Nuestra América en un mundo multipolar clase, cordura y realismo Estelí. Por Stephen Sefton/ Radio La Primerísima

El pasado día 7 de diciembre el Canciller ruso el compañero Sergei Lavrov ofreció unas observaciones al Foro Primakov sobre el desarrollo de un sistema de relaciones internacionales multipolar en que observó “Es obvio que el desmantelamiento en curso del sistema internacional de relaciones tiene sus raíces en la falta de voluntad de la minoría occidental de abandonar sus aspiraciones hegemónicas y aceptar la realidad multipolar. Está claro que la alineación de fuerzas en el escenario global no está cambiando a su favor. Es por eso que el Occidente colectivo liderado por Estados Unidos está haciendo todo lo posible para mantener sus posiciones dominantes.”

El patrón indicado por el Canciller Lavrov se ve con mucha claridad en el caso de las relaciones de Estados Unidos y los gobiernos europeos con América Latina y el Caribe. Las y los élites occidentales no han podido liberarse del esquema de dominio neocolonial que impusieron en la región desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero en los últimos veinticinco años, en prácticamente cada país de la región, las mayorías empobrecidas han impulsado importantes cambios que promueven una tendencia hacia la democratización del poder y una consecuente redistribución de la riqueza en sus respectivas sociedades.

Son cambios que de alguna manera parecen reflejar y mover en paralelo a nivel nacional con el impulso a nivel global hacia unas relaciones internacionales más justas y equitativas. En gran medida, las élites gobernantes en Estados Unidos han perdido su posición dominante en la región y ocupan muchas maneras de mantener su influencia y recuperar el control que han perdido. Aplican medidas coercitivas unilaterales e ilegales contra Cuba, Venezuela y Nicaragua donde no pueden subvertir ni las fuerzas armadas ni el sistema de justicia y dónde la oposición política es débil o disfuncional.

En los demás países de la región apoyan las reaccionarias fuerzas políticas de derecha e intentan cooptar los movimientos progresistas. Consolidan su influencia en la sociedad por medio del financiamiento de las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación y actores en las redes sociales y las universidades. En el ámbito militar buscan aumentar la cooperación bilateral, conseguir nuevas bases para sus fuerzas armadas y en momentos claves compran a los altos oficiales militares como hicieron para facilitar los golpes por ejemplo en Honduras o Bolivia.

Manipulan y corrompen los sistemas de justicia para promover las condenas sin pruebas contra, entre otros casos, Jorge Glas en Ecuador, Lula da Silva en Brasil y ahora contra Cristina Fernández en Argentina. Aprovechan su dominio del sistema financiero occidental y de las instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional para chantajear y extorsionar gobiernos para que implementen políticas económicas neoliberales. En esencia, Estados Unidos se encuentra obligada a luchar para remendar y parchar su miserable Doctrina Monroe en América Latina y el Caribe, desatando en el proceso una despiadada guerra de clases en dos niveles.

A nivel regional se trata del desarrollo del conflicto entre las élites occidentales que van perdiendo su acostumbrado poder y control que han mantenido durante siglos y el mundo mayoritario de países históricamente empobrecidos que ahora tienen nuevas y mejores opciones comerciales y financieras, por ejemplo la Iniciativa de la Ruta y Franja de China. A nivel nacional de cada país, se trata del mismo tipo de guerra de clase que las élites norteamericanas han impuesto ampliamente contra su propia población. Pero en América Latina y el Caribe lo libran junto con sus aliados locales contra las mayorías de sus respectivos países y sus movimientos y líderes políticos.

Un aspecto impactante de las diversas formas y expresiones de estos dos niveles de guerra de clase es el choque entre el deliberado fomento de la inestabilidad por Estados Unidos y sus aliados contra la cordura y el realismo de las fuerzas que defienden la soberanía y la dignidad nacional. Es un choque que se manifiesta especialmente al nivel regional. En Venezuela, finalmente hay señales que la oposición política de ese país está dispuesto a desarrollar una sincera negociación con el gobierno del presidente Nicolás Maduro, un diálogo que Estados Unidos ha saboteado de manera permanente durante años.

También en Colombia, el presidente Gustavo Petro ha iniciado un complejo proceso para sustituir la cultura de conflicto en su país con una cultura de Paz, de intercambio y negociación. Lo que distingue la variedad de diálogo de los Presidentes Maduro y Petro es su sinceridad, la cual contrasta con la variedad de negociación mentirosa promovida por Estados Unidos y sus aliados. El más reciente ejemplo de esto a nivel mundial es la confesión de la ex-Canciller Angela Merkel de Alemania que ella engañaba a sus contrapartes de la Federación Rusa en relación a la implementación de los Acuerdos de Paz de Minsk en Ucrania.

En nuestra región el ejemplo más destructivo de este tipo de mala fe ha sido el incumplimiento de los Acuerdos de Paz en Colombia. En ambos casos, a nivel global y a nivel regional, Estados Unidos influye para promover posiciones extremas entre sus aliados políticos, las cuales perjudican los intereses nacionales de los respectivos países mientras priorizan los intereses estadounidenses.  Esta realidad refleja otra observación del Canciller Lavrov en sus comentarios al Foro Primakov:

“La multipolaridad no se afirmará mañana ni pasado mañana. El establecimiento del mundo multipolar como base generalmente reconocida para el funcionamiento posterior de la comunidad internacional llevará un tiempo históricamente largo.” En parte, el proceso de llegar a un mundo multipolar enfrenta la demente inclinación de Estados Unidos y sus aliados de abandonar la cordura y la buena fe en las relaciones internacionales. Y esto se ha reflejado también en el irracional comportamiento de las élites de los países de América Latina que perjudica sus propios intereses nacionales. Pero en parte también se trata de las contradicciones dentro de los países más influyentes del mundo mayoritario.

Por ejemplo, un especialista hindú ha comentado sobre la importancia para China de armonizar estratégicamente la Iniciativa de la Franja y Ruta con el desarrollo de los países BRICS y nota que “China es consciente de que un acoplamiento estratégico completo entre IFR y BRICS es poco probable a corto plazo, debido a varios problemas entre los Estados miembros de BRICS, como la asimetría en el poder económico, la falta de confianza mutua y la competencia interna por el liderazgo.” Y a estas consideraciones hay que añadir que el proceso se complica por la influencia de intereses financieros y corporativos occidentales especialmente en los sistemas económicos de Brasil y Sudáfrica.

Toda América Latina y el Caribe va a ser afectada por el desarrollo de una nueva estructura de relaciones internacionales con una alternativa infraestructura comercial y financiera. Mientras es poco probable que otra moneda va a desplazar al dólar estadounidense de su estatus de moneda de reserva internacional, su importancia ciertamente va a disminuir. Más países, como Turquía, India, China y Rusia ahora mantienen gran parte de sus intercambios comerciales en sus propias monedas nacionales.

En América Latina Brasil y Argentina esperan aumentar la cantidad de transacciones bilaterales en sus monedas nacionales. Y esta tendencia es otro indicio que los mecanismos del mundo multipolar, si bien van a tomar su tiempo para desarrollarse, tarde o temprano lo van a hacer porque siguen una lógica inevitable impulsado por la democratización de las relaciones internacionales. De la misma manera, el nuevo mundo multipolar impulsará variedades de la cooperación y la integración de las naciones de la región que tienden a contradecir las posiciones tradicionales de las respectivas fuerzas políticas reaccionarias.

Definitivamente, no va a favorecer una decidida alineación de América Latina y el Caribe con los países occidentales, como se puede ver en el mantenimiento de las relaciones de los gobiernos de la región con la Federación Rusa a pesar de una fuerte presión de parte de los Estados Unidos. Así que es prácticamente imposible que los dementes esfuerzos de Estados Unidos para contener o frenar el desarrollo de la República Popular China van a tener apoyo en América Latina y el Caribe. El paulatino desarrollo de las estructuras de un mundo multipolar basado en relaciones de respeto mutuo y solidaridad, de cordura y realismo, no solo tendrán su efecto en América Latina y el Caribe a nivel regional. También promoverán la reducción de la pobreza y la democratización a nivel nacional como un impulso lógico y natural hacia el desarrollo económico.