Hay que eliminar a Biden porque se está volviendo peligroso Londres. Por Allister Heath (*), The Telegraph

Nota de la redacción. The Telegraph es un diario londinense vinculado a las más altas esferas del poder financiero del Reino Unido.
«Eliminarlo ahora antes de que sea demasiado tarde»
Se supone que uno no debe decirlo en buena compañía, pero Joe Biden ya no está en condiciones de ser Presidente de los Estados Unidos. Sería mucho mejor para Estados Unidos, y para el resto del mundo libre, que dimitiera anticipadamente por motivos de salud o, como mínimo, que no volviera a presentarse a las elecciones presidenciales.
Esta forma de pensar es un anatema para las élites costeras estadounidenses, aterrorizadas ante la posibilidad de que un republicano de derechas –Donald Trump o un rival más competente pero igual de radical– llegue a la Casa Blanca. Así que fingen no darse cuenta de las meteduras de pata, los errores garrafales y los trágicos signos de rápido deterioro de la capacidad de Biden, e ignoran que parece estar protegiendo a su díscolo hijo, Hunter, de todo el peso de la ley.
Para el establishment liberal, negar realidades tan profundamente incómodas equivale a una noble mentira en la tradición platónica, un caso en el que el fin justifica los medios; para muchos otros, parece más bien un caso de crueldad fuera de lugar, una insensible decisión de mantener a un hombre de 80 años en el cargo cuando estaría mucho mejor disfrutando de su jubilación.
Los incidentes se acumulan a diario. Biden anunció que “se iba a la cama” antes de que un ayudante le cortara en mitad de una conferencia de prensa. Abandonó una ceremonia, dejando a un héroe de guerra solo en el escenario. Parece hablar con acertijos o responder a las preguntas con citas extrañas. Parece aferrado a leer de sus notas e incapaz de improvisar sobre cualquier tema difícil.
Viendo viejos vídeos de los años setenta y ochenta, es casi imposible reconocer al brillante Biden de antaño en el sorprendentemente disminuido presidente de hoy. Ronald Reagan, cuya salud quedó permanentemente dañada tras un intento de asesinato y que llegó a padecer Alzheimer, nunca estuvo en un estado tan deplorable mientras ocupó el cargo.
El trabajo de Biden es el de consejero delegado del país más poderoso del mundo, el líder del mundo occidental, no el de presidente emérito: es un papel directivo y ejecutivo complejo y responsable, y no sólo porque sus manos se ciernen sobre el botón nuclear. A todos nos interesa que el papel lo ejerza un presidente competente.
El tipo de delegación de la toma de decisiones que estamos viendo ahora “funciona” en el sentido de que las decisiones evidentemente se toman, presumiblemente por tecnócratas convencionalmente competentes, pero muchos se mostrarán escépticos, con razón, de que sean realmente decisiones de Biden. Esto está socavando el sistema de gobierno estadounidense y animando a los gobernantes de China o Rusia a desestimar las pretensiones occidentales de superioridad moral.
EEUU: república bananera
Mientras tanto, Biden (o sus allegados) se afanan en destrozar el Estado de derecho estadounidense y permiten a los críticos describir a todo Occidente como profundamente hipócrita. No soy fan de Donald Trump: era bueno en impuestos, regulación y los acuerdos de Abraham (relaciones con árabes y sionistas), pero era incendiario y desorganizado, fracasó repetidamente en muchas otras áreas políticas y se deshonró a sí mismo al negarse a reconocer su evidente derrota.
Probablemente infringió algunas leyes, pero la administración Biden parece estar abusando de su poder al recurrir al Departamento de Justicia para destruirle. La presidencia debería decidirse mediante elecciones, no en los tribunales. Estados Unidos se está convirtiendo en el tipo de república bananera en la que todos los gobernantes anteriores son procesados por hechos cometidos durante su mandato.
Quizá lo más tóxico de todo es que las elecciones estadounidenses se basan en una falsedad fundamental: la afirmación de que Biden será presidente hasta 2028 si es reelegido el año que viene. Dada la aparente rapidez de su deterioro, debe haber muy pocas posibilidades de que dure más de un par de años más en la Casa Blanca.
A más tardar en 2025, incluso The New York Times –un periódico que dedica más tiempo a atacar el Brexit que a investigar el asunto algo más importante de la salud de su presidente– se verá seguramente obligado a admitir que el juego ha terminado. Acabará dimitiendo, dejando que Kamala Harris se convierta en presidenta durante dos o tres años.
Gavin Newsom, ¿candidato demócrata?
Sería mucho mejor poner fin a esta farsa hoy mismo. Biden debería anunciar que, después de todo, no se presenta, y Harris u otra persona sería elegida candidata demócrata.
Esto también cambiaría radicalmente la dinámica republicana. Trump podría vencer a Biden, y sin duda a Harris, pero podría no estar tan bien situado frente a Gavin Newsom, el gobernador de California, u otro demócrata destacado.
La política estadounidense está atrapada en una desastrosa repetición de las elecciones de 2020, con dos candidatos muy por debajo de lo óptimo luchando entre sí. Eliminar a Biden podría permitir a los republicanos reconsiderar si realmente quieren que alguien que podría estar en la cárcel el año que viene por estas fechas sea su candidato.
Una posibilidad más radical sería que Biden dimitiera antes de terminar su mandato y diera el relevo a Harris. Sería incluso peor presidenta que Biden, pero al menos tendría el control total de la administración. Sería preferible tenerla en el poder durante un año que durante mucho más tiempo en un segundo mandato Biden–Harris.
Si, como parece probable actualmente, Biden y su familia se resisten a todo esto, los demócratas deberían rebelarse para forzar su mano y tratar de reabrir las primarias demócratas.
Hay otro escenario aún más extremo que fue ampliamente debatido durante la segunda mitad de la presidencia de Trump, y que los políticos demócratas deberían considerar ahora activamente. En virtud de la Sección 4 de la 25ª Enmienda de la Constitución estadounidense, el vicepresidente y una mayoría del gabinete pueden acordar que “el presidente es incapaz de cumplir con los poderes y obligaciones de su cargo”.
El presidente tiene derecho a impugnarlo, y la decisión final requeriría una mayoría de dos tercios en el Congreso. Es de suponer que muchos demócratas apoyarían la destitución de Biden si la mayoría de su gabinete apoyara esta medida. Como mínimo, podría ayudar a convencer a Biden de que no vuelva a presentarse en 2024.
La realidad es que es probable que Estados Unidos lo suspenda. Los demócratas probablemente se quedarán con Biden, y los actuales y poco entusiastas intentos republicanos de impugnarlo seguramente fracasarán. Trump, otro “geronócrata” (anciano), sigue en camino de ser el candidato republicano.
El resto del mundo occidental necesita que Estados Unidos sea un faro entre las naciones, por lo que observamos con desesperación el lento pero inexorable declive de su cultura política.
(*) Allister Heath es periodista y comentarista británico nacido en Francia. Es editor de The Sunday Telegraph desde 2017.