López Obrador quiere la caridad del imperialismo Por Juventino Navarrete

López Obrador quiere la caridad del imperialismo Por Juventino Navarrete

El 18 de septiembre pasado, en el marco de la VI cumbre de la Comunidad de Estados Americanos y caribeños (CELAC), el presidente de México Andrés Manuel López Obrador brindó un discurso que causó revuelo en la opinión pública, pues trazó algunas propuestas que generaron polémica. Habría que destacar que aquellos que lo calificaron de bueno y novedoso son los mismos que AMLO considera como los representantes del neoliberalismo y de los grupos entreguistas que anteriormente tuvieron el poder de la nación.

​Considero que, a pesar de que dicho discurso contiene dos o tres verdades, como la necesidad de la integración económica, política y social para salir del atraso o subdesarrollo o, que el crecimiento económico sin justicia social es poco útil para las naciones, en términos generales, es ingenuo, hipócrita y mentiroso. He aquí tres ejemplos:

Una de las primeras ideas que desarrolló fue que la CELAC puede convertirse en estos tiempos en “el principal instrumento para consolidar las relaciones entre nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una integración con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a nuestras soberanías…” (lopezobrador.org.mx, 18 de septiembre).

Lo primero que habría que cuestionarse es si verdaderamente existe un ideal de integración con el vecino del norte a sabiendas que representa al imperialismo y que, como lo dijo hace algunos años John Foster Dulles y lo han experimentado los países latinoamericanos desde que se independizaron de España y Portugal, “Estados Unidos no tiene amigos; solo tiene intereses”, es decir, el imperio, por su misma naturaleza, no puede tener aliados sino solo subordinados. La respuesta es un NO rotundo. De hecho, la CELAC surgió como un instrumento regional para enfrentar los embates del imperialismo (Cumbre de Caracas, 2011).

En realidad, los únicos que han soñado con la dominación (que no la unión) norteamericana sobre los países latinoamericanos son precisamente aquellos que se supone está combatiendo el presidente López Obrador porque durante años se dedicaron a saquear los bienes de las nación; han sido las burguesías locales o una buena parte de ellas las que no solo han soñado con el dominio norteamericano, sino que en determinados momentos han combatido de la mano de los imperialistas para deponer a gobiernos progresistas e imponer a dictadores al servicio de Estados Unidos. El derrocamiento de Jacobo Árbenz Guzmán por Carlos Castillo Armas en concordancia con la burguesía guatemalteca y la CIA en 1954 es un claro ejemplo de lo antedicho.

Aquellos países que no han aceptado la dominación imperialista y que, incluso han tenido la osadía de enfrentarla, han sufrido la embestida verbal y armamentista del imperialismo. Así se explica la expulsión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 1962, por lo tanto, esta acción no fue una simple “falla” por parte del expresidente John F. Kennedy como lo expresó AMLO en su discurso, sino una acción bien calculada que tenía como objetivo acorralar a la isla y matarla de inanición.

Otra idea que desarrolló el presidente es que con un proceso de integración parecido al T-MEC los países se pueden beneficiar sobradamente, no obstante, los más de 20 años del TLCAN ofrecen suficiente experiencia para reconocer que lo anterior no es más que un contrasentido.

En las condiciones actuales los países latinoamericanos no pueden competir contra Estados Unidos, pues, mientras Latinoamérica vende fuerza de trabajo y materias primas, el imperio exporta bienes de capital, con lo que no solo no se eliminan las disparidades, sino que se siguen reproduciendo las condiciones de dominación y colonialismo; ya en otros tiempos destacados economistas como Raúl Prebisch insistieron en la necesidad de la industrialización latinoamericana para poder competir contra las potencias mundiales (Prebisch, R., 1959).

Un tercer punto que ensalzó el presidente es que la Alianza para el Progreso, que se efectuó en 1961, en donde Estados Unidos destinó 10 millones de dólares para América Latina, “ha sido lo único importante que se ha hecho en materia de cooperación para el desarrollo en nuestro continente en más de medio siglo” ((lopezobrador.org.mx, 18 de septiembre), pero lo anterior es impreciso, ya que, justamente, en la segunda mitad del siglo pasado fue cuando más se insistió en la creación de bloques económicos para enfrentar de manera colectiva los problemas de la región, verbi gratia el Mercado Común Centroamericano (1951), la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (1960), La comunidad Andina de Naciones (1969), El Mercado Común del Sur (1991), etc.

Por último, queda indicar que los países latinoamericanos no necesitan de la caridad del imperio para salir del estancamiento en el que se encuentran como lo pretende López Obrador al apuntar que Biden y el congreso norteamericano destinen recursos para la región, sino que se les permita obrar libremente, es decir, que no se les siga imponiendo políticas económicas y sociales en beneficio de las empresas transnacionales y de las burguesías locales más retrógradas, de lo contrario, se seguirá perpetuando esa larga dominación de la que no se han podido liberar.

(*) Juventino Navarrete. Estudiante de Economía e Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México.