En memoria de Charlotte, la bella guerrillera, artista y poetisa Managua. Revista Visión Sandinista #211, febrero de 2011

En memoria de Charlotte, la bella guerrillera, artista y poetisa Managua. Revista Visión Sandinista #211, febrero de 2011

El 4 de mayo de 1976 es una fecha que Charlotte Baltodano Egner grabó con sangre en su memoria. Ese día, por orientaciones de su responsable, le encargaron hacer el operativo “Rodrigo (Carlos Agüero) no ha muerto” en conmemoración del Día de la Dignidad Nacional. “Con Glauco Robelo, que manejaba una moto, yo lancé una granada a un BECAT (jeep de la Brigada Especial contra Actos Terroristas) llena de de guardias, pero no funcionó”.

“Nos siguieron y en la huida la moto se resbaló y me prensó una de las piernas, Glauco pudo salvarse y a mí me capturaron”, agrega. Ella estaba siendo buscada por la guardia desde que supieron de su participación para la acción del 27 de diciembre de 1974. “Mi papá había muerto el 2 de mayo y yo no pude ir a la vela ni al entierro porque sabía que la guardia me estaba esperando”, comenta.

La llevaron a las cárceles de la seguridad somocista que estaban en la Loma de Tiscapa, donde la torturaron durante 17 días. “Me mantenían encapuchada, amarrada, golpeándome, tocando mi cuerpo desnudo con bayonetas, sin comer ni tomar agua. Perdí la noción del tiempo. Los guardias llegaban borrachos y me manoseaban. Eso fue terrible”, recuerda Charlotte, mientras muestra una cicatriz en una de sus rodillas.

El 25 de febrero de 1977 un Consejo de Guerra Extraordinario de la Dictadura la condenó a 124 años de cárcel más una multa de 25,200 córdobas.

Charlotte Baltodano Egner

Dos años antes de su captura, Charlotte Baltodano Egner estaba en una casa de seguridad recibiendo los mismos entrenamientos que estaban haciendo los que iban a conformar el comando sandinista que el 27 de diciembre de 1974 se tomó por asalto la casa del ministro de agricultura del dictador Somoza, José María “Chema” Castillo, con el objetivo de liberar a los presos políticos de las cárceles somocistas. A ella nunca se le pasó por su mente que cuatro años después ella y muchos otros militantes que estaban en prisión lograrían su libertad con la operación de otro comando del FSLN, que se tomó el Palacio Nacional.

Charlotte nació en 1951 en Managua, pero hacia 1954 –cuando ella tenía dos años de edad– su mamá Charlotte Egner (nacida en Costa Rica) y su papá Carlos Baltodano, tuvieron que emigrar junto con sus seis hijos a Estados Unidos en busca de trabajo. “Mi papá era cirujano y aquí no tenía empleo, así que se llevó a toda la familia a San Francisco”, recordó.

En esa ciudad cursó primaria y secundaria, y gracias a una beca empezó a estudiar Artes Plásticas en Brooklyn University. Pero a su papá le detectaron “cáncer y por eso se vinieron ellos a Nicaragua y después nos regresamos mi hermana menor y yo”. Charlotte tenía entonces 19 años: a esa edad descubrió su país.

“Me dolió en el alma ver tanta pobreza”, dice al recordar sus primeras impresiones que le marcarían para el resto de su vida. Pocos meses después, junto con Leonel Espinoza se fue a Costa Rica, la tierra de su mamá, a terminar sus estudios de artes plásticas en una universidad costarricense.

Vivió el golpe militar en Chile

“En Costa Rica Leonel Espinoza y yo nos casamos y luego regresamos a Nicaragua”, continúa. Empezó a estudiar Psicología, pero el terremoto de 1972 la obligó a ir a Chile para continuar sus estudios. Eran los tiempos del gobierno de la Unidad Popular y se vivía un ambiente político muy intenso, en el contexto del del proyecto socialista que impulsaba el presidente Salvador Allende.

Charlotte y Leonel no escaparon a ese ambiente, y como estudiantes universitarios participaban en manifestaciones y actividades que organizaba la Unidad Popular en defensa del Gobierno, cuando todo mundo fue sorprendido con el golpe de Estado en contra del presidente Allende, ejecutado por las Fuerzas Armadas chilenas, apoyada por Estados Unidos.

“Estábamos en la universidad, me fui corriendo al preescolar a buscar a mi hija que tenía tres años”, recuerda Charlotte al contar lo primero que hizo cuando supo del golpe militar. Se fue para su casa en Santiago, para luego refugiarse con su esposo y su niña en la Embajada de Nicaragua. Los militares “nos dijeron que todos los extranjeros teníamos que irnos a nuestras respectivas embajadas porque no querían saber absolutamente nada de nosotros”.

En la embajada nicaragüense, repleta de connacionales que estaban estudiando en Chile antes del golpe militar, permanecieron por varios meses, hasta que lograron regresar a Nicaragua a principios de 1974. “Me metí a la UNAN para terminar Psicología, pero no pude hacerlo, porque me metí de lleno a colaborar con el Frente Sandinista”, refiere.

Vivía en una casa de Bello Horizonte que servía como casa de seguridad de algunos dirigentes sandinistas, entre ellos Eduardo Contreras y Tomás Borge. Corrían los primeros días de octubre de 1974 cuando a Leonel el comandante Contreras le dio orientaciones de conseguir una casa de seguridad amplia y segura en un lugar estratégico. Esa casa la encontraron en Las Nubes, El Crucero, y la alquilaron con el supuesto de que querían tranquilidad para su hijita.

El comando Juan José Quezada

Ya instalados, poco a poco llegaron los combatientes que conformarían el Comando Juan José Quezada que dos meses después se tomarían la casa de Chema Castillo durante una fiesta de fin de año. “Ya no podía ir a la universidad porque me encargaba de cuidar la casa, darle de comer a los compañeros y participar en los entrenamientos”, señala Charlotte.

Un día antes del operativo, Leonel sacó de la casa a Charlotte y a dos compañeras más que colaboraban con el cuido de la casa. La orden era que toda la estructura clandestina del FSLN a nivel nacional se retirara a las zonas rurales. “Entré a la clandestinidad y nos fuimos a la zona rural de occidente”, refiere. Más de un año pasó en esa zona hasta que le orientaron regresar a Managua a vivir en casas de seguridad, mientras su hija permanecía con sus padres.

Charlotte Baltodano Egner al bajar del autobús que la lleva de la cárcel al aeropuerto para viajar hacia Panamá, después de obtener la libertad con el Asalto al Palacio del 22 de agosto de 1978

El 22 de agosto logró la libertad

Más de dos años después del golpe a la casa de Chema Castillo, Charlotte fue detenida por la Guardia Somocista. Después de las bestiales torturas que sufrió en las mazmorras de la Loma de Tiscapa, la trasladaron a la cárcel de La Aviación, donde permaneció incomunicada ocho meses. Fue entonces cuando la juzgó la corte militar que la condenó a 124 años, que luego se la redujeron a 30.

Junto con otras prisioneras sandinistas, como Doris Tijerino y Rosa Argentina Ortíz, Charlotte participaba en círculos de estudio, “cantábamos, escribíamos, hacíamos huelgas de hambre por mejores condiciones y en solidaridad con los compañeros que estaban en el penal La Modelo” en Tipitapa, hasta que se dieron cuenta de la toma del Palacio Nacional el 22 de enero de 1978.

“Estábamos tomando el sol cuando de pronto nos metieron a las celdas y después nos pusieron a todas juntas y nos dijeron que nos íbamos”. Las llevaron al aeropuerto donde se encontraron con los integrantes del comando que había efectuado la acción y compañeros de otras prisiones. “Lloramos de alegría”, dice Charlotte estremecida por el recuerdo. Todos se fueron a Panamá y posteriormente Charlotte y otros compañeros viajaron a Cuba a recibir entrenamiento.

De Cuba, donde estuvo varios meses, la enviaron a Panamá y luego a México a reforzar el trabajo de solidaridad. En ese país, supo del triunfo de la Revolución el 19 de julio de 1979. “Inmediatamente me vine por tierra para Nicaragua”, expresa.

Se integró al recién creado Ministerio de Cultura y después fue trasladada al Ministerio del Interior al frente de la Dirección de Asuntos Internos hasta 1989, cuando la enviaron como Jefa de Protocolo al Departamento de Relaciones Internacionales del FSLN.

Estaba en España dando charlas sobre la situación de Nicaragua cuando se dio cuenta de los resultados electorales del 1990. Volvió a llorar, pero ahora de tristeza, sentimiento con el que se vino al país varios días después.

Entonces, con su segundo esposo Rafael Montenegro, se dedicó a trabajar en una pequeña empresa de equipos de seguridad y empezó a estudiar Derecho en la Unan-León. Como abogada, estuvo trabajando en el Ministerio de Gobernación hasta principios de los años 2000, para luego estudiar en Montreal, Canadá, primero una Maestría en Derechos Humanos y después el doctorado en Desarrollo Internacional en McGill University. “Ya estaba terminando mi doctorado cuando me mandaron becada para la India a trabajar en programas para la mujer”.

Fe y optimismo a toda prueba

En la India estuvo sólo cinco meses porque se enfermó y tuvo que regresar a Montreal donde le diagnosticaron cáncer en tercer grado. “Estoy hablando de 2009, cuando me dicen que tengo cáncer; entonces la universidad inmediatamente me dice que me da todo gratis, el seguro para los hospitales, quimioterapia, las medicinas, pero yo me negué, pues no quería quimioterapia, quería medicina natural”.

Y en busca de ese tipo de medicina se fue a Holanda, donde estaba estudiando Biología su hija menor, Tamara, quien tenía un maestro y doctor en Homeopatía. “Me fui cinco meses y luego regresé. Me dijeron que me iba a morir en tres meses, pero gracias al presidente Daniel y a Rosario, desde que supieron lo que me estaba pasando, me han proporcionado toda la ayuda para curarme en el Hospital Militar”, relata.

“Estaba muy mal, no podía ni levantarme, venía siempre Mayra Reyes (Directora de la Revista Visión Sandinista) a visitarme para animarme”. Gracias a esas ayudas oportunas es que poco a poco Charlotte se recuperó parcialmente, mostrando otra vez rostro fresco y sus ojos iluminados. “Empecé a pintar, a leer, llevo un año que no recibo quimioterapia, estoy tratándome con medicina alternativa, no tengo nada”, aseguraba con optimismo y fe ejemplar.

Y es con ese optimismo y esa fe que dice que con todo lo que está haciendo el gobierno sandinista a favor del pueblo, se le ha levantado el ánimo.

“Aquí ha venido gente del pueblo a visitarme y me han dicho por ejemplo que toman el bus todos los días, y de repente hay nuevos buses, que de repente hay carretera y calles nuevas para ellos, hay un entusiasmo increíble. No tenés idea la cantidad de gente que me ha levantado el ánimo, porque dicen educación y salud gratuitas; he visto unos cambios abismales en Estelí, por ejemplo, la gente está feliz”, exclama Charlotte.

“Tengo fe por todo lo que miro y me dice la gente de que el proyecto va a continuar y por eso definitivamente quiero trabajar”, puntualiza.

Un año y un mes después de que fuera entrevistada por la Revista Visión Sandinista, el 12 de marzo de 2012, el cáncer se llevó la vida de Charlotte Baltodano, una mujer íntegra y militante sandinista ejemplar.

En su libro de poemas «Entre el fuego y las sombras», publicado en 1988, Charlotte escribe:

«Todos los perseguidos y ultrajados se reúnen conmigo. Los veo venir desde las sombras. Los oigo cantar a gritos nuestro canto. Las paredes guardan lo que no hablo, lo que digo, lo que grito, leen mis pensamientos. Saben que el encierro es un instante y el silencio un camino».