Ilusiones de superioridad, ¿qué sigue? Por Alastair Crooke | Strategic Culture Foundation

En enero de 2013, el presidente Xi Jinping dio un discurso a los miembros del Comité Central del Partido Comunista chino. Este dio una visión de nuestro mundo tal como “es” y, en segundo lugar, aunque su análisis estuvo rigurosamente enfocado en las causas de la implosión soviética, el planteamiento de Xi tuvo un significado claramente más amplio. Sí, también está dirigido a nosotros, el constructo occidental.

Immanuel Wallerstein ya había advertido, en 1991, contra la “falsa conciencia” occidental del triunfo de la Guerra Fría: porque, como señala Wallerstein, el colapso soviético no solo fue la desaparición del leninismo. Más bien fue el “principio del fin” para ambos polos de la gran antinomia ideológica: la del “constructo (teoría) del ‘Siglo Estadounidense, con Dios de nuestro lado’ por un lado, y las escatologías leninistas, igualmente universalistas, por el otro”.

Dado que estos dos estaban tejidos de la misma tela ideológica universalista, es decir, que cada uno definiendo (y co-constituyendo) al “otro”, la pérdida de su enemigo maniqueo derivó a una deterioración de una serie de estructuras geopolíticas de la Guerra Fría, ya que la ideología predominante y solitaria carecía de una explicación satisfactoria para su gobierno global, objetivos y propósitos, en ausencia del “enemigo” co-constitutivo (esto es, el comunismo).

Nihilismo ideológico

En el discurso de Xi, atribuye la división de la Unión Soviética al “nihilismo ideológico”: el estrato gobernante, declaró Xi, había dejado de creer en las ventajas y en el valor de su “sistema”, pero al carecer de otras coordenadas ideológicas dentro de las cuales situar su pensamiento, las élites patinaron hacia el nihilismo.

“¿Por qué se desintegró la Unión Soviética? ¿Por qué se cayó en pedazos el Partido Comunista de la Unión Soviética? ¡Un motivo importante es que, en el dominio ideológico, la competencia es feroz [y necesaria, tuvo que haber añadido Xi]! Repudiar por completo la experiencia histórica de la Unión Soviética, repudiar la historia del PCUS, repudiar a Lenin, repudiar a Stalin, fue provocar el caos en la ideología soviética y envolverse en el nihilismo histórico”, dijo Xi.

¿Suena familiar? ¿Como los estadounidenses que repudian la historia de los Estados unidos como “la historia del hombre blanco”? ¿Como rechazar a los pasados líderes como “dueños de esclavos”? ¿Como despreciar a los padres fundadores y derribar sus estatuas?

“Una vez que el Partido pierde el control de la ideología, una vez que fracasa en proveer una explicación satisfactoria de su propio gobierno, objetivos y propósitos, se disuelve en un partido de individuos conectados vagamente enlazados solo por metas personales de enriquecimiento y poder” (otra vez Xi). El Partido entonces es tomado por el “nihilismo ideológico”.

Sin embargo, este no fue la peor consecuencia. Xi señaló que la peor consecuencia fue que el país había sido tomado por personas con ninguna ideología, sino por un deseo enteramente cínico y egoísta de gobernar.

Este es el punto de Wallerstein: paradójicamente, el “triunfalismo prematuro” de la Guerra Fría hizo que el maniqueísmo ideológico con el que funcionaba la modernidad ilustrada se hiciera difícil de sostener. Como una forma de universalismo –el liberalismo– eliminó toda competencia por la hegemonía; paradójicamente, al hacerlo, la consecuencia ha sido quitar la bruma mental de la ideología, permitiendo el regreso de la particularidad, el arraigo y la civilización.

El retorno de la civilización

Este proceso ha estado obrando por décadas, reformulando la política a lo largo del mundo y revivificando tradiciones, pueblos y diferentes formas de vivir. Solo en Estados Unidos, la angloesfera, y entre los rusófobos europeos, la clase gobernante continúa resistiendo a estos cambios, usando recursos significativos para insistir (ahora de manera completamente cínica) en la imposición del “orden” liberal.

Este es, entonces, el quid de la revolución de Xi y Putin: levantar la bruma y las intermitencias de la ideología, para dar regreso a un concierto de Estados autónomos y civilizacionales.

De este modo, “Salven a Ucrania” surge para convertirse en la última “señal de mérito” en cumplimiento del Siglo Estadounidense; luciendo ahora un rostro “woke”, designado para proyectar a los Estados Unidos como una “policía” moral internacional, aplicando doctrinas woke, más que como una gran potencia convencional. (De ahí que el símbolo de apoyo a Ucrania comprenda la bandera transgénero, alentada con la palabra “paz”).

La guerra de Ucrania, inadvertidamente, se ha vuelto en ícono de una pugna más grande. Ucrania es el símbolo de dos formas entrelazadas de ver el mundo. Y, a nivel literal, se erige como el punto de apoyo para los pasos y contraataques en el Gran Juego estratégico de MacKinder que se está ejerciendo.

El significado de la guerra de Ucrania realmente se extiende muchos antes, al siglo quinto, cuando los “bárbaros” fráncicos, luego imbuidos por el ethos de una divinidad elegida del Antiguo Testamento, y para quienes el mundo estaba destinado a ser “entregado” a través de la aniquilación de aquellos que resisten a la voluntad divina, asediaron toda Europa occidental. Esto trajo a la Antigua Roma a su fin (en 410), y generar en definitiva el Imperio Carolingio (Reich).

Olvídate de Napoleón como la raíz de la rusofobia europea. Los ideólogos carolingios, con el fin de consolidar el poder, cínicamente puso en marcha una brutal guerra cultural contra la civilización extendida desde China y el Tíbet en el norte a Mesopotamia y Egipto en el sur, y también con raíces en la cuenca del Mediterráneo.

La Europa moderna, es decir, “Occidente”, es un producto de la civilización fráncica y fue construida entre las ruinas y la sangre de la civilización anterior. Les tomó siglos a los francos erradicar completamente a las civilizaciones romanas (ortodoxas) del sur de Europa y sustituirse a sí mismo como los “nuevos romanos”. Estos últimos, por lo tanto, se inclinan hacia el judeocristianismo, como la ortodoxia hacia impulsos anteriores.

Aunque la ortodoxia tradicional rusa aún está en el proceso de reconstitución de sí misma, es suficientemente poderosa para hacer que cualquier intento de subyugar a Rusia al mundo neo-fráncico sea fútil. El punto aquí es entender la guerra de Ucrania en el contexto de la interacción de doble hélice del tradicionalismo intrínseco y la ideología extrínseca literal, es entender lo que Putin quiere decir cuando se refiere al nazismo y entender por qué Rusia ve a la Historia como un continuum de hostilidad hacia la civilización rusa, que se extiende desde el Gran Cismo (1054), pasando por dos Guerras Mundiales, hasta el cisma actual en torno a Ucrania.

Logros estratégicos de Rusia

Pero volvamos a la actualidad, a la geopolítica, y a lo que viene luego.

Primero, el Gran Juego. La liberación de la costa del Mar Negro de Ucrania, incluyendo Mariúpol y Jersón, fue un gran logro estratégico del “Gran Juego”, pues, como lo explica lúcidamente MK Bhadrakumar, asegurando el Estrecho de Kerch se garantiza todo el tránsito marítimo desde el Mar Negro hasta Moscú y San Petersburgo, así como proporciona la ruta marítima estratégica entre el Mar Caspio (a través del Canal Volga-Don) y el Mar Negro y el Mediterráneo.

La cuestión del “panorama general” aquí es que no solo el río Volga conecta el Mar Caspio con el Mar Báltico, sino que también enlaza con la Ruta del Mar del Norte (Ártico) a través de la vía navegable Volga-Báltico. Basta decir que Rusia ha logrado el control de un sistema integrado de vías navegables, que conecta el Mar Negro con el Mar Caspio, y de allí con el Báltico, y también empalma la Ruta del Mar del Norte (que es una ruta marítima de 4 mil 800 kilómetros de largo que une el Atlántico con el Océano Pacífico, pasando por las costas rusas de Siberia y el Lejano Oriente).

La inexorable lógica estratégica de estos movimientos es que Odesa debe estar en la agenda estratégica de Rusia, ya que es el eje que abre el sistema navegable del Danubio que conecta a Rusia con Europa central. La distancia entre Odesa y el Delta del Danubio es de aproximadamente 200 kilómetros.

Luego está la Cumbre de Teherán como parte del Gran Juego que ejecuta Moscú. La cumbre anterior del Caspio (29 de junio), habiendo asegurado el Caspio negándole la entrada a los buques de la OTAN, abrió el camino a la Cumbre de Teherán (19 de julio) para una mejora importante del corredor Norte-Sur, conectando el puerto de San Petersburgo en el norte, a través del puerto Bandar Abbas de Irán en el Golfo, con Mumbai.

Si el Gran Juego en acción de Moscú parece excesivamente centrado en los eslabones marítimos, entonces nos estaríamos perdiendo la segunda parte de la historia. La mitad complementaria es una estrategia de conexión “ruta y oleoducto” que entrecruza Irán, Asia Occidental y Central, India y China. De eso trataban los grandes contratos firmados en Teherán (40 mil millones de dólares con Gazprom y 30 mil millones de dólares con Turquía): la energía rusa alimenta a China; el campo de explotación de Irán, South Pars, nutrirá a la India con energía de bajo costo; y Turquía se convertirá en un país fundamental de tránsito energético.

Naturalmente, Estados Unidos está ocupado dificultando esta movida del Gran Juego, con el jefe de la CIA viajando a Kazajistán y la Unión Europea tratando de cortejar a Azerbaiyán.

¿Qué más? Desde hace algún tiempo, Moscú ha puesto en marcha una arquitectura de seguridad para Asia Occidental. Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y la Organización de Cooperación de Shanghái (China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán) están ganando peso potencial; el equipo de Lavrov ha estado trabajando arduamente en el Golfo; y la Cumbre de Teherán dio un gran paso adelante a este amplísimo proyecto.

Israel, Siria y Europa occidental

Parece que pronto podríamos esperar de Moscú que esté listo para presentarle una propuesta a Tel Aviv: digamos que Moscú propone un “Acuerdo de Minsk” para Medio Oriente, y le dice a Israel que este acuerdo representa la única salida para evitar una guerra multi-frente con Irán. ¿Funcionará? ¿Puede Israel hacer la transición? Esto es difícil. Netanyahu ha empujado a Israel hacia una postura ideológica de extrema derecha. Israel en este momento se sitúa en el lado equivocado del paradigma en Medio Oriente.

En paralelo al conflicto de Irán e Israel, un “Minsk” sirio asimismo puede asomarse, ya que la atención de Moscú en Ucrania se relaja. Rusia también está ampliando cuidadosamente sus pasos hacia un nuevo sistema comercial basado en materias primas para los no occidentales.

Reuters reportó el lunes 18 de julio que Rusia está buscando cobrar a los importadores indios en dírhams, moneda de Emiratos Árabes Unidos, para su comercio petrolero. Un recibo al que Reuters tuvo acceso mostró que dichos pagos son a Gazprombank a través de su banco corresponsal en Dubái, Mashreq Bank. En la Cumbre de Teherán, los lazos entre Irán y Rusia se estrecharon y se acordó un sistema conjunto de compensación financiera.

Podríamos esperar más de esto: el ritmo se está acelerando. El oro y el comercio de materias primas, así como algunos servicios financieros como la cobertura aseguradora de buques y cargueros, podrían trasladarse de Europa a la región (para no regresar jamás), y quizás se establezca una instalación de futuros comerciales para el indicador de los Urales en el futuro. El objetivo es liberar a los mercados de materias primas de las garras occidentales, mediante la manipulación de los mercados de materias primas en papel, y con la negociación de opciones.

En cuanto a Europa, la “retribución del gas” de Moscú por las sanciones impuestas está desencadenando que la Unión Europea se haga un “daño autoinfligido”, imitando el mismo libreto económico cara a cara con los suministros de gas ruso que Alemania empleó con respecto a los depósitos de carbón barato. Este hecho ocurrió luego que Francia, en 1923, incautara el Ruhr (como penalización por el impago de las reparaciones).

Localizado en el occidente del país, la región del Ruhr fue el corazón de la industria alemana, hogar de la mayoría de su producción de carbón y acero. Alemania (que debía hacer grandes pagos en reparación) estaba determinada a subsidiar su base industrial y financiar sus desmembradas líneas de suministro de armas para rearmarse, pero ante la apropiación de su suministro de energía barata, el gobierno de Weimar se ocupó de imprimir dinero. Lo que Alemania “obtuvo” fue hiperinflación y líneas de suministro rotas, agravante de la inflación. Bruselas parece lista a seguir el mismo libreto.

Lo que es extraordinario aquí es que Europa aceptó este vacío por sí misma, en un exceso de entusiasmo para “salvar a Ucrania”. Las protestas sociales en Europa han comenzado, y es probable que siga creciendo. A la luz de la enorme oscilación pendular por parte de Europa, desde la adhesión a una suerte de apariencia de autonomía estratética -solo para abandonarse a la influencia de Washington y la OTAN-, el péndulo probablemente volverá a oscilar a medida que muerdan la recesión y las subidas de precios.

El estado profundo europeo se empeñará en sostener la misma posición, pero se abrirá una línea de fractura en Europa entre esos Estados que no se atreven dejar ir al “Tío Sam” (como Polonia) y aquellos que están determinados a alejarse y vincularse con Rusia. Estas tensiones bien podrían fracturar a la Unión Europea.

Se necesitará una larga catarsis para purgar a Europa de sus ilusiones de superioridad -tal y como las perciben los no occidentales-, especialmente porque su pretensión de un linaje derivado de la antigua Roma o (aún menos) de la antigua Grecia es más propaganda que verdad. La “civilización” y los valores contemporáneos de la Unión Europea no guardan ninguna conexión con el mundo pre-socrático. La Europa moderna -Occidente- es más un producto de la civilización fráncica y carolingia.

No obstante, es posible que Moscú también ofrezca en última instancia a las ancas europeas un “Acuerdo de Minsk”. Sin embargo, es probable que esté muy lejos de darse.

(*) Alastair Crooke es un exdiplomático británico, escritor y analista de renombre y trayectoria en el Sudoeste Asiático. Fundador y director de Conflicts Forum (con sede en Beirut, Líbano), organización que aboga por el entendimiento entre el Islam político y Occidente. Es autor de “Resistencia: la esencia de la Revolución Islámica”.