India y Rusia: geopolítica en el Golfo de Bengala Nueva Delhi. Por M. K. Bhadrakumar

India y Rusia: geopolítica en el Golfo de Bengala Nueva Delhi. Por M. K. Bhadrakumar

El momento oportuno es casi todo en diplomacia a la hora de llevar a cabo estrategias de política exterior. Las consultas mantenidas por el Ministerio de Asuntos Exteriores de India con dos de sus países vecinos más importantes, Bangladesh y Myanmar (antigua Birmania), durante los últimos quince días, constituyen una señal significativa. En el volátil entorno internacional, arrojan luz sobre dónde residen los intereses estratégicos de India.

Las relaciones de India con Bangladesh y Myanmar pueden parecer como la tiza y el queso, pero las similitudes no faltan. Si el sentido (leitmotiv) de las relaciones con Bangladesh radica en el desarrollo, el comercio y la conectividad–y, por supuesto, en unos valores sociales y culturales profundamente arraigados– cuando se trata de Myanmar, el locus reside en los intereses vitales de seguridad nacional y conectividad de India.

Ambos países repercuten en la seguridad y la estabilidad de la región nororiental de India, cuya integración sigue siendo una labor en curso tras 75 años de independencia. Asimismo, Myanmar y Bangladesh son objeto de rivalidades entre grandes potencias cuyo resultado tendrá implicaciones de gran alcance en la geopolítica de la región. La postura de Estados Unidos, que por un lado se inmiscuye en el proceso electoral de Bangladesh y, por otro, apoya encubiertamente un cambio de régimen en Myanmar, sitúa a India en la misma línea que China y Rusia.

En pocas palabras, una derrota del gobierno de Sheikh Hasina en las elecciones del 7 de enero en Bangladesh o el ascenso de tendencias divisionistas que desafíen la unidad y la integridad de Myanmar tendrán consecuencias perjudiciales para India. Cabe destacar que las consultas del Ministerio de Asuntos Exteriores con Bangladesh (24 de noviembre) se celebraron cuando este país debía presentarse a las elecciones, mientras que las consultas con Myanmar (6 de diciembre) no se programaron en absoluto, a pesar de las predicciones apocalípticas del colapso del ejército de Myanmar a manos de grupos étnicos insurgentes y militantes “prodemocráticos” respaldados por los “Cinco Ojos” (alianza de los servicios de espionaje e inteligencia de cinco regímenes de la angloesfera: Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos).

Las consultas con Myanmar implican, como mínimo, que India no comparte el alarmismo de los “Cinco Ojos” de que “la junta podría estar abocada a la derrota si continúa el empuje rebelde”. De hecho, el único mensaje que se desprende de la lectura india es que todo sigue igual entre Nueva Delhi y la capital de Myanmar, Naypyidaw, siendo la “situación a lo largo de la frontera y la seguridad” la principal prioridad.

Curiosamente, en vísperas de las consultas de las cancillerías de India y Bangladesh, una delegación interministerial de alto nivel encabezada por el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolay Patrushev, visitó Myanmar. La agencia de noticias Tass informó de que las conversaciones versaron sobre “la cooperación entre los organismos encargados de hacer cumplir la ley, los servicios especiales y los ministerios de Defensa, centrándose en garantizar el orden público y el Estado de Derecho, las medidas antiterroristas y el análisis de los canales y fuentes de financiación de las organizaciones terroristas”.

Los Consejos de Seguridad de Rusia y Myanmar firmaron un memorando de cooperación durante la visita de Patrushev. Según un comunicado de Moscú, “al término de las consultas de seguridad entre Rusia y Myanmar, se firmó un memorando de cooperación entre los consejos de seguridad. En él se confirmaba la disposición a una cooperación diversificada entre los organismos de seguridad de Rusia y Myanmar, así como a consultas e intercambios de opiniones periódicos sobre cuestiones de seguridad nacional, regional e internacional”.

El comunicado destacaba que en la delegación de Patrushev estaban representados funcionarios del Ministerio de Defensa de Rusia, del Servicio Federal de Seguridad (FSB) y representantes de los ministerios de Desarrollo Económico, Industria y Comercio, Energía y Agricultura. Patrushev, máximo responsable de seguridad del Kremlin, fue recibido por el general Min Aung Hlaing, presidente del Consejo de Administración del Estado. (Durante el período transcurrido desde la toma del poder por los militares en febrero de 2021, el general Min Aung Hlaing ha visitado Moscú en tres ocasiones).

El mes pasado, Myanmar y Rusia celebraron un ejercicio naval conjunto de tres días, el primero de este tipo. Los buques antisubmarinos rusos Admiral Tributs y Admiral Panteleev llegaron al puerto de Thilawa, cerca de Yangon, antes de las maniobras. Las maniobras en el golfo de Bengala suscitaron gran interés a escala regional e internacional. (Seis Estados comparten las aguas y soberanía en el golfo, que tiene una extensión de 2 millones 173 mil kilómetros cuadrados: Sri Lanka, India, Bangladesh, Myanmar, Tailandia e Indonesia).

Los analistas afirman que India no ve con malos ojos que Rusia, su viejo aliado y mayor proveedor de material de defensa, intensifique su presencia en su vecindad marítima, a pesar de la creciente colaboración de Nueva Delhi con Estados Unidos, Japón y Australia para contrarrestar la creciente presencia china en aguas estratégicas. Haciendo caso omiso de la presión de sus socios occidentales, Nueva Delhi ha mantenido su relación de décadas con Moscú y ha adoptado una postura neutral en la guerra de Ucrania”.

El ejercicio naval se programó durante la visita a Naypyidaw (la capital federal de Myanmar) del jefe de la Armada rusa, almirante Nikolai Yevmenov, quien –como dato curioso– es graduado de la Escuela Naval Superior de Navegación Submarina “Lenin Komsomol” y había servido casi en su totalidad en las formaciones de submarinos nucleares de la Flota del Pacífico de Rusia. El general Min Aung Hlaing recibió al almirante.

Está claro que Rusia está volviendo a Myanmar a lo grande. El jueves, Radio Free Asia, financiada por el gobierno de Estados Unidos y promotora de los grupos insurgentes en Myanmar, publicó un extraordinario comentario sobre la profundización de los lazos entre Rusia y Myanmar, titulado Pariahs in arms: Russia finds an ally in military-run Myanmar, que repasa la larga historia de las relaciones de la Unión Soviética con Myanmar. Washington está furioso porque Rusia ha aparecido en escena como “aguafiestas” justo cuando el proyecto de cambio de régimen de los Cinco Ojos en Myanmar está mostrando algo de agallas.

La estrategia occidental consiste en abrir de algún modo una vía para que el ejército de Myanmar acepte algún tipo de acuerdo de reparto de poder con los apoderados de los Cinco Ojos. Pero, ¿por qué iban los militares a caer en semejante trampa cuando Rusia les está ofreciendo ayuda?

Es evidente que existe una convergencia ruso-india en relación con la situación de Myanmar. Moscú y Delhi no dan crédito al proyecto de los Cinco Ojos para derrocar al general Min Aung Hlaing. No sólo tratan con los poderes fácticos de Myanmar, sino que también promueven la cooperación bilateral. Intuyen que el proyecto de los Cinco Ojos pretende echar el telón a la era de Aung San Suu Kyi e insertar lateralmente elementos pro-occidentales en algún acuerdo de reparto de poder que podría inclinar la geopolítica del golfo de Bengala.

Nikolai Patrushev, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, y su homólogo, el consejero de Seguridad Nacional y ministro del Interior de Myanmar, Yar Pyot, durante su reunión el 5 de diciembre de 2023

De hecho, Suu Kyi resultó ser la hija de su padre: una nacionalista birmana acérrima que no renunciaría a la soberanía y la independencia de su país. Lo mismo ocurre con Sheikh Hasina. El quid de la cuestión es que Estados Unidos nunca tolera regímenes nacionalistas que apliquen políticas exteriores independientes.

Si el proyecto de Occidente en Myanmar y Bangladesh tiene éxito, las consecuencias serán muy graves para los Estados ribereños del golfo de Bengala. Las actuales dificultades de India con Canadá y Estados Unidos parecerán un picnic en comparación. Tomemos, por ejemplo, los discursos sobre el abortado asesinato de Pannun.

Por un lado, algunas voces cantan canciones de cuna, adormeciéndonos en la complacencia de que EEUU e India están “saliendo” y, habiéndose “mudado juntos” recientemente, es de esperar que los dos socios con “hábitos diferentes” estén simplemente intentando averiguar “adónde va esto”. Por otra parte, voces vinculadas a los organismos de seguridad estadounidense de mayor influencia en Washington se han acercado tentadoramente a insinuar que la supuesta implicación india en el atentado contra la vida del propagandista de los separatistas del noroccidente del país, podría reflejar un cambio en Occidente en la percepción (o estatus) sobre el gobierno de India.

Rusia comprende lo que está en juego en la geopolítica del Golfo de Bengala y tiene claro dónde están sus intereses en la correlación de fuerzas, al tiempo que hace retroceder la presión de Estados Unidos sobre Bangladesh y Myanmar. En un contexto estratégico tan complejo, la reanudación de la cumbre anual ruso-india se ha convertido en una necesidad estratégica. Su puntuación llena la geopolítica de la región de una entonación silenciosa. ¿No vivimos en un mundo de fantasía, un mundo de ilusión? La gran tarea de la diplomacia es encontrar la realidad.