Biden y su cumbre: atrapado sin salida Por Medea Benjamin | MINT PRESS, Estados Unidos

El 16 de mayo, el gobierno de Biden anunció nuevas medidas para “aumentar el apoyo al pueblo cubano”. Entre ellas se incluye la flexibilización de las restricciones de viaje y la ayuda a los cubano-americanos para que se mantengan y conecten con sus familias.

Suponen un paso adelante, pero un paso de bebé, dado que la mayoría de las sanciones estadounidenses a Cuba siguen vigentes. También está vigente la ridícula política de la administración Biden de intentar aislar a Cuba, así como a Nicaragua y Venezuela, del resto del hemisferio, excluyéndolas de la próxima Cumbre de las Américas que tendrá lugar en junio en Los Ángeles.

Esta es la primera vez desde su reunión inaugural en 1994 que el evento, que se celebra cada tres años, tendrá lugar en suelo estadounidense. Pero en lugar de unir al hemisferio occidental, la administración Biden parece estar decidida a separarlo amenazando con excluir a tres naciones que ciertamente forman parte de las Américas.

Durante meses, la administración Biden ha estado insinuando que estos gobiernos serían excluidos. Hasta ahora, no han sido invitados a ninguna de las reuniones preparatorias y la Cumbre en sí está a menos de un mes. Aunque la ex secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, y el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, han repetido que “no se ha tomado ninguna decisión”, el subsecretario de Estado, Brian Nichols, dijo en una entrevista en la televisión colombiana que los países que “no respetan la democracia no van a recibir invitaciones”.

El plan de Biden de elegir los países que pueden asistir a la Cumbre ha provocado fuegos artificiales en la región. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, cuando Estados Unidos tenía más facilidad para imponer su voluntad en América Latina, hoy en día existe un feroz sentimiento de independencia, especialmente con el resurgimiento de los gobiernos progresistas.

Otro factor es China. Aunque Estados Unidos sigue teniendo una presencia económica importante, China ha superado a Estados Unidos como primer socio comercial, lo que da a los países latinoamericanos más libertad para desafiar a Estados Unidos o, al menos, buscar un punto intermedio entre las dos superpotencias.

La reacción hemisférica a la exclusión de tres estados regionales es un reflejo de esa independencia, incluso entre las pequeñas naciones caribeñas. De hecho, las primeras palabras de desafío vinieron de los miembros de la Comunidad del Caribe, de 15 naciones, o CARICOM, que amenazaron con boicotear la Cumbre.

Luego llegó un peso pesado de la región, el presidente mexicano Manuel López Obrador, que asombró y alegró a todo el continente cuando anunció que, si no se invitaba a todos los países, él no asistiría. Los presidentes de Bolivia y Honduras no tardaron en hacer declaraciones similares.

Ahora, sobre la cumbre… Vamos hombre, te cubro la espalda ¡Patéame!

Los aprietos de Biden

El gobierno de Biden se ha puesto en un aprieto. O se echa atrás y emite las invitaciones, lanzando carne roja a políticos estadounidenses de derechas como el senador Marco Rubio por ser “blando con el comunismo”, o se mantiene firme y se arriesga a hundir la Cumbre y la influencia de Estados Unidos en la región.

El fracaso de Biden en la diplomacia regional es aún más inexplicable si se tiene en cuenta la lección que debería haber aprendido como vicepresidente cuando Barack Obama se enfrentó a un dilema similar.

Eso fue en 2015, cuando, después de dos décadas de excluir a Cuba de estas Cumbres, los países de la región pusieron el pie en el suelo y exigieron que se invitara a Cuba. Obama tuvo que decidir si se saltaba la reunión y perdía influencia en América Latina, o iba y se enfrentaba a las consecuencias internas. Decidió ir.

Recuerdo aquella Cumbre con toda claridad porque me encontraba entre el grupo de periodistas que se agolpaban para conseguir un asiento en primera fila cuando el Presidente Barack Obama se vio obligado a saludar al Presidente de Cuba, Raúl Castro, que llegó al poder tras la dimisión de su hermano Fidel Castro. El trascendental apretón de manos, el primer contacto entre los líderes de ambos países en décadas, fue el punto culminante de la cumbre.

Obama no sólo estaba obligado a estrechar la mano de Castro, también tuvo que escuchar una larga lección de historia. El discurso de Raúl Castro fue un recuento sin tapujos de los pasados ataques de Estados Unidos a Cuba, incluyendo la Enmienda Platt de 1901 que convirtió a Cuba en un virtual protectorado de Estados Unidos, el apoyo de Estados Unidos al dictador cubano Fulgencio Batista en la década de 1950, la desastrosa invasión de Bahía de Cochinos en 1961 y la escandalosa prisión de Estados Unidos en Guantánamo. Pero Castro también se mostró amable con el Presidente Obama, diciendo que no tenía la culpa de este legado y calificándolo de “hombre honesto” de origen humilde.

La reunión marcó una nueva era entre Estados Unidos y Cuba, ya que las dos naciones comenzaron a normalizar sus relaciones. Fue una situación en la que todos salieron ganando, con más comercio, más intercambios culturales, más recursos para el pueblo cubano y menos cubanos emigrando a Estados Unidos. El apretón de manos condujo a una visita real de Obama a La Habana, un viaje tan memorable que todavía provoca grandes sonrisas en los rostros de los cubanos de la isla.

Luego llegó Donald Trump, que se saltó la siguiente Cumbre de las Américas e impuso nuevas y draconianas sanciones que dejaron la economía cubana por los suelos, especialmente una vez que el Covid-19 golpeó y secó la industria turística.

Hasta hace poco, Biden seguía las políticas de tala y quema de Trump, que han provocado una tremenda escasez y una nueva crisis migratoria, en lugar de volver a la política de compromiso de Obama, en la que todos ganan. Las medidas del 16 de mayo para ampliar los vuelos a Cuba y reanudar las reagrupaciones familiares son útiles, pero no son suficientes para marcar un verdadero cambio de política, especialmente si Biden insiste en hacer de la Cumbre una “invitación limitada”.

Su legado… borrado… de un plumazo

Biden debe actuar con rapidez. Debería invitar a todas las naciones de las Américas a la Cumbre. Debería estrechar las manos de todos los jefes de Estado y, lo que es más importante, entablar debates serios sobre cuestiones hemisféricas candentes como la brutal recesión económica causada por la pandemia, el cambio climático que está afectando a los suministros de alimentos y la aterradora violencia armada, todo lo cual está alimentando la crisis migratoria. De lo contrario, el #RoadtotheSummit (camino a la cumbre) de Biden, que es el nombre de la Cumbre en Twitter, sólo conducirá a un callejón sin salida.

(*) Medea Benjamin es cofundadora del grupo pacifista CODEPINK. Es autora de diez libros, entre ellos tres sobre Cuba. Es miembro del Comité Directivo de Alliance for Cuba Engagement and Respect (ACERE, Alianza para el Compromiso y el Respeto a Cuba).