Chávez, y la nueva manera de hacer política El Cayapo | Misión Verdad

Chávez, y la nueva manera de hacer política El Cayapo | Misión Verdad

El capitalismo dice que no pensemos, que hagamos, que resolvamos, ¿Pero que resolvamos sobre qué? ¿Hagamos sobre qué? Eso hay que pensarlo, ¿qué es lo que vamos a resolver? ¿Qué es lo que vamos hacer? Tenemos que pensarlo

Hugo Chávez

“El canciller se llegó pa’l barrio”. Con esta frase del viejo Gustavo, que refleja la exactitud de la visita, queremos titular este hecho ocurrido el día viernes 20 de noviembre de 2020.

Cuando se nos avisó vía llamada telefónica que una delegación del Instituto Samuel Robinson para el Pensamiento Original nos visitaría, comenzamos los preparativos para recibirlos, pero una segunda llamada días después nos alertó que vendría el Canciller de la República. Ahí sí fue verdad que se subió la gata a la batea, ante ese anuncio quisimos pulir la casa, arreglarla como tacita de oro y comenzamos.

Al rato nos dimos cuenta que una totuma no era taza y de oro menos; bueno, barrimos, pasamos coleto, recogimos peretos (trastos) viejos, le pedimos ayuda a Sorelys, la jefa de la comunidad, Matilde, Ángel, Sofía, Carlos, Liz, Macuro; todos nos pusimos al servicio de la tarea, con alegría y preocupación de que nada saliera mal.

Se cortó la leña, se compró la comida, el café, se cortó la chinchamuchina (planta medicinal) para el jugo, Carlos y Sofía hicieron brownies en horno de leña, Matilde preparó su mejor mermelada de guayaba, se cortaron cambures, en fin, todos los detalles se cubrieron… bueno, casi todos: uno que nos causó preocupación eran los platos, los manteles, los cubiertos, las tazas, los vasos, dónde comería y bebería el canciller y su delegación, porque la casa es de montonera y si acaso hay algunos platos y tazas de vidrio o porcelana de la barata, que vendían fiado los saneros (tiendas de artículos para el hogar).

En la conversa para decidir, pensamos en darle de comer y beber a ellos en esa vajilla pero después dijimos que eso se vería mal porque no alcanzaría para todos. Ese dilema lo resolvimos el día de la visita.

Llegó el canciller

El día esperado llegó, no sabíamos de protocolos, boato o parafernalias, para recibir a un canciller. Sin embargo ocurrió, llegaron los carros y naturalmente nos dedicamos a que se acomodaran para que no perturbaran las entradas de los vecinos.

Al rato el canciller y todos estábamos en esa tarea, las presentaciones ocurrieron de manera natural, los saludos, los rompehielos de Daniel, Cecilia, Heizel, Gustavo y el mismo canciller, que al saludar empezó con las preguntas abre-conversas y de una vez el café, y dele a la conversa.

Hablamos, hablamos con entusiasmo, de 1989: dijimos que era un plan urdido por la burguesía para destruir el país y poderlo administrar a su antojo. Hablamos de nosotros y de Chávez, el que no llegó para ofrecer nada; el que nos propuso, ante la debacle y la posibilidad de la guerra civil en ciernes, la idea de cambiar el Estado, de realizar una nueva Constitución que se adaptara a los nuevos tiempos por venir.

Hablamos de Chávez sin demagogia, el Chávez de la verdad por delante, el que nos propuso una nueva manera de hacer política, el que no ofrece sino que hace, el Chávez de la otra palabra, el Chávez generador de pensamiento, el que nos heredó claves y códigos para construir el pensamiento distinto que nos enrumbe hacia la hechura de otro país, el Chávez que nos heredó a Maduro y el actual directorio de luchadores, pero sobre todo el Chávez gente, que trastoca con su acción práctica todos los conceptos existentes y nos propone crear un pensamiento original, que nos abarque como especie sin las odiosas separaciones de razas, credos, fronteras, colores, géneros; el Chávez de la filosofía que no interpreta, sino que derrumba y crea lo distinto.

Hablamos de arte, del pueblo arte, de comunicación, de propaganda, de información, de la palabra que nace y va al corazón.

Esta primera parte de la conversa transcurrió entre cambures, café y caminata por el conuco, entre recoger auyamas y patear el monte; siempre la risa, la alegría de estar juntos.

Vamos a comer

A la hora de la comida se resolvió el dilema de dónde comería el canciller y su comitiva. Para ese momento había más gente de lo esperado, ya había llegado Alexandra y Noel; los Boadas: Braulio, Neida, María, Ezequiel, Nelson González, Eddy Alejandro Díaz, músicos; en fin, había más gente de lo esperado, la comida que habíamos pensado no alcanzaría pa’tanta gente y decidimos ahogarla en una salsa de auyama del conuco y así se rindió. Aplicamos el principio de donde come uno, comen ocho.

El dilema de dónde comería el canciller se resolvió con todo el mundo en vasos, tazas y platos de plástico, no melanina, no topergüer, plástico de buhoneros. Los manteles y los cubiertos brillaron por su ausencia, nos ayudamos con unos tenedores prestados por Aracelis y, debemos decir, que en el ajetreo de servir no se guardaron las formas y al canciller le tocó un plato con una orilla un poquito quemada. De eso nos dimos cuenta cuando ya el hombre estaba en plena faena, no hubo queja alguna, todo el mundo quedó satisfecho.

Después el jugo de chinchamuchina con limón, naranja y yerbabuena, y para coronar, el infaltable cafecito. Cuando se empezó a repartir los brownies, rendidos al extremo en su corte, para darle a todos, hubo una queja del canciller: “¿¡Más comida!?”. Pero al probar dijo: “Y para colmo también está sabroso”. Así también se probó con satisfacción la mermelada de guayaba y vuelta a la conversa.

Se habló del Instituto Samuel Robinson, su necesidad, su importancia en estos tiempos, la tarea que le toca, la visión de no repetirse como los burócratas institutos que se llenan de académicos e intelectuales repetidores de libros y grandes frases, pero que de nada nos sirven para construir lo distinto.

Se dijo que debíamos crear los mecanismos para que este instituto hurgue en la intra-cultura natural de nosotros como pueblo, para buscar la esencia, lo sustancial que nos conduzca a crear el otro país, el que no conocemos, el que no sabemos, que el instituto debe regarse como pólvora pensamiento por el mundo, porque ya la especie no aguanta una élite más.

Estamos obligados a pensarnos como especie, a sabernos, a nombrarnos, a pertenecernos, a pertenecer a un planeta y no que el planeta nos pertenezca. Todo ello nos obliga a la creación de la otra palabra, del otro método que nos exprese, que necesitamos fundar otros afectos y dejar de vivir en la trampa de los afectos comerciales con los que a diario nos engañamos, que para lograr todo esto se hace necesario crear otro modo de producción, no en el campo de lo ideológico, sino en el mundo de la verdad física y natural.

Hablamos de la diplomacia de la verdad, creada por Chávez y Fidel.

Hablamos sin límites, sin “le queda un minuto, redondee que ya habla mucho gamelote”. Al final fue un Encuentro Filosófico de los Pobres, fue encuentro sin ataduras.

Fueron siete horas intensas de sabrosa palabra, de sabrosa escucha, sin pose de ningún tipo, sin superioridades intimidantes. A estas alturas comprobábamos nuestras íntimas sospechas: fundar otro país con este directorio es absolutamente posible.

Se va Jorge

Pero como todo tiene un límite, la gente tenía que irse, la brutal realidad nos batuquea, demasiados temas quedaron por conversar y los conversados por concretar, por exprimirle el jugo. Pero lo claro, lo evidente, era que el Comandante Chávez nunca se equivocó cuando nos invitó a crear el país, a ser otros. Cuando nos llamó a la Constituyente, cuando nos hizo pueblo constituyente, cuando nos condujo en medio de los golpes de Estado, paros petroleros y otras trampas creadas por los dueños del mundo, cuando nos dijo con el cuerpo que éramos universales porque pertenecíamos a este país.

Que tampoco se equivocó cuando visionariamente nos heredó a Maduro y a este directorio, que son personas tan gente como el Comandante, como nosotros, con una inmensa preocupación por dejar de ser en conjunto lo que somos e intentar ser otros, para otros.

Cuando ya nos despedíamos, no estábamos despidiendo al canciller, estábamos despidiendo al hermano, al luchador, a esa voz digna que representa a la patria en todos los rincones del planeta, a uno más de nosotros que transmite la verdad de lo que somos y hacemos como pueblo en otros lugares, al compañero del directorio que nos hizo comprender por qué ellos hacen lo que hacen, porque sus tareas están cargadas de esa energía afectiva, desprendida de todo ego malsano.

Esto último que diremos no tiene nada que ver con Jorge, porque no hablamos con él de estos temas, nunca hablamos de gas, ni de luz, ni de CLAP, ni de gasolina, ni de salarios altos, ni de cubrir necesidades de gremios o grupos o colectivos o de cuotas electorales, ni de corrupciones, ni de cómo deben hacerse las cosas; tal vez porque lo que conversamos es precisamente para superar esa condición de lo que somos y empinarnos por encima de las miserias, hacia las cumbres de la historia.

Esto que diremos tiene que ver con votar este 6 de diciembre. Para nosotros votar no es para tener unos diputados peleándose entre ellos y que en nombre de la patria, no: es para sostener este gobierno, esta forma de hacer política, esta expresión de estar vivos cuando todo se zombifica en el planeta, que votar es seguir evitando obstinadamente la guerra civil, que votar por el gobierno es votar por nosotros, que votar es ser chavistas hasta la médula, que votar por recomponer la Asamblea Nacional es mantener el principio chavista de evitar la guerra civil hasta lo imposible o más allá de lo imposible, que votar es seguir abonando condiciones para fundar el país que soñamos, donde todos seamos raíz y tallo y hoja y flor en obstinada y alegre vida.

Amigo Jorge: sepa con el corazón que nuestros afectos por ustedes, el directorio, no son diferentes a los afectos de la mayoría, y esto es independiente de su llegada pa’l barrio, porque si aún no hubiera llegado, nosotros confiamos en sus acciones y sus hechos, aun equivocándose, porque los únicos que no se equivocan son los que nada hacen y se han visto casos en donde amarran mal las cabuyeras del chinchorro; si no, que le pregunten a Eder.

Una última. Quedó una deuda pendiente: todo el mundo aquí, por timidez, no nos atrevimos a pedirle la foto de familia, pero no importa, otro día será. De todas maneras el corazón está satisfecho.