Semblanza de mi hermano, Mario Barquero Baltodano Por Lautaro Sandino Montes

Semblanza de mi hermano, Mario Barquero Baltodano Por Lautaro Sandino Montes

Conocí a Mario Barquero Baltodano en la Embajada de Nicaragua en Suecia, creo que fue en el año 1984, durante una gira de trabajo realizada en representación de Juventud Sandinista 19 de Julio. En esa época, la guerra yanqui contra nuestro país seguía en aumento y trabajábamos para defender la Revolución, tanto como ahora. Recuerdo la primera impresión que me dio: una persona sencilla, afable y de convicciones firmes.

Muchos años después pude comprobar que seguía siendo básicamente el mismo, eso sí con más experiencia forjada con años de trabajo.

Luchador antisomocista desde los años 70, cuando militaba en el Partido Socialista Nicaragüense, en la fracción que luego se integraría al Frente Sandinista de Liberación Nacional, contribuyendo así con el derrocamiento de la dictadura somocista.

Se graduó de psicólogo, aunque su verdadera vocación era ser escritor. En su haber hay novelas escritas y según me dijo tenía otra en preparación –que espero que alguna vez sea publicada– además de ensayos y artículos, muchos de ellos preparados por razones laborales y otros con sus reflexiones sobre la vida cristiana que profesaba activamente en la iglesia católica.

En octubre de 2019 me envió un ensayo que apócrifamente llamó “la iglesia y la no violencia” en el que reflexionaba sobre Dios, de sus atributos como ser divino, de sus enseñanzas y como esas enseñanzas encajan en los preceptos de la no-violencia, así como una reflexión de cómo la Iglesia se ha sometido a la violencia en diferentes momentos, no honrado así las enseñanzas de Cristo. En mi opinión lo novedoso de este artículo es la reivindicación de poder escribir sobre teología aún sin haberla estudiado formalmente, lo que me recuerda cómo cristianos empobrecidos a partir de su fe optaron por la liberación de sus pueblos del yugo opresor.

En su ensayo, Mario hace “un llamado a reflexionar, dialogar, y quizás con la infusión del Espíritu Santo desemboquemos todos en pro de un humanismo impregnado de la Misericordia y amor como nos demanda Dios” y agrega que “estar a favor de los pobres no es reproducir la pobreza, estar a favor de los pobres, es luchar para sustraerlos de ese ambiente de degradación; darle la deferencia que todo ser humano merece por el simple hecho de ser hijo e hija de Dios” citando así las palabras del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Paz, en enero de 2017.

Mario fue diplomático porque “le tocó”, como muchos de nosotros; no porque lo estudiamos o lo pedimos… sino porque la Revolución lo demandó y él lo asumió como siempre lo había hecho con compromiso, mística y convicción que fue forjándose a través de su vinculación con el Padre Miguel D’Escoto, con Nora Astorga, para citar solo dos.

Suecia, Zimbabue, Irán

De Suecia fue trasladado en 1988 como Embajador en Zimbabue, concurrente con Etiopía, en donde continuó su experiencia como diplomático y su conocimiento en materia internacional, aportando a las relaciones con los países del África, con el Movimiento de Países No Alineados que fueron parte –y lo siguen siendo– integrantes de la defensa de la Revolución Sandinista en los años ochenta. Regresó a Nicaragua en los años noventa trabajando en proyectos de desarrollo rural en la zona de Waslala que financiaba la Unión Europea.

Mario y yo nos encontramos nuevamente en 2007, en el Ministerio de Relaciones Internacionales. Ambos trabajamos en la Dirección de Organismos Multilaterales. Recuerdo nuestras pláticas sobre política internacional, de cómo podríamos hacer que nuestra labor fuera efectiva y eficiente; hablábamos de Naciones Unidas, del Movimiento de Países No Alineados y cómo nuestra Revolución podría contribuir a la causa de los pobres. Fuimos parte del equipo nicaragüense para lograr que el Padre Miguel D’Escoto fuera electo como presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas en el año 2008.

A finales de 2009, Mario fue nombrado por el Presidente de Nicaragua como Embajador ante la República Islámica de Irán, en donde realizó esfuerzos por desarrollar las relaciones diplomáticas entre ambos países contribuyendo al conocimiento en ese milenario país del lejano oriente de la lucha sandinista, de nuestro insigne Rubén Darío y del General Augusto C. Sandino.

Mario era muy observador, con buena capacidad de análisis; alentaba a la superación personal de sus compañeros de trabajo y fraterno, muy fraterno. No recuerdo haberle visto perder la calma, de palabra suave y respetuosa buscando el lado positivo de las cosas. Leal a su partido FSLN, al Comandante Daniel Ortega Saavedra, a la compañera Rosario Murillo, al pueblo de Nicaragua.

A finales de 2019 fue llamado a Nicaragua, luego de cumplir 10 años como Embajador de Nicaragua ante la República Islámica de Irán. Recuerdo que me comentó del fin de su misión, de su alegría por regresar a la patria, de poder estar de nuevo cerca de sus hijos y nietos, y lleno de proyectos personales y de entusiasmo por lo nuevo. Me dijo que ya era hora de regresar y disfrutar de la madurez que da el tiempo y la experiencia y de su deseo de seguir aportando a las nuevas generaciones.

Por eso no me extrañó que se integrara al Centro de Estudios del Desarrollo Miguel D’Escoto Brockmann (CEDMEB) de la UNAN-Managua siendo así consecuente con sus principios y vocación de servicio, creo que pensaba que al fin podría dedicar más tiempo a su vocación de escritor.

Sin embargo, el 3 de junio del 2020 el Embajador Mario Barquero, mi amigo y hermano falleció repentinamente en un hospital de Managua. La noticia de su muerte me causó gran pesar. Ya no le vería más. Lo recordaré reflexivo y observando, como buscando las palabras, y con su buen humor y espíritu fraternal. Este 16 de noviembre cumpliría 71 años de edad.

Al celebrar su vida rindo un homenaje de amor y respeto al hermano que, aunque se haya ido está presente en mis pensamientos.

Bruselas, 14 de noviembre de 2020