El impacto de la implosión en Afganistán en Asia Por Alastair Crooke (*) | Strategic Culture, traducción de Ernesto Cazal

El impacto de la implosión en Afganistán en Asia Por Alastair Crooke (*) | Strategic Culture, traducción de Ernesto Cazal

El impacto de la implosión en Afganistán –como si desapareciera con una ráfaga de viento– más la frenética desbandada estadounidense para salir de ahí, incluso cuando los leales siervos del lugar y maletas con miles de millones quedaron abandonados en el asfalto, ha desencadenado un terremoto político que se está desarrollando a lo largo de Asia. La “zona cero” (es decir, Estados Unidos) de una compleja estructura de redes ha sido extraída sobre unas estructuras y relaciones viejas y establecidas.

En un sentido muy real, Washington era el eje: y los Estados –particularmente los del Golfo– se definían a sí mismos más en relación con el eje que entre sí. Ahora esas relaciones, y las políticas asociadas, muchas de las cuales estaban orientadas para complacer y favorecer al eje, son objeto de una revisión radical.

El impacto en Israel

Recientemente, el recién regresado embajador israelí en Washington, Michael Oren (una designación de Netanyahu), advirtió a un importante comentarista israelí, Ben Caspit, que hiciera una pausa respecto a las futuras opciones de Israel. El país, por supuesto, a diferencia de otros, es realmente una parte integral del “eje” y no un “radio”, como otros Estados que sí tienen alguna pizca de espacio para reordenar sus redes conectivas. Realmente Israel solo tiene aparentemente vectores de relaciones externas basados en un estricto cálculo de los intereses propios. No ha tenido ninguna noción de algún interés regional más amplio, solo el suyo propio.

El embajador Oren dio este consejo a Caspit: antes de decantarse por nuestras opciones israelíes, también necesitamos ver dónde deja la salida afgana a Estados Unidos. ¿Dónde será? Señaló que tras la caída de Saigón, Estados Unidos se embarcó en una serie de iniciativas diplomáticas. ¿Podrá ser esto (como revigorizar la normalización regional con Israel o Estados Unidos se hundirá en el fango de sus divisiones?

Las divisiones actuales son mucho más amplias: no solo económicas y políticas, también sociales, morales, culturales y raciales: el aborto, el matrimonio del mismo sexo y los derechos transgénero dividen a los estadounidenses. El socialismo y el capitalismo dividen a los estadounidenses. La acción afirmativa, Black Lives Matter, el crimen urbano, la violencia armada y la teoría crítica racial los dividen. Las acusaciones del privilegio y la supremacía blancas, y las demandas de que la igualdad de oportunidades dé paso a la igualdad de retribuciones, los dividen. En la pandemia de Covid-19, la orden del uso de mascarillas y vacunas los divide.

Bueno, si había alguna duda sobre dónde “está” Estados Unidos, considera esto: la impactante traición a Francia por el suministro sorpresa de tecnología de submarinos nucleares a Australia a último minuto señala un enorme cambio geopolítico en la estrategia de Estados Unidos. En su creciente confrontación con China, un despiadado Washington ha demostrado que lo que importa ahora no es Europa sino la región Indo–Pacífica. Aquí es donde se va a librar la Nueva Guerra Fría.

La alianza EEUU-Australia-Gran Bretaña

El miércoles en la noche, Biden, el primer ministro australiano y el británico Johnson sostuvieron una reunión virtual trilateral donde afirmaron un nuevo acuerdo, titulado AUKUS: un innovador compromiso para intensificar la cooperación militar entre los tres aliados de la Anglósfera, acercándolos aún más centralizando sus tecnologías e investigaciones críticas. El objetivo es intensificar los intentos de contener a China en lo militar, aun cuando los tres países no lo dijeron directamente. Pero el pacto de submarinos supuso que Canberra anulara abruptamente un acuerdo de 43 mil millones de dólares con Francia para construir 12 de estos submarinos, una movida que provocó la indignación de altos funcionarios en París, quienes efectivamente acusaron a Estados Unidos de “traición”.

Algunos comentaristas han señalado a la retirada estadounidense de su más avanzado sistema de misiles de defensa y baterías Patriot de Arabia Saudí en semanas recientes, como una señal esperanzadora de que Washington prepara el terreno para un acuerdo con Irán. Pero luego de haberse tirado despiadadamente a Francia, el redespliegue de misiles de Arabia Saudí es muy probable que sea otro movimiento en la redistribución de recursos a la región llamada “Indo–Pacífico”. Este es el sitio de la Nueva Guerra Fría. Si Francia ya no importa más, ¿a qué precio están los Estados del Golfo?

Las alianzas que hace tan solo un año parecían tener una solidez intemporal se están disolviendo, y están en movimiento hacia nuevos marcos. La revolución en Afganistán no es más que un engranaje de un importante “reajuste” del “Gran Juego”. Afganistán se encuentra en una metamorfosis indeterminada, pero Irán comenzó su reajuste estratégico cuando su Comité de Seguridad Nacional se negó a aceptar el proyecto del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) elaborado por la UE3. Ha dado un paso más, con el anuncio de que el presidente Raisi asistirá a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Dushanbe.

Es muy probable que Irán se convierta en miembro de pleno derecho de la OCS como resultado de la reunión de esta semana, y que en última instancia se incorpore a un mercado (la Unión Económica Euroasiática –UEEA–) que representa el 41% de la población mundial y el 23% del PIB global. También Pakistán está en tránsito: rechaza cualquier presencia militar estadounidense en su territorio. Y el Líbano y Siria se acercan juntos de puntillas y rasgan el envoltorio del “asedio” de la Ley Cesar de Estados Unidos contra estos dos Estados.

En resumen, toda Asia Central se está reorientando hacia la OCS, la UEEA, Rusia y China. La región está ahora “perdida” para Estados Unidos. Y las emanaciones del cambio tectónico desencadenado por el alboroto aeroportuario estadounidense se han sentido con la misma intensidad en Abu Dhabi y Tel Aviv como a lo largo de Asia Central.

El impacto en Asia Central

David Hearst escribe en Middle East Eye: “Los funcionarios de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) afirman estar llevando a cabo una ‘reevaluación estratégica’ de la política exterior. Empieza con Biden. Los EAU señalaron dos características de su nueva relación con Washington (…) El primero fue un mensaje consistente de la nueva administración para ‘desescalar’ las tensiones en Medio Oriente. La segunda era la pura imprevisibilidad inherente a la política estadounidense.

“Por consiguiente, Abu Dhabi no es el único signatario de los Acuerdos de Abraham que está reevaluando el [mérito de formar parte de un] bloque pro estadounidense en el Golfo. Un año después de la firma en Washington, los Acuerdos de Abraham están perdiendo su brillo (…).

“[Parecían ofrecer] una forma de evitar el conflicto palestino, sin necesidad de cosas complicadas y que hacen perder el tiempo, como las negociaciones, las elecciones o los mandatos populares. Los acuerdos eran una solución impuesta desde arriba, un hecho consumado con el que las masas árabes tendrían que vivir (…).

“Sin embargo, tenían dos defectos fundamentales. En primer lugar, dependían de que los líderes individuales –no los Estados– se reunieran al principio en secreto como impulsores del proyecto. Esto significa que cuando dos actores importantes fueron eliminados del panorama –Trump y el ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu– el propio proyecto perdió patrocinio e impulso.

“El otro problema era que todo giraba en torno a la relación entre los Estados regionales y Estados Unidos. No abordaban los problemas fundamentales de las relaciones entre los propios actores regionales importantes. El motivo de los EAU para acercarse a Israel había sido cimentar su relación con Washington. El reconocimiento de Israel fue siempre un medio para alcanzar un fin, no el fin en sí mismo (…).

“Junto a esto, [las fuentes] afirman, hay una evaluación muy dura de lo que los EAU han logrado realmente. Sus intervenciones han hecho retroceder a los Hermanos Musulmanes como fuerza política en Egipto, Túnez, Yemen, Siria y, en parte, en Libia. Pero el coste de la yihad secular de los EAU es enorme.

“Tres de estos países están en ruinas humeantes, y los otros dos, Egipto y Túnez, están cerca de la bancarrota. ¿Qué ha ganado Mohamed bin Zayed Al–Nahyan por los miles de millones de dólares invertidos en el presidente egipcio Abdelfatah el–Sisi?

“Entonces, la nueva política es aparentemente esparcir influencia a través de la cooperación económica, en vez de la intervención militar y la competencia política”.

¿Qué pasará con Irán?

Para Israel, el problema es más agudo como lo describió el ex embajador Michael Oren: “El nuevo gobierno israelí se enfrenta a una amenaza nuclear apocalíptica [de Irán]. En cinco años será peor: el programa iraní será más avanzado. [Este conflicto] algún día sucederá, de eso estoy seguro, así que prefiero suceda ahora que en cinco años, cuando será más difícil responder (…) El nuevo gobierno israelí debería construir su caso de por qué Israel no puede coexistir con Irán [alcanzando incluso el estatus de ‘umbral’]. La capacidad de Israel para responder a las amenazas se verá muy perjudicada si nos presionan todo el tiempo [incluso el ‘umbral’]. Será imposible actuar”.

Otro respetado comentarista israelí, Amos Gilad –un ex alto funcionario de seguridad israelí– también señaló la semana pasada en Yedioth Ahoronot que: “Con Estados Unidos centrando sus esfuerzos en prevenir que Irán desarrolle armas nucleares, es posible que llegue a la conclusión de que, como Estado con umbral nuclear, no será objeto de represalias militares. Y si se le imponen sanciones, puede buscar la ayuda de otras potencias mundiales, como China y Rusia. Si Irán llega a la conclusión de que no tiene sentido desarrollar verdaderas armas nucleares porque esto podría producir un enfrentamiento frontal con Estados Unidos y Occidente, y aun así se convierte en un país umbral nuclear, el desafío a Israel puede ser especialmente difícil”.

El ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, indicó, en una entrevista con Foreign Policy la semana pasada, que Israel estaría dispuesto a aceptar un regreso a una negociación de Estados Unidos para un acuerdo nuclear con Irán –pero los funcionarios israelíes también están presionando a Washington para que prepare una debida serie de “demostraciones de poder” si las negociaciones con Teherán fallan.

Gantz añadió que Israel quisiera ver un “plan B viable de Estados Unidos” que incluya mayor presión económica sobre Irán en caso de que las conversaciones se caigan. E hizo señas del propio “plan C” de Israel, que involucra acción militar. Fue escéptico, dijo, sobre las oportunidades de que la diplomacia revierta el progreso de Irán. Y esbozó lo que Israel consideraría un plan de respaldo “viable”: la presión política, diplomática y económica impuesta a Teherán por Estados Unidos, Europa, Rusia y, sobre todo, China: “Tenemos que conectar a China en esto también, Asia tiene un papel que jugar”, dijo Gantz, resaltando los lazos comerciales clave entre Irán y los países asiáticos. “Israel no tiene la habilidad de liderar un verdadero plan B, no podemos armar un régimen internacional de sanciones económicas. Esto tiene que ser liderado por Estados Unidos”.

Gantz estimó que Irán estaba a dos o tres meses de tener los materiales y las capacidades de producir una bomba nuclear (esto ha sido afirmado muchas veces a través de los años, pero Irán debería estar en el umbral ahora. No lo sabemos).

Los planes A, B y C de Gantz sugieren un Israel desplomándose en el mármol del pescadero, buscando una manera de volver a tener agua para vivir. Sin embargo, esto es retórica. Israel no aceptará un retorno iraní al PAIC, sin que se deshagan todos sus avances de centrifugado y la acumulación de enriquecimiento de 60%. El plan “B” es una fantasía: Rusia y China no van a sancionar a un Irán a punto de entrar en la OCS.

Pero respecto al Plan “C”, Yossi Melman, un eminente comentarista de seguridad israelí, tuvo esto para decir: “Aunque [los funcionarios] no lo admitan públicamente, está claro (…) qué opciones reales tiene Israel a su disposición, y qué no puede hacer. Podemos presentar dos axiomas: 1. Estados Unidos no atacará las instalaciones nucleares de Irán. 2. Incluso si Israel ha preparado un plan de ataque u otros escenarios creativos, no tiene una verdadera capacidad militar práctica para atacar solo y lograr un resultado significativo. [Y] aunque Israel tenga un plan original, audaz y factible, Estados Unidos no lo aceptará por temor a que cualquier paso militar lo arrastre a una guerra contra su voluntad”.

(*) Ex diplomático británico, fundador y director del «Foro de conflictos con sede en Beirut».

Enlace original del artículo en Strategic Culture el 20 de septiembre de 2021