Colombia, una historia sangrienta que se repite en 2021 Por Boris Rojas | Rebelión, España

Colombia, una historia sangrienta que se repite en 2021 Por Boris Rojas | Rebelión, España

Nota: El 28 de noviembre de 1928 estalló la huelga más grande de la historia de Colombia, organizada por el sindicato de los trabajadores que buscaban garantizar mejores condiciones de trabajo con un pliego de 9 demandas. Más de 25 mil trabajadores de las plantaciones se negaron a cortar los bananos producidos por la United Fruit Company y por productores nacionales bajo contrato con la compañía. Entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928, miles de trabajadores de la empresa estadounidense de banano United Fruit Company fueron asesinados por trescientos soldados del ejército de Colombia, en el municipio de Ciénaga, Magdalena, al mando del general Carlos Cortés Vargas, después de que el gobierno del conservador Miguel Abadía Méndez decidió poner fin a la huelga de un mes. El general Cortés dejó intencionalmente nueve cadáveres en la plaza –decían– para que los trabajadores supieran que los nueve puntos de su pliego habían muerto. Muchos cuerpos, dicen, fueron rápidamente cargados en los trenes y arrojados al mar, y otros enterrados en fosas comunes en una finca bananera vecina.

“Como conservador oficial ejercito permítome informarle insostenible peligrosa situación este puerto, debido infundadas exigencias dictadura guacherna azuzada cuatro bellacos, hales dado ahora impedir embarquen gasolina petróleo, amenazan”. Es la transcripción de una comunicación enviada desde la costa por un coronel del ejército al ministerio de guerra en el año 1927, un año antes de la masacre de las bananeras.

«La chusma» y los oligarcas

Tan demencial informe bien podría ser de nuestros días, ya por e-mail o Twitter y no por el vetusto telegrama (no confundir con Telegram), pero el discurso y el delirio son los mismos de hace 100 años: “la guacherna” es la misma de siempre, pobres, trabajadores, excluidos; “los cuatro bellacos” son los mismos vándalos infiltrados terroristas de hoy día, la hipótesis de conflicto: “impedir embarquen gasolina petróleo, amenazan” el ataque supuesto a los activos estratégicos de la nación que tanto pregonan hoy desde los púlpitos institucionales.

Ayer como hoy se justifica la masacre desconociendo reclamos básicos de un pueblo abandonado a su suerte por unas elites que no ven más allá de sus jardines y negocios, que se inventan inminencias y enemigos porque gobiernan desde la impostura, pero en su torpeza nunca calculan que la gente se cansa de ser abusada, golpeada y asesinada, en su delirio confían en lo que siempre les ha funcionado para mantenerse en el poder: la masacre preventiva, el asesinato de los líderes populares y el discurso de los bellacos, chusmeros, bandoleros, comunistas, terroristas, narcoterroristas, vándalos, castrochavistas, para convertir a amplios grupos sociales en enemigos públicos. De ahí las inconformidades se vuelven violencias o justicias vestidas de venganza a causa de la miopía voluntaria y cruel de quienes hacen prosperar sus negocios con la muerte. Mientras exista “peligro” justifican su concentración del poder y su estado de excepción de facto y constante.

Una masacre que se repite

Hoy como ayer los dueños del poder, los enanos deformes que se llaman a sí mismos “estadistas”, recurren a las conspiraciones internacionales, a la amenaza de enemigos internos para que su violencia parezca necesaria y justificada, para que su corrupción sea necesaria, para que su dictadura de clase nunca termine. Escuchar hoy a cualquiera de los neofascistas enajenados en el poder o a sus amiguetes moderados es repasar los argumentos de cartas empolvadas por el tiempo, pero vigentes en los sueños de personajes que no pasarían de ser bufones chiflados en una plaza de pueblo si no ostentaran el poder del dinero, las armas, el manejo de todos los organismos de control y la hegemonía en el legislativo. Baste comparar los pronunciamientos de los funcionarios ya conocidos, con el panorama que un alto oficial del ejército –también en 1927– dibujaba al ministerio de guerra y al gobierno central para solicitar más inversión, o sea, dinero y promover la pureza en el sistema de formación de oficiales:

“Me he puesto a pensar en cuales serían las actividades bélicas del socialismo…si un poderoso grupo de hombres se tomara todos los aviones, los entregara a los aviadores mexicanos y rusos para que ellos los cargasen con explosivos y volaran arrojando sus bombas sobre los cuarteles del ejército y la policía… entonces sucedería que mientras tanto en el rio magdalena cien mil obreros seleccionados para tal fin (…) Y simultáneamente los bolcheviques de Bogotá destruyeran las comunicaciones, tomaran posesión de bancos, aduanas, almacenes de víveres, todos los bienes urbanos, y los rurales con sus semovientes (…) y por tanto confió en que no esquivara su ayuda a este movimiento salvador”.

Muy contemporáneo el cuentico como se ve, pero hoy, “actualizando” el nombre de los enemigos externos e internos, el aderezo incluye discursitos “coaching” de la ideología neoliberal que van desde “los deberes humanos” hasta la revolución-atómica-modernizada-bilingüe-computarizada, por supuesto con los desarrollos sincréticos del traquetismo premoderno que además de narcotraficar acumula tierras y gobierna con la herramienta fundamental de la violencia. La suma: castas mafiosas y neoliberalismo, (con alianzas entre los tradicionales aristócratas y traquetos), concentración absoluta del poder, los mismos cobardes calamitosos de siempre (Gaviria, Pastrana, Uribe, Santos, etc.) que amparan su tiranía tras violencias y mentiras.

La ñeñepolítica

El modelo político económico de la “masacre con sentido social” inevitablemente viene del campo a la ciudad porque es la única manera de gobernar que tienen los mandamases. En las ciudades las golpizas a vendedores pobres; los desalojos en plena pandemia; pasar del hambre del aislamiento a la enfermedad, de ir a rebuscarse sin garantías de salud y con hambre; las masacres impunes en las cárceles durante 2020; la actitud de la policía durante el paro de noviembre 2019 que incluye el asesinato alevoso y a sangre fría de Dilan Cruz; las mentiras para tapar todo esto y “dejar así”; los crímenes contra líderes sociales y desmovilizados; las muertes y torturas a manos del ejército sobre campesinos desarmados; el espionaje y amenazas contra periodista y figuras opositoras; la ñeñepolítica y los fraudes despóticos gracias a los exabruptos de una fiscalía de bolsillo y unos jueces sin independencia; los millones de pesos gastados en camionetas, armas y publicidad para el gobierno, mientras millones sufren hambre y abandono.

La masacre y desapariciones de septiembre de 2020 en Bogotá y Soacha es la justificación de eso y de toda la corruptela de una verdadera mafia en el poder que cooptó a la mayoría del legislativo y convirtió la justicia colombiana en “lawfare” para quien se oponga e impunidad para los amigos mafiosos. Todo eso se siente y se entiende. Quienes no han visto, por decisión o desconocimiento, vivir y morir a un pueblo que se pierde en la ignorancia, al que le roban los sueños y la esperanza, es normal que se quejen “de la vagabunda y después se quejan del que roba y tumba”.

Propaganda fanática desde el odio

Valga decir que hoy destapadas mentiras y montajes a granel desde el alto gobierno, mentiras y montajes para tramitar las contradicciones entre poderosos, para acceder al poder, para mantenerse y para justificarse en sus crímenes, quienes hemos sufrido las persecuciones, la tortura, el montaje judicial, la difamación y la cárcel sin vender nuestra integridad intelectual ni moral ante tamañas “autoridades” creemos en la posibilidad de un país y unas gentes que no se rinden y que en su profunda historicidad, sabiduría y solidaridad quieren recuperar y mantener viva la esperanza de una Colombia distinta, diversa y democrática por encima de esos poderes totalmente disparatados, intencionalmente mentirosos y ciegos que se dedican a aplastar ciudadanos para custodiar intereses políticos, que son económicos. Razón de Estado defendida con propaganda fanática para orientar la sociedad desde el miedo y el odio.

La mayoría de funcionarios en Colombia ponen su deformada visión del mundo al servicio de un proyecto político criminal ve que a las personas como simples instrumentos útiles para propósitos mezquinos, ya sea para ocultar su corrupción, para acumular tierras y riqueza, para asesinar o para ocultar el actuar criminal desde el poder; no se puede caer en la “ingenuidad” de creer en la “buena fe” de unas instituciones que justifican y promueven el asesinato de inocentes que protestan por años de abandono. Cuando eso sucede no es posible, hablar de democracia, ley, justicia, ni de Estado social de derecho o de respeto a la Constitución. Lo que existe, sin dudas, es una vulgar dictadura: metafóricamente un gorila maloliente y destructivo pero vestido de smoking y sombrero de copa.

Que el pueblo colombiano comprenda a fuerza de golpes y sufrimiento esa realidad, causa una contrariedad muy honda en las bestias emperifolladas que son gobierno, justicia y ley. Hoy como siempre los detentadores del poder incendian, pero imputan a los que se queman con esa injustica que es ley y se defienden con la fuerza que respalda una ley que es injusticia, Pero también desubica a muchos de los que odian más a los esclavos que a la esclavitud y que culpan al débil por las violencias del fuerte, al mejor estilo de “si no se vistiera así, no le hubiera pasado nada…”, algunos “progres” aporofóbicos, parece que prefieren un pueblo sumiso, herido, torturado o flotando en el cauca. Porque levantisco y defendiéndose es de mal gusto, “esas no son las formas” y terminan igualando piedras y palos a fusiles, pistolas y tanques. Es importante decirlo en estos tiempos, pues otros discursos tan trastornados como la esquizofrenia de los poderosos ajustan perfectamente en las maneras de gobernar que históricamente se han impuesto en Colombia, esos discursos que igualan la defensa justa de los débiles con la agresión injusta de los fuertes, es decir, lo de siempre: son los poderosos los que empujan con miseria e injusticia a la violencia de los débiles, pero la culpa es de los débiles que no se dejan matar en paz o que no pueden permanecer más tiempo dóciles y felices con limosnas.

En cambio, el pueblo colombiano cansado del abuso y la agresión, se redescubre cada tanto en su humanidad y en el ejercicio de sus derechos, no es “una multitud anónima de siervos”, tiene pensamiento y decisión, puede cometer errores, pero es sujeto de su propia historia y no objeto para el estudio y la orientación de analistas. Algo que nos está demostrando esta expresión de democracia a cielo abierto es que el pueblo colombiano aún en medio de la confusión, siente, entiende y no olvida. El rechazo a esa dictadura mafiosa, la defensa de la humanidad misma del pueblo colombiano son un imperativo moral y filosófico para cualquiera que crea en una Colombia en la que por fin nos encontremos como ciudadanos del mundo y no como eternos sirvientes al servicio de conveniencias cortes y reyezuelos. Así va cambiando este país.