El lucrativo drama de las vacunas Por Augusto Márquez | Misión Verdad, Venezuela

El lucrativo drama de las vacunas Por Augusto Márquez | Misión Verdad, Venezuela

Hace un año, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) inauguró el estatus de pandemia y la muerte comenzó a asolar a las poblaciones europeas y asiáticas, se veía lejana la posibilidad de una solución inmunitaria al coronavirus. La sensación era de abandono en un mundo coronado por la desigualdad y la crisis existencial del sistema capitalista, una zozobra que auguraban tiempos peores.

Eso hasta que Pfizer, Moderna y AstraZeneca fueron presentados como un ejemplo civilizatorio del modo en que los mercados incentivan y practican la innovación científica en un momento crítico para la salud de la especie humana. Muy buen trabajo de los medios occidentales, por cierto, poleas de transmisión del mensaje corporativo al mundo.

Primero negocio, después salud

La Big Pharma, una vez más, ganaba un round en los corazones esperanzados y angustiados de millones de personas en el mundo, sobre todo aquella porción que es capaz de acaparar más del 70% de las dosis disponibles en el mercado en muy pocas manos. Con los meses se iban conociendo los resultados de los ensayos clínicos de las vacunas corporativas, generando grandes expectativas de negocios (primero) y salud (después) en Estados Unidos y Europa, mientras se descubría que países como China y Rusia estaban desarrollando sus propias vacunas.

Comenzó de esta forma una carrera multipolar por las vacunas contra el covid que generaron estrategias diversas:

► Pfizer, aunque usó fondos privados para el desarrollo de su vacuna, se benefició de pedidos anticipados y garantizados de 2 mil millones de dólares por parte del gobierno estadounidense y utilizó tecnología de BioNTech, financiada con dinero público alemán;

► Moderna recibió 2.500 millones de dólares en ayudas del gobierno de Estados Unidos;

► AstraZeneca se benefició de un laboratorio financiado por el gobierno británico en la universidad pública de Oxford para generar una vacuna de acceso libre sin patente y con precios bajos garantizados;

► Diversos institutos públicos rusos y chinos comenzaron a desarrollar sus propias vacunas, destacándose sobre todo la Sputnik V del Instituto Gamaleya.

Está clara la división de procederes: las empresas farmacéuticas se han caracterizado por beneficiarse de fondos e infraestructuras estatales/públicas en beneficio del lucro privado, mientras que los países antagónicos a ese modelo de negocios desarrollan soberanamente sus vacunas con intenciones de ofrecerlas de manera accesible a los países más pobres del planeta.

Difamación, arma yanqui

De hecho, los esfuerzos de Estados Unidos para disuadir a los países de adquirir la Sputnik V, aunque no han tenido un éxito total, se han cristalizado en una campaña de propaganda difamatoria donde sea que se distribuya la vacuna rusa.

Así que ese encumbramiento de las corporaciones de la salud ha sido premeditado y auspiciado incluso por el gobierno de los Estados Unidos, que como ya muchos sabemos presionó al gobierno de Brasil a no firmar contrato alguno con Rusia para adquirir la Sputnik V por tratarse de una especie de “influencia maliciosa”.

La pugna por el mercado de la vacuna contra el covid tiene un alto impacto económico, si tomamos en cuenta unas recientes declaraciones del presidente Vladimir Putin, sugiriendo que en Occidente han querido difamar los esfuerzos científicos de Rusia porque se estima que dicho mercado alcance los 100 mil millones de dólares. Para tener una idea de lo gigantesco de esos números, los ingresos de Rusia por la venta de petróleo y sus derivados apenas alcanzan esos 100 mil millones de dólares.

Es notable que Estados Unidos promociona sobre todo la vacuna de Pfizer, pero las de Moderna y AstraZeneca también tienen apoyo mediático y político. Aunque no por mucho tiempo para ésta última.

AstraZeneca otra vez en el ojo del huracán

Ya son varios los países en Europa y otros lados del mundo en los que se ha suspendido el uso de la vacuna creada por Oxford/AstraZeneca. Aunque todavía no hay resultados concluyentes de estudios de estos países que determinen la relación directa entre la vacuna y los coágulos en la sangre que se han encontrado entre vacunados, la situación no deja de ser tensa, generando un drama que pone en aprietos el prestigio de esta farmacéutica, una de las mayores beneficiadas de dinero público.

La economista india Jayati Ghosh cuenta cómo se desarrolló la vacuna de AstraZeneca:

La vacuna fue desarrollada en su totalidad por un laboratorio financiado con fondos públicos de la Universidad de Oxford. El modelo de distribución original era para una plataforma de licencia abierta, diseñada para que la vacuna estuviera disponible gratuitamente para cualquier fabricante. Sin embargo, la Fundación Gates, que tenía influencia porque había donado 750 millones de dólares a Oxford para el desarrollo de vacunas, persuadió a la universidad de cambiar de rumbo por completo y firmar “un acuerdo exclusivo de vacunación con AstraZeneca que le otorgaba al gigante farmacéutico los derechos exclusivos y ninguna garantía de precios bajos”. (Jay Hancock 2020)

Oxford y AstraZeneca prometieron no obtener ganancias con la venta de la vacuna, pero los detalles se dejaron difusos. Si bien Oxford no recibirá regalías durante la pandemia, posteriormente podría beneficiarse de patentes, incluidas las de Vaccitech, una empresa derivada con fines de lucro.

Fraude descarado

Mientras tanto, AstraZeneca está cobrando precios diferenciales por sus vacunas enviadas a diferentes países, y algunos países más pobres pagan tarifas más altas. La Unión Europea paga $3,50 por dosis, mientras que Bangladesh paga $4 y Sudáfrica hasta $5,25 (Politico, 2021).

Esta variación de precios no se limita a la inyección de AstraZeneca. Debido a la competencia por las dosis y la opacidad en los contratos, el rango de precios reportados de las vacunas es amplio: desde $2.19 hasta tanto como $44 por dosis, al 1° de marzo. (UNICEF, Panel de control de Covid).

¿Todo lo relatado por Ghosh no suena más bien a fraude? ¿Es tan difícil de admitirlo?

Aunque se está suspendiendo el uso de la vacuna en cuestión en los países más importantes de la Unión Europea, como Alemania y Francia, nada tiene que ver con el modelo de negocios impuesto sobre el actual contexto de salud mundial. Al parecer no hay nada que criticar ni transformarse allí, según aquellos gobiernos.

Y sin embargo es curioso que el fraude haya sido una constante de AstraZeneca, no solo durante estos meses pandémicos en los que esta empresa se ha visto inmersa en escándalos de corrupta transparencia en los contratos firmados con la Comisión Europea y sobre el retraso y la cantidad de las dosis acordadas con cada país, también en otros periodos de la historia la farmacéutica anglosuiza ha estado en cortes estadounidenses y europeas procesada por delitos más o menos relacionados con lo reseñado.

Una breve búsqueda en la web da cuenta de que en 2003, 2010, 2014, 2018 y 2020, la empresa AstraZeneca ha tenido que pagar cientos de millones de dólares por casos de fraude en las que sucesivamente sus representantes han tenido que aceptar la culpabilidad de las causas o han sido hallados culpables en juicio procesal.

Así que no sería la primera vez en que el currículo de esta empresa se ha visto manchado ante la opinión pública; sin embargo, eso no desanima a los más conspicuos promotores del neoliberalismo. Todo lo contrario, la impunidad sobre estas farmacéuticas impera como un dogma religioso y seguirán mermando los intereses de la población pobre global con el ojo puesto sobre el drama lucrativo que inyecta un mercado tan grande como la tragedia pandémica que vivimos.