Ecuador a segunda vuelta Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda | Rebelión

Ecuador a segunda vuelta Por Juan J. Paz-y-Miño Cepeda | Rebelión

Si se suman los votos de Arauz y Pérez (52%), las derechas políticas, el proyecto empresarial-neoliberal representado por Lasso y el gobierno de Moreno, son los grandes derrotados y rechazados por la sociedad ecuatoriana.

Con el 99.54% de las actas procesadas por el Consejo Nacional Electoral del Ecuador (https://resultados2021.cne.gob.ec/), en las elecciones del 7 de febrero (2021) Andrés Arauz ha obtenido el 32.36% de los votos, Yaku Pérez el 19.72% y Guillermo Lasso un 19.59%. Por tanto, habrá segunda vuelta el 11 de abril. Pero no hay seguridad sobre si Arauz confrontará con Pérez o será con el banquero Lasso, porque ambos están dispuestos, como lo han dicho, a asegurar su “triunfo”, defendiéndolo voto a voto, ante semejante “empate técnico”. Hay 184 actas por procesar, 1,474 “actas con novedad” y el CNE anunció que demoraría algunos días más en dar los resultados finales.

Quién es quién

Arauz, Lasso y Pérez han expresado intereses diversos. El progresismo (Arauz) es un bloque amplio, complejo y heterogéneo de nuevas izquierdas, clases medias, sectores populares, trabajadores, indígenas, empresarios pequeños y medianos, que no solo representa al “correísmo”, sino a quienes, sin ser necesariamente de ese campo, no se identifican con el neoliberalismo ni con las derechas.

Lasso, en cambio, concentra los intereses de las derechas empresariales y políticas, que anhelan dar continuidad al modelo económico empresarial-neoliberal que levantaron durante las décadas finales del siglo XX, que fue revivido desde 2017 con el gobierno de Lenín Moreno y que, además, cuenta con el apoyo de elites cuyo ideal histórico se remonta al régimen oligárquico que vivió Ecuador entre 1912 y 1925, conocido como “época plutocrática”.

Pérez, por su parte, patrocinado por Pachakutik, el brazo político del movimiento indígena de la CONAIE, fue apoyado por las izquierdas anti correístas (el viejo Partido Socialista patrocinó a César Montúfar y obtuvo el vergonzoso 0.63%), por los marxistas pro-bancarios (los “chinos”, en el lenguaje izquierdista), por las cúpulas de diversos movimientos sociales (entre ellos, reconocidos dirigentes sindicales) y, sin duda, por segmentos populares e indígenas que se hallan divididos, pues ha sido visible el apoyo de otros sectores indígenas a Arauz, quien incluso triunfa en la provincia de Imbabura (alcanza el 29.38%), con alta población indígena.

Sobre la base de los resultados oficiales, es inobjetable que, si se suman los votos de Arauz y Pérez (52%), las derechas políticas, el proyecto empresarial-neoliberal representado por Lasso y el gobierno de Moreno, son los grandes derrotados y rechazados por la sociedad ecuatoriana, que experimentó el deterioro de sus condiciones de vida, trabajo y hasta dignidad en los últimos cuatro años.

Un examen de los porcentajes de las votaciones por provincias resulta por demás ilustrativo: Arauz gana en las 6 provincias de la Costa, incluyendo Guayas, que ha sido el territorio bajo dominio político del socialcristianismo por tres décadas, y también triunfa contundentemente en Guayaquil, considerada como su “ciudad-Estado” por la oligarquía local, a la que pertenece Lasso. Hoy (además de Galápagos), la única provincia convertida en bastión de las derechas políticas y del neoliberalismo, y en la que triunfa Lasso, es Pichincha, incluyendo a la capital Quito, ciudad en la que ha logrado edificar su hegemonía el conservadorismo, clasismo y racismo de sus elites y de las capas medias que se identifican con ellas.

Pero Yaku Pérez triunfa porcentualmente en las 6 provincias amazónicas y también en 7 de las 10 provincias serranas, exceptuando Imbabura (Arauz) y Carchi, en la que vence Xavier Hervas, de la “Izquierda Democrática”, quien resultó una verdadera “sorpresa” electoral en el país (alcanzó 15.97%).

La feroz campaña contra Arauz

El binomio Andrés Arauz/Carlos Rabascal ha derrotado a fuerzas que procuraron liquidar su candidatura en los mismos organismos electorales, que la descalificaron a través de la más diversa “campaña sucia”, que quisieron convertirla en simple continuidad del odiado “correísmo” y que la han visto como un “peligro” para el país.

Nunca antes, en los 41 años de “democracia” que vive Ecuador, se experimentó una convergencia de grandes medios de comunicación con el alto empresariado y las elites del poder tanto institucional, como económico y político en contra de un solo candidato. No ocurrió con Jaime Roldós Aguilera ni con Rodrigo Borja, quienes también fueron atacados, en sus respectivos momentos, de “comunistas” (y del peligro “cubano”, pues todavía no existía el otro fantasma del peligro “venezolano”) y enfrentaron virulentas campañas oligárquicas para impedir su triunfo. Esas fuerzas, con la persecución y judicialización en contra del “correísmo”, incluso fueron más lejos del sistemático combate que libraron contra Rafael Correa en sus distintas campañas presidenciales y hasta de lo que hicieron para evitar el triunfo de Lenín Moreno en 2017, a quien todavía consideraban un continuador de la “revolución ciudadana”.

El comportamiento contra la candidatura de Arauz no se dirigió contra Pérez. Incluso pocos días antes de las elecciones, el propio candidato Lasso afirmó: “Si Yaku Pérez pasa a la segunda vuelta, téngalo por seguro, desde hoy declaro mi apoyo a Yaku Pérez” (TW, RutaKritica, 3/2/2021/ https://bit.ly/36Q60og). Y es previsible que las derechas económicas y políticas sigan la intuitiva estrategia del banquero, porque para ellas el enemigo principal siempre fue el “correísmo”.

Las diferencias entre Arauz y Pérez

De otra parte, si bien el proyecto económico de Lasso se ubica en el otro extremo de lo que han planteado Arauz y Pérez, no siempre queda en claro si también existe alguna diferencia económica de fondo entre estas dos candidaturas, más allá de los asuntos puntuales en los que pueden o no coincidir. Pero la tienen.

Arauz sustenta un enfoque de economía social, que no descarta la industrialización, el progreso tecnológico ni el desarrollo productivo diversificado, bajo el concurso del Estado; mientras Pérez afirma un enfoque de economía eco-comunitaria, centrada en la identidad con el comunitarismo indígena, la producción popular y, sobre todo, la exaltación y protección de la Pachamama (sin excluir asuntos extravagantes como su idea de exportar “agua virtual” y, además, en barriles), por lo cual no queda en claro la opción por la industria o el progreso tecnológico. Se trata, en esencia, de una diferencia sustancial en cuanto al modelo de desarrollo y modernización económica.

Más contundente que lo económico ha sido el posicionamiento ideológico-político, que particularmente se ha acentuado desde las filas de Yaku Pérez. Entre sus partidarios están aquellos sectores que apoyaron a Moreno tanto en la consulta popular de febrero 2018, como en la “reinstitucionalización” forjada por un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social Transitorio, encabezado por Julio César Trujillo, cuya misión central fue acabar con el “correísmo”. No ha podido ocultarse que el respaldo al “morenismo” duró largo tiempo.

Las posturas anti correístas han sido fundamentales, incluso porque se ha sostenido que el “correísmo” no es más que un proyecto de “modernización capitalista” (Lenín Moreno supuestamente lo continuó), que favoreció a ciertas elites y que, por tanto, no es de izquierda y mucho menos socialista, como puede leerse en libros y artículos de la tendencia. Pero, además, de acuerdo con los múltiples videos y referencias que circularon en la prensa y las redes sociales durante la campaña, Yaku Pérez tiene, entre otros antecedentes, haber señalado: “es preferible un banquero, que una dictadura” (https://bit.ly/2N4IgpB); también, al contestar a Lasso, el mismo Pérez sostuvo en un TW personal: “Señor Lasso, el proyecto que represento es el único que puede vencer al correísmo. A diferencia de usted y de Correa, no tengo nada que ver con el gobierno de Moreno, que tanto daño hace al país. Somos la opción para pasar la página de estos 14 años de desgobierno”; y en una entrevista con NTN24, Pérez sostiene: “Rafael Correa, como hizo Chávez de entregar el poder a Maduro, hoy él pretende entregar el poder a Andrés Arauz. Arauz es el Maduro del Ecuador” (https://bit.ly/2MR5Jup).

Sin embargo, el líder indígena Leonidas Iza (quien inicialmente apareció como posible candidato por su movimiento y que ha sido crítico con varias de sus decisiones y posiciones), ha sostenido, en recientes declaraciones, que por sobre los liderazgos simplemente “individuales”, hay que reivindicar el levantamiento de octubre 2019 y el auténtico proyecto de Pachakutik que, afirma, tiene que ser retomado (https://bit.ly/3aRvdA5); y concluye: “Yo he sido absolutamente claro con qué propuestas no estamos de acuerdo, que apuntalan ciertos sectores que están alrededor de Yaku Pérez. Hay gente cercana a CREO y a la derecha que seguramente están dentro del círculo de Yaku,..” (https://bit.ly/3jxMRwH y https://bit.ly/2MEAHpN).

Arauz garantiza línea progresista

Bajo el panorama descrito, es evidente que si Arauz llega a la presidencia, se fortalece el progresismo latinoamericano y se afirma su segundo ciclo gubernamental, lo cual no ocurrirá con Pérez, seguidor de la línea crítica y cuestionadora de esos gobiernos. Además, en el tiempo que media hasta la segunda vuelta y bajo el supuesto que Pérez vence a Lasso, la candidatura Arauz/Rabascal tendrá que afrontar la arremetida de las fuerzas perdedoras de la derecha, pero también de los partidarios de Pérez. Y en el futuro próximo, una presidencia de izquierda despertará todo tipo de acciones para frenar las vías que impliquen cuestionar, afectar e incluso revertir el modelo empresarial-neoliberal, tan beneficioso a la dominación política, a la explotación social y al enriquecimiento privado.

No puede dejar de considerarse que existe una convergencia de intereses con el capital financiero y transnacional, acuerdos con el FMI que comprometen obligaciones del Estado y que, en la continentalización americanista, los gobiernos progresistas y de izquierda siempre han sido víctimas del trabajo imperialista para minar su legitimidad y, en última instancia, afectar su estabilidad. El gobierno de Lenin Moreno se encargó, adicionalmente, de blindar al neoliberalismo criollo con un marco de leyes internas, de convenios internacionales y de condicionamientos sobre la gigante deuda externa.

También es necesario considerar cómo quedará la composición de la asamblea nacional, pues allí la mayoría que se logre y su inclinación política podrán favorecer o dificultar las acciones de gobierno en cuanto a la expedición de leyes.

Finalmente, quedan tres herencias del gobierno de Lenín Moreno: primero, la crisis de salud ocasionada por la pandemia del Coronavirus, atendida con absoluta ineficacia y corrupción; segundo, la crisis económica más seria que ha tenido el país en cuatro décadas, de acuerdo con los datos estadísticos, los estudios nacionales y los informes de los organismos internacionales (agravó el desempleo, el subempleo y la pobreza); y, tercero, la crisis de las funciones e instituciones del Estado, cuya credibilidad, legitimidad y organización están derrumbadas.

La pesada herencia de Moreno

Por Alfredo Zaiat, Sputnik Rusia

En Ecuador, la dolarización como limitante estructural, la fulminante crisis económica y sanitaria por el COVID-19 y un programa neoliberal de austeridad extrema durante cuatro años, avalado por el FMI, tuvieron el saldo previsible: rebelión popular, desgaste político y derrota electoral del Gobierno de Lenín Moreno.

El candidato presidencial correísta, Andrés Arauz, fue el triunfador de la primera vuelta electoral para la elección del nuevo presidente. El balotaje será el próximo 11 de abril.

La derecha gobernante ha hecho todo lo posible para “descorreizar” el Ecuador, pero estos comicios han demostrado que sigue siendo la principal fuerza política y electoral.

La figura de Rafael Correa, que por ahora está exiliado en Bélgica, estuvo en el centro de las campañas políticas porque, como parte del lawfare en la región, fue condenado por un tribunal ecuatoriano a ocho años de cárcel por un presunto caso de sobornos.

“Es un gigantesco fraude procesal, parte del lawfare, para tratar de inhabilitarme políticamente”, denunció Correa, desde su exilio.

Misma estrategia, mismo resultado

El economista Alfredo Serrano Mancilla escribió en Misión Imposible en Ecuador, del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), que después de los múltiples intentos para erosionar y desgastar la figura de Rafael Correa, de estigmatizarlo y de diseñar una estrategia de persecución judicial, definitivamente no han logrado hacer que desaparezca de la centralidad de la política ecuatoriana.

Explica que “no aprendieron ni un ápice de la experiencia contra Cristina Fernández de Kirchner en Argentina durante los cuatro años macristas y se olvidaron que esa misma estrategia tuvo un efecto bumerán, que condujo al desenlace de lo que ya todos conocen: un Frente de Todos ideado por la lideresa argentina que acabó ganando las elecciones, y con ella como vicepresidenta”.

En el caso ecuatoriano, se viene replicando el mismo manual, pero adaptado a su sistema político, mediático y judicial. Desde el inicio, este fue el principal punto de acuerdo entre el presidente Lenín Moreno y su Gran Alianza, conformada por partidos de la derecha ecuatoriana (Partido Social Cristiano, Movimiento Creo), las cámaras empresariales, la banca y los grandes de medios de comunicación.

“Hicieron todo lo posible, pero la misión fue imposible. Correa y su fuerza política mostraron que sigue siendo la principal fuerza electoral y política”, sentencia Serrano Mancilla.

Exportaciones

La economía ecuatoriana ha estado dominada por las exportaciones de dos productos: banano y petróleo. Esto significa que ha sido muy vulnerable a la evolución de los precios internacionales de ambas materias primas.

La magnitud de los recursos obtenidos por esas ventas externas ha determinado los ciclos económicos. Como son variables muy inestables a lo largo de décadas, la economía también lo ha sido.

Ecuador ha convivido, desde la década del ’50, con elevada inflación y fuerte inestabilidad económica, que ha derivado en sucesivas crisis políticas.

Esa tendencia se agudizó en la década del ’80 cuando comenzó a aplicar políticas neoliberales, que otorgaron al mercado un papel dominante en la vida económica y social.

Fernando Martín-Mayoral explica en un texto publicado en Nueva Sociedad que “la llegada de Rafael Correa a la Presidencia en enero de 2007 supuso un cambio de orientación, basado en la recuperación del Estado como eje para un desarrollo armónico y equitativo.

En 2007-2014, el PIB ecuatoriano creció a un promedio de 4%.

Dolarización

Una potente restricción de la política económica es el régimen de dolarización.

La crisis que precipitó la dolarización comenzó a finales de 1997 y en 1998 por una combinación de shocks externos y climáticos. En Crisis y Dolarización en el Ecuador, de Paul Beckerman y Andrés Solimano, se precisa que esos choques fueron:

  1. La caída brusca del precio internacional del petróleo.
  2. Los fuertes daños ocasionados por el fenómeno de El Niño.
  3. Los efectos de la crisis financiera asiática, rusa y brasileña.

El 11 de enero de 2000 se impuso la dolarización a 25.000 sucres por dólar. Sin embargo, el aumento de la inflación ese mismo año demostró que el tipo de cambio adoptado no se ajustaba a la realidad económica del país, aunque sí logró licuar la deuda de los bancos con los particulares.

Ecuador concluyó el siglo XX sumido en una de las mayores crisis de su historia. En 1999 registró la mayor caída del PIB de 30,1%. Experimentó uno de los procesos de empobrecimiento más acelerados de la región y una acelerada concentración de la riqueza: mientras en 1990 el 20% más pobre recibía 4,6% de los ingresos, en 2000 captaba menos de 2,5%; en el mismo periodo, el 20% más rico incrementó su participación de 52% a más de 61%.

En su momento Correa criticó la dolarización con el argumento de que implicaba privar al Estado de su política cambiaria. Además de ser una camisa de fuerza de la política monetaria al prohibir la emisión de moneda, condicionar entonces la liquidez del sistema local al ingreso de divisas por la vía del comercio exterior, remesas, préstamos internacionales o inversiones extranjeras.

Lastre

Luego de primeros años de inestabilidad, la dolarización generó una ficticia estabilidad macroeconómica que, ante un shock externo, mostró su vulnerabilidad.

Es un lastre para un proyecto de desarrollo económico en la medida que priva al Estado de herramientas clave para desplegar políticas. Reconociendo esas limitaciones, Correa, cuando fue Presidente, reconoció que salir de ese régimen monetario provocaría una mayor inestabilidad.

El presidente saliente, Lenín Moreno, vice de Correa en 2013-2017, y postulado para ese cargo por el correísmo concretó una traición política notable: rompió con él una vez en el gobierno. Pero su proyecto político fracasó: su candidata presidencial, Ximena Peña apenas cosechó 1,53% de los votos.

Estos cuatro años de un gobierno que engañó a su base electoral y que se alió con grupos económicos concentrados, en especial con la banca, tuvo pésimos resultados económicos con un empobrecimiento generalizado de la población.

Además hubo una gran inestabilidad institucional hasta el punto de tener cuatro vicepresidentes en este periodo, a lo que se sumó la deficitaria gestión de la pandemia causando muchas muertes y mucho dolor en grupos vulnerables.

FMI

Como se explicó en Sputnik, el detonante de la crisis que provocó el estallido social en octubre de 2019 por el aumento de los combustibles, meses antes de la pandemia, fue el programa de ajuste del FMI, que provocó un mayor estancamiento económico, más desempleo y aumento de la inestabilidad macroeconómica.

Esa medida regresiva fue anulada ante la rebelión popular que demandaba su derogación.

Moreno firmó un acuerdo de 6.500 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional a finales de 2020, a cambio de un ajuste fiscal y una reforma impositiva.

Como la dolarización es un corsé agobiante para la economía ecuatoriana, el FMI propuso incrementar la competitividad de la producción para mejorar el saldo exportador con una “devaluación interna”.

Para ello, la estrategia del organismo fue mantener el desempleo elevado y reducir los salarios. Las medidas anunciadas por Lenín Moreno apuntaban a cumplir con esas premisas.

Como se sabe en base a la experiencia pasada y presente en América Latina, ese tipo de planes de ajuste no funcionan. El caso argentino, en el Gobierno de Mauricio Macri, es otra prueba del fiasco de esos programas de austeridad.

Como si fuera parte de un repertorio calcado, en ese año la economía de Ecuador se abrazó al FMI. El plan de Lenín Moreno tuvo muchos puntos en común con los que propuso Macri en Argentina.

Fue un programa que potenció la fuga de capitales y, en consecuencia, un mayor ajuste en la economía.

Desafío

La economía dolarizada y endeudada de Ecuador nunca fue domada por el Gobierno de Moreno y empeoró durante la pandemia.

La CEPAL estimó que la economía de Ecuador retrocederá 9,0% en 2020. El año anterior había tenido un insignificante ascenso del 0,1%.

Para 2021, la CEPAL proyecta una tasa de crecimiento del PIB de apenas el 1%, solo si se impulsa la recuperación de la demanda interna, en particular estímulos en dirección de la inversión tanto privada como pública y a la reactivación del consumo de los hogares.

La economía ecuatoriana presenta graves falencias y vive expuesta a shocks externos e internos, políticos, económicos, sociales y naturales.

El desafío del nuevo gobierno, luego de dejar atrás la noche neoliberal de cuatro años de Lenín Moreno, es que Ecuador pueda encontrar el camino a una mayor diversificación de su actividad económica y de su oferta exportable.

De todos modos, la CEPAL alerta que el proceso de recuperación de la economía ecuatoriana será lento y más complejo por el problema de liquidez y la necesidad de financiamiento que aún persisten, pese a los desembolsos multilaterales y al alivio fiscal resultante del proceso de renegociación de la deuda.