«El guerrero en reposo» Madrid. Por César Falcón, diario "El Sol de Madrid", 5 de junio de 1930

«El guerrero en reposo» Madrid. Por César Falcón, diario "El Sol de Madrid", 5 de junio de 1930

Mientras el General Augusto C. Sandino estuvo durante prácticamente secuestrado en Yucatán, México, por el gobierno de Emilio Portes Gil, en secreta complicidad con Estados Unidos, agentes de inteligencia y funcionarios de ambos gobiernos diseminan en los diarios mexicanos la calumnia de que el General dejará de combatir porque se ha rendido y ha recibido prebendas. Esto causó honda preocupación entre los intelectuales progresistas de la época y es en ese contexto que César Falcón escribe una carta pública dirigida a Sandino. Pero el escritor peruano ignora en el momento que publica su carta el 5 de junio de 1930, que desde mayo de ese año el General ya está de nuevo al frente de su Ejército. Falcón, fallecido en 1970 a los 78 años, fue escritor, periodista y político peruano, que también contó con la nacionalidad española y la mexicana.

Según cita el biógrafo del General, Gregorio Selser, «las circunstancias particulares de Nicaragua también movían a Sandino a dejar su obligado “reposo” de guerrero. Se sabe ya que no fue por blandura o comodidad que permaneció en México. Lo revela, entre otras comprobaciones, el hecho de que debió sortear la vigilancia de las autoridades mexicanas y estadounidenses para abandonar Mérida. La huida, que en verdad lo fue, se preparó como una operación militar».

«Ignorante de esa circunstancia, desde el lejano Madrid en donde residía, el novelista peruano César Falcón, que tuvo la oportunidad de tratar a Sandino, escribió una elogiosa semblanza, conocida en nuestra América cuando ya el jefe guerrillero estaba de nuevo combatiendo en su patria. La carta de César Falcón, «El guerrero en reposo», artículo publicado en El Sol de Madrid el 5 de junio de 1930 y reproducido en Repertorio Americano, San José, Costa Rica, el 5 de julio de 1930.

César Falcón

Después del bombardeo de los marinos norteamericanos, el guerrillero nicaragüense está resistiendo ahora el bombardeo periodístico de Estados Unidos. Intermitentemente llega a Europa una noticia, en apariencia perdida en el fárrago de noticias internacionales, sobre el combatiente de Las Segovias, en las cuales se insinúa o se afirma su retirada de la lucha, unas veces por cansancio y otras por dinero. Sandino es actualmente un guerrero en reposo. Es decir, en paréntesis de lucha y, consecuentemente, en instante propicio a la propaganda.

Esto de la propaganda lo entienden en EEUU como en ninguna otra parte del mundo. La eficacia de los sistemas propagandistas norteamericanos llega a superarse a sí misma con mucha frecuencia. Ahora, en el caso de Sandino, por ejemplo. Sandino no oculta sus planes ni sus trabajos. A todos sus amigos les informa con exagerada franqueza de sus propósitos y de sus actos.

Sin embargo, los informes particulares, y por particulares reservados, no bastarían para tener presentes su nombre y su misión en la memoria del público. Pero la propaganda norteamericana cubre la deficiencia. Muy pocos y muy ingenuos serán quienes la crean al pie de la letra. Muchos serán, en cambio, a quienes les refresque el recuerdo y les encienda de nuevo la emoción.

Sandino, el empedernido capitán del antiimperialismo, es uno de los pocos Hombres de Hispanoamérica, cuya figura está proyectándose cada día; su perfil histórico irá trascendiendo de las selvas nicaragüenses, del continente americano y de una órbita loca a la amplitud del mundo. Porque el formidable problema del imperialismo capitalista representado hoy ejemplarmente por Estados Unidos, se ha insinuado ya, desde hace muchos días, como un problema universal y el más duro de nuestra época.

Quienes se imaginan haber pasado el trance sangriento de la guerra para entrar, con más o menos vacilaciones, en una zona de paz, de reacomodo pacífico de los hombres en el mundo, no cuentan con la omnipotente fuerza del imperialismo capitalista, creado por la misma. Es la fatalidad de nuestra época. El desequilibrio industrial, la crisis económica, característica de hoy, contiene el germen de la lucha formidable.

Las vueltas de la inteligencia política de las principales naciones en torno a sus crisis económicas van directamente a buscar el remedio; esto es, el bienestar de sus nacionales, en la explotación fácil de las riquezas y en la abundancia de los mercados. El nuevo capitalismo tiene una tendencia orgánica y, por tanto, indomable, a la especulación. O infla los valores en las bolsas o se lanza vorazmente sobre las riquezas de los pueblos débiles. Las dos maneras típicas del imperialismo económico.

Pero lo más típico de este capitalismo joven y desaforado no es su ímpetu conquistador, su insaciable ambición de ganancia, característica, en realidad, de todas las fuerzas nuevas de la historia. Lo más típico, y en cierto modo lo más poderoso, son sus fuerzas coadyuvantes. La multilateralidad de sus tentáculos. Cuando el capitalismo de mediados del siglo pasado se lanzaba a la conquista económica de un pueblo, iba, sin muchas diferencias, como el conquistador de la Edad Media: justificándose con su propia voluntad de conquista y con su fuerza propia.

El pueblo atacado y vencido pasaba inmediatamente a sufrir todos los quebrantos y miserias de la servidumbre. Hoy, por el contrario, la invasión capitalista significa, en primer término, aumento del bienestar material del pueblo invadido. Asfalto en las calles, carreteras de firmes especiales, casas altas y limpias, teléfonos, automóviles, cinematógrafos, charoles y faros. Pero en el fondo –la Historia, como la vida, es una corriente subterránea– las garras del imperialismo son las deudas crecientes, las hipotecas de las riquezas naturales del país, la lenta subordinación económica, el vasallaje financiero y la dependencia internacional.

Y en este fondo oscuro del bienestar presente –otra fatalidad del imperialismo– se incuba la redención. La protesta, la rebeldía futura. Cuando más tarda, más intensa. Aquí está el signo del porvenir. De un porvenir perfectamente visible desde ahora y del cual ya están despuntando los prolegómenos.

Las circunstancias particulares de Nicaragua han colocado a Sandino en una actitud anticipada del porvenir. Su mejor excelencia es haber comprendido obstinada, intransigentemente, la dirección de los acontecimientos. Ni su propaganda ni sus campañas futuras lograrán contener el impulso imperialista de Estados Unidos.

Pero la verdadera significación histórica de su actitud se concreta en su tenacidad, en su intransigencia, en esa consciente impavidez para anticipar hoy la lucha cierta del futuro.