Inna Afinogenova: «Ahí les va» Por Darío Alejandro Escobar | Web Cuba

Inna Afinogenova es la subdirectora de la página web de la cadena de noticias Russia Today en Español, pero la conducción de su programa, Ahí les va, es lo que la hace conocida entre la audiencia cubana. En el resto de Iberoamérica también ha logrado un impacto notable, con el reciente logro del primer millón de suscriptores en su canal en youtube.

¿Quién es esta periodista rusa que habla nuestro idioma impecablemente, hace análisis tan agudos sobre los acontecimientos políticos y domina una ironía muy efectiva para ridiculizar la manipulación de los grandes medios occidentales? ¿Cómo se hace un periodismo contrahegemónico con excelente factura?

Conversamos con ella en Web Cuba. Ahí les va.

– Eres de Daguestán. ¿Cómo fue tu infancia en una región tan diferente del resto de Rusia?

– Daguestán es una región plurinacional al sur de Rusia. Hoy lo único que puede resultar curioso con respecto al resto del país es que mis amigos se llamaban tipo Mohamed o Amina porque es una zona con muchos practicantes del islam. Pero no había segregación de ningún tipo. Tenía una familia grande. Mi abuelo hacía vino, todos se sentaban a la mesa a comer los domingos. Así fue hasta que cumplí seis años. Entonces, la situación política, particularmente en la zona del Cáucaso ruso se deterioró. Hubo un intento separatista en Chechenia, al que se sumaron elementos extremistas y ultra religiosos.

El conflicto escaló hasta una guerra civil. Se dieron muchos atentados. La ciudad en la que vivía estaba justo en la frontera y, en 1996, estuvo asediada casi diez días. Recuerdo, con siete años, encender la televisión en casa de mis abuelos y ver a la conductora del noticiero diciendo: “Los terroristas tomaron la ciudad de…” y era la ciudad en la que yo vivía. Esa fue la primera vez que fui consciente de que algo realmente malo estaba pasando. Después los terroristas llegaron a un acuerdo con el gobierno de Yeltsin, se retiraron con rehenes y un número considerable de víctimas. Ese fue el principio de una etapa desagradable hasta que mi madre y yo nos mudamos a una ciudad más tranquila, también en el sur.

Aquí empecé a ver otros problemas. Comenzaron las segregaciones. En algunos lugares donde había mayoría musulmana no eras bien visto como ruso y viceversa. Esto sigue pasando, lamentablemente, ya no como en esa época. Pero en medio de todo, mi familia me hizo muy feliz.

– ¿Cómo aprendiste a hablar español?

– Esta parte de la historia es algo mística, pero bueno, así somos un poco los rusos, aunque yo no soy supersticiosa. El hecho es que soñé una vez que estaba con mi madre en un lugar y, en el sueño, le pregunté cuál era. Ella me respondió España. Ahí me desperté y fui directo a una enciclopedia muy grande que había en casa. Busqué el idioma que se hablaba allí y descubrí que, para ir a ese lugar sobre el que había soñado, tenía que aprender español. Pero la ciudad donde vivía era muy pequeña, de solo 150 000 habitantes, no era fácil conseguir un profesor particular de español. Mucho menos en la escuela donde lo básico era inglés o francés.

Imagínate que había un solo periódico y, en la parte de atrás, estaban los crucigramas y algunos anuncios particulares. Yo sin consultarle a mi madre escribí un anuncio que estaba buscando una profesora de español. Lo publicaron y la primera que reaccionó fue mi madre que me regañó por no estar al tanto (risas). Para sorpresa de todos, esa misma semana llamó a mi casa una señora argentina que llevaba treinta años en Rusia. Había llegado al país porque su padre tenía una imprenta comunista en la Argentina de los años 60 y lo expulsaron con toda su familia hacia Rusia. Todo esto lo supe después porque es muy privada. Poco a poco que me fui enterando, a retazos, de sus peripecias personales. Es la profesora de mi vida.

Ella cuenta que cuando leyó ese anuncio notó muy rápido que lo había escrito un niño y le hizo mucha gracia. Lo interesante es que no daba clases particulares, ni era profesora de idioma español, pero me acogió. Me lo enseñó todo. Me prestó libros. Me educó. Hace tiempo que no hablamos. Pronto la voy a llamar.

También en Rusia en esos años, los 2000, empezaron a transmitir series latinoamericanas que se hicieron muy populares. Eso también me ayudó mucho.

Después en la universidad, en la Facultad de Periodismo, me ofrecieron dos opciones: aprender inglés o español. Yo me fui por el español. Fue una decepción porque empezaban a aprender el español desde cero y yo hablaba decentemente. Me pasé los cinco años aburrida (risas). Por lo menos fui la estudiante favorita de la profesora.

– ¿Por qué escogiste la carrera de periodismo?

– En Rusia hay que tomar una decisión con las carreras demasiado temprano: a los quince o dieciséis años. A esa edad es muy difícil saber qué cosa uno quiere ser en la vida. No sé si eso habrá cambiado ahora, pero cuando vas terminando el bachillerato tienes que elegir lo que vas a hacer para prepararte a las pruebas de ingreso a la universidad. Eso tiene que ver con el sistema de educación echado a perder en los años noventa, junto a la sanidad después de la desintegración de la Unión Soviética.

Yo veo como un fallo del sistema educativo que cuando el estudiante termine el bachillerato no esté listo para hacer satisfactoriamente un examen de ingreso a la universidad. Acá tienes que decidir antes para tener los últimos dos años de estudio con profesores particulares. Eso suponía una tremenda carga económica para mi familia porque en ese momento vivía sola con mi madre y ella asumió todo eso. Entonces, como a mí me gustaba leer, escribir, me iba bien con el ruso y con otros idiomas también, decidí probar con el periodismo a ver qué salía. Pero realmente creo que si me hubiera tocado vivir en otra época habría elegido otra profesión. Quizás la arquitectura o diseño. El diseño de interiores me gusta mucho.

– ¿Cómo viviste la experiencia de llegar a la Universidad Lomonosov en Moscú?

– Fue emocionante, porque desde que tengo uso de razón siempre he querido vivir en una ciudad más grande. Un sueño cumplido. No me lo podía creer. Pero ha sido difícil: integrarse no es fácil. Yo era una más entre muchos estudiantes citadinos de Moscú y San Petersburgo, con todo lo que eso implica en términos de cultura general, contactos, ingresos y todo lo demás. Había una asimetría muy grande con respecto a los estudiantes de provincia.

Yo lo sentía menos porque soy obsesiva y estudiosa, pero la diferencia era considerable. Tuve, junto a una amiga, también de provincia, que ponerme un plan para tratar de igualar el nivel con respecto a cultura artística, los museos, cine de autor, música, ese tipo de cosas. Claro, venir de provincias tiene lo suyo. He vuelto después un par de veces y he valorado más cosas que los capitalinos no tienen. Disfrutar de la naturaleza, ir a la montaña, meterte en el río, conocer un volcán. Es una experiencia de vida muy enriquecedora física y espiritualmente.

¿A los 19 años convenciste a tu madre para ir a Buenos Aires?

Sí. Le agradezco mucho. ¿Quién viaja a Argentina de vacaciones siendo ruso? Ella aceptó hacer conmigo un viaje larguísimo. Una locura. Se lo voy a agradecer siempre. Creo que tuvo que ver el vínculo con mi profesora de español y mi obsesión de ver telenovelas. Yo sé que suena fatal, pero es así (risas). Además, tenía un medio novio que hizo que me decidiera. Son 17 horas en avión. Una eternidad. Y allá estuvimos dos semanas. Es una ciudad hermosa. Cuando regresé a Rusia estuve seis meses y me regresé con una pasantía en una radio porteña. Estuve casi un año en Argentina. Después volví a Rusia a terminar la carrera. De todas formas, creo que fue una experiencia clave. Me di cuenta que, de alguna manera, tenía que vincular mi vida con el español.

– Y llegó Russia Today….

– Justo cuando volví desde Argentina me enteré de que habían abierto RT. Me hicieron una prueba de idiomas y conocimiento de la geopolítica mundial. Yo no estaba tan ducha en esos tiempos porque en Argentina los noticieros son muy de sus problemas internos. Se habla muy poco de la realidad internacional y con mucha superficialidad. Entonces logré entrar como redactora en la página web. Mi trabajo consistía en escribir artículos en español de todo tipo. Después fui ascendiendo hasta ahora que soy subdirectora de la web. Este es el trabajo que más tiempo y esfuerzo me lleva. Aunque Ahí les va es el que más me gusta (risas).

– ¿Cómo nació el canal «Ahí les va»?

– Fue un proceso. No hay un solo autor de la idea. Inicialmente la directora del canal, Victoria Vorontsova, me orientó comentar en los informativos los contenidos relevantes y tendencias de la página web. Acepté por curiosidad. Empecé a tener mis intervenciones en el informativo. De hecho, la gente no sabe que tengo un gran miedo escénico. Es algo que no logro superar todavía. Después de algún tiempo sentí que no lo estaba disfrutando. A mí me gusta preparar con tiempo los materiales y, en este espacio, me daba mucha ansiedad. Porque era como presentar noticias virales, pero que, en realidad, no me interesaban nada. No sentía que aportaba nada ahí. Entonces lo que hice fue empezar a cambiar un poco el formato, volverlo más analítico.

Ya comentaba lo que era viral con temas internacionales y lograban ser tendencia. De pronto, esas cápsulas empezaron a tener impacto en Twitter y, a partir de ahí, les incorporé algunas bromas. Cuando descubrí el formato que me gustaba, le escribí al autor de una cuenta en Twitter que compartía noticias con un toque de humor muy particular. Era un humor de tipo hiperbólico, llevaba al absurdo las coberturas que hacían los grandes medios de información sobre Rusia. Seguramente siendo cubano entiendes lo que digo. Los niveles de manipulación de nuestras realidades son extremos, pero nadie los cuestiona porque es el discurso validado a nivel mundial. Le escribí un mensaje privado al dueño de esa cuenta y le propuse colaborar o trabajar juntos.

De inmediato supe que ese recurso podría funcionar mucho en el tipo de trabajo que yo quería hacer. Para sorpresa mía, aceptó y en dos meses estaba en Moscú. Esa persona es Mirko Casale mi colega del canal que, a veces, también hace la conducción. Con él empecé a pulir los materiales, a burlarnos mejor de las noticias manipuladas, sin rebajar el rigor periodístico. Hubo un momento en que tuvimos que crear el canal para que los videos no se perdieran entre la cantidad de videos que subía RT a su canal en español. Afortunadamente, ya llegamos al millón de suscriptores. En solo dos años.

– ¿Cuál es la clave?

– El rigor periodístico. Más allá del chiste. La burla es efectiva siempre que no manipules la información o el análisis que estás ofreciendo. Yo veo proyectos comunicacionales, desde la izquierda, que deberían revisar mejor los recursos dramatúrgicos y la calidad de información que ofrecen. Mientras más sensible es el tema tienes que decir las cosas con todo el rigor periodístico posible. En el análisis que hicimos de las protestas cubanas del 11/7, el propio ministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez reconoció que había habido errores en la gestión del gobierno. Nosotros, desde nuestra línea ideológica — porque yo nunca oculto que ALV es un proyecto que cubre los temas de actualidad desde la izquierda — somos muy rigurosos.

Sabemos que ni la derecha, ni la audiencia que hemos construido nos va a perdonar una mentira, un dato falso, o una manipulación burda. Por eso es que tratamos de no cometer errores. Sería muy costoso y no vamos a tirar todo ese trabajo por la borda. Es muy difícil ganar credibilidad y muy fácil perderla. Sobre todo, desde donde hablamos nosotros. En las redes sociales ya nos etiquetan como un medio controlado por el gobierno ruso. ¿Por qué lo hacen? Para minar la credibilidad del medio con las audiencias. Para que el lector no se fíe de la información cuando vea que está en nuestros canales. Ahhh, pero no se lo ponen a BBC o a DW, porque dicen que es dinero público y los gobiernos no intervienen en su línea editorial. ¿En serio? ¿De verdad?

– ¿Qué opinión tienes de nuestro proceso político?

– Lo primero es que no he ido a Cuba. Es una tarea pendiente. Así que mi opinión pasa por ese tamiz. De todas formas, creo que hay un consenso sobre que Cuba necesita cierta apertura. Necesita cambios para mejorar. Lo ha reconocido el propio gobierno. Ahora bien, también creo que tienen que seguir cuidando su soberanía y sus logros en salud y educación. En esta pandemia se ha demostrado lo valioso de tener un sistema público fuerte. Hay que cuidarlo como un gran tesoro. En los ’90 acá en Rusia se desmanteló todo en cinco o seis años. No cuidamos los sistemas asistenciales y ahora lo estamos pagando muy caro.