El deporte y la ética Por Alfonsa Goicoechea

El deporte y la ética Por Alfonsa Goicoechea

Desde hace varios días el tema de mayor relevancia en el ámbito nacional es el de la pelea entre el chocolatito González y el gallo Estrada. Tan pronuciado es el apasionamiento que trascendió del ámbito deportivo hasta la política, pasando por el patriotismo y algunos otros.

Personalmente me molestó la actitud del atleta mexicano desde que se anunció el combate, porque contrario a la legendaria cortesía y diplomacia que ha exhibido su pueblo, el joven pugilista norteño hizo gala de falta de repeto, no solo a su contrincante, sino también a la bandera de todos los nicaragüenses. Fue tan notoria la reacción ante su conducta que el gallito cantor se vio obligado a disculparse públicamente, aunque su explicación francamente es floja. Decía mi profesora doña Socorro Bonilla: “Desde que se inventaron las excusas, todo es permitido”. ¡Cuánta razón sigue teniendo!

Recapitulemos un poco de historia: dicen los entendidos de varios campos científicos que la población originaria de Nicaragua se compone de sucesivas migraciones precolombinas, algunas llegaron desde América del Sur, como los chibchas; otros vinieron del Norte, destacándose los nahuas de México, de manera que los especialistas de la lengua náhuatl opinan que Nicaragua, el nombre dado a nuestro territorio patrio, significa “hasta aquí llegaron los nahuas”.

Hay otras explicaciones, pero como quiera que sea lo importante es la antigua y estrecha relación de familia y amistad entre ambos pueblos, desde antes de la invasión y colonia españolas, reafirmada en los siglos posteriores en todos los campos de la vida. La identificación de los nicaragüeses con los mexicanos, nuestros hermanos mayores, es tan pronunciada que resulta inevitable reconocernos en tantas manifestaciones como el vocabulario de origen náhuatl que pervive en nuestro uso particular de la lengua española (impuesta a sangre y fuego), entre otras expresiones.

Parafraseando a Rubén Darío, me atrevo a preguntar: ¿quién que es y se relaciona con la cultura popular desconoce que Siete Leguas es el caballo que Villa más estimaba? Es cierto que nuestro tren fue asesinado, pero ¿quién ignora que Siete Leguas se paraba y relinchaba cuando oía silbar las locomotoras? Aunque no se haya reportado en la página de sucesos de algún diario ¿quién ignora que Rosita Alvírez y Gabino Barrera murieron a tiros, si bien, en el caso de Rosita, no más uno era de muerte? ¿Quién desconoce donde está la gallera de su pueblo?

Podríamos plantear muchas otras preguntas para demostrar nuestra identificación con los mexicanos, la muestra es suficiente, valga recalcar que el carácter y la idiosincracia de nicaragüenses y mexicanos se parecen mucho, nos reconocemos mutuamente, he podido comprobarlo personalmente dentro y fuera de Nicaragua y de México.

Otro fenómeno muy notable en el marco de la pelea mencionada fue la reacción extrema de los paisanos opositores. Polarizados en extremo, como si ellos fueran de otro planeta, desarraigados, desvalorizados, devaluados y destructivos como siempre, agresivos deseándole lo peor al nica, como si Román no tuviera derecho a sus creencias, a sus convicciones, a sus manifestaciones. ¿Cómo reaccionó el nica? Una vez más, a pesar también del asalto y del despojo, demostró que es un campeón dentro y fuera del cuadrilátero, jamás perdió la compostura y la decencia. Dice Rubén Darío que el diamante, aunque se le manche de lodo, sigue siendo diamante.

¿Será que una mano pachona le calentó la cabeza a Juan Francisco contra Nicaragua? No me cabe la duda. Considerando el mundialmente famoso nacionalismo mexicano, que supuestamente le permitiría entender la posición de su contrincante, es inexcusable como también injustificable que Estrada se haya dejado arrastrar a otro campo diferente del deporte, que es por excelencia una actividad para compartir y socializar. Según los números fríos de las estadísticas de la pelea, es indiscutible quién es el verdadero vencedor de la contienda. Entonces la única conclusión que cabe es que Román “El Chocolatito” González es vencedor innegable en el deporte, en la ética y en el patriotismo de toda la jornada.

Yo respeto y aprecio mucho a mis comadres y mis compadres de México y sus familiares; no voy a dejar de hacerlo por la insensatez de alguien a quien le faltó el espíritu deportivo y el respeto al derecho ajeno que predica el presidente Benito Juárez. Habla bien de Estrada que haya ofrecido disculpas públicas, pero a mi juicio es más importante conducirse correctamente desde el principio, sin perder la línea de la cortesía y la amabilidad, porque como dice Juan Gabriel: “Palo dado, ni Dios lo quita”.