Conmovidos, desgarrados, con el corazón doliente, decimos: ¡con odio nunca más! Por Rosario Murillo, Vicepresidenta de Nicaragua

Conmovidos, desgarrados, con el corazón doliente, decimos: ¡con odio nunca más! Por Rosario Murillo, Vicepresidenta de Nicaragua

La mañana del 10 de diciembre se nos hizo un nudo el corazón, se nos atravesó el torozón en la garganta, viendo, viviendo, reviviendo el sufrimiento de todo nuestro pueblo en aquellos terribles, aciagos días, tenebrosos días, que nos trajeron los serviles del imperio, los vendepatrias, los entreguistas, los mismos de siempre. Y viendo, escuchando, los testimonios de doña Manuela del Carmen Flores Grijalva, abuelita de Carlos Miranda; de la Inspectora Damaris de Jesús Martínez Hernández, destruida su vida, ella misma lo dijo, y todos los hermanos que estaban ahí con las fotos de sus familiares asesinados por los criminales que conocemos.

De verdad se nos estremeció el alma viendo y viviendo, reviviendo ese sufrimiento, y más en estos días en que las familias celebramos el nacimiento de Cristo Jesús, del Niño Dios, en nuestros corazones. Viendo los rostros también, en las fotografías que han subido los maestros, los padres de familia, de los niños, que nos dicen con sus sonrisas al recibir sus juguetes: ¡la paz es la esperanza! ¡La paz es el camino!

Todo, como la vida, revuelto. Por un lado el dolor; por otro lado, la terrible ausencia de los seres queridos. ¿Y quién nos dejó eso? Esos mismos que andan por ahí todavía, queriendo ser parte de una Nicaragua que nos les pertenece, porque ellos no pertenecen a esta Cultura.

¡Cuánto dolor, pero también cuánta fuerza la de este pueblo nuestro! Todos nosotros somos fuertes, somos dignos. Y por otro lado, admirable ese gesto de un pueblo y un gobierno que propició una amnistía, precisamente para preservar y fortalecer la paz en Nicaragua, pero la Amnistía no es carta blanca para seguir propiciando odio en nuestro país.

Cuando vimos a doña Manuela del Carmen, la oímos decir, “queremos justicia”, pero sabemos que la justicia es de Dios, y que Dios sabe, Dios ve, y también Dios nos juzgará a todos.

Un día como hoy, 10 de Diciembre, se celebran, dicen, dicen los que ocupan espacios dedicados a derechos humanos que no reconocen, que no respetan, porque, ¿qué derechos humanos? Los que les indican los imperios que deben considerar. Porque los derechos humanos de los pueblos, ni los reconocen, ni los respetan. Si nosotros lo vimos, lo vivimos… ¿qué derechos humanos reconocen esos organismos o esas personalidades?

Pero aquí, como nos dice el pastor Jerry, que es el pastor que recorre el mundo promoviendo los diez mandamientos: la verdad de Dios Nuestro Señor prevalecerá, triunfará, a su tiempo y manera, y nos mantenemos firmes por la verdad, confiando y esperando en el señor, con paciencia.

«No hay santo como nuestro Dios, porque no hay ninguno fuera de ti, oh, Señor. No hay roca como nuestro Dios».

Y decimos, no hablen con soberbia, no salga de esas bocas más arrogancia, porque el Señor es un Dios de conocimiento, y por Él se pesan las acciones. Y el Señor da vida, y hace ascender, hace subir, y él guardará los pies de sus santos, y los impíos callarán en las tinieblas. Porque con la fuerza nadie prevalecerá. ¡Con la fuerza nadie prevalecerá!

Este 10 de diciembre, todavía conmovidos profundamente por el testimonio de las víctimas, de los familiares de las víctimas, de los que pudieron llegar a la Asamblea Nacional, porque tantos otros están, a lo largo y ancho de nuestro país, clamando justicia, la justicia que llegará, de la mano de Dios.

Hoy los pueblos nos unimos en clamor y exigencia de respeto a los derechos humanos de familias, mujeres, hombres, juventudes, adultos mayores, hermanos con discapacidad, hermanos con opciones sexuales propias, todos unidos en la búsqueda del bien común.

Reivindicamos el verdadero sentido de los derechos humanos, desconocidos por las agendas políticas de organismos y personalidades de ese mundo que llaman primero, y que verdaderamente sólo representa la continua violación imperial de los derechos humanos, derechos a la vida y a las culturas de nuestros pueblos originarios, avasallados con las mal llamadas conquistas, que fueron verdaderos genocidios, y avasallados hoy por la burda exhibición del poder malsano y mal habido de las mismas potencias imperiales.

Nos unimos a los pueblos que reivindicamos nuestro derecho a ser escuchados, a ser tomados en cuenta, desde nuestros caminos y liderazgos, desde nuestros modelos sociales, culturales, económicos, políticos, soberanamente elegidos, escogidos y defendidos, por tantas familias y países, que los imperialistas de la Tierra pretenden seguir ignorando e intimidando.

Este 10 de diciembre, desde el vigor y la gloria de los pueblos, somos un solo dolor, un solo clamor, convertidos en fuerza espiritual y esperanza cierta, esperanza de tantos heroísmos que no pueden seguir desconociendo quienes ostentan poderes económicos dominantes, subyugantes y avasallantes, que vetan el derecho a la vida digna, y al bien común de los que implacable y ofensivamente siguen considerándonos “los condenados de la Tierra”.

Nos alzamos en una sola voz, reclamando justicia y reparación para tantas víctimas, heroínas y héroes de nuestras luchas, ausentes por supuesto, esas luchas, en las agendas politizadas de los organismos que controlan y ocultan, desde inaceptables dominios, los verdaderos reclamos y los genuinos sufrimientos, provocados por las grandes y gravísimas violaciones de los derechos humanos, que por siglos y siglos han realizado las potencias imperiales.

En rebeldía y reclamo de dignidad soberana de nuestros pueblos, este 10 de diciembre, con la autoridad moral que nos confiere la resistencia heroica y sublime de nuestros pueblos, y en particular aquí, de nuestro digno y valiente pueblo nicaragüense, afirmamos que tenemos derecho a ser considerados en nuestra valentía suprema.

No perdemos la esperanza, o la confianza en Dios, frente a todas las agresiones dirigidas, financiadas y coordinadas por los Imperios, y sus súbditos locales, que todavía hoy pretenden, de múltiples formas, arrebatarnos la paz y el bien.

Con el sufrimiento y el dolor convertidos en noble, aguerrida y valiente defensa de la paz, hablamos al mundo en nombre de todas las víctimas de las décadas de resistencia soberana del pueblo nicaragüense, y más recientemente, de las víctimas de la intervención golpista, armada, terrorista y criminal, que auspiciaron los imperios con un puñado de despreciables sirvientes, rompiendo la tranquilidad de la vida de un pueblo bueno, cristiano, devoto y solidario.

Seguimos reclamando justicia, seguimos reclamando derechos, y seguimos afirmando que Dios es el que sabe, el que ve todo, y el que reconoce plenamente a quienes con falsedades, artificios y abominables, aborrecibles, ambiciones históricas entreguistas, y vendepatrias, secuestraron Nicaragua, sembraron muerte, destrucción, crímenes, violaciones, e inesperados e inimaginables, e inadmisibles sufrimientos al pueblo grande de Darío y Sandino.

Pero «ni pudieron, ni podrán», y hoy 10 de diciembre, lo reiteramos, en nombre de todas las víctimas, de sus familiares, de las comunidades nicaragüenses asoladas por esa modalidad de crimen organizado que conocimos y sufrimos en carne propia. Identificamos y responsabilizamos a los vendepatria, que llenaron de sangre esta Nicaragua, siempre bendita, digna y libre, al mandato y al silbato, de sus amos imperiales.

Aquí no volverá el odio. Nicaragua está hecha para el cariño, para la paz, para la libertad, para la humanidad.

Con el corazón doliente, profundamente adolorido, pero alzado en dignidad y soberanía, conmemoramos este día, ofreciendo nuestro tributo de honor y gloria a todas las víctimas, a sus familias, y a toda nuestra Nicaragua que sufrió tanto, porque sufrimos, pero supimos trascender la mortandad espiritual de los que desconocen la honra de ser nicaragüenses, por Gracia de Dios.

Conmovidos, desgarrados en nuestros más profundos sentimientos cristianos, nos comprometemos con todos los nicaragüenses, y en particular con las familias de las víctimas, que siguen llorando su ausencia, a defender los derechos humanos de todos.

Y nos comprometemos también con todos los que han padecido y padecen las arbitrarias e injustas medidas, violatorias de todos los derechos humanos de personas y pueblos en todo el mundo, llamadas descaradamente sanciones.

Nos comprometemos, repetimos, a mantener nuestra Nicaragua libre del odio criminal de ese trágico, cruel y aborrecible golpismo, que nunca olvidaremos.

La amnistía fue una necesidad para propiciar la paz entre nicaragüenses, pero no confiere a nadie el derecho a seguir atentando contra la vida en valores genuinos, de cristianismo y solidaridad, que rigen la cultura de las mayorías nicaragüenses, que sólo queremos asegurar nuestro derecho a la concordia fraternal, y a sentirnos todos, en familia.

Nos comprometemos, como una sola voz y un solo corazón, a mantener nuestra Nicaragua bendita, libre de odios y culturas ajenas, genocidas, criminales. Y nos comprometemos a defender y preservar la paz y el bien, con el amor cristiano, como supremo derecho de todos los nicaragüenses.

Hermanos, de verdad, este día debe ser, y es, un día para que nuestros corazones repudien, rechacen, para siempre, el odio, como arma de destrucción masiva, porque el odio destruye, y el amor construye. Y nuestra Nicaragua, bendita y siempre libre, es para la paz, la fraternidad, con el bien común como cultura, y como modo de vida.

Con odio, nunca más, ¡nunca más! ¡Justicia y reparación! ¡Justicia y no repetición! Eso es lo que reclaman las víctimas del golpismo, del terrorismo, que no tiene cabida en el alma nicaragüense, y alma buena. Nicaragüenses somos, por gracia de Dios.