42 años y contando Por Fabrizio Casari | www.altrenotizie.org

42 años y contando Por Fabrizio Casari | www.altrenotizie.org

Han pasado 42 años desde que Sandino regresó a Nicaragua. Desde aquel 1979 se ha ido escribiendo una historia identificable con todos y cada uno de los momentos vividos, sin miedo al aburrimiento y sin esperanza de descanso. La historia de estos 42 años del Sandinismo se superpone y se integra con la historia de 42 años de Nicaragua. Es impensable imaginar el Sandinismo sin Nicaragua y la historia nicaragüense fuera del Sandinismo.

El sandinismo es una arquitectura en constante actualización, pero con sus puntos cardinales inamovibles. Lucha contra la pobreza, desarrollo inclusivo, independencia, construcción de una sociedad justa. Una sociedad basada en valores compartidos, en la responsabilidad colectiva, en la supremacía del “nosotros” sobre el “yo”.

En efecto, el sandinismo no es simplemente la enumeración -por fundamental que sea- de sus éxitos: fue y es ideología y praxis, ética y mística revolucionaria, identificación del destino de cada uno con el de todos y del de todos con el de la Patria. En cierto modo, el sandinismo fue y es la religión civil del país.

Las etapas de la Revolución

La primera comenzó con la entrada de la guerrilla en Managua. Fueron años audaces y emocionantes, en los que los analfabetos aprendieron a escribir y los mudos a hablar, los campesinos aprendieron a caminar con la mirada en alto y la alegría se apoderó de todo lo que corría por las venas del país. Fue una aventura extraordinaria, un sueño colectivo que veía a hombres y mujeres como iguales, a pobres y ricos con igual ciudadanía. Sin embargo, la idea de que los nicaragüenses mandaban en Nicaragua no fue digerida en Washington, asì que aquellos años tuvieron que cambiar los sueños de la revolución por las pesadillas del terrorismo contrarrevolucionario. A nivel interno, la diferencia era entre los que defendían al país agredido y los que, por lucro y odio, se ponían al servicio del agresor.

La resistencia era un proyecto en sí mismo. Trajo como dote la democrazia, como demostrò hasta cuando llegó el momento de entregar las llaves del país a quienes habían ganado las elecciones. Allì el FSLN se puso el traje de gala; el que brilla incluso en las noches oscuras, el que enseña a respetar las normas por encima de todo, incluso cuando son inconvenientes. Por primera vez, una Revolución cedió el poder. Gobernar sin la legitimidad de la mayoría no era una opción. Como en los diez años de guerra que terminados con el sandinismo invicto, el FSLN dio una lectio magistralis de democracia. Muy diferente a los que sueñan con un golpe de estado para quitar el poder a los ganadores y entregárselo a los perdedores.

La segunda etapa tomó la forma de la oposición. Se tuvo que aprender que nada es para siempre, que ni siquiera una Constitución tiene valor real si no se defiende cada día. Para no cancelar diez años de Revolución, el FSLN tuvo que volver a empezar desde abajo y dictar la agenda política del país con la defensa de las conquistas revolucionarias. La lucha se volvió incandescente y un puñado de sandinistas con apellidos oligárquicos decidió que era el momento de transformar al FSLN en una alternativa compatible con el liberalismo. Pensaron en convertir al sandinismo en una reliquia para los libros de historia, colgando su espíritu rebelde sólo en la derrota de Somoza, declarando cerrada la temporada del socialismo y la nueva Nicaragua. Se llamaron renovadores pero solo eran traidores.

Se aliaron con el liberalismo ofreciendo votos parlamentarios para permitirle privatizar la riqueza y socializar el hambre. Votaron a favor de la inhibición por conveniencia y firmaron la ley electoral a la que hoy se oponen: no imaginaron que algún día podría ser un obstáculo. Inauguraron la temporada de los derechos pagados: los que ante alfabetizaron, aceptaron que la educación se convirtiera en una opción de los que podían y aplaudieron al ministro Belli que quitó el vado de leche a los niños que iban a la escuela.

Un ratito sandinistas, toda la vida liberales

En ese caso, la Gioconda de las editoriales, la redactora en libros de todos sus amores, no se desesperó: el autor de la fechoría era su hermano Humberto, del Opus Dei, uno de los personajes más cínicos de la política nicaragüense. Estos “exguerrilleros”, que fueron sandinistas durante diez años y liberales durante los últimos 30, se instalaron inmediatamente en el nuevo mundo. De la lucha contra el imperialismo, pasaron rápidamente a servirlo, de las montañas a las piscinas. De cóctel en cóctel, acudían a casas y hoteles de lujo mientras Daniel se iba a las montañas y a los pueblos a reconstruir y consolidar el FSLN.

Para que la derrota electoral no se convirtiera en un colapso, para evitar que se crearan las condiciones para una oposición permanente y estancada, aprovechando las divisiones de la derecha, Daniel Ortega cerró el mejor de los acuerdos sobre la ley electoral, estableciendo las condiciones para volver al gobierno a través de las urnas.  Y así fue. El final de 2006 trajo consigo el fin del liberalismo devastador y la furia rapaz del chamorrismo.

La tercera etapa fue, primero, la reconstrucción de una nación destruida y, después, la puesta en marcha del mayor proyecto de modernización jamás concebido en toda Centroamérica. El proyecto fue diseñado hasta el más mínimo detalle por su Comandante y durante muchos años implicó los esfuerzos de todos los componentes socioeconómicos del país.

¿Los resultados? Una reducción del 50% de la pobreza absoluta y relativa; una asistencia sanitaria gratuita y de calidad, con 19 hospitales construidos y otros seis previstos, 1133 centros médicos y 143 ambulatorios, 178 maternidades, 59 centros de rehabilitación y 80 clínicas móviles; laboratorios farmacológicos y dos centros equipados con aceleradores nucleares. La oscuridad de los años 90 se ha convertido en luz. La electricidad cubre el 99,5% del país y a precios subvencionados, con un 70% procedente de fuentes renovables. El hambre es cosa del pasado: autosuficiencia alimentaria y precios de la cesta controlados, agua potable en el 98,2% del país.

La gente y las cosas se mueven: hay más de 3,700 kilómetros de carreteras, con un enlace terrestre entre las costas del Atlántico y el Pacífico, y el transporte está subvencionado y es el más barato de Centroamérica. ¿Vivienda? Casi 122,000 familias han sido realojadas y ya no hay casas para los sin techo. La educación es gratuita hasta el más alto nivel universitario: se han construido o renovado unas 32,000 aulas, se entregan 1,2 millones de meriendas escolares al año y seis millones de mochilas con material didáctico, sólo para hacer realidad el derecho al estudio de los menos pudientes.

Pensiones garantizadas a partir de los 60 años. Aumentos salariales cíclicos. Financiación de las familias campesinas y apoyo a las cooperativas. Financiación para decenas de miles de familias, construcción de estadios y polideportivos por doquier y reconstrucción de parques con Wi-Fi gratuito. Las políticas de igualdad de género han situado a Nicaragua en el quinto lugar del mundo en la reducción de la brecha de género. La financiación internacional se ha gastado de la mejor manera posible, como certifican la ONU, la FAO, el Banco Mundial y el BID. Un buen vivir certificado por dos cifras: la migración está en el nivel más bajo de la región y la seguridad está en la cima del continente.

Los negocios que no pueden hacer

Fueron los últimos 14 años del sandinismo y eso explica la adhesión de un pueblo y la oposición de las élites. Si las escuelas, las pensiones y la sanidad son públicas, gratuitas y eficientes, locales no tienen cabida en el negocio los fondos de pensiones especulativos, los seguros privados gestionados por grupos financieros y las clínicas privadas propiedad de las oligarquías. Cuando los derechos abundan, los privilegios tienen poco sentido.

La Revolución Popular Sandinista no es sólo un sueño de liberación e independencia: es también un proyecto visionario de un país que no se conforma con ser el más grande de la región, sino que quiere convertirse en el más moderno, habitable, justo y sostenible. La economía mixta es el instrumento elegido para consolidar el crecimiento económico: la riqueza se acumula con lógica capitalista y se distribuye con lógica socialista. Un mal ejemplo para el imperio, que ha decidido contrarrestarlo desde 2007 intentando unificar a la derecha y a los moderados para ganarle electoralmente; luego, en 2018, cuando vio la imposibilidad de triunfar en su proyecto, dio órdenes de mover el terror.

Esos tres meses de 2018 perjudicaron seriamente el crecimiento de Nicaragua. Además de las víctimas, costaron 1.800 millones de dólares en daños y unos 300.000 puestos de trabajo perdidos debido a que las empresas vinculadas al Cosep dispararon para elevar el nivel de la crisis social con el fin de hacer caer al gobierno. En cambio, cayeron en la red de trapo de una inteligencia política y empresarial con un coeficiente muy bajo. Ahora se lamen las heridas, todavía incapaces de darse cuenta de que su única certificación está clara para todos: la irrelevancia. De hecho, a pesar de los daños causados por el intento de golpe de Estado, dos huracanes y una pandemia, Nicaragua cerrará el año con una tasa de crecimiento de entre 2,5 y 3,5. El más alto de la región.

Golpismo, infección del malinchismo

El odio de la oligarquía hacia el sandinismo encontró inmediatamente un punto de apoyo en las entrañas del imperio. Allí, el odio es producto de la larga serie de derrotas y humillaciones sufridas por EEUU tanto en suelo nicaragüense como internacional. Pero ante todo, hay intolerancia hacia la rebelión de los demás. Pero lo que consideran su territorio, tal y como establece la Doctrina Monroe, es un escenario de independencia, de relaciones internacionales diplomática, comercial y políticamente abiertas.

En Managua no se ignora la importancia continental y regional de Estados Unidos, pero no se considera necesario pedir permiso para decidir lo que es mejor, lo que se puede hacer y lo que no. Se trata de soberanía, y el tema no se presta a muchas discusiones: o se defiende o se renuncia, no hay terceras opciones.

Las amenazas, las sanciones y las advertencias de tipo mafioso han sido las herramientas del oficio en los últimos meses. La excusa es la investigación judicial por lavado de dinero y participación activa en el golpe de Estado por parte de la familia Chamorro y sus seguidores. Se acusa a Nicaragua de aplicar sus propias leyes, como si la institucionalidad del país fuera materia de discusión para los no nicaragüenses.

Uno de los nudos es la ley electoral. Y es que, aunque fue redactada en gran parte por los gobiernos liberales y sólo actualizada por el gobierno sandinista con cláusulas relativas a la participación las mujeres y de inelegibilidad (ya previstas en gran parte por el gobierno liberal de Violeta Chamorro), perturba al imperio porque certifica la soberanía de los nicaragüenses sobre Nicaragua. Es cierto, la ley no contiene el artículo que le gustaría a EEUU: el que decreta que ganen los candidatos elegidos por ellos, independientemente de quién tenga los votos. Desde el punto de vista de Washington, esto es comprensible: ¿qué necesidad hay de votos si el presidente sólo va a ser su procónsul?

La moda del momento en la pasarela del golpismo es que todo el mundo se declare candidato: no importa que no lo sea, que no tenga quien le postule, que no tenga partido, ni casilla, ni consenso. La autocandidatura sirve, según ellos, para hacerlos impunes. Error.

Democracia popular, no de élites

La investigación continuará incluso sin el plácet de Estados Unidos o de la Unión Europea, que en cualquier caso castigan los mismos delitos con mayor severidad que el código penal nicaragüense. También continuará para confirmar, a amigos y enemigos, que la democracia nicaragüense es una democracia popular y no de las élites: que se basa en las instituciones y en el respeto a la voluntad del pueblo, y que considera el intento de subvertir el orden constitucional por medios violentos un delito que debe ser perseguido. Lo mismo ocurre con el blanqueo de dinero (contra el que los propios Estados Unidos piden austeridad), que no se puede consentir ni omitir.

Se irà hasta el final, también para demostrar que la Constitución, el sistema legislativo, el código penal y civil, las normas que determinan y delimitan el ámbito de la legalidad, no son susceptibles de presiones externas, por muy poderosas que sean. En cuanto a las quintas columnas, aprenderá a su costa el principio de reciprocidad: que quien invoque sanciones será sancionado.

En vísperas de las elecciones de Noviembre, Nicaragua y el Sandinismo viajan de la mano. Saben que no pueden separarse, que deben caminar juntos sin descanso para seguir reivindicando su derecho a ser libres y a tener un futuro digno. Eso es lo que son Nicaragua y el sandinismo después de 42 años: el cuerpo y el alma inmortal de aquel proyecto inspirado por un pequeño general que se convirtió en un gigante.