Mario Montenegro cumple «Setenta tucos» Por Mario Montenegro

Mario Montenegro cumple «Setenta tucos» Por Mario Montenegro

Estoy arribando ahora dos de enero a mis setenta años,
setenta tucos de bregar por estas praderas
todavía tengo dientes y miro sin anteojos
no uso bastón ni pamperes
ni me orino en los pantalones
no tengo ni un solo pelo negro pues la vanidad y la nostalgia me los pintan
me regalaron media docena de hijos disparejos el uno del otro
pero me han dado alegrías y compañía en este diario vivir.

Logré sobrevivir al alcohol y a la ingesta de otras hierbas
en la última borrachera me caí y me fracturé dos dedos de la mano derecha,
estoy aprendiendo de nuevo a tocar la guitarra y a cantar que es lo que me gusta.
Todavía si me lo propongo nado mil metros en laguna abierta,
hago media hora de meditación y sigo pintando sin descanso.
He publicado seis pequeños libros de cuentos dirigidos a los niños de mi país,
dos de ellos en japonés donde publicaron medio millón de copias.
Aquí no fue noticia, pues todavía no cuento con apellido ilustre ni apellido de rico.

He escrito más de cien canciones y he participado en diez festivales internacionales,
dos de ellos mundiales en Alemania y Checoslovaquia.
Escribí “El caballito de palo” y “Gonzalo el Cocodrilo” los que se convirtieron
en los libros más vendidos en Nicaragua.

No soy artista, quisiera serlo – Soy apenas un artesano

Esto lo digo sin falsa modestia.

Conservo todavía algunos amigos que estimo y quiero

A pesar de que algunos sigan siendo unos borrachos sinvergüenzas, pendencieros y fornicadores.

Recuerdo todos los días del mundo a los que se han ido: Eduardo Báez, Salvador Cardenal, Otto De la Rocha, Armando Mejía, Arnulfo Oviedo, Guillermo Anderson, Enoc Zavala, Martha Arriaza, Scarleth Cuadra – el poeta Carlos Martínez Rivas que me hace falta horrores en este ir y venir de la vida.

Vengo de una familia tradicional: disfuncional arrasada por la pobreza, estuve preso más de diez veces en la época de la Guardia –la más horrible de todas fue la acusación que me hizo un cura de ingrata recordación, español y oreja somocista, que se llamaba Valentín Llamera. Estuve preso y verguiado por quince inolvidables días pero esta es la escuela que me tocó.

Pertenecí al grupo Gradas que lideraba la Poeta Rosario Murillo donde di mis primeros pasos y reafirmé mi dignidad de no ser somocista.

Cuando apenas era un ayudante de albañilería – la Revolución me devolvió la vida.

Estudié en Cuba Teatro de Muñecos y he viajado por más de quince países.

Sigo como aprendiz de Revolucionario y abrazo la ideología Sandinista

No me voy de este mundo sin hacer una exposición de pintura en el Louvre de París y tres conciertos en Beijing.

Nos vemos en el otro potrero

No soy ateo ni nunca lo he sido

Porque de todo tengo menos de pendejo.

Creo absolutamente en Dios pero no en los curas

Ni en sus prácticas corruptas

Gracias a la vida que me ha dado tanto dice Violeta

Ahora lo retomo y lo hago mío