Camilo, ejemplar combatiente y estandarte de la unidad sandinista Managua. Radio La Primerísima.

Camilo, ejemplar combatiente y estandarte de la unidad sandinista Managua. Radio La Primerísima.

Camilo Antonio Ortega Saavedra nació en la ciudad de Managua el 13 de diciembre del año 1950, hijo de Daniel Simeón Ortega Cerda y Lydia Albertina Saavedra Rivas; su familia era de origen humilde e identificada con las ideas revolucionarias y el sandinismo. Sus primeros años transcurrieron en el barrio San Antonio. Era notorio su carácter afable, fraterno, además de su interés por la literatura.

Camilo creció entrando en contacto con las inquietudes políticas de sus hermanos Daniel y Humberto, conociendo las ideas de la revolución y el pensamiento de Sandino transmitidas por su padre, y relacionándose con otros jovencitos de su barrio como Carlos Reyna, Edmundo Pérez, Enrique Lorente Ruiz, Ernesto Fernández, Selim Shible, Jacinto Suárez, con los cuales se realizaban actividades en Juventud Patriótica.

Cursó la primaria en el Instituto Pedagógico de Managua. Quienes le conocieron lo recuerdan como niño inquieto, rebelde y siempre contestario a las medias represivas del colegio. A los diez años, el 23 de julio de 1960, participó en las actividades de agitación en el Instituto, en conmemoración del primer aniversario de la masacre a los estudiantes de León en 1959 a manos de la Guardia Nacional.

Cursó primer año de secundaria en el Colegio Simón Bolívar. Después reingresó al Instituto Pedagógico, donde estudió hasta cuarto año de secundaria.

Desde adolescente demostró tener carácter revolucionario, apasionado de la lectura, aplicado en sus estudios, todo lo cual le hacía sobresalir entre sus compañeros.

Entre 1964 a 1966 participó en diferentes actividades político-organizativas, como los actos de cada 1 de mayo, exigiendo reivindicaciones de los derechos de los trabajadores. En 1966 se integra al Frente Estudiantil Revolucionario (FER), en las actividades de agitación y propaganda para denunciar a la Dictadura.

Durante la manifestación del 22 de enero de 1967, Camilo se encontraba en el sector del Gran Hotel, junto a David Tejada Peralta y otros compañeros, cuando el pueblo se vio traicionado por la clase política tradicional y fue masacrado por la Guardia Nacional.

Cae su amigo Selim

Asumió, junto a Jorge Guerrero, Selim Shible, Jacinto Suárez y otros compañeros, la responsabilidad de crear los Comandos Armados Sandinistas, con el objetivo de realizar acciones de recuperación económica, obtención de armas y ajusticiamientos. Participó en el asalto a la empresa láctea “La Perfecta” el 6 agosto de 1967, donde cae Selim Shible.

Culminó sus estudios de secundaria en el Colegio Salesiano de Masaya, en donde además continúo con sus actividades políticas, ejerciendo su liderazgo natural para que sus compañeros se incorporaran a las luchas del movimiento estudiantil.

El 5 de abril de 1968 un coronel de la Guardia Nacional torturó y asesinó atrozmente a David Tejada Peralta, mientras su hermano René logra sobrevivir a las golpizas. Camilo dirigió las protestas en contra del crimen, organizando a un grupo de estudiantes universitarios para un mitin en el volcán Santiago, donde se dijo que había sido lanzado el cadáver de Tejada Peralta. Camilo Ortega tenía 18 años y sin embargo, ya tenía un protagonismo notorio en las estructuras del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Fue detenido por primera vez en 1968 y trasladado en Managua a la Oficina de Seguridad de la Guardia Nacional, en donde los retuvieron por varios días. Aún con esas vicisitudes, concluyó sus estudios de secundaria.

Fue director y editor de la Revista “Adelante”, una publicación donde se lograba apreciar la madurez del pensamiento político e ideológico del joven sandinista, excitando a la juventud, en especial de los estudiantes, a incorporarse a la lucha antisomocista.

Familia Ortega Saavedra

Los cinco amigos entrañables

En abril de 1969, ingresó a la Universidad Autónoma de Nicaragua en León, en donde entabla amistad con Leonel Rugama, Juan José Quezada, Edgard Munguía y Omar Cabezas. Ese mismo año se comenzó a editar el periódico “El Universitario”, para continuar trabajando en el área de propaganda, bajo la supervisión de Leonel Rugama.

Omar Cabezas relata en su libro “La montaña es más que una inmensa estepa verde”, que “en León el Frente eran Leonel, Juan José, Edgard Munguía y Camilo; posteriormente yo. En León no había ni siquiera un clandestino, pero el trabajo que hacía cada persona, como individuo, era muy significativo. Sentar las bases para el posterior avance del trabajo. En León el Frente eran sólo Leonel Rugama, Juan José Quezada, Edgard Munguía y Camilo; hay que recordar que eso es después del repliegue de Pancasán, en realidad momentos muy difíciles. Tomar la decisión, para cualquiera en aquel tiempo, de entrar al Frente, viendo ahora retrospectivamente, pienso que tiene un mérito extraordinario”.

Conforme avanzaba su trabajo, a Camilo le corresponde planificar las actividades, elaborar los cocteles molotov y organizaba círculos de estudios entre los grupos de estudiantes que reclutaba.

Mientras el FER ampliaba su trabajo en otros departamentos del país, caen Julio Buitrago, Alesio Blandón, Marcos Rivera y Aníbal Castrillo el 15 de julio de 1969. Camilo y Leonel participan en Estelí en un entierro simbólico de Alesio, como presión a la Dictadura para que su cuerpo fuera entregado por la Guardia Nacional.

El 15 de enero de 1970 cae uno de sus compañeros más cercanos, Leonel Rugama. A fines de ese año, junto a Maximiliano Somarriba, trabaja en la formación de una célula del FER en Masaya.

Asimismo se relaciones con poetas, artistas y otros creadores. A lo largo de ese año, contribuyó a reconstruir el Grupo Praxis, integrado por intelectuales con ideas revolucionarias. Ese grupo protagonizó numerosas acciones públicas, como obras de teatro, conciertos, exposiciones, ventas de pinturas en el exterior (con el objetivo de recaudar fondos para el Comité de Reos Políticos) y publicó revistas, mediante las cuales difundían la realidad nacional e incitaban a luchar para cambiarla. En muchas de esas actividades, Camilo tuvo participación destacada. Ya era conocido por su seudónimo Mundo.

En Cuba culmina su forja militante

En 1972, el FSLN lo envía a Cuba para recibir entrenamiento político militar. En ese proceso Camilo se relacionó con el Comandante en Jefe de la Revolución, Carlos Fonseca Amador.

Entre 1973 a 1975 fortaleció su formación política, militar e ideológica. Estudiaba con mucha disciplina la teoría revolucionaria.

Omar Cabezas cuenta que “tenía la esperanza de encontrarme a Camilo allá adentro, en la montaña, porque Camilo –en las manifestaciones cuando corríamos porque la Guardia nos seguía– tenía unas grandes piernas porque era flaco y alto, entonces cuando Camilo corría –quién sabe por qué, porque no había sido entrenado militarmente, o a la mejor alguien se lo había dicho– lo hacía siempre encorvado, y entonces yo decía en mis adentros: «¡alagranputa, Camilo, el Gato, Leonel, Juan José y yo en la montaña!» y pensaba, si algún día estamos en la montaña, Camilo y el Gato en la montaña y yo y Juan José en la montaña, vamos a hacer la guerrilla decía yo, porque yo pensaba este Camilo jodido es flaco y ¡plom! se brincaba, y cualquier tronco también se lo brinca, y el Gato con sus dos ojos verdes que tenía me imaginaba que podría ver mejor y pegar mejor”.

Camilo y Daniel

Encabeza al FSLN en Masaya

A finales de 1975, Camilo regresa a Nicaragua por Chinandega donde estuvo unos días en la casa del matrimonio de Ricardo y Dora Tinoco, padres de Miriam Tinoco, para luego trasladarse a Masaya, donde empezó a demostrar que ya era un cuadro de organización que había sistematizado y asimilado todas las enseñanzas en su preparación en Cuba.

Al llegar a Masaya, una de las primeras tareas que realizó fue un estudio completo de la situación operativa, y un reconocimiento de la ciudad y de las zonas donde le correspondía realizar las tareas políticas y militares asignadas por el FSLN.

Como ocurría con todos los militantes clandestinos, las condiciones eran limitadas, pero para Camilo no eran una limitante para poder trabajar y una de las cosas que más cuidaba era su radio de 10 bandas, donde recibía comunicaciones de los militantes que luego retransmitía a la Dirección Nacional del FSLN.

Elaboró un croquis de la ciudad y del cuartel, listas de opositores y de posibles lugares a golpear; reconoció las zonas de seguridad, se comenzó a ampliar la red de colaboradores, transmitía sus experiencias para la formación política y militar de los compañeros que lo rodeaban, preparando de esta manera su equipo de trabajo. Se interesaba en conocer a fondo las características de los cuadros, ya que esto le permitía ubicarles en el sector en que rendirían más.

Estuvo realizando trabajo político organizativo desplazado en los departamentos de Granada, Carazo y Rivas. En sectores del Frente Sur, tenía apoyo del trabajo que realizaba el padre Gaspar García Laviana en las zonas rurales, donde Camilo era conocido por la población.

“Pedro”, era el seudónimo que Justo Agapito Mercado Méndez, hoy de 74 años, utilizaba cuando la lucha insurreccional de Monimbó. Agapito conoció a Camilo Ortega desde 1972, pero fue hasta 1977 cuando ambos se encontraron nuevamente como compañeros de lucha. “Nosotros nos miramos aquí en el Colegio Salesiano cuando él estudió ahí, se nos desapareció y regresó en el año 77 que ya vino aquí a comenzar a trabajar con nosotros. El trabajo de él con nosotros era organizativo, buscar compañeros para luego hacer acciones que nos iban a encomendar, nosotros no sabíamos qué acciones eran”, recuerda.

También explica que fue Camilo quien les enseñó a disfrazarse para despistar a los guardias de Somoza. “El Comandante Camilo nos decía cómo nos teníamos que enmascarar. Nosotros nos hacíamos cicatrices en la cara con pega, como que ibas cortado, nos vestíamos como campesinos de sombrero viejo, de zapatos viejos, o descalzos, a veces usábamos camisas manga larga todas rotitas y pantalones rotos, a veces andábamos bien chajín”, recuerda.

Omar Cabezas refiere que a fines de 1977 o principios de 1978, un día David Blanco, a quien describe como “uno de los hombres más prohombres que he conocido en mi vida”, regresa al campamento guerrillero de la Brigada Pablo Úbeda en las montañas de Waslala, con tres nuevos combatientes, uno de ellos Cristian Pérez Leiva. “Cuando David subió con los tres me llevó una carta de Camilo, Camilo Ortega. Ahí leí la carta y me di cuenta que la división es sólo a algunos niveles. Camilo me escribió como si estuviéramos hablando en la cafetería de León, me hablaba sin sectarismo, sin nada, como mi antiguo hermano, así como te lo cuento, y además, entregó a la GPP (la tendencia Guerra Popular Prolongada) armas y varias granadas para combatir, sin pedir nada a cambio. Yo pienso que sencillamente, Rubén (Francisco Rivera Quintero, El Zorro, o el Chele (Carmen Aráuz) le han de haber contado que nosotros estábamos mal y él, que es mi hermanito del alma desde 1968, pues no dudó en absoluto en ayudarnos. ¡Qué lindo Camilo! El mismito Camilo. Le contesté la carta, le insistí en que nosotros, los de esa organización (GPP), debíamos luchar juntos por la unidad. Que los nuevos sandinistas que entraron al Frente después de la división, son una generación por lo general de chavalos sectarios, sobre todo los que provenían del movimiento estudiantil. Que nos cuidáramos de eso. Que educáramos en la unidad a todos los que tuviéramos a nuestro alrededor. Que los cuadros viejos podemos, con nuestra autoridad, ayudar en eso. Y no recuerdo qué más le escribí. Tengo ganas de decirle que nos reunamos, pero desisto por miedo a hacerlo sin autorización”.

En octubre de 1977, Camilo Ortega es el principal responsable de la organización y planificación del ataque al cuartel de la Guardia Somocista en Masaya –entre otras acciones militares realizadas en la zona– en las que muchos compañeros estuvieron involucrados, entre ellos Hilario Sánchez, Félix Pedro Picado, Álvaro Baltodano e Israel Lewites, quien cae el 17 de octubre.

Esas acciones forman parte de la Ofensiva de Octubre, con la cual el FSLN desató el proceso insurreccional en su lucha contra la Dictadura Somocista.

Camilo reflexiona sobre la ofensiva: “Audacia revolucionaria es una cosa y aventurismo es otra, y es con audacia que iremos desarrollando la guerra […]”. Agrega que “en la medida que se golpee más contundentemente y continuamente al enemigo, en esa medida, le vamos a ir sumiendo hacia la defensiva, iremos logrando acorralarlo en sus propios centros, iremos logrando someterlo en su propia retaguardia […]”.

La insurrección de Monimbó

El 2 de febrero 1978, bajo la dirección de Camilo, el FSLN llevó a cabo acciones militares en la ciudad de Granada, que significaron un avance más en la estrategia de la lucha insurreccional.

El 19 de febrero de 1978, el pueblo indígena de Monimbó empezó a lanzar bombas de contacto contra las casas de colaboradores somocistas.

Justo Román González, mejor conocido como “Justo Tarzán”, asegura que la “lucha inició ese 19 de febrero, cuando presenciábamos la misa de 40 días de muerto de Pedro Joaquín Chamorro en la iglesia de San Sebastián. Nosotros llegamos a ese lugar a manifestar nuestro descontento y luego de la misa participaríamos de una marcha por las calles de Masaya y esa fue una de las causas que enardeció a la Guardia Somocista y la impulsó a tirar desde helicópteros una gran cantidad de bombas lacrimógenas, las que afectaron a muchos niños que se encontraban en un colegio cercano a la Iglesia”.

“El acto en contra de los niños fue para nosotros la gota que derramó el vaso y es por eso que comenzamos todos a reunirnos en pequeñas células durante las noches y cuidar que la Guardia no regresara a atacar. Sin embargo, para ese entonces lo único con lo que contábamos eran palos, piedras y huleras, pero no nos dimos por vencidos porque ya estábamos cansados de seguir siendo pisoteados”, añade Justo.

Los combatientes populares utilizaron su ingenio y de esta manera lograron hacer armas caseras y así impedir que la Guardia entrase a Monimbó. “Nosotros quebrábamos botellas de vidrio y las colocábamos en las calles de acceso a nuestros barrios y de esta manera obstaculizábamos el paso de sus vehículos, recuerdo que en esos momentos la población de manera voluntaria y enardecida se sumó a nuestra causa y todos de alguna manera aportaron a la lucha”, destaca Justo Román.

El 21 de febrero, en conmemoración del 44 aniversario del asesinato del General Augusto C. Sandino, los combatientes sandinistas y la población de Monimbó levantan barricadas, quema casas y vehículos de reconocidos somocistas. La insurrección se extendió a otros barrios de la ciudad de Masaya.

El anillo defensivo estuvo organizado en tres sectores: No. 1 al Este de las Cuatro Esquinas, al mando de Armengol Ortiz López; No. 2 en las Lomas de Sandino, dirigido por Bayardo López Mercado, y el No. 3 ubicado en Monimbó, al mando de Mauricio Flores Arley. Ante la incapacidad de tomar el control del barrio, la Guardia Nacional utilizó dos helicópteros artillados y atacó a la población.

Uno de los momentos que Justo Agapito Mercado Méndez recuerda con mayor nitidez es la conversación que sostuvo con el Comandante Camilo la mañana del domingo 26 de febrero de 1978. “Yo le dije: Comandante, viene la Guardia Nacional, en el punto que no teníamos gente ahí desembarcaron. Le digo: Comandante, no rompieron el cerco, pero sí desembarcaron donde no pusimos gente. Él me dice: «no te preocupés, que ya a Hilario lo mandé a la Natividad, a Carlitos y a Manuel los mandé para Granada». Sería mejor que se retire, le dije yo, porque ellos vienen para este lado. «Déjamelos, que me vuelo pija con ellos», me respondió. Él estaba en Los Sabogales”, recuerda Agapito.

Según el combatiente, la Guardia Nacional penetró en Los Sabogales por el área conocida como los yucales, en uno de los costados del actual museo Camilo Ortega. “Ahí como a las 5 de la tarde fue que sucedió que la Guardia Nacional entró al lado de Las Flores, entraron los tres tanques con los guardias. Al ver que nadie responde por ningún lado, me dice Sebastián Putoy: “nos cruzamos a verlos”. Le digo: ya están encima de ellos, y cuando en eso miramos que el tanque nos aprieta a nosotros, salimos de ahí y nos venimos buscando El Calvarito de Monimbó. Regresamos a Los Sabogales en la nochecita; la Guardia estaba ahí dando vueltas, disparando. El tanque estaba adentro. La noticia de la muerte del Comandante la recibimos a los 5 días del mes de marzo. Nosotros pensamos que se había retirado, hasta después vino la información que habían muerto los tres compañeros”, recuerda.

Doris Tijerino y Camilo Ortega

Herido, torturado y asesinado

El domingo 26 de febrero, Camilo Ortega Saavedra, Arnoldo Quant Ponce y Moisés Rivera Maltes, estaban en una casa de seguridad en Los Sabogales, un comunidad al oriente de la ciudad de Masaya. La Guardia Somocista detecta y rodea la casa. En el combate caen Arnoldo y Moisés, mientras Camilo resulta gravemente herido.

Vivo, la Guardia traslada a Camilo a Managua a las instalaciones de la Seguridad Somocista, en donde es torturado hasta morir en la mesa de los tormentos. Su cuerpo quedó desfigurado por los golpes y heridas infligidas por sus verdugos. Su madre, Lidia Saavedra, reclama el cadáver de su hijo al día siguiente, el lunes 27 de febrero.

Omar Cabezas afirma en su segundo libro, “Canción de amor para los hombres”, que “la insurrección de Monimbó fue un tanto espontánea. Que cuando se dio, Camilo se puso al frente de ella junto con otros compañeros, entre ellos Glauco Robelo. Las tres tendencias, cada una por su lado, se pusieron a la cabeza del alzamiento. En la insurrección, Monimbó, su nombre, pasó gloriosamente a ser conocido y admirado por el mundo entero y por el pueblo nicaragüense”.

Continúa Omar Cabezas en su relato, que “cuando a los ocho días oigo otro piripipipí, pienso inmediatamente que esa es Sutiaba. No tengo la menor duda de que ahora sí, eso es Sutiaba. ¡Al revés! ¡Todo al revés! Lo mismo que cuando octubre, una buena y otra mala. Y ahora, ¿sabes quiénes son? Amoldo Quant, que le decíamos “El Náhuatl” y que trabajaba en el Teatro Popular con Alan Bolt. El otro, el que menos me imaginé, ¡Camilo! Me cago echado. No hacía ni un mes que me había escrito y entregado a Bayardo las armas. Fue como nuestra despedida. Como nuestra última plática interrumpida en la cafetería de la universidad de León, donde nos bebimos ciento cuarenta y tres mil trescientas cuarenta y ocho tazas de café negro, y fumado diez mil cartones de cigarrillos Belmont o Windsor de chelín en chelín, porque los dos vivíamos con los bolsillos lavados como piedra de río, servidos por doña Esperanza Valle, una señora que creo que es matagalpina, que además de ser bonita era nuestra aliada y nos daba al fiado”.

Flaco, alto, canillón, cara de hacha y de anteojos

“Esa carta fue la continuación de las tantas veces que agarrábamos papel y lápiz y nos poníamos en una mesa de doña Esperanza, fumando y bebiendo café, a hacer las cuentas con la Marlen Chow y el Gato, de cuántos éramos los del FSLN, y siempre empezábamos por los vivos, a ver, Carlos, Tomás, Humberto, José Benito, Efraín, el fulano, el zutano; ahora, los presos, Daniel, Jacinto, Manuel Rivas, Lenín, Julián, el fulano, el zutano, ahora nosotros. Vos, yo, la Marlen, el Gato, el fulano, el zutano, el mengano, y sumábamos como treinta. ¡Ah, bueno!, y los que no conocíamos por la compartimentación, metámosle unos quince más. ¡Correcto!, a ver, suma: somos cuarenta y cinco. ¡Pijudo! Somos más que los doce del Granma, porque, en nuestros sueños de revolucionarios que recién empezábamos, nuestra referencia era la revolución cubana, y habíamos leído como tres veces el libro de los 12 del Granma de Carlos Franqui. ¡Todo perfecto! Ya ganamos, ya botamos a Somoza, porque si ellos empezaron con doce, nosotros vamos mejor porque ya somos como cincuenta”.

“Y esas cuentas las hacíamos en cada café, entre clase y clase, hasta que llegó Leonel y nos regañó, porque dijo que eso era romper la compartimentación. Y entonces después la hacíamos é! y yo escondidos, sin papelitos, con las manos y siempre nos enredábamos en las cuentas, porque a veces repetíamos dos veces al mismo y nos poníamos a discutir, no, a ese ya lo metimos, no hombre, no lo hemos metido, mételo pues”.

“Esa carta fue como la despedida de toda una historia juntos, pues juntos nos culateó la guardia cualquier cantidad de veces, pues juntos quemamos unas cuantas casas de somocistas de León, juntos quemamos no sé cuántos carros del gobierno. Éramos los piromaníacos del movimiento estudiantil. Hicimos cincuenta mil planes para sacar de la cárcel a los presos políticos, se los entregábamos al responsable y nunca nos hacían caso. Nuestros planes eran maravillosos. Lo que nos costó entender fue que no había ni los hombres, ni los recursos, ni el desarrollo del FSLN para hacerlo en el 68 o 69. Esa carta fue la continuación de nuestra última plática en la cafetería “La Hormiga de Oro” de Managua, que quedaba en la esquina del Club Universitario, cerca de su casa donde vivía con su papá que se llamaba Daniel Ortega, que era un viejito alto y delgado, parecido a mi abuelito, pero que usaba una inseparable boina negra y sacaba toditos los días del mundo, un radiote grande de los viejos, marca Philips y lo ponía en la acera de su casa en una mesita, con Radio Habana Cuba a todo volumen”.

Neurótico por la unidad

“Esa carta fue la despedida del flaco, alto, canillón, cara de hacha y de anteojos, que le decíamos puñal y que después me di cuenta que había sido un neurótico buscando la unidad de los tres FSLN. Cuando el piripipipí terminó me dio un gran pesar y me dije: Bueno, hermano. ¿Así no es esta mierda, pues?”.

Agapito dice que Camilo era un dirigente digno de respeto. “En el teníamos a un hombre que inspiraba confianza en la victoria de nuestra lucha. Siempre te hablaba de la unidad, por eso aquí nosotros le decimos el Apóstol de la Unidad. Ese título se lo dimos nosotros. Aquí en Monimbó se le dio ese título, porque él tenía tanto Amor para este Monimbó que él te hablaba como hermano”, comentó.

Ana Julia Picado recordó en una entrevista televisiva en 2018, los últimos momentos de Camilo Ortega al llegar a la comunidad Los Sabogales a su casa, luego que la Guardia rodeó la zona: “Nosotros salimos, por el esquina de la cocinita, por ahí todavía la Guardia no había avanzado. Salimos por órdenes del Comandante Camilo, porque que no podía ver muerto a los niños siendo él el causante; entonces tuvimos que salir”.

De los cinco amigos y militantes del FSLN desde 1969, solo Omar Cabezas sobrevivió. Leonel cae en 1970, Juan José en 1973 y Edgard en 1977.

Camilo fue incansable en su trabajo por la unidad desde que en 1975 se manifestaron las diferencias internas que culminan en la división a partir de 1977 en tres tendencias (Insurreccional o Tercerista, a la que pertenecía Camilo; GPP, de Tomás y Omar Cabezas; y Proletaria).

Su pensamiento era que la división del movimiento, representaba fortaleza para el enemigo. Realizó esfuerzos por entender a cada una de las tendencias, para crear las condiciones unitarias del FSLN que permitieran alcanzar la victoria.

El tiempo y la historia le dieron la razón: al final la unidad fue la que consolidó el derrocamiento de la Dictadura y el triunfo de la Revolución Popular Sandinista.