¿Ha cambiado realmente el orden mundial? Por Lorenzo Kamel | The National Interest, EEUU

En 1989, la socióloga estadounidense Janet Abu-Lughod predijo que la era de la hegemonía occidental sería superada por “un retorno al equilibrio relativo de múltiples centros desplegados en el sistema mundial del siglo XIII”. Quizá sea demasiado pronto para evaluar hasta qué punto se cumplen las predicciones de Abu-Lughod, pero no parece descabellado afirmar que las generaciones futuras considerarán la actual guerra ruso-ucraniana como uno de los momentos significativos del cambio del equilibrio de poder de Occidente a Oriente.

Los reequilibrios entre las principales potencias internacionales siempre han ido acompañados de demostraciones de violencia masivas y que han marcado una época. Sin embargo, hay algunas diferencias claras en comparación con épocas históricas anteriores. Lo más importante es que el mundo está experimentando actualmente un crecimiento exponencial de la población (que se duplicó entre 1969 y 2012), el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la alteración de los hábitats naturales. No se trata de acontecimientos atípicos imprevisibles –los “cisnes negros” de Nicholas Taleb (libanés estadounidense autor de «El lecho de Procusto»)– sino de procesos tangibles en curso que desempeñarán un papel importante en la redefinición de los órdenes mundiales y de los centros de poder que los sustentan.

Esferas regionales de influencia

Sin embargo, hasta la fecha, las preocupaciones relacionadas con el clima aún no son capaces de dar forma a los órdenes globales, y el regreso del carbón y el gas no parece poder afectar a este aspecto. En su lugar, la idea de “esferas de influencia” –o, citando la definición de Amitai Etzioni, “formaciones internacionales que contienen una nación (el influenciador) que comanda un poder superior sobre los demás”– sigue desempeñando un papel clave. Por ejemplo, el 1 de febrero de 2018, el entonces Secretario de Estado Rex Tillerson declaró que la Doctrina Monroe de 1823 es “tan relevante hoy como lo fue el día en que se escribió.”

A lo largo de los últimos setenta años, la Doctrina Monroe, que advertía a las potencias externas de que Estados Unidos no toleraría la injerencia de ninguna potencia externa en los “asuntos americanos”, ha influido en muchas de las políticas de Washington en lo que considera su esfera de influencia más cercana. Por ejemplo, docenas de gobiernos de América Central y del Sur han sido derrocados o bombardeados por sucesivas administraciones estadounidenses. Cuba, que en 1950 tenía la quinta renta per cápita más alta del hemisferio occidental, es posiblemente el ejemplo más interesante de cómo se ha conceptualizado e impuesto el concepto de “esfera de influencia” en el hemisferio americano.

Esferas globales de influencia

Especialmente en el caso de Estados Unidos –que tiene más de 750 bases militares en ochenta países, lo que representa el 85% de todas las bases militares en el extranjero– las “esferas de influencia” se extienden mucho más allá de su hemisferio. En las últimas décadas, un notable porcentaje de líderes políticos africanos y asiáticos han intentado hacer frente a esa ascendencia, pero fueron atacados militarmente y expulsados, o aislados y boicoteados por Estados Unidos. Se trata de un patrón que ha sido alimentado constantemente por eslóganes que, en formas diferentes y a menudo superpuestas, han hablado a menudo de los instintos viscerales de millones de estadounidenses: “es la batalla entre el bien y el mal”, “nos odian por nuestros valores” o, mutatis mutandis, “estamos ante el fin de la historia”.

Sin embargo, aunque Estados Unidos condena con frecuencia las agresiones contra Estados extranjeros –como en Ucrania, Irak o Yemen– también rechaza la legitimidad de las esferas de influencia, tanto propias como ajenas. Por un lado, esto nos recuerda la necesidad de adoptar una comprensión más coherente de la política global y, por otro, de darnos cuenta de que el “orden mundial atlántico” ya no es sostenible, en la medida en que cada vez es más resentido o rechazado por un amplio porcentaje de la humanidad.

Re-globalización selectiva

Esta es también la razón por la que los países africanos (1,200 millones de personas), la India (1,400 millones) y China (1,400 millones) no se unieron a Occidente para imponer sanciones a Rusia por (…) Ucrania. El lento y tortuoso proceso de acercamiento entre los dos países más poblados del mundo –confirmado por la visita del ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, a Nueva Delhi el 24 de marzo– así como el alineamiento de Irán con China, son dos de los últimos ejemplos de un nuevo equilibrio geopolítico y del intento de fomentar una “re-globalización selectiva”. El objetivo de la re-globalización selectiva es dar forma a una reconfiguración macro-regional de la economía mundial que diluya el dominio del dólar estadounidense y mitigue las sanciones recíprocas impuestas por las principales economías.

Aunque reconocen que la guerra que se está desarrollando en Ucrania es ilegal e inmoral, la mayoría de las capitales asiáticas consideran el conflicto, en palabras del analista indio Shivshankar Menon, como una guerra “por el orden de seguridad europeo, no una conflagración global de época”.

En términos más generales, los representantes políticos de los países más poblados del mundo (no sólo “algunos países autocráticos”) son cada vez más críticos con el sistema financiero mundial (el 95% de las reservas monetarias mundiales se mantienen en monedas occidentales) y abogan por un replanteamiento de las relaciones internacionales y los órdenes mundiales.

La coherencia no es “y vos también”, es decir, esa falacia lógica que intenta desacreditar la posición de un oponente acusándolo de hipocresía sin refutar directamente su argumento.

Vladimir Lenin afirmó célebremente que “hay décadas en las que no pasa nada y hay semanas en las que pasan décadas”. Los acontecimientos del último mes parecen ser una poderosa confirmación de esta noción. Y, sin embargo, la (operación en) Ucrania no ha “cambiado todo”, como muchos afirman. En relación con los órdenes globales, el cambio más significativo es posiblemente el hecho de que un número creciente de observadores occidentales se está dando cuenta por fin del fin de un “orden” que, en palabras de Andrew J. Bacevich, “existía sobre todo en la mente de los observadores occidentales y no en el mundo real”.

En el mundo real, o en el que está tomando forma, la coherencia y el “y vos también” no son lo mismo. En otras palabras, el problema no son los que condenan firmemente todas las esferas de influencia y todas las formas de agresión, sino los que utilizan términos claros y duros sólo cuando las esferas de influencia, los órdenes geopolíticos y las guerras tocan sus intereses, mientras que seleccionan lo que les indigna.

(*) Lorenzo Kamel es profesor de Historia Global en la Universidad de Turín y director de los Estudios de Investigación del Istituto Affari Internazionali. Es autor de nueve libros, entre ellos Imperial Perceptions of Palestine: British Influence and Power in Late Ottoman Times, 2015 (Percepciones imperiales de Palestina: Influencia y poder británico en la época otomana tardía) y The Middle East from Empire to Sealed Identities, 2019 (Oriente Medio desde el imperio hasta las identidades selladas).