La élite ha tomado la decisión de destruir EEUU Por Irina Alksnis | RIA Novosti

La decisión del Tribunal Supremo de revocar el derecho constitucional al aborto, y de trasladar la regulación del mismo a los estados, ha tenido exactamente el efecto que se pretendía. Por un lado, alrededor de una docena de estados comenzaron inmediatamente a prohibir los abortos. Se espera que unos 26 estados sigan el mismo camino. Por otro lado, han surgido protestas masivas en todo el país, y se prevé que se expandan y escalen en la línea de los disturbios de “Black Lives Matter” (BLM, Las vidas negras importan) del verano de 2020.

El tema del aborto (al igual que la posesión de armas) es mucho más que un punto de la agenda política interna de Estados Unidos. Se trata de una cuestión básica y directamente existencial de la vida estadounidense, que divide profundamente a la sociedad casi por la mitad.

Por eso, el Tribunal Supremo, que cambió el statu quo de hace medio siglo (los jueces revisaron la decisión Roe contra Wade de 1973, que fue el caso en el que se estableció el derecho a interrumpir un embarazo a nivel federal), ha provocado un cambio tectónico en el sistema estadounidense.

Decisión que favorece a los políticos

Los conservadores estadounidenses, por supuesto, celebran ahora una gran victoria.

Pero tampoco hay razón para que los dirigentes demócratas se sientan mal por ello; al contrario, abre nuevas oportunidades y posibilidades para el partido. El discurso de Joe Biden fue una prueba de ello: el Presidente de Estados Unidos culpó al Tribunal Supremo de hacer retroceder al país 150 años y de poner en peligro la vida y la salud de las mujeres.

El hecho es que el Partido Demócrata va camino de un gran fracaso en las elecciones de mitad de mandato que se celebrarán en noviembre. Casi a diario hay noticias –tanto estadísticas socioeconómicas como nuevas encuestas– que registran el deterioro del país y la creciente pérdida de votantes a favor de los demócratas.

El aborto, debido a la importancia fundamental del tema para los estadounidenses, es un asunto que tiene el potencial de movilizar no sólo a su electorado principal, sino también a parte de los votantes indecisos en apoyo de los demócratas. Sin embargo, el tiempo dirá si esto será suficiente para compensar los altos precios de la gasolina, la inflación (el público se resiste a creer que la causa es la “subida de precios de Putin”), los crecientes déficits y otras manifestaciones de una crisis sistémica. Pero es mejor que nada.

Así que la decisión sobre el aborto es, en efecto, tácticamente ventajosa para el Partido Demócrata, por lo que se especula que el “pantano de Washington” liberal ha presionado deliberadamente al Tribunal Supremo, dominado por los conservadores, para que la apruebe. Al igual que las filtraciones de la primavera sobre la preparación de este documento –que ya causó una grave reacción en su momento– tenían claramente las marcas de una “filtración” político-tecnológica por parte de los demócratas.

Sin embargo, no es tan importante.

Se puede discutir durante mucho tiempo sobre cómo situacional, táctica y políticamente la situación actual beneficia a los demócratas, a los republicanos, a Biden, a Trump y a cualquiera. Pero lo que realmente importa es que la decisión del Tribunal Supremo conlleva riesgos estratégicos para Estados Unidos como tal.

Sin consenso social

Hay temas en cualquier sociedad que deben ser tratados con mucho cuidado, ya que pueden causar un enorme daño e incluso destruir un país. En Rusia, por ejemplo, por razones obvias, la cuestión nacional debe tratarse con mucho cuidado. Pero hay otros temas que provocan una fuerte reacción pública: si hay que enterrar a Lenin, si hay que devolver el monumento a Dzierżyński a Lubyanka, si hay que cambiar el nombre de las calles, etc. (Feliks Edmundowicz Dzierżyński 1877-1926, revolucionario ruso y polaco y figura del Estado y del partido soviético; jefe de varios Comisariados del Pueblo, fundador y jefe de los servicios de seguridad de la URSS)

Sencillamente, no tenemos un consenso sobre estas y otras muchas cuestiones. Además, nuestra experiencia pasada en este sentido es trágica y demuestra que la exasperación por estos temas puede provocar las más graves consecuencias. Pero sólo existe un consenso público sobre tal perspectiva: Rusia no necesita ciertamente que se repita el pasado.

Como resultado, han surgido en el país principios, tanto por parte del gobierno como de la sociedad, en los que se basa la actitud de la mayoría de las personas ante temas tan delicados. Estos principios presuponen una posición oficial equilibrada, cambios graduales o la congelación del statu quo hasta que cambie el estado de ánimo de los ciudadanos. Y en general, el silenciamiento de la confrontación pública sobre temas sensibles.

Lo curioso es que estos principios los tomamos prestados de Occidente, que nos sirvió de modelo sobre cómo construir la paz civil, respetar y valorar nuestra historia, aceptándola en su totalidad, buscando y encontrando el consenso social en los temas más complejos y controvertidos.

Por eso nos chocó tanto cuando el mismo Occidente empezó a demoler sus monumentos, a abolir clásicos y héroes del pasado y, en general, a destruir lo que fue su esencia durante siglos. La decisión del Tribunal Supremo estadounidense, a pesar de ser aceptada por los conservadores, se sitúa en la misma línea liberal de destrucción de la vía desarrollada.

Durante medio siglo, Estados Unidos vivió en un sistema en el que la cuestión del aborto se trataba de una manera determinada. Con el derecho de la mujer a interrumpir su embarazo consagrado a nivel federal, los estados pudieron imponer algún tipo de restricción. Esto permitió a los territorios variar sus políticas sobre el aborto –desde las más liberales hasta las más duras– en función de las preferencias de la población.

Y ahora, en una situación en la que el país está rígidamente dividido ideológica y políticamente, cuando es golpeado por una tormenta socioeconómica, cuando los medios de comunicación discuten abiertamente las perspectivas de un colapso y una nueva guerra civil, el Tribunal Supremo de EEUU no ha encontrado nada mejor que hacer que “dar la vuelta al tablero” en la cuestión más importante. Lo que garantiza una intensificación de la confrontación pública y política, con consecuencias potencialmente muy graves para Estados Unidos.