era a quien se le iría transfiriendo el poder dentro de la Iglesia.

Bergoglio en 1998 pasó a ser la autoridad máxima de la Iglesia católica, tuvo dos mandatos consecutivos al frente de la Conferencia Episcopal Argentina y además asumió por aquel entonces al frente del Vicariato Castrense. No tenemos que olvidar que acá se ha juzgado y condenado a un capellán de la Policía Bonaerense como Von Wernich. Hace unos años hubo otro que estaba complicado, porque se le estaban por empezar causas judiciales, y Bergoglio lo sacó de Argentina y lo escondió en Italia. Y es sabido que varios militares se refugiaron en Italia durante años, como Jorge Olivera (condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad). Entonces ¿qué discutimos de Bergoglio?

Muy interesado en la impunidad

Yo declaré como testigo en el juicio contra (Christian) Von Wernich en 2007 y allí pregunté públicamente si Bergoglio no tenía nada para decir sobre todo lo que allí se debatía. Días después, en un acto en Córdoba, el propio Bergoglio dijo que Von Wernich era una oveja descarriada. Un cínico, porque durante la dictadura, siendo la máxima autoridad de los jesuitas, en Campo de Mayo y otros lugares de Argentina, como Chaco y Córdoba, tenía unos siete capellanes ubicados en las fuerzas armadas, cuatro de ellos en el Ejército. Esos curas fueron denunciados por sobrevivientes que aseguran que asistían a las sesiones de tortura. Por eso ellos necesitan el 2×1 (la reducción de la pena respectiva a la mitad) y la “reconciliación”.

Y otra cosa terrible. En la época en que Bergoglio era el segundo de Quarracino, puesto por el Papa, varios hijos apropiados por los genocidas iban a colegios católicos. Ellos sabían quiénes eran esos niños y niñas.

Por eso hoy la política de Bergoglio en todo esto es dibujar las cosas para disimular y hacer como que “acá no pasa nada”, “nosotros no fuimos”. De allí que, desde mi punto de vista, es bochornoso todo el peregrinaje de personas, movimientos sociales y sindicatos al Vaticano a sacarse la foto con Bergoglio. Eso sí, a él le viene bárbaro porque necesitaba un hacerse plafón y con eso lo consigue.

¿Qué pensaste cuando te enteraste del 2×1?

Indignación, claro. Pero recordemos que el magistrado Rosatti fue ministro de Justicia, “Derechos Humanos” y Seguridad de Kirchner y que era docente en un alto instituto religioso en Santa Fe. Tanto a él como al propio (presidente de la Corte Ricardo) Lorenzetti los trajo de Santa Fe Néstor Kirchner. Y el propio PJ fue el que aprobó en el Senado los pliegos de Rosatti y Rosenkrantz.

¿Cómo ves el repudio generalizado que recibió el fallo?

Evidentemente me hace pensar que no les va a ser fácil. Porque con todas las fragmentaciones y debilidades que tiene el pueblo hay un sentimiento muy fuerte de rechazo a esto. Un sentimiento que yo vi aparecer en otras oportunidades muy importantes, como en la Semana Santa de 1987 o contra los indultos de Menem. Ese sentimiento antirrepresivo y esa dignidad acumulada que llena las calles, como debemos hacerlo ahora. Esos jueces se van a tener que poner las barbas en remojo.

Ojo, no va a caer del cielo la conciencia, sobre todo en las generaciones jóvenes; sólo la lucha será la que nos permita conseguir lo que nos corresponde. Hay que seguir peleándola, con las herramientas como los juicios y demás, pero sobre todo con “escuelas políticas” a nivel de toda la sociedad.

(*) Publicado el viernes 19 de septiembre de 2014