Chile: entre la indiferencia y la barbarie Por Atilio Borón | https://atilioboron.com.ar/

Recientemente he leído y escuchado a alguna gente autoidentificada con –o referenciada en– la izquierda en Chile y en otros países de la región proponiendo para el crucial balotaje del próximo domingo la abstención electoral, o el voto nulo o en blanco. Creo que esa postura es un trágico error, que puede hundir una vez más a Chile en la barbarie.

El candidato nazifascista José A. Kast, porque eso es, si llegara a triunfar encabezaría un gobierno que sería mucho más nefasto que el de Augusto Pinochet. Guardaría las formalidades y las apariencias; montaría un sofisticado simulacro pseudo–democrático que sería exaltado por la prensa canalla, los poderes fácticos y el imperio, pero aplicaría una política salvaje de represión, persecución y cárcel contra toda expresión de descontento u oposición.

Como si lo anterior fuese poco, el talante profundamente autoritario y reaccionario del personaje y su entorno se potenciaría con el holocausto social y económico que produciría la profundización de las políticas neoliberales que tanto dolor y sufrimiento han ocasionado en Chile.  Por eso no entiendo a quienes en esta crucial coyuntura optan por lavarse las manos, cual modernos Poncio Pilatos.

¿No son conscientes de que con esa actitud facilitan el triunfo de la ultraderecha? Lo que se juega en Chile es nada más y nada menos que impedir la entronización del fascismo, por vía electoral. Pinochet llegó a La Moneda mediante un sangriento golpe militar; su émulo y admirador llegaría sobre los hombros de su propia base electoral–una derecha recalcitrante, racista y xenófoba– con el irresponsable aporte de aquellos que ante la incomprensión de las exigencias de la coyuntura prefieren hacerse a un lado sea negándose a votar, o yendo a los comicios y votando nulo o en blanco.

No hace falta poseer un doctorado en ciencia política para saber que esas distintas formas de deserción y abandono del terreno de lucha juegan a favor de Kast; que cuanta menos gente concurra a votar mayores serán sus chances de ganar el balotaje. Lo que ocurre es que en la vida política real –esa feroz “guerra de dioses contrapuestos” de la que tanto hablaba Max Weber– la coyuntura suele enfrentar a los pueblos ante la necesidad de optar por un candidato que si bien no los convence del todo es necesario apoyar para impedir el triunfo de quien se sabe es la encarnación misma del mal.

Esta visión realista de la política no es percibida en las nebulosas construcciones abstractas de ciertos estériles teólogos de la izquierda y la revolución, más preocupados por preservan la pureza del dogma que por hacer avanzar siquiera un metro a las causas populares.

Por eso me alegró leer el brillante escrito de Manuel Cabieses Donoso, uno de los grandes intelectuales y educadores de la izquierda revolucionaria chilena y latinoamericana, cuando en una sentida nota referida al tema concluyó que estamos “otra vez obligados a votar por un candidato presidencial que no representa nuestras esperanzas de ruptura con el neoliberalismo. Sin embargo, entre Kast, ultra derechista, y Boric socialdemócrata, no podemos equivocarnos. La abstención es la gran amenaza al propósito de detener al fascismo encarnado por Kast”.

En cambio, me preocupó y decepcionó, debo confesarlo, que Sergio Rodríguez Gelfeinstein, de quien tanto aprendemos leyendo sus sofisticados análisis sobre la realidad internacional, haya publicado una nota en la que, al revés de Cabieses Donoso, confía angelicalmente en que “chilenos tengan una nueva opción en la que no estén obligados a optar por el mal menor. Tengo plena confianza en que la sabiduría popular hará emerger otro liderazgo que traiga un nuevo presidente que sí sea fiel representante de sus intereses. Mientras ese momento llegue, en este 2021 en Chile, como en 1993 en Venezuela, no votaré”.

He dicho lo suficiente.

Oigámoslo ahora a Antonio Gramsci, que en un texto juvenil del 11 de febrero de 1917 recuperado por la revista Sin Permiso y que lleva por título “Odio a los indiferentes”.

En ese luminoso escrito el gran teórico comunista italiano dijo algo que se aplica como anillo al dedo a la actual coyuntura chilena:

 “Odio a los indiferentes.

Creo que vivir es tomar partido.

Quien verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano ni de tomar posición.

La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es vida.

Por eso, odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más esplendorosos.

La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Actúa pasivamente, pero actúa. Es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la sofoca.

Lo que ocurre, el mal que se abate sobre todos, no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que actúan, como a la indiferencia de muchos.

Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunos lo quieran, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja de hacer, deja promulgar leyes que después solo la revuelta hará anular, deja subir al poder hombres que después sólo una sublevación podrá derrumbar”.

Reflexionemos atentamente sobre estas sabias palabras de Gramsci.

Ojalá que sus reflexiones impulsen a las camadas juveniles y a todas y todos los que lucharon cuerpo a cuerpo contra los aparatos represivos del régimen de Sebastián Piñera a concurrir a las urnas y construir una inexpugnable muralla en donde se estrellen las ambiciones del imperio y sus peones nazifascistas.

Será para el bien de Chile y de toda Nuestra América.