Breve visión humana y política de Rubén Darío Por Ricardo D. Avilés Salmerón | Docente del Departamento de Historia UNAN-Managua

Breve visión humana y política de Rubén Darío Por Ricardo D. Avilés Salmerón | Docente del Departamento de Historia UNAN-Managua

«Puede una gota de lodo sobre un diamante caer:
puede también de este modo su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante por más que lo manche el cieno»

Poema La calumnia, Rubén Darío, 1901

Siempre en ocasión del 154 aniversario de su natalicio este 18 de enero y 105 de su fallecimiento, este 2021, sigo mis reflexiones sobre nuestro Rubén Darío, ahora desde otro ángulo, pero siempre desde la intimidad de su correspondencia personal, recopilada en el libro titulado “Cartas Desconocidas”, nombre que no es casual.

Esta vez el Darío latinoamericanista, el Darío embajador y representante de su Patria, el Darío agradecido, el Darío político sin identificarse como tal, en fin, el Darío no yanqui, siempre desde las cartas a sus amigos y esta vez a funcionarios públicos, incluidos presidentes de la República. Siempre sin ningún orden cronológico ni rigor académico o bibliográfico, para retomar la vigencia ética y humana del poeta.

«He vagado solitario»

Empezaré por el Rubén que disfrutaba la lectura de poesía, sobre todo, buena poesía: “De todo ese montón de poesía que usted me ha remitido, he sondado mucho, he sorbido hondo, he respirado vasto, he gustado suave, he querido triste, he admirado bello, he recorrido silencioso, he vagado solitario…” (7 de mayo de 1911).

Quien escribe bello, lee cosas bellas hasta para describir momentos duros: “Sigo, desgraciadamente, lentamente el calafateo de mi cuerpo y de mi espíritu, pero lo creo, por fin, muy difícil, y, sobre todo, la crisis fatal. Por consecuencia, no se podrá, jamás, sino domar, cuando se presenta la fiera, es decir, periódicamente. ¡Y qué se va a hacer! La vida es única e inmodificable, y las modificaciones son el rehacer de la vida”. (Valdemosa, 13 de noviembre, 1913) La vida es única, aprovechémosla al máximo, parece recomendarnos el poeta.

Quien tuvo una vida así, de claros-oscuros bien marcados, quien no perdió su modestia, su grandeza no opacó su calidad humana, enfermo, solitario, glorificado, despreciado; toda una vida de contrastes. Quien vivió así, no pretendió ufanarse de sus logros. Esta expresión es, creo yo, una muestra:

Agradezca usted los sombreros que se bajan entre las protestas miopes y la benevolencia que se demuestre en anónimos incomprensibles en asuntos artísticos, honra por cierto a los leaders. Leader no soy ni quiero ser sino como representante del esfuerzo americano común, en el cual mi nombre y mi obra no son sino el blanco de un sinnúmero de flechas y cuyos golpes acrecen el número de mis compañeros y soldados, para organizar definitivamente la resistencia de una guerra tan alegre como una vendimia y tan gloriosa como una cosecha. Pero había que condenar alguna vez la inepcia y la petrificación del antiguo profesorado, la inutilidad y la flaqueza de la antigua enseñanza, la mano manca y la pata coja del Pegazo académico”. (Buenos Aires, octubre de 1896).

Patria hispanoamericana

Hoy, aunque no se lo haya propuesto, es un referente de la posición bolivariana de Nuestramérica, lo que no significa que no haya dedicado importantes esfuerzos.

En carta a don Hugo D. Barbageleta le manifiesta: “Con gusto he leído sus páginas sobre Bolívar y San Martín. Estudia usted con plausible entusiasmo y con simpatía, esas admirables «vidas paralelas» de los dos más grandes hacedores de patrias hispanoamericanas. Le felicito con toda voluntad. No son muchos los que hoy en nuestras repúblicas se dedican a las labores históricas, sobre todo a la presentación imparcial [presumo equilibrada] de las máximas figuras de la Independencia. Usted tiene el don del trabajo meditado y consciente y un afecto cordial y un interés moral que se extiendan sobre todos nuestros países americanos. Usted piensa serio y escribe probo, con esa «honradez serena» […] Insta a una campaña continental por nuestra independencia a partir del pensamiento de los próceres. “Prosiga usted, en sus tareas, para bien de la cultura de su patria y de nuestra cultura hispanoamericana…”. (París, 6 de junio, 1911).

El poeta no es ajeno a ese esfuerzo de integración de Centro América, múltiples escritos, lo demuestra, insiste en privado también: “Quizás pudiera tener éxito el proyecto de que me habla con extensión para todo Centro América. En Nicaragua hay importantes ferrocarriles que ponen en comunicación las principales poblaciones” (Madrid, 19 de junio, 1908). Reconoce la importancia de las obras de infraestructura para trascender nuestras propias fronteras, además, como un elemento de integración centroamericana, como buen liberal de la época.

Hoy, fuimos testigos de la desaparición del ferrocarril ya que sus autores no tienen esa vocación integracionista, respondiendo a foráneos intereses. Se habla de un proyecto del ferrocarril centroamericano financiado por el BCIE, ojalá, porque Rubén, a pesar de su estadía en Europa, o más bien por vivir en Europa, fue testigo de la trascendencia del ferrocarril para el desarrollo e integración europea. Esto es tan real que, al caer Zelaya, los pactos Dawson dejan en manos yanquis, entre otras cosas generadoras de ingresos, al ferrocarril.

En un telegrama, publicado en La Noticia, en Managua, el 3 de agosto de 1938, procedente del Diario de Granada, dice: “Condenso a su pedido mis impresiones de hoy. Un gentil entusiasmo en la artística Masaya. Una obra estupenda este ferrocarril a los Pueblos, esfuerzo de los más brillante coronados en la obra del general Zelaya. Un paisaje de encanto. Una amabilidad generosa en todos los que tan calurosamente me han manifestado sus simpatías. Un bouquet de damas en su vagón de flores. Mi gratitud y honda impresión cordial”.

En otra carta dice: “Manifiéstole gustoso que la gira es encantadora. El paisaje prodigioso, el ferrocarril, una obra digna de toda admiración y aplauso, y la cordialidad de Masaya, de las que quedarán hondamente grabadas en mi recuerdo”. (Masatepe, 7 de diciembre, 1907).

Amor por la Patria

Entro ahora en un aspecto que hace que Nicaragua tenga que solventar una eterna deuda con el universal Rubén Darío, con responsabilidad de la clase política oligárquica. Compartiré textualmente lo escrito por Darío, destacando su decencia y compromiso con la Patria, a pesar de todo, y claras muestras de agradecimiento cuando lo tuvo que hacer, por decencia; frases y personajes que no hay que sacar del contexto de su crisis de salud, al final de sus días.

A Francisca Sánchez, su conejito, se lo escribió claramente, estando en Nicaragua gestionando su posible divorcio: “Hay que luchar en el mundo con muchos enemigos, pero con la ayuda de Dios y de la conciencia se triunfa de todos”. (León, Nicaragua, 12 de febrero, 1908).

Darío, tuvo una paciencia sin límites, a lo que él siempre tuvo claro como intrigas en su contra. Dice en una de sus cartas: “Solamente te diré que es muy posible ponga mi renuncia dentro de muy poco. La intriga contra mí no cesa. Medina y otros, aquí y allá no tienen más idea que escribir al Presidente en contra mías. Yo no soy hombre de esas luchas. Por otra parte, la legación no me deja sino compromisos y molestias. Ni puedo servir al país, ni realizar mi labor personal. Así, mejor dejarlo. Y mejor renunciar. Ya comprendes. Como amigo sé que me quieres, te pido tu opinión. Yo tendré buena cuenta de ella, para lo que haya de resolver”. (Madrid, 8 de noviembre, 1908).

Rubén se refiere a Crisanto Medina (18??-1911), enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Nicaragua ante los gobiernos de Inglaterra, Francia y España; él es quien le pagaba su salario a Darío como Cónsul en París desde marzo de 1903. ¿Cuántos Medina se conocen hoy día? Pero el universal es nuestro Rubén. Los cizañeros terminan olvidados y repudiados. A José Madriz, el entonces vicepresidente de Nicaragua, le es claro en esta, más que queja, la catalogo como una denuncia:

“No te puedes imaginar los apuros que he pasado para poder sacar bien de tanta emergencia mi decoro y el del país. Al enviarme, allá no sé lo que pensaron, la cosa resultó a la fuerza, como una satisfacción a mis amigos, como una consecuencia de la oración nacional y algo así como la concesión de un gasto inútil para un ministro considerado simplemente como decorativo. A todo esto, me despacharon sin viáticos […]

“Fíjate que a todo esto no se trata de mí, sino del Representante de Nicaragua. Pues bien, todo esto es nada para lo que sigue. Desde que tomé posesión de mi cargo, Medina comenzó una inmensa campaña, sin descanso, de intrigas ruines. En unión de un antiguo empleado mío a quien tuve que echar por inepto. No hay correo por el que no envíe al Presidente alguna sarta de horrores. Y lo grave del asunto es que el Presidente se inclina a dar crédito a semejante informador sabiendo la antigua inquina y el odio que no sé por qué me profesa ese hombre. El general también tiene en su círculo otros elementos que me son contrarios; que no tienen ninguna idea de lo que soy y de los que yo valgo fuera de Nicaragua y sobre todo en España, y que no cesar de repetirle la mala y gastada leyenda de bohemias y de borracheras.

“Allí se cree que yo hago una vida de escándalo y de vicio como si eso me lo permitiese primero mi orgullo personal y después una corte tan exigente como la de España. ¿No pueden pedir ni quieren informes a gentes de dignidad en Madrid? ¿No estuvo viviendo en la Legación Santiago Argüello? ¿Vale nada todo eso?

“En fin, mi querido José, que estoy a punto de un momento a otro, a poner [sic] mi renuncia. El sueldo que gano es simplemente el mismo que tenía siendo cónsul, con doscientas pesetas más… y sólo la casa cuesta cuarenta duros. […] Todo esto te lo digo, naturalmente, en toda confianza, para que me des tu parecer y pueda yo resolver de firme. Luis me ayuda admirablemente y eficazmente. Para él, renunciar sería dar gusto a mis enemigos. Pero yo no soy hombre de esas ásperas luchas, no puedo con la intriga y a causa de mis nervios y de sensibilidad, todo lo veo aumentado y por el lado trágico”. (Madrid, 14 de noviembre. 1908).

«Hervidero de intrigas»

Su sensibilidad, su calidad humana, no pelear con gente que intriga, recurre a sus amigos, porque su mejor defensa es ser quien es, sin que eso signifique ser ingenuo, palabra discreta que tiene en el pueblo una clara connotación. Estas situaciones son tan vigentes lamentablemente, pero la ética y honradez, siempre triunfan. Por otra parte, el personal diplomático actualmente vive con esas mismas dificultades, porque a diferencia del pasado reciente, los sueldos son a tono con un país con el nivel económico de Nicaragua. Siempre en relación a las intrigas en su contra, en carta a Santiago Argüello insiste en lo mismo:

“Conozco el que justamente, llames “hervidero de intrigas en torno a nuestro Gobierno”. Pero te equivocas cuando hablas de mi “confiada ilusión de alma de poeta y de hombre bueno”. Es un general error, que conviene no contradecir mucho, el creer que yo ando por las nubes. Homo Sum. Y, además, si te fijas bien, un poco burgués. Así, no creas que me sorprendería cualquier cosa que me pasase. Después de todo, tú has visto cómo vivo y cómo es la vida en Madrid. Para todo me dan mil pesetas, y el nuevo Ministro de Relaciones me dice que de esa suma han de pagarse los cablegramas oficiales… Tú me dirías: pero ¿por qué no renuncias? Por no dejar satisfechos a los que tú llamas reptiles. Ya sabrán que Medina es quien me paga mis sueldos.

“Pues bien: ¡hace cuatro meses que no recibo un céntimo! Mis escasos recursos, que apenas me bastaban como Rubén Darío, han tenido que emplearse, en todo ese tiempo, en sostener el decoro de Ministro de Nicaragua ante Su Majestad Católica. Si te dijera que he tenido que mal vender una edición de Páginas escogidas y mi piano para poder hacer frente a la situación… La cosa, pues, fuera de la dignidad del puesto y consideración oficial, no es, como lo ves, envidiable. Yo ya ni pido ni me quejo; pero me documento por si algo pasa más tarde”. (Madrid, 12 de enero, 1909).

Puede verse, frustración ante su difícil situación, pero no humillación, por él y por lo que él representa. Pero, en la siguiente carta, dirigida a Gustavo Gómez, me llamó la atención, que, hasta el nica que todos llevamos dentro se le sale a nuestro Rubén. No sé si me equivoco, pero es mi precepción; personalmente nunca leí palabras nicas en un escrito de Rubén, salvo El Trópico, pero no una característica, una vulgar pues, ni siquiera en estas cartas que son privadas:

“Las intrigas han sido muchas y las chismosas invenciones abundantes. Pero yo preví el daño a tiempo, y los amigos de allá pusieron de su parte lo que pudieron. Claro es que, como usted cree, todo emana de la persona que me nombra.

“Los suyos son trabajos de especialista. Se le conoce el juego. Naturalmente tiene allá quienes le apoyen. Él ha sido bien servidor de algunos y buen agente de negocios, sacando siempre buena tajada. También estarán de su parte algunos que no querrán aparecer delante del Presidente como malos profetas, pues juzgaban que no serviría yo para Ministro, me iba a mantener bebiendo guaro” […].

Honradez a toda prueba

El alcoholismo –es sabido por todos– es una enfermedad; la adquiere cualquiera, más aquellos que en escenarios públicos o privados, de etiqueta o farándula; es meritorio para quienes pueden evitarlo en esas circunstancias.

Rubén, en innumerables tertulias, se entregó a sus encantos pero no falló nunca a sus compromisos o a causa de su adicción hizo bochornosos actos en esos eventos. Continúa diciendo en la referida carta:

“Él (Medina) ha hecho todo con la canallada de un empleado que tuve que despedir por ladrón y que se puso allí a sus órdenes, explotando a su vez la malquerencia.

“Mucho le estimo su espontánea intervención en el asunto. Vargas Vila por su parte, no podía menos que poner las cosas en claro. Un alto empleado del Ministerio de Estado escribió de aquí también, privadamente al Secretario de la Legación de Guatemala para que por su parte hiciera conocer la verdad.

Hace más de tres meses que el Ministro Medina no me paga mi sueldo: hace tres meses que con mis escasos medios sostengo la Legación de Nicaragua ante Su Majestad Católica. Medina se hace el sueco. No le parece a usted que, aunque sea muy poco diplomática la palabra, esto es mucho joder, como decimos por allá ¿y por aquí? Yo tengo la Legación con el decoro necesario; y el Gobierno no me da sino 200 francos más que cuando era Cónsul y no tenía gastos como los de ahora. Yo, dadas las circunstancias, voy a reducir éstos y a vivir con la mayor economía posible: pienso ir a Londres en abril”. (Madrid, 9 de febrero, 1909)

Es incapaz de echar mano de los bienes de la Nación, en la Legación que dirige para solventar sus gastos, más bien los reduce. Por otro lado, no abandona su compromiso con la Patria, a pesar de la falta de pago. Por eso, sobran quienes lo defiendan ante esas calumnias e intrigas.

Mentiras y calumnias

Esos constantes ataques personales no hacen mella en la posición política de Darío, ni en su lealtad al máximo representante de estas ideas. En carta a José Santos Zelaya, presidente de Nicaragua, a quien apoyaba por su visión de Nación y, luego por la vulgar intervención yanqui para hacerlo abandonar el poder, le manifestaba sincera gratitud, no sin antes, con toda su fuerza ética, expresar su enojo, por lo que hoy llaman “fake news” que tan mal hacen quedar al país, a nuestro país:

“En New York tuve el disgusto de saber que periodistas, ligeros o mal intencionados, habían lanzado a la publicidad noticias falsas sobre nuestro país, donde por ciertos falsos fusilamientos hechos por orden de su Gobierno, y sobre un empréstito que, en tono de broma, me suponían a mí encargado de negociar en Londres. Los primeros rumores han sido desmentidos por mí enérgicamente, respecto a lo segundo no me he creído en el deber de hacerlos rectificar, pues sería de mal gusto acordar seriedad noticias inocentes que hacen más daño al que las inventa que a la persona contra la que van dirigidos”. […] Sin comentarios, dada la vigencia en el contexto actual.

Continúa Darío dirigiéndose al presidente Zelaya: “Nunca olvidaré ni sus indicaciones amistosas ni sus preciosos consejos, ni todo cuanto debo a usted… Dejando a un lado los cargos y honores que le debo y por los cuales le debo gratitud eterna, mi afección a usted es más viva por su personalidad que por su alto puesto”. Gratitud, ante quien le tendió la mano, para darle la oportunidad de servirle a su país.

Y concluye: “Mi conducta no ha de ser otra que la de honrar a quien así me ha honrado, elevándome paternal y gubernamentalmente, de una manera superior a mis merecimientos”. (París, 7 de mayo, 1908) Hoy, ligeramente podrían acusar a Rubén de fidelidad a un caudillo político o dictador como han catalogado a Zelaya. Creo yo, que la siguiente carta, dirigida a Pedro Rafael Cuadra –amigo en común de Salvador Calderón, quien luego sería representante de Sandino en las pláticas de paz de 1933– respondería esa ligereza:

“Yo, señor Cuadra, no tengo, por derecho de intelectualidad, y por motivos de ausencia, opiniones políticas en Nicaragua. Alejado de mi tierra, y bregando por un ideal literario que se impuso en todos los países de lengua española, he podido ofrendar a Nicaragua el reflejo de lo que Dios ha hecho por mí.

“Ningún Gobierno se dio cuenta de que yo existía, hasta que el doctor Sacasa me envió a España en 1892, con motivo de las fiestas colombianas. Cierto que yo no sirvo más que para pensar y para soñar.

“Tiempo después, Zelaya me mandó con destino a España, en calidad de Ministro. Madriz a raíz de la Revolución [En tiempos de Darío, todo levantamiento armado lo llamaban revolución] me confió por pedido del Gobierno de Mexicano, la Misión Especial de aquella República, con motivo de la celebración del Centenario. […]

“De acuerdo con la Delegación Cubana y con el Ministro Belga, que iba conmigo a la misma celebración, resolví seguirlo a México pues ellos no se imaginaban que mi Misión, y sobre todo, mi completamente decorativa personalidad para el caso, tuviesen que ver con el cambio de política de mi país y tanto más que yo representaba a nuestra Patria nicaragüense y de ninguna manera al Gobierno de Madriz.

“Al llegar a México me detuve en Veracruz, porque se me prohibió –por una insinuación oficial, puesto que hubo un enviado especial del Ministro de Instrucción Pública que fuese a la Capital. Se me declaraba Huésped de Honor de la República, en tanto que el Gobierno de Nicaragua me retiraba mis credenciales. [momento de una nueva crisis o de continuación de la crisis que padecía] Hasta esa fecha, se me debía 45,000 francos y ello puede comprobarse en las cuentas de Relaciones Exteriores, en Managua [¿Existirán esos registros?… Yo lo dudo] y con las de don Crisanto Medina, nuestro Ministro en París, que era quien me pagaba”. […]

Rubén está consciente de la crisis económica del país en ese momento, lo sabe, por eso afirma: “Pero yo no pido dinero –y allí están su eficiencia y gentileza- sino que se me vaya pagando, a pocos, que para mí serán oportunísimos… Y el Gobierno tendrá un reconocido…” (New York, tercera semana de noviembre, 1914).

Desde el año 1912, momentos en que miraba llegar la hora de partir, “Enfermo, abrumado de nervios, escribo estas líneas para decir mis agradecimientos a Dafne. ¿Dafne?” (Buenos Aires, 7 de septiembre, 1912), en otra carta, dirigida a Diego Carbonell en París le implora: “Es urgentísimo que usted venga a verme, se lo suplico. Estoy en cama”. (París, segunda quincena de noviembre, 1912)

Es importante tener en cuenta el contexto. Ya ha ocurrido el vil asesinato del patriota Benjamín Zeledón, de quien no he visto hasta hoy una solo palabra de Rubén hacia esa gesta. Ambos coincidieron en un homenaje de la alcaldía de Managua al poeta, años atrás. Pero, es lógico, pues ¿cómo se iba a enterar, ante tan dramática situación de salud que vive él mismo vivía? ¿O sí lo supo? Además, en 1910 Rubén fue beligerante ante el entonces expresidente Roosevelt, confrontándolo en París, en lo que se ha considerado como “la respuesta a la Nota Knox”.

Y, ya un año antes de su muerte, hay una carta dirigida al presidente impuesto por la marinería yanqui, Adolfo Díaz, en donde le afirma: “Son estas cosas, por su oportunidad y su eficacia, de las que los dignos no se olvidan nunca. Tanto más que ese recuerdo del Jefe de mi Patria viene en mis años en que comienza la fatiga y se necesita reposo, independencia y tranquilidad para llevar a término la misión que a uno le ha tocado”. (New York, 27 de marzo, 1915) En esta carta vuelve a mencionar a don Salvador Calderón, lo cataloga como “espíritu nobilísimo y culto”.

Interpreto dos cosas, por un lado, agradecimiento de al menos un gesto de decencia de Díaz, de ayudarle económicamente al poeta, cuando ya, solo sus amigos íntimos lo hacían. Rubén, ajeno a la política local, puede verse como resignado a agradecerle. Pero ojo, habla de la misión que le ha tocado.

Horror por la guerra

Y es que, a pesar de estar enfermo, en el contexto del estallido de la llamada Primera Guerra Mundial, donde manifiesta estar “horrorizado”, Rubén se plantea la tarea de ser promotor de la Paz: “Yo no puedo continuar en Europa, pues ya agotó hasta el último céntimo. Me voy a América, lleno de horror de la guerra, a decir a muchas gentes que la paz es la única voluntad divina. Comenzaré por los Estados Unidos y el México devastado por fraternales rencores”. (Barcelona, 14 de septiembre, 1914)

Pero también le propone una tarea a España, la que tanto defendió frente al coloso del norte de América, en correspondencia a Eduardo Dato, político y jurista español, presidente del consejo de ministros, a quien le manifiesta estar “conmovido y espantado”:

“España y la América, y principalmente la América Latina, son las llamadas hoy a mantener –ligadas en común designio de neutralidad- el equilibrio político y comercial del mundo”. […] Cataloga Rubén a esta guerra imperialista como “titánica lucha que hace estremecer los cielos y la tierra del continente europeo”… proponiéndole Rubén al político español “una jornada bajo los auspicios de la paz”. (Barcelona, 8 de octubre, 1914).

Ya en Estados Unidos, Rubén es beligerante en su misión: “Estoy en estos momentos en los Estados Unidos. La Columbia University me invita a dar una conferencia”. (New York, 6 de enero, 1915) Por eso, en determinado momento afirmó, igual que Martí, conocer al monstruo, al Calibán, desde su interior.

Hay quienes critican a nuestro Rubén en su defensa a España, sin tomar en cuenta que hacerlo, en su contexto, era ponerse en contra de la posición imperial del vecino del norte. Hay quienes además critican a Rubén, por su ambigüedad frente a Estados Unidos; un día los saluda, otro los ataca. En mi opinión, igual que hoy, lo que se le pide a esa ave imperial es RESPETO: “Águila, existe el Cóndor, él es tu hermano en las grandes alturas…”.

En este sentido, manifiesta: “Saludar nosotros al Águila ¡Sobre todo cuando hacemos cosas diplomáticas!… no tiene nada en particular. Lo cortés no quita lo Cóndor…” “Por fin acepto un alón de águila, lo comeré gustoso -el día que podamos cazarla. Y allí, fíjese bien, anunció la guerra entre ellos y nosotros”. ([Brest]. 18 de agosto, 1907)

Desde la guerra contra España, Rubén estuvo claro el peligro que representa el imperio del norte, “el futuro invasor de la América ingenua…” escribe:

“Nicaragua será una dependencia norteamericana. Y como yo no tengo la voluntad de ser yankee, y como la República Argentina ha sido para mí la Patria intelectual, y como, cuando publiqué mi Canto a la Argentina, la prensa en ese amado país pidió para mí la ciudadanía argentina, quiero, debo y puedo ser ciudadano argentino.

Usted sabe lo que yo he amado el Río de la Plata y yo sé que allí todo el mundo aprobaría mi preferencia por el Sol del Sur ante las Estrellas del Norte” (París, finales de noviembre, 1910), En otra carta es muy claro del nefasto futuro, muy próximo en Nicaragua: “All right!, como dicen nuestros futuros amos los yanquis” (París, 23 de marzo, 1912)

Nunca dejó de ser nicaragüense. Su amor a la Argentina o a Chile, lo hace desde su nacionalidad latinoamericana o hispanoamericana, como él la concebía. En carta a Roque Sáenz Peña, presidente de Argentina, tras los elogios a Darío en la Conferencia Internacional Americana de Washington en Los Raros (1896) el poeta nicaragüense le expresa: “En vivo deseo y es el de consagrar, a la República Argentina, que es para mí, como lo sabe Su Excelencia, una segunda patria, lo que yo pueda con mi nombre y mi pluma, en favor de su propaganda y de su influjo tanto a Europa como en los países de América Latina”. (París, 2 de octubre, 1912) Para Darío, la clave de la integración bolivariana, siempre estuvo en el llamado grupo ABC (Argentina, Brasil y Chile).

Pero siempre estuvo presente su esencia antimperialista: “Conste, para la documentación en donde yo nací, (Metapa, Nicaragua, Centro América, U.S.A.) porque, desde esos momentos en que leo un periódico, el pequeño estado de Nicaragua queda sujeto a los Estados Unidos” (Valdemosa, 13 de noviembre, 1913).

Por eso, insisto ¿no se publicó nada sobre la barbarie contra Benjamín Zeledón y sus leales soldados? Ya en el ocaso de su vida, en la última misiva registrada en esta obra “Cartas desconocidas”, el bardo le expresa a Emilio Mitre V., director de La Nación, hasta Buenos Aires, su agradecimiento por un cheque muy oportuno hasta New York:

“Me hallo en mi patria, enfermo […] Nunca olvidaré a La Nación ni al noble amigo. ¡Lloro al pensar que nunca más volveré a ver tierra argentina! (Managua, primera semana de enero, 1916)