El feminismo chatarra y las guerras de baja intensidad

El feminismo chatarra y las guerras de baja intensidad

Por Rosario Murillo, Vicepresidenta de la República. Artículo publicado en el diario digital «La Gente», el 27 de Agosto de 2008

El feminismo quiso ser una proposición de justicia. La distorsión del feminismo, la manipulación de sus banderas, la deformación de sus contenidos, la disposición de sus postulados para la causa del mal en el mundo, es, indiscutiblemente, un acto de traición, alevoso y cruel de los verdaderos intereses, personales y colectivos de las mujeres, que son sustituidos por mezquinas ambiciones, y perversas intenciones políticas.

El feminismo, a derecha e izquierda, ha venido siendo manipulado y distorsionado, al extremo de que desde sus banderas, que tanto podrían haber aportado a recuperar derechos de mujer, se han promovido y promueven, alarmantes tendencias feminicidas, que objetivizan y pretenden exterminar mujeres, adversarias políticas sobre todo, desde posiciones propias de la más burda y recalcitrante derecha patriarcal.

Frivolidad, falsedad, dominación cultural

El falso feminismo, en todo caso, de falsas profetas y sacerdotisas, no nos hace justicia. Al contrario. Nos busca y persigue, para prendernos fuego como augusto Tribunal de Inquisición, sólo que hoy la hoguera es mediática, como corresponde a estos tiempos postmodernos, de imagen, frivolidad y entretenimiento. De invasión y dominación cultural, además.

El feminismo, que quiso ser ruta de derechos de las mujeres, si hubiese postulado un feminismo humano e incluyente, degeneró hasta convertirse en un peón más del Imperio, que lo dispone en sus articulados programas y operaciones “perfectas”, de ajedrez político, para desprestigiar, dividir, y supuestamente vencer.

El feminismo incluyente promueve valores humanos. El falso feminismo toca tambores de guerra contra todos los valores humanos. Es instrumento de penetración y ocupación política y cultural. Despojado de su misión liberadora, el falso feminismo ha llegado, en Nicaragua, al extremo de marchar, a favor de la opresión social, hombro a hombro con las falanges del capital, y con los más connotados exponentes, de un machismo pendenciero y brutal.

El falso feminismo sirve al modelo de neocolonización; vive en sintonía perfecta con los trazados imperiales. Tiene un rol clave en la estrategia de desgaste de los proyectos revolucionarios. En el lenguaje de sus más sesudos analistas, a esto se le llama “luchas por la libertad y la democracia”; “luchas contra las dictaduras”, o marchas blancas… Para nosotros no es nada nuevo. Lo hemos conocido, padecido y vencido; se llama contrarrevolución.

Sectas que son instrumentos oligárquicos

El Mal diseña sus guerras de baja intensidad, que hoy son fundamentalmente mediáticas, políticas, y de fabricadas imágenes callejeras, ante la falta de resonancia o acogida, entre los pueblos victimizados por sus nefastas campañas. Sus ejecutores son las ricas y egocéntricas capas oligárquicas, que así pretenden defender sus intereses económicos y su maligno modelo político. Organizan sus sectas, o brazos “pacíficos” y las llaman “sociedades civiles”; crean movimientos “nítidos”, “políticamente correctos” manipulando causas de justicia; marchan contra “autoritarismos” y “tiranías” prefabricadas en serie, y cortadas con la misma tijera y patrón.

El Mal usurpa banderas, aglutina castas, agrega resentidos y pervertidos, y pretende partirnos, para tirar a matar, allí donde se levante un proyecto de verdadera justicia social. Alrededor de ese anzuelo de democracia, es que se proclama el falso feminismo, y sus bien pagadas sacerdotisas de cámaras y papel. Cabe notar que algunas de estas son de oscura trayectoria personal y más oscura hoja de vida profesional y política. Las hay, inclusive aquí en Nicaragua, hermanadas con las más tenebrosas y temibles figuras de la criminal Guardia Somocista, y son exponentes perfectas de esa calaña interior, y de su contraparte externa, sanguinaria y brutal.

Ese falso feminismo, usurpador político de luchas y emblemas, ha convertido en “causa” la enfermedad mental, la frustración, y la venganza mitomaníaca y personal, que atiborra páginas y titulares destacadísimos, para la cual han sido también abundantes, a lo largo de muchos años, las explicaciones psicológicas, sociológicas y políticas.

Patología esquizofrénica

Atrincheradas en la derecha recalcitrante e inmoral, las feministoides de negro, instigaron, conspiraron, crearon y se apropiaron de alguna patología esquizofrénica, para promover pornografía y antivalores, que se han encargado de diseminar por el mundo, haciéndole el trabajo sucio, a la “casta” derecha, y a su “puritano” amo imperial.

A través de sus tiranías electrónicas, las agentes descobijadas han desatado un terrorismo político sin precedentes contra liderazgos, honras, reputaciones y contra la más elemental dignidad humana de personas y familias enteras. Su cálculo político, su afán protagónico, su vengativa mentalidad de hijas-de-casa de la oligarquía local, su servicio fiel a las banderas imperiales, europeas y norteamericanas les ha abierto puertas y portones en todos los escenarios donde la lucha se libra entre el bien y el mal, entre Revolución y Contra, entre progreso y pobreza, entre paz creativa y devastación.

En su perturbado afán de destrucción política, y de desintegración familiar, a las afanadoras de las oligarquías, no las detiene nada. No tienen escrúpulos ni corazón, para conmoverse ante niñas tiernas, o niñas adolescentes, a quienes agreden y violentan, precisamente a nombre de su cada vez más falaz, “lucha contra la violencia”. Recordemos que en cada familia agredida, hay niñas y niños, muchachas y muchachos, inocentes y frágiles que reciben sin merecerlo incesantes descargas de la más mezquina ambición, la más cruel envidia, o el odio más primitivo.

Este activismo político y cultural, pro-europeo y pro-norteamericano, se disfraza de “feminismo”, viste ropa de mujer, pero no conoce, nunca ha conocido, la sensibilidad del corazón de la mujer. Su lenguaje es visceral y vengativo, propio del egoísmo y la egolatría, que caracterizan al capitalismo profundo. Su actividad cerebral, rapaz y calculadora, suma alegremente, en sus bien apertrechadas computadoras portátiles, más y más pagos-en-cuotas-fijas, por excelencia en los servicios prestados, a la causa del capital.

Guerra sucia, mediática y perversa

El frente antivalores, conducido por este llamado feminismo, es una miserable manipulación de tanto justo reclamo de mujer, y tiene hoy, como parte de sus tareas políticas, en lo ideológico y cultural, dirigir una guerra de descomposición y “destrucción masiva” de mujer contra mujer. Estas son las típicas maniobras de distracción o de diversionismo ideológico, como le llamamos nosotros, dentro de la lógica general de una guerra sucia, mediática y perversa, con propósitos evidentes.

Estamos frente a una prostitución política, con vozarrón de macho cabrío, y sombrero de Tío Sam. Estamos frente a una provocación permanente, que además, aprovecha su rol de operadoras políticas de “derechos”, y utiliza los espacios que su pariente rico les abre, para intentar cambiar la escala de valores culturales, e imponernos normas sociales ajenas y extrañas, para nuestra convivencia familiar y comunitaria.

Pretenden decidir por nosotras, cómo debemos pensar, hablar, vivir, amar, comer, dormir, trabajar, pasear; quieren dictarnos la vida, negándonos precisamente, el derecho a la palabra y la vida. Usar la inteligencia, tener pensamiento propio, es un delito, a menos que nos acojamos a sus dictados y leyes; vivir como mujeres, con creatividad, generosidad y espíritu de mujer, no de hombre, ni de indefinida o inaceptada condición, es otro crimen.

Fustigan a la izquierda por “machista, nacional socialista, y hitleriana”… pero se unen a los peores fascistas para desfilar orgullosas, junto a energúmenos de látigo y espuela; hablan de democracia y rezuman intolerancia política y patanería sexista. Reclaman libertad, pero cercenan libertades; reniegan de las religiones, de Dios mismo, que califican de “autoritario” y “patriarcal”, y acusan, y acosan, como diosas autoritarias y “patriarcales”, a quienes viven con fe. Cobran caro a sus financistas, por algo que les es natural, rechazar a Dios, odiar al hombre, burlarse de otras mujeres, despreciar a las madres y amenazar a las familias. A esto le llaman, precisamente, denunciar el abuso del “Estado confesional”, mientras ellas abusan de quienes no comparten su oficio, ni viven de sus beneficios.

Proclaman el aborto, sin respeto a la cultura y al alma colectiva de los pueblos… Atacan criminalmente al que se atreve a desenmascararlas como agentes políticos de las derechas, mientras reivindican a esas derechas como modernidad liberadora y condenan a las izquierdas como arcaísmo opresor.

Lideresas de la mentira

En esa guerra político-cultural que desarrollan a nombre de la mujer, buscan vender sus estereotipos como postmodernidad política, promoviendo su cultura extranjera, ajena a nuestra idiosincrasia, que forma parte, además, de un modelo cultural fracasado, destructor del mundo, que ha despojado almas, y entronizado egoísmos, soledades y vacíos profundos. Lideresas de la mentira, quieren vendernos como ideal el modelo de adoración al becerro de oro.

En ese mundo que se rige por el consumo y la competencia feroz, el ser humano pierde sus vínculos naturales y, sobre todo, su capacidad de sentir, recibir y dar cariño. En ese mundo, espejo perfecto de sus deformaciones, la humanidad se reduce carcomida por el exceso, la complacencia individualista y el derroche… Con ese modelo ya destruyeron la Tierra y nos tienen a todos, planeta y especies, en vías de desaparición.

Por eso decimos que sus valores políticos representan la vieja sociedad, excluyente, injusta y empobrecedora que los pueblos han venido derribando. Por eso aseguramos que sus ideales morales pertenecen también a ese mundo envejecido, ególatra, donde hombres y mujeres, íngrimos e insolidarios, prefieren criar mascotas, en vez de niños, y despoblar, y desarmonizar la Tierra.

Este es el “feminismo” chatarra, rendido ante las botas del Imperio. Y está, además, como ya dije, en manos de mujeres que ni viven como mujeres, ni conocen el alma femenina, individual o colectiva. Ignoran nuestras batallas cotidianas; no son carne, ni hueso de mujer; No tienen lazos familiares o afectivos estables; desdeñan esos dichosos y benditos vínculos del cariño incondicional, indispensables para el sano desarrollo humano.

Totalitarias y excluyentes

Favoritas de la “elegante” democracia perfumada, son hábiles para mezclar política y sexismo, como jueces totalitarias y excluyentes, que sólo reconocen sus modelos propios, sus particulares opciones de convivencia, sus criterios pasionales y sus predilecciones políticas. Su voracidad les impide observar que la mayoría de las mujeres nos reconocemos mujeres y queremos vivir y construir, como mujeres, con los hombres, nuestros compañeros, nuestros hijos, nuestros hermanos de lucha, de comunidad, de nación, y de mundo, una humanidad sin odio ni blasfemia.

En los procesos revolucionarios y progresistas de América Latina, las mujeres hemos venido conquistando espacios de poder. Hemos asumido nuestras verdaderas demandas de justicia y equidad, trabajando con alma, por una práctica política, económica y social, que nos incorpore en nuestra diversidad cultural, y en nuestra libertad esencial. Y eso, precisamente, es lo que más irrita a las despóticas guardias imperiales.

No admiten que las mujeres optemos por rutas constructivas de mujer, con conciencia incluyente, instinto maternal y sentido de familia, de pareja y de hermandad humana. No admiten que hombres y mujeres creamos posible un porvenir distinto, y trabajemos juntos, creando la indispensable diferencia entre hoy y mañana. No toleran que tengamos y defendamos nuestra idiosincrasia, valores y costumbres, que son precisamente, los que a través de la historia, han permitido a la humanidad, amar, compartir, multiplicarnos, soñar y trabajar por una sociedad mejor. Nos llaman retrógradas; nos satanizan; nos convierten en blanco predilecto de sus venganzas pasionales, porque no compartimos su derechización, o sus derroteros sociales.

Pobres mujeres resentidas y frustradas

El imperio y las derechas utilizan hábilmente sus resentimientos y frustraciones, para articularlas en redes y movimientos, muy bien pagados, que sirven a los intereses contrarrevolucionarios. Estas pobres mujeres sirven de instrumento político idóneo para esos fines, porque su perturbada emocionalidad, y sus inagotables ansias de figuración, las disponen, precisamente, a convertirse en un frente mediático, ideológico y cultural contrarrevolucionario, que escandaliza, genera “bochornos” sociales, y sabe manejar con alguna eficacia, una mezcla de contracultura con posiciones políticas, ideal para el diversionismo, y el espectáculo amarillista, mediático sobre todo.

¡Por eso se hace obligatoria la denuncia!

Porque es un asunto de vida o muerte.

Porque es una batalla más, contra el modelo.

Porque además, oponer y defender nuestros valores, frente a la desnaturalización, es defender un mundo mejor, para la humanidad.

Marcharán, marcharán… seguirán utilizando la pornografía y el terrorismo electrónico para intimidar.

Pero lo cierto es que su mensaje no cala. La gente lo identifica claramente como lo que es: sexismo politizado, servido en bandejas de oro del imperio. Porque es odio. De sexo y de clase. Porque es odio a la vida. Porque es también anticultura, de destrucción personal, y familiar. Porque es cultura de aniquilación… ¡yo las denuncio!

Nicaragua no puede retornar a la época de gladiadores y fuegos cruzados. La matonería ataca, pero nosotros no vamos a traficar con la paz. Ni con la dignidad de nadie. Nicaragua quiere trabajo y paz. Por eso, vamos a responder a esta ocupación cultural, con altura política.

Las denunciamos desde nuestros valores. ¡Las enfrentamos con civilización, oración, fe, fortaleza moral, con grandeza espiritual… con cultura! Pediremos por ellas.

El amor es más fuerte que el odio.

Pediremos por su satisfacción personal; pediremos para que pasen de la frustración que las asfixia y desquicia, a la paz mental; y pediremos para que esa calma las lleve a reconocer el bien, e incorporarlo a sus vidas.

No vamos a envenenar nuestro corazón. No cargamos armas letales. No estamos hechos de maldad, o rencor. Devolvemos bien, porque queremos bien. Pedimos a Dios que el amor se manifieste en sus vidas, y que su poder venza al odio.

De corazón, Señor, te lo pedimos; amén… ¡Así sea!