La crisis de octubre de 1962 en Cuba Por Pedro Rioseco | https://www.facebook.com/pedro.rioseco.7

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La Crisis de Octubre de 1962, conocida también como del Caribe, fue la primera vez en que la humanidad se vio al borde de la guerra nuclear, y una demostración de la valentía del pueblo cubano para defender su independencia frente a una invasión de Estados Unidos, aún a riesgo de su propia vida.

Del 22 al 28 de octubre de ese año el pueblo cubano vivió en las trincheras, en Pie de Guerra como titularon los periódicos, con plena confianza en su Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y en la dirección de la Revolución, sabiendo que, ante los preparativos de invasión por Estados Unidos, estaban defendiendo el sagrado derecho a la independencia y la soberanía.

Quien tuvo la oportunidad en esos días de viajar de La Habana a Matanzas quedaría impresionado por las imágenes de miles de milicianos abriendo profundas zanjas sobre la Vía Blanca para impedir un eventual paso de tanques y vehículos invasores, por el minado de los puentes y la construcción de trincheras.

En esa fecha más de 30 mil estudiantes secundarios estaban movilizados para la recogida de café en las montañas de la antigua provincia de Oriente y en tareas agrícolas en el resto del país. Estos últimos pudieron desmovilizarse y retornarlos a sus hogares, los de Oriente se prepararon para resistir.

Entonces hacía tres años y meses que había triunfado la Revolución Cubana y durante todo ese tiempo las autoridades de Washington intentaron derrocar al gobierno revolucionario en diversas formas pero fracasaron, incluyendo la derrota sufrida por la invasión mercenaria en Playa Girón, en abril de 1961.

Fabricar provocación

Esa derrota resultó sumamente humillante para el nuevo presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, y al decir de su hermano y algunos de sus asesores directos, ese fracaso no le llamó a la cordura sino a la revancha. Para ello aprobó un nuevo plan de operaciones encubiertas a fines de 1961, la Operación Mangosta, que debía aportar el pretexto para una nueva invasión a Cuba, esta vez directamente con las fuerzas armadas norteamericanas.

El 7 de marzo de 1962, la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos propuso, “fabricar una provocación que justificara una acción militar norteamericana” y dos días después, la Secretaría de Defensa presentó un plan que podía servir de pretexto para justificar la intervención militar en Cuba.

Ese objetivo fue conocido por la inteligencia soviética y cubana y, al considerar los dirigentes soviéticos que Cuba no sería capaz de resistir una agresión militar directa de Estados Unidos, propusieron emplazar en la Isla un contingente de tropas soviéticas con cohetes nucleares de alcance medio capaces de alcanzar el territorio de Estados Unidos. Estimaron que esa sería la única forma de impedir la agresión, pues ya no sería contra Cuba, sino una confrontación directa con la Unión Soviética. El traslado de los cohetes debía ser realizado en el más estricto secreto, dando a conocer su presencia en la Isla solamente cuando estuvieran emplazados y listos para el combate. Valoraron que Estados Unidos, a través de la OTAN, ya tenían emplazados en Europa cohetes de alcance medio nucleares que llegaban al territorio soviético, y estimaban que, ante el hecho consumado, Washington tendría que aceptar la presencia de los cohetes en Cuba, al igual que ellos habían tenido que aceptar sus cohetes en Turquía, Italia e Inglaterra.

Para hacer la proposición a los dirigentes de la Isla el gobierno de Moscú envió con urgencia una comisión de alto nivel. La comisión llegó a La Habana el 29 de mayo y esa misma noche expuso el objetivo de su viaje al Primer Ministro, Comandante Fidel Castro, quien hizo algunas preguntas y planteó que necesitaba reunir a la dirección del país para informar y tomar una decisión.

“A mí, personalmente, no me gustaba la presencia de esa base militar soviética en Cuba, por una razón de imagen de Cuba, de imagen de la Revolución Cubana. Pero no lo analizamos como una cuestión de gusto o no, sino desde el punto de vista ético y moral (…) si deseábamos que los soviéticos nos apoyaran en caso de una agresión, sería inmoral oponernos a la presencia de esas armas en nuestro país, puesto que ellas fortalecían también a la Unión Soviética (…) Por eso dimos una respuesta positiva”, reconoció posteriormente Fidel.

Discrepancias con la URSS

El comandante Raúl Castro viajó a Moscú del 3 al 16 de julio para reiterar el criterio del Comandante en Jefe Fidel Castro, de hacer público el acuerdo militar cubano–soviético como acto soberano entre dos estados. No obstante, la parte soviética insistió en mantener la operación en secreto, algo imposible de lograr debido a su envergadura y al sobrevuelo sistemático de la aviación de exploración norteamericana.

A Cuba comenzó a llegar desde finales de junio y en julio una división equipada con cohetes nucleares de alcance medio e intermedio, compuesta por cinco regimientos, tres con cohetes de alcance medio del tipo R-12 (SS-4 según la denominación de la OTAN) y dos con cohetes de alcance intermedio R-14 (SS-5). Cada regimiento contaba con ocho rampas de lanzamiento y 12 cohetes, para un total de 40 rampas y 60 cohetes. El alcance de cada R-12 era de hasta 2 100 kilómetros y su potencia era de un megatón, equivalente a la detonación de un millón de toneladas de explosivos convencionales. Por su parte, los cohetes R-14 llegaban hasta 4 500 kilómetros, mientras que la potencia de su carga nuclear era de 1,65 megatones.

Tras la llegada a Cuba de las unidades de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) la inteligencia de EE.UU. ya había determinado la presencia en la Isla de cohetes antiaéreos, aviones MiG-21, construcciones no identificadas y la existencia de especialistas militares soviéticos. El 9 de octubre el presidente Kennedy ordenó incrementar los vuelos de aviones U-2 sobre Cuba, para obtener evidencias fotográficas y el 15 de octubre un equipo de interpretación fotográfica identificó en los alrededores de San Cristóbal emplazamientos de cohetes de alcance medio SS-4 (R-12 para la URSS). Eso cambió la situación. En Estados Unidos hasta ese momento casi existía consenso a favor de una acción militar contra Cuba, cuando desconocían que, de producirse, hubiera elevado el riesgo al de una guerra nuclear mundial.

El 22 de octubre de 1962 (lunes), se anunció que Kennedy hablaría a las 7:00 p.m., para dar a conocer acontecimientos extraordinarios a la población de Estados Unidos. El Comandante Fidel Castro ordenó a las 3:50 p.m. poner en Alerta de Combate a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y a las 5:35 p.m. decretó la Alarma de Combate para toda la nación, casi hora y media antes de que hablara Kennedy. Al amanecer del 23 de octubre (martes) ya estaban en completa disposición combativa las unidades cubanas y soviéticas.

El 26 de octubre (viernes) a partir de la mañana se incrementaron los vuelos rasantes de aviones de Estados Unidos, con lo que aumentaba el peligro de un golpe aéreo sorpresivo. El Comandante Fidel Castro tomó la decisión de que disparara a todo avión que violara el espacio aéreo cubano a partir del amanecer del día 27. El propio 27 de octubre de 1962 fue derribado un avión U-2 que había ingresado sin autorización al espacio aéreo de la Isla y volado a lo largo de la misma. pereciendo el piloto, mayor Rudolf Anderson, Jr.

Jruschov y Kennedy negocian

Esa misma tarde, en Washington, se entregaba una carta del premier soviético, Nikita Jruschov, para el Presidente, en la que planteaba: “Si se dieran aseveraciones del Presidente y del Gobierno de los Estados Unidos, de que ese país no participará en la invasión a Cuba e impedirá a otros que realicen actos similares y si ustedes retiran su flota, esto cambiaría de inmediato (…) Entonces cesaría también la cuestión sobre el armamento, ya que si no hay amenaza el armamento es una carga para cualquier pueblo”.

Kennedy tuvo la serenidad de postergar la represalia inmediata por el derribo del U-2 , como le presionaba el Estado Mayor Conjunto, y finalmente decidieron enviar a Jruschov un mensaje de respuesta: “Si he leído bien su carta, los elementos básicos de sus proposiciones —que en general me parecen aceptables— son los siguientes: Ustedes retirarán estos sistemas de armamento de Cuba, bajo la adecuada inspección por la ONU, y se comprometerán, con las debidas garantías, a no introducir, en lo sucesivo, armamento de esta clase. Por nuestra parte nos comprometemos (…): a) a levantar rápidamente el bloqueo; b) a dar garantías de que Cuba no será invadida. No veo ninguna razón que nos impida completar este arreglo y anunciarlo al mundo dentro de un par de días”.

El Presidente Kennedy encargó a su hermano Robert que diera un mensaje verbal adicional al embajador de la URSS en Washington de que también estaban dispuestos a retirar los cohetes norteamericanos de Turquía e Italia, lo que se haría de cuatro a seis meses después de la salida de los proyectiles soviéticos de Cuba, pero este aspecto debía ser mantenido en secreto.

Cuando la dirección cubana supo del acuerdo, hecho sin consultarlos, manifestó de inmediato su inconformidad, pues la garantía de la palabra del Presidente norteamericano tenía muy poco valor en la experiencia cubana.

Cinco puntos de Fidel

En la tarde de ese domingo el Comandante Fidel Castro planteó sus conocidos “Cinco Puntos”, manifestando que: “No existirían las garantías de que hablaba Kennedy si, además de la eliminación del bloqueo naval que prometía, no se adoptaban las medidas siguientes: 1) Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económicas que ejercen los Estados Unidos contra Cuba. 2) Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes. 3) Cese de los ataques piratas. 4) Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos. 5) Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos”. Los gobernantes norteamericanos no quisieron ni oír hablar de los cinco puntos, considerándolos como un programa inalcanzable.

Simultáneamente, Cuba y la URSS dirigieron al Consejo de Seguridad sus protestas sobre las acciones agresivas y violaciones del derecho internacional por los EEUU, y solicitaron una reunión urgente. En la carta del gobierno cubano al Presidente del Consejo de Seguridad, se señalaba que el bloqueo naval decretado por el gobierno de Washington constituía una acción unilateral y un acto de guerra establecido a espaldas de los organismos internacionales.

El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió el 23 de octubre para escuchar los planteamientos de los representantes de las tres naciones involucradas. El entonces representante cubano ante la ONU, Mario García Incháustegui, fue invitado a participar en el debate pues Cuba no era miembro del Consejo, y allí afirmó que la Isla se había visto precisada a armarse ante las agresiones reiteradas de los norteamericanos, negó que las armas de Cuba fueran una amenaza para sus vecinos, pues eran puramente defensivas y criticó fuertemente a Estados Unidos por enviar sus barcos y aviones a la Isla para después recurrir a la ONU. Sentó la posición de principio de la Isla de no dejarse inspeccionar, pues lo primero que había que hacer era inspeccionar las bases norteamericanas de donde salían las invasiones, y que no se aceptarían observadores de ningún tipo en asuntos que competían a la jurisdicción interna de Cuba. Igualmente presentó al Consejo de las Naciones Unidas un documento donde se relacionaban los sabotajes, ataques piratas, atentados terroristas y demás agresiones realizadas por Estados Unidos contra Cuba.

Fin de la crisis

El 29 de octubre comenzó unilateralmente el desmantelamiento en la Isla de los emplazamientos coheteriles y el 31 los trabajos habían finalizado. Comenzó entonces un prolongado litigio motivado por la exigencia norteamericana de que fueran retirados también los bombarderos ligeros IL-28, y vendrían nuevas amenazas y tensiones que se prolongarían otras tres semanas. Durante este periodo exigieron también la verificación del desmantelamiento y salida de los cohetes, cuestión que los dirigentes cubanos nunca permitieron por considerar que se trataba de asuntos que competían a la jurisdicción interna de Cuba.

El martes 30 de octubre el Secretario General interino de la ONU, U Thant, viajó a La Habana para entrevistarse con Fidel Castro. En sus conversaciones con la alta dirección del país, quedaron delineadas las posturas firmes de Cuba en cuanto al necesario cumplimiento de los cinco puntos decretados por Fidel. Se reiteró que no permitirían ninguna inspección de control en territorio cubano para verificar la retirada de los cohetes, pues Cuba no había violado ninguna ley internacional, y, en cambio, los Estados Unidos si lo había hecho y nadie controlaría el cumplimiento de su palabra de no invadir a Cuba.

Las posiciones y planteamientos de U Thant en torno a la Crisis de Octubre y las valoraciones positivas que sobre su persona dio la máxima dirección de Cuba, influyeron en que el gobierno de Estados Unidos evitara luego una discusión amplia en Naciones Unidas sobre la crisis y la participación directa de U Thant en las negociaciones. Poco a poco Washington fue sacando el tema del marco de las Naciones Unidas.

Por concesión de los soviéticos la salida de los cohetes fue verificada en el mar, fuera de las aguas jurisdiccionales de Cuba. En la Isla se cerraba este capítulo heroico, calificado por uno de sus protagonistas, el Comandante Ernesto Che Guevara en su carta de despedida a Fidel, cuando dijo “sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la crisis del Caribe. Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días”.

La URSS ignoró la opinión de Cuba

Fragmentos de la entrevista realizada al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro, por la periodista de la cadena estadounidense NBC, María Shriver, en el Palacio de la Revolución, el 24 de febrero de 1988.

Pregunta: Ayer estábamos viendo el Museo de la Revolución, y había parte de un avión U-2. Hay una teoría de que un segundo U-2 se derribó en la Crisis de Octubre y que fueron los cubanos los que lo tumbaron.

Fue un solo avión derribado en los últimos días de la Crisis de Octubre. No fuimos nosotros los que derribamos el avión. Nosotros sosteníamos que no se debían permitir los vuelos rasantes, y un día les advertimos a los soviéticos y a todo el mundo que no admitiríamos los vuelos rasantes y que íbamos a disparar; movilizamos toda nuestra artillería antiaérea, y ese día por la mañana, cuando aparecieron los aviones en vuelo rasante, nuestras baterías antiaéreas abrieron fuego en todas partes contra los vuelos rasantes, eso fue por la mañana.

Pero nosotros no teníamos los cohetes, y, dentro de esa situación, una batería de cohetes soviéticos abrió fuego y disparó contra el avión. ¿Qué puede haber motivado aquello?  El hecho de que realmente se había entrado en combate ya, porque nosotros desde por la mañana abrimos fuego. Si nos quieren achacar la responsabilidad, nosotros aceptamos, porque dimos la orden a nuestras baterías antiaéreas de abrir fuego contra todos los vuelos rasantes; pero nosotros no teníamos los cohetes tierra-aire, esos estaban en manos de los soviéticos, y fue un oficial soviético el que ordenó el disparo.

Pregunta: – No hubo ningún segundo avión derribado.

No hubo ningún segundo avión; pero si hubieran volado rasante hubieran podido haber muchos aviones derribados, porque nosotros sí dimos la orden a nuestras baterías antiaéreas de abrir fuego. Dispararon y los aviones se retiraron rápido, pero no fue Cuba la que dio la orden al cohete tierra-aire porque no estaba bajo nuestro control.

Si hubiera estado bajo nuestro control tal vez hubiéramos ordenado tirarle, así que no estamos rehuyendo la responsabilidad; lo que no tenemos es ese mérito histórico de haber derribado el avión, no podemos usurpar ese mérito histórico.

Pregunta: – ¿Se sintió usted traicionado por Jruschov en la Crisis de Octubre?

No nos sentimos traicionados, pero estábamos muy irritados y muy disgustados, porque creemos que fue incorrecto por completo. Hubo dos errores. Un error fue hablar de los cohetes de Turquía, era absolutamente incorrecto cambiar los cohetes de Cuba por los de Turquía; eso era una cosa inmoral y, por lo tanto, inaceptable.

Segundo, era incorrecto decidir la retirada de los cohetes sin discutirlo con nosotros previamente. Comprendo que había una situación grande de tensión, de peligro, pero era inaceptable la idea de que se decidiera retirar los proyectiles sin consultar con Cuba. Nosotros no nos habríamos opuesto, pero hubiéramos exigido condiciones, y creo que pudo haber dicho que estaba en disposición de retirar los proyectiles si había garantías aceptables por Cuba, hubiéramos discutido allí. Pero esto no se hizo. Se quedó la Base de Guantánamo ahí, los ataques piratas, la guerra sucia, los planes subversivos, todo permaneció.

De modo que nosotros, con toda razón, nos irritamos, estuvimos en desacuerdo y no permitimos que se inspeccionaran las bases de cohetes, dijimos que aquí nadie podía inspeccionar.

Los soviéticos se pusieron de acuerdo con los norteamericanos, inspeccionaron los barcos, pero nosotros no aceptamos la inspección dentro de nuestro territorio corno una cuestión de principio.

Pregunta. – ¿Nikita Jruschov lo humilló?

No. Hay que decir la verdad, que Jruschov fue muy amigo de nosotros; Jruschov fue quien inició las relaciones políticas y las relaciones económicas con Cuba; fue extraordinariamente generoso y amistoso con nuestro país. Yo diría que todo lo que hizo fue bueno para nuestro país.

El único punto con el que estuvimos en desacuerdo total fue con la forma en que manejó la crisis al final, ignorando a Cuba de una forma extraña, hablando de cohetes en Turquía y hablando de retirar los proyectiles sin consultar con Cuba. Tenía que consultarnos, porque teníamos acuerdos concertados entre los dos países; y tenía obligación no solo política, sino legal de consultarnos, y no nos consultaron.

El 26 de octubre por la noche los soviéticos propusieron retirar los misiles a cambio de garantías de Washington de que no invadiría Cuba. A cambio exigieron que Estados Unidos retirara sus misiles de Turquía. La Revolución no claudicó ante la amenaza nuclear, encabezada por el Comandante en Jefe Fidel Castro.