Estados «Divididos» de Norteamérica Por Manuel Espinoza

Estados «Divididos» de Norteamérica Por Manuel Espinoza

Más de 30 mil soldados del ejército USA, centenares de oficiales de los órganos de seguridad e inteligencia y policías resguardaron la capital norteamericana tratando de impedir hechos violentos y una confrontación armada que pudiera impedir el acto de juramentación del nuevo presidente electo Joe Biden el 20 de enero. Ni el 9 de septiembre de 2001 se protegió tanto a Washington DC. ¿Por qué?

En realidad en los medios de comunicación hay muchas especulaciones sobre que toda esa cantidad de tropas más bien jugarían un papel a favor de Trump, muy contrario al que se suponía debían cumplir para asegurar el acto. O que esa enorme cantidad de tropas combatiría a las unidades especiales del mismo ejército que intentaran impedir la juramentación. Las teorías de conspiración y la paranoia demócrata están en su punto. Eso le ha dado mucho rédito político.

Aun se esperan más brotes de violencia aun después que Trump se ha marchado, sobre todo en muchas ciudades por todo el país donde las organizaciones pro Trump tienen supremacía sobre las minorías étnicas. Las cosas no volverán a ser mejor que antes.

Contradicciones insalvables

El ruido es mucho y las expectativas de un show que aún no termina se incrementan cada día que pasa. La realidad es que estamos presenciando el cierre y traslape de otra etapa en la instauración de las élites de poder económico-financiero sobre el pueblo norteamericano con el uso de los dos partidos principales como actores principales del drama político.

La militancia sandinista tiene que estar clara que hay un proceso inevitable e irreversible de desgaste, división y confrontación interna en EEUU en la coyuntura internacional. No solo se trata de creer o no si habrá guerra civil. Se trata de entender que las causas de su desgaste e disfuncionalidad de su sistema político no se superan y muy al contrario se profundizan con mayor rapidez.

Andrei Amalrik, un disidente soviético presentó en 1970 un ensayo titulado “¿Sobrevivirá la Unión Soviética a 1984?”. Nadie le tomó en serio, pero la URSS colapsó en 1991, siete años después de aquél año pronóstico. Solo con ese ejemplo no es difícil entender que como están las cosas en EEUU, hoy día no es imposible que pasen de la Guerra Política Electoral a la Guerra Civil.

El escritor estadounidense Thomas W. Chittum publicó en 1997 su libro “Civil War II: The coming breakup of América” (La Guerra Civil II: La próxima ruptura de Norteamérica). Ha servido como base para el seguimiento de indicadores claves para comprobar su posibilidad.

Chittum fundamentó su obra en las causas diversas de la guerra civil en EEUU (1861 a 1865) y con su experiencias como mercenario en la guerras de Vietnam, Rodesia y Croacia. Sobre todo en las últimas dos donde el factor étnico-racial es uno de los causales mayores. Él pudo comprobar cómo un país como Yugoslavia socialista había crecido y desarrollado una unidad multicultural e interétnica y de enorme prosperidad económica envidiable para Europa entera. Sin embargo, las fuerzas centrifugas y centrípetas tienen su peso y conllevaron a resultados inimaginables.

El autor pronosticó con elementos irrefutables la posibilidad de esta guerra para el año (pasado) 2020. En 1997 era una especie de locura pronosticar una situación así en EEUU porque apenas había triunfado en la Guerra Fría y se erigía como potencia mundial sin adversarios capaces de desafiar su hegemonía y supremacía global. Hoy es más que creíble. Pero si vemos que siete años de error fue la predicción de Andrei Amalrik en el caso del derrumbe de la URSS, merece pues flexibilizar los esquemas y aceptar la posibilidad del colapso yanqui.

El rastro de las elecciones

En abril de 2020, como un ejercicio de lo que ocurriría más tarde en caso de perder las elecciones en noviembre, Trump alentó protestas de derecha contra las restricciones impuestas por gobernadores para bajar la curva de contagio de coronavirus, llamando por Twitter a “liberar” diferentes Estados. Cientos de manifestantes bien armados entraron días después al capitolio de Michigan, (conocido como uno de los Estados que tradicionalmente son muy disputados en las elecciones) para reclamar la reapertura de la economía.

Estas son algunas fechas clave:

24 de mayo del 2020 Trump tuiteó “Estados Unidos no puede tener todas las votaciones por correo. Será la Elección Amañada más grande de la historia…están intentando usar el Covid-19 para esta estafa”. Trump sabía, que la pandemia ya no estaba bajo el control de su gobierno, sino que la industria farmacéutica estaba bien metida en esta trama.

25 de mayo del 2020 la policía asesinó al afroamericano George Floyd en la ciudad de Minneapolis, Minnesota. Las protestas de corte racial en varios Estados y ciudades y la respuesta de la ultraderecha blanca supremacista generaron un incremento de la división y confrontación racial en el país. Se vio con claridad otro nivel de contienda política. Por eso se debe de entender que el choque interracial con todas las características de “Golpe Suave”, que provocaron y condujeron los demócratas con el asesinato de George Floyd y otros afroamericanos más, fue para garantizar a su favor al electorado de las minorías étnicas (latinos, negros y asiáticos) en las elecciones de noviembre de 2020. Hoy la suma de estos y otros factores nos ayuda a entender mejor sobre el sonar de los tambores de guerra en ese país.

30 de julio del 2020 Trump insinuó retrasar las elecciones. “Con el voto por correo universal (no el voto por ausencia, que es bueno), 2020 será la elección más INEXACTA y FRAUDULENTA en la historia. Sería una gran vergüenza para Estados Unidos. ¿Retrasar las elecciones hasta que la gente puede votar adecuadamente, con seguridad?”. Además, en dos ocasiones Trump insinuó que no entregaría el poder y podría no ser pacifico el resultado de las elecciones. Biden aseguró públicamente que Trump se quería robar las elecciones y el ex precandidato demócrata Bernie Sanders expresó que Trump no entregaría el poder. Esa fue la tónica general hasta septiembre.

18 de septiembre de 2020 como en cualquier serie televisiva (como “House of Cards”, “Scandal” o “Designated Survivor”), que trata sobre intrigas de poder en el gobierno norteamericano, el “repentino fallecimiento” de la jueza Ruth Bader Ginsburg puso en seria disputa el control de la Corte Suprema a favor de cualquiera de los dos partidos que lograra que su candidato la sustituyera. En la estrategia de Trump, la Corte Suprema jugaría un papel decisivo para revertir el triunfo de electoral de Joe Biden.

26 de octubre, el Senado confirmó a Amy Coney Barrett, nominada por Trump para magistrada de la Corte Suprema, por una votación de 52 a 48. Barrett garantizaba la correlación de fuerzas a favor de Trump de 5 a 4 votos en la Corte Suprema. Ahí debería ir la disputa electoral en caso de perder contra Biden.

En esta primera etapa Trump se “anticipó a la derrota segura”. Trump estaba más que claro, que el mal manejo de la Pandemia y el aumento del desempleo, entre otros males, lo llevarían a la derrota. Por eso se aseguró de anunciar de antemano las posibilidades de un fraude masivo vía el voto anticipado por correo y amenazó que si se consumaba, habría brotes de violencia. De ahí que una de las estrategias de campaña de Trump fuera instruir y propiciar el voto masivo solamente el día de las elecciones.

El resultado electoral

Tras las votaciones del 4 de noviembre, los medios corporativos de comunicación anunciaro la victoria del Partido Demócrata con 306 votos del Colegio Electoral a favor de Joe Biden contra los 232 votos obtenidos por los republicanos. Entonces, Donald Trump anunció con firmeza que los resultados anunciados por los medios, opositores a su gobierno, “eran parte de un proceso demasiado amañado” y que por lo tanto desconocía la victoria de su rival demócrata.

Trump detuvo la celebración de victoria a favor de Biden, oficializó su denuncia de fraude masivo durante los comicios y anunció que no reconocería los resultados hasta que el último voto se recontara. Trump aseguró que había ganado con 74 millones de votantes y que había impugnar los resultados en varios Estados. Para eso, dispuso de un ejército de abogados y especialistas en sistemas de votación cuyo objetivo era suspender la certificación de los resultados a favor de Biden.

2 de diciembre En un discurso, Trump anuncia que “estoy decidido a proteger nuestro sistema electoral, que ahora se encuentra bajo asalto y asedio coordinados”.

Los sistemas y programas de cómputos involucrados en el fraude que denunció Trump, nos permiten entender qué es la guerra cibernética. Red Hummer, Dominium y ScoreCard, y SolarWind, entre otros, que van desde el espionaje de candidatos hasta la manipulación de la de votos, el bloqueo de la transmisión de resultados al público y hackeo electrónico. Inclusive –como en los clásicos de Tom Clancy– se habla de soldados norteamericanos caídos en combate contra oficiales de la CIA en una operación de recuperación de servidores en un país europeo. También sobre el nexo de los Clinton (el expresidente Bill y su esposa Hillary) con empresas administradoras de estos programas, que a su vez tienen relación con China. Todos estos programas están siendo auditados y no terminará este proceso aun a largo plazo.

Trump quiso y no pude revertir el resultado

7 de diciembre Trump anunció que algo grande sucedería. Ese mismo día Lyle Biedermann, legislador republicano del estado de Texas presentó una propuesta de ley que permita un referéndum para que los votantes emitan sus votos sobre si se “separan de Estados Unidos”, alegando que “el gobierno federal está fuera de control y no representa los valores de los tejanos. Es por eso que me comprometo a presentar una legislación en esta sesión que permitirá un referéndum para dar a los tejanos un voto para que el estado de Texas reafirme su estatus como nación independiente”.

9 de diciembre Trump solicitó a su correligionario el senador Ted Cruz que presente como Estado una demanda de 39 páginas ante el republicano Ken Paxton, fiscal general de Texas, para invalidar las elecciones en varios Estados en disputa como son Pensilvania, Georgia, Michigan y Wisconsin. La base de esta demanda es que las leyes electorales fueron modificadas en esos Estados no por la Constitución sino por una situación de emergencia como la pandemia del Covid-19, lo que les facilitó el fraude a los demócratas.

El fiscal de Texas presentó ante la Corte Suprema Trump la demanda y estableció, “que la división resultante entre los estadounidenses es comparable al clima en Estados Unidos en vísperas de la Guerra Civil”.

10 de diciembre. 17 Estados y más de 100 miembros de la cámara republicana firmaron un documento de apoyo a la demanda de Texas en función de revertir los conocidos resultados electorales. Siguiendo la estrategia de Trump, el nefasto senador republicano Marco Rubio, de Florida, expresó: “un asunto de esta magnitud, es mejor que la Corte Suprema tome una decisión sobre si tomará o no el caso basándose en la Constitución”.

13 de diciembre. Trump inició la distribución masiva a nivel nacional de la vacuna contra el Covid-19. Era lógica la razón de beneficio político a corto y mediano plazo para ganar apoyo de la opinión publica en su lucha post electoral. También fue una acción a favor de la rama de la industria farmacéutica del Deep State que recibiría 1.4 billones de dólares una vez que el Congreso lo aprobara para el alivio de la pandemia, un hecho que bien pasó desapercibido gracias al escándalo y la crisis electoral.

Al 14 de diciembre se debía haber avanzado en “procurar revertir la votación del colegio electoral el 14 de diciembre”, ya que muchas acciones fueron implementadas por los republicanos como: Interponer demandas por la vía civil en las cortes estatales y continuar la revisión de equipos y programas utilizados aun cuando en muchos de los estados impugnados se logren certificar. No prosperando ninguna, faltaba entonces subir la presión.

  1. 1 de enero 2021. Trump convocó por Twitter a una marcha a la capital para detener el robo electoral.

El golpe de Trump en el Capitolio

5 de enero. Los republicanos pierden en segunda vuelta las elecciones en Georgia por dos curules en el Senado, perdiendo la mayoría en la cámara alta. De nuevo la fórmula de utilización de la carta afroamericana y judía les dio resultados electorales positivos a los demócratas.

6 de enero. Por algunas horas, los partidarios de Trump logran impedir que el congreso certificara la votación del Colegio Electoral con una manifestación en la capital y la incursión al Capitolio. Pero sin importar si el Colegio Electoral falló a favor de Biden o si otras tácticas no lograron éxito, como la solicitud de una investigación extensa y una auditoria de 10 días: Trump obtuvo una victoria política:

  1. A) Logró constituirse como una fuerza política importante dentro del mismo partido republicano, con más de 140 congresistas que apoyaron ese 6 de enero la anulación de los resultados electorales en Arizona y Pensilvania.
  2. B) Demostró una capacidad de movilización racial de blancos dispuestos a defender los resultados electorales republicanos y hasta “defender la Constitución”.
  3. C) Mantiene una presión psicológica social-racial que amenaza la unidad y la estabilidad política de EEUU a largo plazo, que eventualmente puede conducir a un enfrentamiento militar.

Para muchos, el destino de Trump está consumado, pero en la estrategia del magnate republicano esto es apenas la apertura de una nueva etapa destinada a debilitar al gobierno de Biden en los próximos cuatro años y hasta de lograr su retorno en las elecciones de 2024. En su despedida como presidente prometió “regresar de alguna forma”. Trump no perdió, sino los republicanos.

8 enero. Como rama del “Gobierno Profundo”, Twitter se dio el lujo de cerrarle de manera permanente la cuenta a Trump, en ese momento el presidente de EEUU, demostrándole que el Deep State gobierna sobre los políticos norteamericanos, sobre la constitución y sus libertades.

12 enero, los republicanos comienzan a unificar más sus posiciones alrededor de Trump. Ante la insistencia de los demócratas, Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, rechazó activar la 25ª enmienda de la Constitución para apartar a Trump de la presidencia antes de que expire su mandato. En una carta remitida a la demócrata Nancy Pelossi, presidenta de la Cámara de Representantes, Pence declaró: “no creo que ese curso de acción sea en el mejor interés de nuestra nación o consistente con nuestra Constitución”.

13 enero La Cámara de Representantes aprobó por 232 votos frente a 197 la resolución para acusar al presidente de “incitación a la insurrección” por los violentos sucesos de la semana pasada en el Capitolio. De igual manera fue notable la cantidad de miembros republicanos de la Cámara que no aceptaban la resolución de impeachment lo que denota que la batalla futura de los republicanos está asegurada y ya no será por Trump, sino por la sobrevivencia del mismo partido.

Dictadura bipartidista

Desde el 6 de enero la situación política, interracial y de amenaza militar a lo interno de EEUU se ha disparado. Sobre todo, muchos entienden la toma de posesión de Joe Biden como presidente no cierra el ciclo Trump, sino que abre una nueva etapa, aún más peligrosa. Los demócratas quieren inhabilitar política a Trump y ya se pronostica la muerte “repentina” de Biden para que el grupo de Hillary Clinton y Soros asuman el gobierno de EEUU con Kamala Harrys de peón.

Hay que admitirlo: independientemente de que fracasó la estrategia de Trump para frenar su salida de la Casa Blanca y que todas las especulaciones no se cumplieron, estas elecciones han marcado el aceleramiento de las profundas contradicciones internas en EEUU que tarde o temprano los puede llevar a un enfrentamiento militar a lo interno. Trump no asistió al acto de juramentación de Joe Biden como presidente de EEUU, con el propósito de sembrar su convicción de que hubo un fraude electoral.

En todo caso hay que permanentemente recordar a los sicarios locales, contratados por los órganos de inteligencia de Estados Unidos, todo lo que hizo Trump para denunciar que fue víctima de un fraude electoral. ¿Quién puede afirmar que el sistema electoral yanqui es ejemplar? ¿o que realmente en EEUU hay democracia?

Corresponde pues continuar el seguimiento y estar vigilante porque quienes conforman el gobierno de Biden ahora son los mismos que estuvieron durante la administración Obama y el mundo sufrió demasiado con su política exterior de agresión y despojo.

En todo caso para nosotros es importante –sobre todo en este año electoral– dejar bien claro y siempre subrayar, que no hay tal democracia en EEUU como explicaba en su mensaje del Presidente-Comandante Daniel el 11 de enero pasado: “En Estados Unidos tienen sus contradicciones y hemos visto cómo se ha polarizado la Sociedad norteamericana con las últimas Elecciones. Y nosotros podríamos decir, pareciera, por lo que está pasando que el sistema electoral de Estados Unidos demanda de reformas profundas. Han vendido la idea de la «perfecta Democracia», cuando realmente es una Dictadura Bipartidista que está determinada por el poder económico, por el poder de las grandes empresas que son las que se encargan de fabricar cañones, medios aéreos, todo en función de la carrera armamentista”.