Las sanciones nos hicieron libres Por Andrey Rudalyov | RT edición en ruso

Como dice el proverbio, “a Dios le gusta la trinidad”, pero nuestros adversarios occidentales pueden fomentar la aritmética hasta el infinito, sobre todo cuando la histeria se mezcla con los paquetes de sanciones.

Así que corren lo más rápido que pueden, secándose el sudor de la cara con las manos, estimulándose constantemente, incesantemente motivados. Nadie los persigue, nadie compite y nadie teme la emoción de sus amenazas. Pero siguen intentándolo y emitiendo más y más paquetes de sanciones y restricciones que hace tiempo que han perdido todo su sentido, incluso al contrario: la política de sanciones ha convertido a Occidente en su rehén.

Es difícil escapar de esta carrera autodestructiva y contradictoria. El daño que hacen a Rusia es hipotético, basado en sus percepciones. En cambio, para ellos mismos es bastante tangible y, además, con una pérdida de reputación.

En general, las sanciones occidentales se han convertido en una realidad especial que, como el óxido, corroe la economía mundial, haciendo que cosas que hasta hace poco parecían inviolables, sean insignificantes. Se están convirtiendo en un momento especial de la verdad tanto para Rusia como para el propio Occidente. Algunos aprenden la lección de todo esto, mientras que otros prefieren ignorarla, quedándose en su caparazón.

Llevamos ocho años viviendo en la realidad de las sanciones. Durante ese tiempo hemos podido comprender lo principal: el valor de lo propio, la soberanía. Al fin y al cabo, todo lo demás se convierte fácilmente en una palanca de manipulación y esclavización.

Tras el colapso de la Unión Soviética, nuestro país hizo todo lo posible por integrarse en la economía mundial, con la esperanza de recibir un trato igualitario, creyendo que los principios básicos eran los mismos para todos. Pero en realidad estábamos cayendo cada vez más en un sistema de dependencias a través del cual nos querían dominar por completo, privados de nuestra voluntad y voz, y paralizados.

Te dije que debíamos imponer más sanciones

Las lecciones de 2014

La situación de 2014, cuando se impusieron con especial ferocidad todo tipo de sanciones contra nuestro país, tuvo un efecto aleccionador. Algo así como si nos hubiéramos despertado, hubiéramos vuelto a la realidad y estuviéramos saliendo poco a poco del marasmo económico mundial. Las sanciones nos hicieron libres, nos liberaron de muchas ilusiones. Después, con mayor o menor éxito, hemos seguido la senda de la economía soberana y la sustitución de importaciones.

Ahora por fin nos hemos dado cuenta de que en el ámbito económico no podemos competir con los tramposos y los estafadores, que no sólo no cumplen con las obligaciones ni las reconocen, sino que están dispuestos a robar con cualquier pretexto que les parezca adecuado, tomándolo como un valor en sí mismo.

Llegamos a otra conclusión importante a través de la experiencia: no debemos negociar con una reunión de malvados, sino con personas en las que podamos confiar, que sean fieles a su palabra, que no se vuelvan histéricas y dictatoriales. Socios fiables.

Y lo más asombroso: después de darnos cuenta de ese hecho, el mundo se expandió, hubo un tremendo desplazamiento geográfico, equivalente a los tiempos de los grandes descubrimientos geográficos.

Resulta que el mundo es enorme y diverso, que no se limita a la civilización occidental, que el sesgo hacia el occidentalismo da una imagen muy extraña y paralizante de la realidad y estrecha el horizonte.

Por supuesto, ya hemos sospechado antes que el mundo no es sólo la civilización anglosajona, pero desde la época de la Perestroika se inculcó la ilusión –por el fantasma de los valores universales– de que ahí está el centro del universo, un ejemplo a seguir, la marca de mayor clase y calidad, y todo lo demás es de segundo y siguiente rango. Y ahora vemos que hay muchos centros soberanos iguales en el mundo que no están dispuestos a bailar siempre al son del Olimpo americano. Así que resulta que la humanidad no es un cuartel de un mundo unipolar, sino muchas voces individuales y únicas.

Nos dio una gran libertad esta ampliación de las coordenadas geográficas, el desplazamiento del centro y la comprensión de que puede haber muchos centros, y que la humanidad no es en absoluto una pirámide en cuya cima están los celestiales, más allá los vasallos, los países dependientes y administrados, y en la base está el eje del mal. Rusia, que quería ser conducida al territorio de la alienación, obtuvo un espacio adicional para su actividad. Era como si se abriera al mundo y el mundo a ella.

Ilusiones monstruosas

Por otra parte, aunque las sanciones convirtieron a Occidente en su propio rehén, mostraron las ilusiones en las que vivía, alejadas de la realidad. Ilusiones que se volvían monstruosas.

Recuerdo cuando el presidente Obama destrozaba la economía rusa. Vivían en la realidad de que era un país petrolero, ninguneado, abocado a su propia desaparición, la cual creían natural. En sus fantasías, Rusia seguía el mismo camino de la perestroika, abandonando todo lo suyo, descuidando lo suyo, rechazando lo propio, en el camino de la abolición de lo suyo, y pronto repetiría el destino de la Unión Soviética.

Así que soñaron y nos miraron a través de estas lentes, por lo que no nos tuvieron en cuenta, y nos presionaron y mintieron y continuaron presionando, con la idea de que nuestro país no podía tener ningún interés nacional, y que él mismo era una carcasa lista para ser descuartizada. Pero Rusia volvió a su senda de poder civilizatorio milenario mientras aquellos nos destrozaban…

Sin duda, Occidente cometió un error al imponer las sanciones, porque no sólo repelió finalmente a Rusia, sino que la liberó por completo, y ahora, con cada nuevo paquete, está abriendo un espacio cada vez más prometedor para la actividad y el desarrollo. Tampoco ahora Occidente ha renunciado a sus ilusiones.

Al igual que Obama, Occidente pensó que las sobras irían a parar a los basureros, que sus sanciones sin precedentes y sin ley harían volar en pedazos nuestra economía. Pero llegó una nueva revelación: resulta que Rusia no es tan débil económicamente como Occidente hubiera querido. Que el mazo de las sanciones rebota sobre sí mismo, y que Rusia, que ha elegido un camino soberano, no hace más que fortalecerse.

Incluso antes de eso, insinuaban que militarmente nuestro país ya no era nada. Se convencieron mutuamente que nuestra sociedad podía ser manipulada fácilmente y sin esfuerzo: bastaba con una zanahoria y una gran mentira, y la gente correría de cabeza, destrozando todo lo que encontrara a su paso. En cambio, Rusia ha adquirido la madurez necesaria, ha constatado la importancia de su soberanía e independencia, y la importancia de lo propio.

En este momento, fuera de su realidad y de su visión estereotipada, la Unión Europea adopta el sexto paquete de sanciones contra nuestro país, en las cuales francamente se nota que sienten nostalgia por los tiempos del colapso de la URSS, una de cuyas causas fue la caída de los ingresos del petróleo. Siguen creyendo que estamos sentados en una aguja de petróleo, que somos esa gasolinera: de ahí su confianza en el embargo petrolero en nuestro detrimento.

Nos volvemos más libres

Creen que nuestro sector bancario es tan débil que si desconectamos a varios bancos importantes, incluido Sberbank, de SWIFT, todo se vendrá abajo, sin importar lo que hayan hecho.

Y es que sí, creen fielmente que los militares rusos envían a casa desde Ucrania montones de tazas de letrinas y todo tipo de desechos, porque tenemos un mundo salvaje y una pesadilla de desolación a nuestro alrededor, donde los vientos de la propaganda levantan nubes de mierda, por lo que han colocado nuevos dispositivos de interferencias en una serie de organizaciones mediáticas rusas.

Ellos se lo creen, pero les impedimos que observen estos sueños fabulosos, por lo que se indignan y enojan cada vez más, dando lugar a un nuevo ataque de sanciones con crujir de dientes. ¡Cómo no abrumarse…!

Rusia no se cierra, no levanta cortinas de hormigón armado, pero sigue apelando al sentido común. Por ejemplo, el Ministerio de Asuntos Exteriores subrayó en una declaración el carácter autodestructivo de las sanciones e instó a los países europeos a pensar en su propia población, que será la más afectada por las consecuencias. Pero hasta ahora no es posible hablar con mucha gente porque no hay mucha cordura entre los europeos.

En este momento, las sanciones son su diálogo con ellos mismos. La manifestación de sus complejos, miedos, estereotipos y deseos ocultos y vergonzosos. Por lo visto, les gustaría mucho encontrar o inventar ese botón mágico, que al pulsarlo todos bailen a su compás y el que no baila, pulsas otro y cancela o anula el baile. Pero todo no se desactiva, ¡qué misterio!…

En cambio nosotros nos volvemos más libres y ellos se esclavizan al brebaje de las sanciones, cuando éstas se convierten en una obligación especial y el tiempo se percibe como una pérdida si no se arma un nuevo paquete. Están polemizando con sus percepciones sobre nosotros. Ese es su problema. En esta noción, el monstruo nace, o más bien se reproduce.

Ah, sí, ¡me acuerdo! No hace mucho tiempo nos asustaban con “sanciones infernales”. Ahora ya no lo llaman así, se ha convertido en rutina, pero entendemos de dónde procede el dichoso mensaje…