1 de julio es la fecha real de la independencia de España Por Orlando Pérez

1 de julio es la fecha real de la independencia de España Por Orlando Pérez

Entrevista realizada al historiador nicaragüense, doctor Aldo Díaz Lacayo, para el programa Enclave Política, TeleSUR, 15 de septiembre de 2021.

La Conmemoración de los Bicentenarios en América Latina nos devuelve a una realidad concreta: El Colonialismo y el Neocolonialismo en todas sus expresiones y, por supuesto, también en todas sus consecuencias.

La mayoría de los enfoques, a la vez de valorar el significado de la Independencia de la Colonia Española, también colocan que la pobreza y la agudización de la desigualdad tienen su origen en esa matriz colonial. Pero también hay temas, como el racismo y la exclusión, que no han disminuido; por el contrario, tienen nuevas expresiones y manifestaciones que agudizan esta realidad en nuestro Continente.

Hoy queremos conversar sobre este tema con el historiador nicaragüense, Aldo Díaz. Una pregunta que cabe en estos temas es ¿qué significado le damos al Bicentenario? ¿Hasta dónde, en este momento, en el año 2021, el Bicentenario adquiere otra connotación de la que le han dado por ejemplo en el siglo 21 y a lo largo del siglo 20?

Aldo: A mí me gustaría empezar aclarando la diferencia ideológica entre la independencia del Sur y la independencia del Norte; son cosas completamente distintas. En el Sur siempre se planteó una independencia republicana, excepto San Martín, que ya sabemos que tenía una orientación monárquica, pero no quiere decir que esta orientación monárquica fuera una monarquía asimilada o dependiente de la monarquía española.

De todas maneras, nosotros sabemos que San Martín se retira del escenario independentista inmediatamente después de la entrevista con Bolívar en Guayaquil, de manera que el campo queda absolutamente libre para el republicanismo. Y ya sabemos que, Bolívar le dio un contenido particular, no le dio un sentido francés, ni le dio un sentido norteamericano; dio un sentido propio.

La única Constitución originaria de América Latina, propia, es la de Simón Bolívar; en el resto, en el Norte fue distinto. En el Norte siempre se planteó una independencia monárquica, pro monárquica, dependiendo de España; incluso, en el Plan de Iturbide, ratificado por los Tratados de Córdoba, se le da al Rey de España la soberanía sobre México independiente. Una aberración, pero así fue.

Además, existe un elemento que los historiadores no recogen. Es posible, es posible, quizás probable, que Iturbide haya seguido el ejemplo de Portugal, tratando de que el rey de España se trasladara a México, igual que lo hizo el rey de Portugal a Brasilia. Ese es un elemento que hay que tomar en cuenta para ver cuál es la distorsión que causa a lo largo de estos 200 años.

En el caso concreto de Centroamérica y México, evidentemente, siempre estuvimos dominados por la clase pro imperial. La clase pro imperial dejó una impronta que duró, qué sé yo, por mucho tiempo, quizás hasta 1823, cuando se funda la República Federal de Centroamérica, una República efímera, porque al plantearla entraba en confrontación total con las fuerzas pro-monárquicas, de manera que la república dura apenas 10 años, y volvemos para atrás. Entonces, la historia convencional ha estado marcada precisamente por esa impronta pro-imperial.

Claro. Entonces pregunto, Aldo, a propósito de esto, si esa impronta queda marcada, ¿usted cree que efectivamente ya hay mayor conciencia en la clase política, en la clase empresarial, en la intelectualidad, incluso en los sectores que de alguna manera generan corrientes de opinión, un relato político, de que efectivamente estas conmemoraciones no pueden pensarse como una verdadera celebración o apología de la independencia, sino como la continuación de la lucha que emprendieron los pueblos ancestrales cuando llegaron los españoles?

Exactamente. Hay un elemento en Nicaragua, concretamente en Nicaragua, que debo subrayar: nosotros, los nicaragüenses, nacimos a la historia occidental con una unidad tribal, con una identidad territorial, porque probablemente en Nicaragua es el único territorio, de posesión española, que cuando llega el conquistador, las tribus principales se unen para combatirlo, y logramos echarlo del territorio.

Nosotros tenemos, pues, también una impronta, disculpa que repita la palabra impronta, que viene desde la conquista, en la lucha contra los imperios. Pero ahora quiero recordar una expresión de Bolívar.

Bolívar dice que la independencia es el único bien que hemos logrado. ¿Por qué lo dice? Porque la independencia nos dio el estatus de Estado-Nación con todos sus atributos: la soberanía, la independencia, la libertad, y la libertad para continuar la lucha y lograr la independencia económica y social. En eso estamos.

Nosotros no podemos conmemorar la independencia, porque esta conmemoración es una conmemoración que está impuesta por los pro-monárquicos, estoy hablando del Norte.

Aldo, le pregunto una cosita para puntualizar, mejor dicho para amplificar el comentario suyo. ¿Esta conmemoración adquiere tintes neocoloniales también? Le pregunto, porque efectivamente, si se instala en esa lógica y en esa narrativa, efectivamente estamos hablando de una conmemoración neocolonial. ¿Puedo asegurar eso?

Es que no hay una conmemoración. Desde hace 199 años tenemos una celebración cívica, no tenemos una conmemoración histórica, porque son completamente dos cosas distintas. Entonces, esa conmemoración cívica es la que ha impuesto la historia convencional.

Nosotros, los historiadores, que somos los historiadores alternativos, negamos totalmente la existencia de la independencia. No hubo independencia en 1821. La verdadera independencia fue el 1° de julio de 1823, que es el primer decreto que lanza la Asamblea Nacional Constituyente cuando se constituye la República Federal de Centroamérica. Obviamente, se han opuesto la celebración cívica a la conmemoración histórica.

De acuerdo; pero entonces ahí le planteo otro tema en este diálogo sobre el tema. Hemos visto el día de hoy precisamente, un mensaje del gobierno español, donde además de que apoya la celebración, de que señala que hay que tener unidad. ¿Usted cree que en el otro lado, desde donde nació la colonización, desde España, no hay conciencia del significado luctuoso que puede tener celebrar este tipo de acontecimientos que, efectivamente, dejaron no solamente muerte, sino que continúa la pobreza y la desigualdad en América Latina?

No tienen ni la más mínima idea, ¡ninguna conciencia! Ellos siguen actuando como en 1492, o como 1520 en que inicia la colonia. No hay ninguna conciencia en España. En España tienen un problema grave, gravísimo, de identidad, que si no se sienten conquistadores, no se sienten españoles.

Entonces ahí la otra pregunta sería, si es que esto es así, ¿también hay un rol que tienen que jugar las élites intelectuales y académicas de América Latina y de Europa? Porque cuando hablamos de Literatura también los españoles que celebren, elogien, a García Márquez, a Vargas Llosa, a Asturias, en general, pero cuando abordan la realidad parecería que se desentienden y toda esa literatura y toda esa reflexión queda en el campo de la ficción.

¡Claro! Es que es ficcional, todo es ficcional, la realidad no existe para España, y creo que, incluso –extendiéndonos– tampoco para Europa; es decir, a nosotros nos siguen viendo como colonizados, no somos colonia pero nos ven como colonizados. Ese es un problema grave.

Ahora, en el caso concreto de los intelectuales, de los historiadores alternativos, en América Latina y el Caribe nosotros empezamos a cambiar el enfoque de la historia convencional a partir de 1992, cuando en América Latina se declara la fecha como una conmemoración de la América indígena, negra y popular.

Desde entonces, desde 1992 los historiadores de América Latina, primeros los historiadores, empezamos a reivindicar la historia real. Algunos le llaman historia alternativa, yo le llamo la historia real.

Entonces, ¿qué pasa entre 1992 y 2002? Es muy lenta esa actividad de reivindicación de la historia real, pero hay un elemento muy importante de los historiadores actuales, no lo toman en cuenta, quizás porque lo creen coyuntural, es el hecho de que a partir de 2002 la Revolución Bolivariana da un cambio radical y empieza a reivindicar la historia propia de Venezuela a partir de Simón Bolívar, y eso da un ímpetu tremendo a los historiadores de América Central para acelerar el estudio de la historia real. Entonces a partir de ahí hemos dado un salto cualitativo.

En cuanto a la celebración centroamericana del Bicentenario, ¿cómo valora usted el estado actual de esa región de América Latina, tomando en consideración lo que usted mencionaba, es decir, siempre hubo la intención de una Integración, siempre estuvo planteada la posibilidad de una unión que al mismo tiempo genere otros procesos de orden político y económico? Lo segundo es si los liderazgos se acentúan más en esa lógica del Siglo XIX, de que son efectivamente controles políticos de grupos muy cerrados que no van a dar paso a una integración, porque con eso, además, no podrían además legitimar el poder político y económico.

Primero me gustaría aclarar, en beneficio de la audiencia, que Centroamérica no nace como una unidad jurídica, política, de posesión española. No nace así. España nunca consideró el istmo centroamericano como un territorio único, y en consecuencia, nunca creó una instancia oficial española de autoridad para el istmo. Si no se toma en cuenta eso, no se puede comprender la situación de Centroamérica.

Entonces España lo que hizo fue reconocer los territorios enormes, como México, como Argentina, como Perú, como Colombia, como Venezuela, un solo territorio, una sola Capitanía, un solo Virreinato, una sola Audiencia, dependiendo de la intención autoritaria de la corona española.

En estas zonas de Centroamérica no fue así. Teníamos el Virreinato de México –que entonces se llamaba Nueva España– y la Gubernatura de Panamá. Estas dos entidades españolas entraron en conflicto, por una sola razón: porque desde la conquista, en el caso de Nicaragua, se estaba buscando la ruta de comunicación interoceánica.

Entonces el pleito era por encontrar esa ruta, de manera que estos dos conquistadores empiezan, uno a bajar hacia el Sur, y otro a subir hacia el Norte, y dividen el territorio de acuerdo a como iban llegando, y como ya sabemos, los conquistadores se apropiaban de todo. De manera que nunca nacimos como una unidad, la unidad es posterior, y la unidad se convierte en el objetivo, por la falta de institucionalidad, y por la pobreza.

Claro, pero esa unidad a la que me refiero, es la que se ha ido desarrollando en el pensamiento, en la discusión política desde el Siglo XIX, pasando por el XX; pero en la práctica no se ha podido concretar por dos razones, una, por los intereses económicos; pero también el otro factor es que a Estados Unidos no le conviene otro bloque de países o de una unidad federal, por llamarlo de alguna manera, que le pueda hacer competencia en el plano económico, y sobre todo en el debate público político.

Eso es muy cierto. Es tan cierto, que cuando compran la compañía quebrada del Canal de Panamá, ellos tratan, por todos los medios, de dividirnos, y nos obligan a los cinco Gobiernos a firmar en 1907 un Tratado de Paz y Amistad; y ese Tratado tenía por objeto un solo elemento: cambiar en el imaginario popular la idea de la unidad, y sin sustituirla por la idea de la separación absoluta.

Hasta entonces las repúblicas, que ya eran repúblicas, continuaban actuando como Estados, y entonces desde 1907, hace 114 años, empezamos a actuar como repúblicas. Entre más separados estamos, más pobreza tenemos, más imposición desde afuera, más neocolonia, y eso hace que estemos en esta condición.

Una de las cosas que uno analiza, pensando en el plano histórico, en la perspectiva histórica, es que los centroamericanos, voy a generalizar solamente para entendernos, los centroamericanos en los últimos años han visto como su horizonte de vida, Estados Unidos, y vemos miles y miles de salvadoreños, de hondureños, de guatemaltecos, etc., que van a Estados Unidos; en cambio en sus territorios parecería que eso les conviene a algunas élites económicas, porque efectivamente con eso abaratan mano de obra, generan violencia, y al mismo tiempo la riqueza de Centroamérica se traslada a las cuentas y a las fortunas en Estados Unidos. ¿Cómo entender esto desde la perspectiva histórica que usted la maneja muy bien?

Bueno, los países de Centroamérica, ya cuando nos constituimos en Centroamérica, se dividen en 2 grupos: los 3 países centrales, Nicaragua, El Salvador y Honduras, y los 2 países del Norte y del Sur, Guatemala y Costa Rica.

Guatemala y Costa Rica hacen causa común con Inglaterra, los otros países hacen causa común, no con Estados Unidos propiamente hablando, pero sí sintiéndose protegidos por Estados Unidos frente a Inglaterra. Entonces hay que separar ese elemento.

El segundo elemento es que hay que separar a Nicaragua. De los 3 centrales, y de los 5 totales, hay que separar a Nicaragua, porque Nicaragua nunca ha dejado de luchar en contra de la invasión extranjera… ¡Nunca!

Tenemos miles de ejemplos, pero voy a citar solo uno: Sandino, que se batió en guerra con un ejército en harapos, un ejército hambriento, hasta que derrotó a Estados Unidos. Los derrotó, incluso, no sólo militarmente, sino ideológicamente, porque se siembra en Nicaragua la ideología de la libertad y de la independencia y la soberanía.

Entonces Nicaragua es un caso distinto. Nosotros luchamos constantemente, pasamos –para hablar de la última etapa del Siglo XIX para acá– desde el asesinato de Sandino y 45 años después triunfó nuestra Revolución.

Después, por las cosas que todo el mundo conoce, por la agresión militar, por el cansancio de la guerra, por las muertes, por la pobreza, por lo que fuera, perdimos el proceso electoral; es decir, perdimos el Gobierno, pero no perdimos el poder. Y regresamos, y estamos ahora en condiciones mucho más difíciles, pero mucho más productivas. Esa es la realidad.

Aldo, a propósito de lo que menciona de Nicaragua, ¿cómo se analiza y se visiona este Bicentenario en Nicaragua? Ya mencionaba el tema de Sandino, todo lo que significó incluso para América Latina el ejemplo que él dio, y todas las secuelas de represión, de agresión que ha habido a propósito de lo que hizo Sandino en Centroamérica. ¿En este momento cómo se reflexiona del Bicentenario en Nicaragua, tomando en cuenta incluso el contexto electoral que influye obviamente en el debate público?

Yo diría –para usar una palabra normal– que estamos conmemorando con mucha prudencia, no nos estamos comprometiendo. Los historiadores ya escribimos, ya publicamos todo lo que sabemos sobre la realidad de la independencia. Ya dijimos que la independencia no existió, y hemos demostrado por qué no existió, lo hemos documentado ampliamente.

Estamos reivindicando la verdadera independencia del 1 de Julio de 1823, pero eso todavía no cala, no cala, hay que aceptar; pero bueno, en el contexto electoral no creo que la cuestión de la independencia tenga algún peso, excepto el peso de celebración cívica, que viene una antorcha recorriendo todos los países, que la reciben los muchachos más destacados de los estudiantes de secundaria, etc., etc. Pero eso no pesa nada.

El problema electoral no es hoy. Nosotros no nos vemos enfrentados ni remotísimamente a una derrota: estamos enfrentados a una invasión brutal, a una agresión brutal, mediática, por todos los otros canales en contra del proceso electoral; una agresión que no va a disminuir de aquí a noviembre que tengamos las elecciones; al contrario, de aquí en adelante se va a incrementar, va a tener una escalada brutal. Y entonces nosotros nos vamos a enfrentar realmente a la escalada que va a ver después del 7 de noviembre. En eso estamos.

Para cerrar, Aldo, le hago una pregunta que digamos vaya más en el plano más conceptual: ¿Qué es el neocoloniaje actual? ¿cómo se expresa, cómo se está manifestando? Le digo esto por una consideración que a veces parecería ajena, pero que se vive: mucha gente piensa más en cómo vivir el estilo de Estados Unidos y también incorporar en sus costumbres, en sus tradiciones, lo que pasa en Estados Unidos. Y eso, por ejemplo, choca con la fuerza que tiene la cultura popular, la cultura de los pueblos ancestrales. En ese choque, ¿cómo se expresa el neocolonialismo?

Exactamente igual que hace 500 años: la explotación más absoluta, la dominación más absoluta, la dependencia más absoluta. ¡Igualito que antes! El robo de nuestras riquezas, la incapacidad o provocando la incapacidad de respuesta por parte de los países.

Sigue siendo igual, racista, excluyente, discriminatoria, opresora, incluso con la amenaza del uso de la fuerza. Sigue siendo igual, no ha cambiado nada, lo que ha cambiado es la conciencia popular, la conciencia popular se ha incrementado, proporcionalmente mayor, al neocolonialismo, y lo estamos viendo en toda América Latina y el Caribe.

Todos los pueblos están en la calle, excepto los que estamos gobernando como revolución o como gobiernos progresistas. En todos los otros países los pueblos están en la calle, incluso en los pueblos más neocoloniales…

Por ejemplo, pongo el caso de Guatemala, dos tercios de la población es indígena, y estaba relegada permanentemente por muchísimos años, y ahora se está expresando constantemente en favor de una verdadera República; ya están impugnando la conmemoración de la independencia.