El martirio de las hermanas Maryknoll clama justicia Por Madeline Dorsey

Corría el año 1980, cuando comenzaba en El Salvador la guerra entre rebeldes de izquierda que buscaban una reforma social y las milicias represivas del gobierno conservador. Cerca de un millón de personas resultaron desplazadas por el conflicto y más de 75,000 perdieron la vida. Entre los muertos se encuentran miembros de la iglesia, a quienes se les consideraba subversivos por ayudar a los pobres, entre ellos el Obispo Mártir del Salvador Monseñor Romero, beatificado por el papa Francisco.

La hermana Maryknoll Madeline “Maddie” Dorsey, quien sirvió en El Salvador en ese momento, reflexiona sobre la muerte de cuatro de sus compañeras: la Hermana Ursulina Dorothy Kazel, la misionera laica Jean Donovan y las Hermanas de Maryknoll Ita Ford y Maura Clarke. Su testimonio fue publicado en 2015, en el 35 aniversario del asesinato de las hermanas de Maryknoll en El Salvador, cuando Madeline tenía 97 años y vivía en el centro de las Hermanas de Maryknoll en New York. La hermana Madeline falleció el 13 de febrero de 2021, cuando tenía 103 años, pues nació el 26 de junio de 1918.

Violadas y asesinadas por los escuadrones de la muerte en 1980

El recuerdo de los eventos de 1980 siempre será doloroso y hermoso al mismo tiempo, ya que la fe de la gente querida que perdimos aún nos habla hoy en día. Que yo haya sobrevivido sigue siendo un misterio para mí. Trabajaba con los pobres y tuve las mismas probabilidades de encontrar la muerte que mis compañeras. Ninguna otra Hermana de Maryknoll conocía la complejidad de El Salvador, ni entendía la guerra no declarada del gobierno contra sus propios pobres como yo.

Yo había sido testigo de demasiada violencia ese año y me encontraba sola, sirviendo a una comunidad de 8,000 personas en la Diócesis de Santa Ana. Los recién formados escuadrones de la muerte llegaban por las noches, se llevaban a los jóvenes y, en ocasiones, a sus padres también.

Dorothy Kazel y Jean Donovan, del equipo misionero de Cleveland, trabajaban a hora y media de Santa Ana. Siempre les preocupó que yo estuviera sola. Jean insistía en que no dejara de ir a nuestros días de oración y descanso que planificábamos con anterioridad.

En 1979, cuando el equipo líder de las Hermanas de Maryknoll solicitó voluntarias para unirse a nosotros en El Salvador, Carla Piette, Ita ford, Terry Alexander y Maura Clarke se ofrecieron. Carla llegó el 24 de marzo, el mismo día en que el Arzobispo Oscar Romero fue asesinado mientras ofrecía una Misa. El impacto de su muerte fue sobrecogedor en todo el mundo. Romero denunciaba constantemente la violencia. La voz del pueblo había sido silenciada.

Maura e Ita hicieron trabajo social con los refugiados desplazados. Por designio de Dios, la gentil Maura, tras sólo tres meses y medio en El Salvador, acompañó a Ita, Dorothy y Jean a su martirio.

Es una historia de muerte, sepultura y resurrección. Es la única manera en la que puedo recordar aquellos días desde aquel 2 de diciembre en el que desapareció el automóvil en el que se desplazaban las cuatro misioneras. Dos días de búsqueda después, un granjero le contó a su párroco que había sido obligado a enterrar “cuatro mujeres blancas sin identificar”. Literalmente, “volamos” en un jeep hasta esa zona remota.

Entonces vino la dolorosa exhumación. Jean salió primera, su adorable rostro había sido destrozado. Dorothy tenía una expresión tranquila. La cara de Maura parecía emitir un quejido silencioso. Finalmente, estaba la pequeña Ita. Me acerqué para limpiar la tierra de sus mejillas y colocar su brazo cerca de su costado. Nosotras, las Hermanas, caímos de rodillas en reverencia. Sentí como si fuera un momento de resurrección. Sí, sus cuerpos muertos y abusados estaban allí, pero sus almas estaban con el cariñoso Salvador.

Cada 2 de diciembre se celebra con liturgias, reconstrucciones dramatizadas y procesiones la memoria de estas mujeres que sirvieron a la iglesia. En Estados Unidos, varias obras sociales para gente de bajos recursos llevan sus nombres. En El Salvador, también, un proyecto de agricultura auto sostenible fue llamado en honor de las religiosas, así como muchas jóvenes de ese país.

Maura, Ita, Jean y Dorothy están vivas, y yo sólo puedo agradecer a Dios por haberlas conocido, querido y apreciado, mujeres maravillosas con dones de entrega generosa.