Hasta el último ucraniano San Francisco. Por Katya Sedgwick, The American Mind

La guerra es un desastre en todos los sentidos.
Fue Vladimir Putin quien señaló inicialmente que Occidente está dispuesto a luchar contra Rusia hasta el último ucraniano. Pues bien, parece que por fin está ocurriendo: nos hemos quedado sin ucranianos, o al menos nos hemos quedado sin los que están dispuestos a morir por su país. Ucrania se está quedando sin jóvenes, fértiles y productivos.
Cuando Rusia lanzó su Operación Militar Especial a gran escala en Ucrania en febrero de 2022, los medios de comunicación se llenaron de historias de rusos torpes y asesinos y de ucranianos heroicos. La leyenda del “Fantasma de Kiev”, el piloto misterioso que destruía legiones de cazas rusos –a la postre desmentida como propaganda–, creó expectativas de un rápido triunfo de los desvalidos.
Muchos ucranianos se alistaron como voluntarios en los primeros días de la guerra. De los 6,1 millones que vivían en el extranjero, algunos regresaron para defender a su país. La ley marcial se impuso rápidamente, prohibiendo a los hombres en edad militar cruzar la frontera. En la nación postsoviética, que envejecía rápidamente, la edad militar se definía entre los 18 y los 60 años.
En un artículo que escribí el año pasado para “The American Conservative”, recopilé historias de las últimas páginas de los medios de comunicación ucranianos. Tuve cuidado de evitar fuentes rusas que pudieran ser tachadas de propaganda. También encontré lo que entonces era un artículo muy inusual de The New York Times que describía los populares canales de Telegram que alertaban a los suscriptores de la localización en tiempo real de los oficiales de reclutamiento que emitían citaciones en las calles de las ciudades ucranianas.
Una interesante vuelta de tuerca a las herramientas para eludir el reclutamiento en tiempo real fue un post de marzo de 2023 en un canal censurado e hiperpatriótico de “Kharkiv Live” (Járkov en vivo) que recomendaba este tipo de chat de grupo a más de medio millón de sus suscriptores. Resulta que los sentimientos nacionalistas expresados verbalmente no se traducen necesariamente en la voluntad de tomar las armas, ni siquiera en el apoyo a la movilización masiva.
Según una encuesta reciente, sólo el 6% de los encuestados en Járkov tiene previsto alistarse si la situación se deteriora. Esta cifra es la más baja del país, pero otras regiones no le van a la zaga. Kiev, por ejemplo, alcanza el 12%. Dado que se trata de una encuesta realizada en tiempos de guerra en un país bajo ley marcial, yo tomaría sus conclusiones con cautela.
Hace unas semanas, Volodímir Zelensky reconoció el problema de la corrupción en las fuerzas armadas y despidió a todos los jefes regionales de reclutamiento. Pretende sustituirlos por “guerreros que han pasado por el frente o que no pueden estar en las trincheras porque han perdido la salud, han perdido sus miembros, pero han conservado su dignidad y no tienen cinismo”.
Es un sentimiento agradable, pero tengo la firme sospecha de que los combatientes que regresan son bastante cínicos en muchos aspectos, especialmente cuando se trata de la forma en que se llevan a cabo los negocios en su país. La dimisión la semana pasada del Ministro de Defensa, Oleksii Reznikov, en un momento de escándalos de corrupción militar ampliamente difundidos, debería ser una pista de que el problema va más allá de los jefes de reclutamiento. La explicación oficial de Zelensky de que el país está buscando “nuevos enfoques” equivale a admitir su fracaso.
Ucrania insiste ahora en reclutar a todo el mundo. Dado que un gran número de hombres aptos para el reclutamiento huyeron al extranjero –sólo en Alemania viven 163,287– es necesario extraditarlos. Polonia ya ha iniciado el proceso de deportación de ucranianos a su país para llenar las trincheras. Además, el Ministerio de Defensa aprobó nuevas normas de reclutamiento según las cuales los hombres que sufren discapacidades que van desde trastornos del sistema nervioso de evolución lenta hasta afecciones hemorrágicas pueden ahora ser reclutados. La moral y la eficacia de este tipo de ejército son cuestionables.

A estas alturas de la guerra, es poco probable que los ucranianos cambien de opinión sobre la marcha hacia la picadora de carne. Ucrania no hace públicas sus bajas, pero múltiples vídeos que circulan por las redes sociales muestran tumbas recientes bajo las banderas nacionales. La reciente estimación oficial de Estados Unidos es de 70 mil muertos y entre 150 mil y 200 mil heridos, de un total de 5,5 millones de hombres en edad militar: más muertos en 18 meses que los que Estados Unidos perdió en la guerra de Vietnam.
Según el proveedor médico alemán Ottobock, que fabrica prótesis, el número de amputados asciende actualmente a 50 mil personas. Con el característico eufemismo alemán, Ottobock añade que la cifra real es probablemente mayor porque se tarda tiempo en procesar los casos. Mientras tanto, Ucrania se prepara para millón y medio de discapacitados.
Los voluntarios que respondieron al llamado al principio de la guerra eran probablemente ideológicos y educados. Los obituarios recordaban a la flor y nata de Ucrania: un activista, un actor, un astrofísico. Los hombres que escapan al llamado a filas son ricos y tienen contactos, son educados y viven en grandes núcleos de población. Los que ahora son arrastrados al combate son pobres y rurales.
La mayor pérdida para el país ha sido la marcha de mujeres y niños. Tras la huida de los refugiados y la anexión de las regiones del sudeste, la población de Ucrania descendió de 42 a unos 30 millones de habitantes. Las mujeres de Kiev y Járkov, las ciudades ucranianas más grandes y desarrolladas, son las que más han abandonado el país. Son mujeres jóvenes y de mediana edad, con estudios universitarios e hijos.
Según un reportaje del diario italiano Carrier De La Serra, las refugiadas con estudios han podido encontrar trabajo en el extranjero y sus hijos estudian en las lenguas locales. Algunas familias se desmoronan. Es dudoso que los que ya han echado raíces vuelvan después de la guerra. Es más probable que sus maridos se les unan, igualmente instruidos.
Dada la bajísima tasa de natalidad de Ucrania antes de la guerra, la pérdida de millones de niños y mujeres en edad reproductiva puede ser catastrófica. También lo es el daño causado al pueblo ucraniano y a su patrimonio cultural, tanto ruso como ucraniano.
El mayor logro de Ucrania en la guerra hasta el momento es el borrado metódico de toda referencia visible a la cultura rusa de su paisaje, empezando por los monumentos al poeta ruso Alexander Pushkin y siguiendo por la lista de figuras literarias y culturales.
Ucrania tiene una gran tradición marcial: el valor de los cosacos es legendario. Muchos de los que fueron reclutados entraron en la picadora de carne confiando únicamente en la providencia. Pero la Ucrania de hoy es urbana; los habitantes nómadas de la estepa han desaparecido, al igual que sus familias numerosas. Demasiados hijos únicos perecieron en las trincheras y nuevas pérdidas son difícilmente aceptables para la gente corriente. Es difícil imaginar un resultado positivo para Ucrania, incluso en el improbable escenario de que Rusia pierda en el campo de batalla.
