Caín, los yanquis y nuestro legítimo derecho a la defensa Por Alfonsa Goicoechea

Caín, los yanquis y nuestro legítimo derecho a la defensa Por Alfonsa Goicoechea

La mundialmente famosa industria cinematográfica de los Estados Unidos está llena de películas y series de televisión que relatan los acontecimientos ocurridos en todas las guerras en las cuales han estado involucrados sus ciudadanos. Desde la Guerra de Secesión y las invasiones en su lejano Oeste en contra de las poblaciones originarias, ha habido jóvenes que voluntaria u obligadamente han incursionado en territorios vecinos y países distantes ganando medallas, condecoraciones y todo tipo de reconocimientos usuales en la vida militar, aun en acciones abiertamente deshonrosas, pero en función de sus objetivos imperialistas y expansionistas. Infernal ejemplo de ello es el lanzamiento de las primeras bombas atómicas sobre los civiles indefensos en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial.

Esas películas no cuentan la historia de Toro Sentado, sabio jefe de la Nación Siux que combatió y derrotó al general George Custer. Custer peleaba bajo las órdenes del presidente sureño Franklin Pierce, el mismo que apañó el bandolerismo del despiadado asesino y terrorista William Walker en nuestra amada Nicaragua. Después que los Siux eran libres como el viento, teniendo el cielo y el horizonte por fronteras, ellos fueron confinados en horribles reservas indias, donde su jefe fue vilmente asesinado, solamente así pudieron contenerlo.

Cuando a los gringos les va mal y pierden la guerra y la vida, como durante la persecución a Sandino en Nicaragua y contra el valiente pueblo de Viet Nam, los féretros regresan por cantidades cubiertos con su pabellón nacional, son declarados héroes y sepultados en un cementerio especial.

Curioso detalle del sistema imperante en ese país es el repugnante abandono y desamparo que padecen los veteranos al regresar a casa sin esperanza ni recompensa, convertidos en indigentes, desquiciados mentalmente y mutilados físicamente, en función de objetivos espurios, pero con una medalla en el bolsillo que solamente les sirve para empeñarla por unos cuantos dólares con qué pagar el desayuno de un solo día. La suerte de sus familias destrozadas no es mejor.

¿Quién asesina a quién?

Muchas veces hemos escuchado al actual presidente de ese país decir consternado que “a su hijo lo asesinaron en Irak”, parlamento que también repiten los actores en los filmes. Aparte de las imprecisiones de la traducción periodística, el problema es más bien jurídico, político e ideológico. La afirmación de ser víctimas de asesinato en tierras lejanas requiere un análisis desde el punto de vista de los contrarios, porque las películas relatan solamente la opinión de la más grande potencia (ya que su expresión no pasa de ser una opinión subjetiva arbitraria, ilegal e inhumana), que por lo general resulta vencedora, especialmente en las versiones de Hollywood de sus contiendas armadas.

Sus acciones militares nada tienen de gloriosas, menos de honorables, porque con premeditación, alevosía y ventaja violan a diestra y siniestra todas las convenciones de derecho internacional, penal, humanitario y de guerra. Sus propios soldados descendientes de inmigrantes se quejan de ser víctimas de violaciones y discriminaciones. La evidencia más palpable de sus crímenes es la existencia de la base militar de Guantánamo, donde se quebrantan sistemáticamente los derechos más elementales de la persona humana.

El diccionario Ruy Díaz de Ciencias Jurídicas y Sociales expone el significado del concepto Asesinato: Acto de dar muerte a otro alevosamente. El diccionario de la Real Academia Española dice bajo ASESINAR: Matar a una persona con premeditación y alevosía. ALEVOSÍA: La traición, infidelidad o maquinación cautelosa contra alguno.

El artículo 140 del Código Penal vigente de la República de Nicaragua establece: Se impondrá pena de 20 a 25 años de prisión a quien prive de la vida a otro recurriendo a alguna de las circunstancias siguientes: alevosía, precio, recompensa o promesa remuneratoria, ensañamiento, de noche, en lugar poblado, o en despoblado, o en caminos, cuando el acto se ejecute en presencia de otras con el objeto de causar intimidación y crear zozobra en la sociedad. De conformidad con las últimas reformas a la Constitución Política y dependiendo de las circunstancias del asesinato, la duración de la prisión puede convertirse en perpetua. Cualquier delincuente en nuestro territorio es sujeto de interés para las autoridades competentes, es su deber constitucional.

De acuerdo con lo anterior, cabe indiscutiblemente la pregunta: ¿quién asesina a quién? ¿aquél que contra toda razón y derecho invade militarmente y agresivamente el territorio de un país ajeno, soberano e independiente privando de la vida y la paz a sus habitantes, o todo aquél que defiende lo que es suyo en su Patria?

Caín apátrida

La pregunta anterior es pertinente, toda vez que Nicaragua durante casi toda su historia republicana ha sido víctima de sucesivas invasiones, amenazas, agresiones militares destructivas, “sanciones”, bloqueos económicos, hostigamientos provenientes de Estados Unidos con el fin principal de apropiarse indebidamente nuestros recursos naturales y nuestras ventajas geopolíticas para provecho del vulgar asaltante, autor e instigador de delitos comunes. Para ello, los gringos recurren a una infinidad de argucias, trampas, imposiciones, amenazas, asesinatos, derrocamiento e intento de derrocamiento de gobiernos legítimos, ya no digamos la imposición gobiernos traidores, desarraigados y entreguistas.

En Nicaragua los gringos han recurrido a mercenarios sanguinarios como William Walker, José María Moncada, Adolfo Díaz, los Somoza, pero también a conciudadanos sencillos presionados, engañados y confundidos para levantar la mano contra sus hermanos: los contras de los años 80 y los golpistas de 2018, como caínes modernos.

Los gringos también dictan leyes de efecto extraterritorial, lo cual es escandalosamente violatorio del Derecho Internacional, por tanto intolerable. Es con alevosía, premeditación y ventaja que el gobierno de Estados Unidos envía gigantescos contingentes entrenados y equipados en contra de territorios lejanos, soberanos, independientes e inocentes de las imputaciones, con el pretexto de defender los derechos humanos, la libertad y la justicia, pero no reconstruyen ni restituyen los derechos de poblaciones enteras que resultan asesinadas y destruidas por el absurdo y criminal subterfugio estadounidense, como en los países de Oriente Medio.

El ilegal y tiránico bloqueo a Cuba durante más de sesenta años es otro terrible ejemplo de la noción gringa de respeto a los derechos humanos y la libertad. A veces, para librarse de “las molestias financieras y jurídicas” inventan grupos armados que ejecutan sus órdenes “legalmente”, como la ignominiosa y sangrienta Guardia Nacional que por 45 años atormentó a Nicaragua.

Durante los aciagos días del intento de golpe de Estado en 2018, por ejemplo, circularon muchos videos de un oscuro personaje que intenta engañarnos con la falacia que es periodista y últimamente pretende a toda costa ser candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 2021, a sabiendas de las inhibiciones que estableció un gobierno entreguista de los años 90. Resaltan las afirmaciones del laureado mercenario de la palabra en aquellos días, de que el presidente Ortega se había reunido varias veces con el delegado del Departamento de Estado de Estados Unidos para negociar su rendición y que la mencionada potencia ya había despachado un portaaviones para imponer sus dictados por la razón de la fuerza militar, como hicieron en nuestro país varias veces durante el siglo pasado.

Esa y muchas otras noticias falsas con las que pretenden aterrorizar al pueblo y deslegitimizar a nuestro gobierno nos obligan a defendernos de los ciberdelitos. El mentado ciudadano anunció en otro video que los golpistas destruirían el país. Las criminales acciones de los vándalos golpistas presentadas de manera triunfalista en videos publicados en la red tuvieron ese objetivo. Esa es la conducta de un criminal, traidor, vendepatria, entreguista y desarraigado.

Los nicaragüenses hemos padecido demasiadas guerras en nuestra historia, no deseamos volver a esa situación porque conocemos muy bien las consecuencias y el dolor que generan. Pero, francamente yo no creo que los nicaragüenses nacionalistas nos quedemos impávidos contemplando desde lejos una nueva invasión en el siglo XXI, no por eso somos asesinos, sino patriotas defensores de la Soberanía y la Dignidad de la Patria.

Estados Unidos se arroga el derecho a mantener una reserva militar para aplicarla en situaciones bélicas, pero pretenden desacreditarnos, devaluarnos y censurarnos a los nicaragüenses con la patraña peyorativa de ser paramilitares: somos la reserva moral y militar de la Nación. Nuestras fuerzas armadas cumplen un deber constitucional, todos tenemos el deber y el derecho a organizarnos para defendernos.

2 comentarios en «Caín, los yanquis y nuestro legítimo derecho a la defensa Por Alfonsa Goicoechea»

  1. Excelente escrito, que sintetiza toda una gama, del modo de operar por parte de los Norteamericanos y lame botas locales, a fin de mantener su status de imperio y la explotación regional.

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