Artistas hipócritas Por Fernando Buen Abad Domínguez | https://www.facebook.com/fernando.buenabad

Artistas hipócritas Por Fernando Buen Abad Domínguez | https://www.facebook.com/fernando.buenabad

Un grupo de millonarios, hijos de la farándula más mediocre, inflados a fuerza de petulancias, egolatrías y estulticia golpista, canturrea una especie de himno hipócrita para la demagogia filantrópica. Dramatizan, pujan, se retuercen y berrean palabras huecas adobadas con payasadas melifluas. Hacen como que son “buenas personas” y se aprovechan de Haití para escalar cierto rating limosnero, lavadero de culpas, a costa de un pueblo que siempre les ha importado un bledo. O casi. Imitan a la farándula yaqui que siempre ha sido su “Alma Mater”.

Ya ronda en los corrillos del “Show Business” una alabanza estereotipada que se regodea en aplaudir la “generosidad” del estrellato servil que, dócil siempre al llamado de Miami, acude ahora a exhibir su bonhomía impostada. Muchos de ellos le cantaron a Bush durante los peores episodios criminales de USA en Irak. Muchos recibieron palmaditas en el lomo y quizá “ayudas” para su lucha contra la Revolución Cubana.

Mercachifles de mal gusto

Se trata de una hipocresía flagrante perpetrada por mercachifles que se hacen llamar “artistas” cuyo mal gusto no sólo hemos tenido que soportar, hasta la náusea, durante décadas y más infernales décadas. Ahora, en su papel de imitadores de una vieja canción igualmente hipócrita, inyectan su melodrama decadente a una letra incoherente y ripiosa. Pretenden que eso se convierta en logro moral benefactor y tratan de venderlo para recaudar fondos que nadie sabe dónde pararan.

Esa manía de la farándula por organizar reuniones filantrópicas, que se esfuerza por aprovechar la “fama” de los “ídolos” para recaudar sensiblería y dinero, trasunta vahos de falsedad que, por decir lo menos, son siempre sospechosas. Basta con mirar, con detalle, cada uno de los rostros y las historias, de los “cantantes” o “estrellas” del “Show Business”, para saber entender la base ideológica y política de sus carreras. Todos serviles de las mafias televisivas, disqueras, radiofónicas y periodísticas. Aunque ellos digan que no son “políticos”. Financian (al menos moralmente) a los grupos golpistas de Miami, se prestan a toda payasada desestabilizadora de las democracias, se prestan a ser pantalla y cortada de cualquier mascarada pagada por las oligarquías y las mafias mediáticas. Son mercenarios musicalizados.

Envueltos en su manto de “bondad” y “pacifismo light” (representados por sus muy frecuentes vestiduras blancas) van consolidando, a pasos agigantados, un arma de guerra ideológica disfrazada de conciertos, actos público o reuniones de caridad. Se auto-ungen como personeros de un espíritu “solidario” y “fraterno” –que en realidad desconocen- para lanzar sus, siempre ambiguos, anhelos de “hermandad burguesa” y reconciliación de clases. ¡Sólo si son rentables, claro!

Nunca hablarán de las bases militares yanquis en Latinoamérica, nunca hablarán de los asesinatos del ejército yanqui en Afganistán, nunca hablarán del saqueo, de la explotación ni de las mafias de narcotraficantes que, incluso, financian buena parte del “Show Business” y la narco-cultura mass media. De ellos es el reino del eufemismo, la ambigüedad y la anfibología. Los más filántropos fundan casas de caridad y se hacen admirar por su compasión y generosidad. En sus excesos de “fraternidad” burguesa permiten que sus “fans” se tomen fotos con ellos y, en el paroxismo, firman autógrafos y dedicatorias. Ni una palabra sobre la corrupción de los latifundistas, los banqueros y los industriales que los patrocinan.

La verdadera solidaridad

Dicho en el campo abierto de las generalidades, cualquiera está obligado a ser solidario y a hacer lo que pueda para tender una mano a quien la requiera, incluso si no se tratara de una emergencia. Pero ser solidario, a estas alturas de la historia, tiene sus requisitos y exige reglas nítidas. Ya lo esclareció el propio Che Guevara.

No podemos ser ingenuos. La solidaridad no está exenta de la influencia de la lucha de clases. Ya nos han vapuleado miles de veces. Por ejemplo: Con el pretexto de la “solidaridad” de perpetran canalladas de toda ralea. Sólo basta ver cómo el ejército yanqui, obediente al mandato de la oligarquía que gobierna en USA, desembarcó en Haití pretextando ayuda humanitaria pero armados con artillería pesada con dedicatoria a Cuba y a Venezuela. Llegaron, incluso con un portaaviones nada humanista, por cierto. Por ejemplo: Los “Teletones”, las “colectas”, las recaudaciones en los supermercados… reúnen sumas que sólo engordan las chequeras de “fundaciones”, “asociaciones” o “clubes” especialistas en puentear impuestos y autoridades para exhibirse como benefactores impolutos.

En Haití por ejemplo los fondos recaudados no llegan a las autoridades y operan como tácticas para desfondar a los gobiernos. Es verdad que muchos gobiernos, al recibir o percibir acumulaciones de dádivas, babean desesperados por pasar los dineros recaudados a las cuentas privadas de los políticos. Lo han hecho miles de veces. Por eso toda iniciativa de solidaridad debe estar bajo control de los pueblos y de los trabajadores. Transparentar las necesidades y trasparentar las recaudaciones. Trasparentar las entregas y sancionar todo desplante que se aproveche, con cualquier pretexto, para engordar chequeras, famas o vanidades. Auditorías públicas permanentes para toda iniciativa de la buena voluntad burguesa.

Debe saber el consenso de Miami que no somos ingenuos y que entendemos sus maniobras ideológicas. Que sabemos cómo tratan a los trabajadores de la música que malpagan y maltratan, que sabemos cómo se comportan como patrones explotadores de los trabajadores técnicos. Debe saber toda la farándula acunada por el golpismo que entendemos y combatimos sus ofensivas semióticas y que, día a día, la conciencia de los pueblos avanza. Que sus operaciones camufladas de “filantropía” no nos enceguecen. Deben saber que está en marcha la Revolución de la Conciencia. Nosotros sabemos.