Por qué Occidente teme la desnazificación de Ucrania Por Timothy Sergeev | Sputnik, edición en ruso

Por qué Occidente teme la desnazificación de Ucrania Por Timothy Sergeev | Sputnik, edición en ruso

Detrás de la alegría expresada a gritos porque en la prensa rusa se describe el fenómeno nazi en Ucrania, lo cual supuestamente aporta “pruebas” de los llamamientos al genocidio aprobados por el Estado y de que sus autores deben ser juzgados en La Haya, hay una frustración mal disimulada, un miedo que nace del propio sentimiento de culpa por la indiferencia ante las víctimas de Donbass y el destino del pueblo ucraniano.

Antes de responder a la pregunta del título sobre el fondo, conviene explicar los “lugares incómodos” y las “esquinas afiladas” que no se pueden evitar al tratar el tema de la desnazificación.

En primer lugar –y lo más importante– utilizamos el término “nazismo” en relación con la política y la agresión ucranianas en el Donbass, basándonos en la redacción precedente del veredicto del Tribunal Militar Internacional de Núremberg del 1 de octubre de 1946.

El castigo inevitable de las personas que apoyaron el régimen nazi se refiere única y exclusivamente al castigo “natural” bastante obvio (el destino), un patrón histórico en el que el régimen nazi apoyado por el pueblo atormentará a ese mismo pueblo, dejando de lado cualquier limitación legal, ética y generalmente humana.

Y esta tortura alcanzará su máximo cuando el régimen sea derrotado militarmente. Lo que era cierto para el pueblo de la Alemania de Hitler y sigue siendo cierto para cualquier otro pueblo. Esto es exactamente lo que las AFU están haciendo hoy, incluyendo la defensa territorial. Fue el régimen nazi el que desencadenó la guerra contra el Donbass tras el golpe de Estado, y mucha gente apoyó esta guerra o se mantuvo indiferente a ella.

El castigo de un pueblo nazificado por el vencedor no sólo es inaceptable, sino también imposible. Inadmisible porque los castigos colectivos están prohibidos por el derecho internacional (no todos son culpables) y, de hecho, llevarían el sello del genocidio.

Y es imposible, porque la escala de tal castigo es técnicamente inviable. Y gracias a Dios por eso. Sin embargo, Estados Unidos castigó al pueblo japonés con el bombardeo nuclear, y Gran Bretaña castigó al pueblo alemán con la destrucción de Dresde. No es habitual hablar de ello.

Las Fuerzas Armadas rusas en Ucrania están haciendo todo lo posible para reducir y mitigar el sufrimiento de la población por el esfuerzo de la guerra, mientras que sus oponentes están haciendo todo lo posible para aumentar ese sufrimiento y las dificultades. Ese es el precio inevitable que hay que pagar por apoyar al nazismo.

Esto es lo que Hitler exigió explícitamente: si el pueblo alemán no puede ganar, debe morir. Fue el Ejército Rojo el que salvó al pueblo alemán de este final. El precio del nazismo también lo pagan los inocentes. Pero no es el liberador del nazismo quien lo exige, sino el propio nazismo moribundo.

La desnazificación es la supresión de la ideología nazi en todas sus manifestaciones, la limpieza de todas las esferas de la sociedad de los cuadros nazis y la identificación y el castigo de los criminales nazis personalmente responsables. Esto es algo bueno, librar a la nación del nazismo.

«Desucranización»

Otro tema resonante e importante es la desucranización, es decir, la lucha contra la ucranización forzada, la imposición artificial y forzada de la identidad ucraniana a quienes no la quieren (y a sus hijos).

Esto incluye oponerse a la imposición de un “ucranianismo” cultural externo o, en general, falso y puramente político, cuyo único objetivo es incitar al odio hacia Rusia y el pueblo ruso y que no tiene nada que ver con la afiliación étnica o cultural real.

Además, hay que recordar que la ucranización es un mecanismo ejecutivo de la nazificación, cuando una persona que está siendo ucranizada es reconocida como ucraniana por su entorno sólo si comparte plenamente la ideología nazi. No es suficiente ni necesario hablar ucraniano.

Pero glorificar a Bandera como un héroe es obligatorio e incluso suficiente (con todas las consecuencias), así como odiar a la “Rusnya” (despectivo para desginar a Rusia o los rusos). Quien nació ucraniano, lo será. Pero los que se consideran (¡y son!) rusos, judíos, húngaros, rumanos, griegos, búlgaros, etc. y no quieren ser ucranianos (y no pueden serlo), deben estar libres de cualquier forma de compulsión cultural, política y nazi a la ucranianidad.

El desmantelamiento de los mecanismos de todas estas áreas de ucranianización forzada es la desnazificación y desucranianización necesaria para un país libre, ¡y nada más! Pero, por supuesto, son estos mecanismos los que el régimen de Kiev defenderá hasta el final. Son intocables para él.

El destino de la élite política ucraniana, que coincide plenamente con la élite oligárquica, incluyendo una variedad de numerosos “servidores” de esta última, está más estrecha e inextricablemente ligado al destino del régimen condenado a la destrucción. Esta élite desempeñó el mismo papel en la nazificación de Ucrania que los círculos empresariales alemanes en el ascenso del partido Nacional Socialista y de Hitler personalmente.

El negocio oligarca

La élite política ucraniana estaba interesada en la nazificación como un negocio muy lucrativo. No querían ver ningún peligro ni alternativa. Los beneficios de este asunto fueron asombrosos, nada comparado con una Ucrania neutral e independiente.

No hay crimen o traición que los oligarcas no cometan para preservar y aumentar su riqueza. No son patriotas ni mucho menos. Son indiferentes al destino del pueblo y del país. Por lo tanto, una Ucrania neutral e independiente en sus manos no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir y convertirse en una especie de Austria, Suiza o Finlandia de la posguerra, que habría sido bienvenida por Rusia de todas las maneras posibles.

Ucrania perdió esa oportunidad. Se necesitaba voluntad, trabajo y tiempo para lograrlo. La élite ucraniana no gastó nada. No era rentable.

El hecho de que convertirse en un verdadero enemigo de Rusia es mortal ha sido completamente expulsado por esta élite no sólo de la conciencia pública, sino también de la suya propia. Una entidad de este tipo, que ha devaluado completamente los procedimientos democráticos (los elitistas tuvieron que organizar finalmente un golpe de Estado), debería ser despojada del papel político de “representante” del pueblo.

El destino personal de los elitistas ucranianos será determinado por la ley según su papel en la organización de la tragedia ucraniana. Sin embargo, muchos de ellos han huido de antemano al extranjero, dejando sólo a los que no serán aceptados “al Oeste”.

En Rusia esto se hizo a principios de la década de 2000: los superricos permanecieron, pero perdieron influencia política. En Rusia la elitocracia fracasó. Ucrania fue llevada al borde del desastre por su élite, arrastrando a una parte importante de la población a una ideología ruinosa de confrontación con Rusia.

Parece que la nerviosa reacción occidental ante el propio tema de la desnazificación de Ucrania viene determinada precisamente por el hecho de que los dirigentes rusos no utilizaron este término como una metáfora, ni para hacer relaciones públicas de moda, sino de acuerdo con su significado real.

El hecho de que la Operación Militar Especial (OME) en Ucrania se lleve a cabo con el objetivo último de la desnazificación (la desmilitarización es una condición para la desnazificación) es una decisión de los dirigentes rusos, apoyada por la inmensa mayoría de la población del país. Y, además, es el cumplimiento de la demanda del pueblo ruso a su liderazgo.

Hoy, los acuerdos de Minsk se ven desde una perspectiva diferente: ¡qué felicidad impensable habría ahora en su aplicación! Pero la aplicación de Minsk-2 supondría un rechazo a la agresión ucraniana contra el Donbass, que era lo que necesitaban los manipuladores estadounidenses para arrastrar a Rusia a un conflicto que implicaría aún más a otros países europeos.

Cabe destacar la declaración sin precedentes de Josep Borrell –el jefe de la diplomacia europea (¡!)– de que Ucrania debería terminar la guerra con una victoria sólo en el campo de batalla.

Desnazificar es imprescindible

Sí, la OME está abordando el reto de proteger el Donbás y a su gente. Sí, la OME pretende proteger a Rusia de la OTAN y del despliegue de sistemas de combate estadounidenses en territorio ucraniano. Pero nuestro país no recibirá las garantías de seguridad necesarias si no se evita la posibilidad de una recaída nazi en territorio ucraniano. Este es el objetivo final, y todo lo demás son las etapas para conseguirlo.

El objetivo de la desnazificación como tal acaba de ser reiterado por Putin, Lavrov y Medvédev, y no sólo no contradice la obligación de negociar con la agrupación de Kiev, sino que apunta directamente al objetivo final de estas negociaciones. Esto es un hecho político. Hay que tenerlo en cuenta y sacar conclusiones.

El nazismo en Ucrania debe ser prohibido y erradicado. Esta es una condición para lograr la paz, la tranquilidad y la prosperidad en el país. Hay que conceder a la población la libertad de poseer, entre otras cosas, una identidad étnica ucraniana sin el obligatorio e identificable perfil ideológico nazi. La maldición del nazismo debe ser eliminada de los ucranianos.

Hoy, las prácticas nazis del régimen de Kiev se han manifestado en toda su extensión en los combates, en el terror contra “su propia” población. Este terror no se limita en nada y lo justifica por el objetivo de crear una “nación ucraniana”.

Este es el principal sello del nazismo: una “guerra total” para la autoafirmación de la nación, calificada y condenada por el Tribunal Militar Internacional de Núremberg. Hacer la vista gorda, encogerse de hombros perplejo y fingir que no existe el nazismo ucraniano es cada vez más difícil.

Mientras tanto, la supuestamente “democrática” Kiev, que está exterminando furiosamente el Donbass, disfruta de un creciente apoyo financiero, militar, político e ideológico de Estados Unidos y Europa. Cada vez se identifican más con esa Ucrania.

EEUU también es nazi

El reconocimiento del carácter nazi del régimen de Kiev –y la desnazificación implica ese reconocimiento incondicional– significa al mismo tiempo el reconocimiento de la nazificación de Europa y del propio EEUU, lo que explica todo el conjunto de tendencias totalitarias crecientes en esas sociedades, que atraviesan una aguda crisis de sus sistemas políticos supuestamente democráticos, pero en realidad basados en la elitocracia (principalmente en EEUU) y en la gobernanza externa (en la Europa despersonalizada).

Rusia es inextricablemente antifascista y antinazi. Tiene una experiencia fundamental de desnazificar a un antiguo adversario militar y de construcción de nuevas relaciones positivas con él. A diferencia de Kiev, no ha perdido su identidad en 30 años de existencia separada.

Sin duda, una Ucrania desnazificada no podrá estar en el marco de la gestión externa de Estados Unidos y Europa. Y entonces todo el conjunto de hechos de las prácticas nazis ucranianas y el apoyo a esta práctica por parte de Occidente será de dominio público y estará sujeto a una evaluación legal, como ocurrió con las prácticas nazis de la Alemania de Hitler.

Rusia ha exigido sistemáticamente en la plataforma de la ONU (y en ningún otro lugar) una investigación de todos los crímenes en Ucrania y no tiene miedo de hacerlo.

Además del conjunto de calificaciones de los delitos existentes –crímenes de guerra y crímenes contra la paz y la humanidad– puede surgir un nuevo delito no prescrito: contra la verdad, consistente en librar una guerra global de desinformación, en la distorsión total de los hechos sociales y la manipulación de la conciencia pública, que conduzca a un desastre civilizatorio, a la desintegración de la sociedad y las bajas masivas, al informar y apoyar el genocidio.

Es realmente aterrador.

Qué Ucrania no necesitamos

Publicado por el mismo autor, Timothy Sergeev, el 10 de abril de 2021

“Si se reanuda una guerra civil, unas hostilidades a gran escala, cerca de nuestras fronteras, supondrá una amenaza para la seguridad de la Federación Rusa”, dijo el portavoz presidencial ruso Dmitry Peskov en abril de 2021.

El estallido de un conflicto militar a gran escala con inicio en el Donbass ucraniano (el Donbass es un territorio de la cuenca del carbón situado tanto en Rusia como en Ucrania) es cada vez más probable.

Las acciones y la retórica de los actores implicados son cada vez más indicativas de la naturaleza prebélica de la situación. En estas circunstancias, es necesario dar cuenta, con la mayor precisión posible, de la naturaleza del enfrentamiento con Ucrania (el enfrentamiento con Estados Unidos nos parece mucho más claro) y evaluar el tipo, la naturaleza y el alcance de la amenaza que representa, así como el marco necesario para hacer frente a la amenaza y la forma de abordarla.

La preservación de la integridad territorial de Ucrania sigue siendo teóricamente posible y está definida por los acuerdos de Minsk, concluidos tras la masiva derrota militar de Ucrania en Debaltseve e Ilovaysk.

Ucrania, cuya existencia aún es permisible, debe ser inequívocamente neutral y federal (confederativa), debe (se verá obligada) a renunciar a la rusofobia tanto interna como externa. Hasta cierto punto, este programa se asemeja al destino de la Alemania de posguerra, y con razón.

El Presidente ruso Vladimir Putin ha formulado tres prohibiciones de Rusia que definen lo imposible para Ucrania:

✔️ No permitiremos que el Donbass ucraniano sea aplastado por la fuerza;

✔️ Si se intenta una ofensiva, el estado nominal de Ucrania será eliminado;

✔️ Ninguna de las “repúblicas” formalmente independientes que se separaron de Rusia cuando se desmanteló la URSS, no sólo Ucrania, puede ser utilizada por Occidente para perjudicar a Rusia.

En la actualidad (2021), Ucrania no cumple los acuerdos de Minsk, pero duda retirarse de ellos (denunciarlos). Por supuesto, una ofensiva ucraniana en Donbass supondría una retirada de facto irreversible de Ucrania de los acuerdos de Minsk, y por tanto un abandono de facto de la integridad territorial. Además de la cuestión ucraniana, también se abordaría la cuestión de la protección de los ciudadanos rusos, como ha declarado anteriormente Dmitry Kozak.

Esto último no tiene nada que ver con los acuerdos de Minsk y Rusia actuará dentro de su propia soberanía sin tener en cuenta la diplomacia.

Niños ucranianos de vacaciones en Kiev, el 14 de agosto de 2015, reciben entrenamiento militar en una base de batallones paramilitares de extrema derecha bautizados Azov, antes de que los adultos partan hacia los campos de batalla contra la población del Este de Ucrania, de mayoría rusa.

La población ha sido «nazificada»

Sin embargo, vemos justificadamente una amenaza de Ucrania no sólo para los ciudadanos rusos en el Donbás ucraniano, sino también para los territorios rusos fronterizos con Ucrania. Esta amenaza se deriva claramente no sólo de las declaraciones directas de los representantes de la dirección ucraniana y de los ideólogos ucranianos, sino también del propio tipo de militarización ucraniana, que se basa en mecanismos de agresión específicamente nazis.

Al mismo tiempo, la forma fascista de ejercer una dictadura de facto (poder no regulado por la ley y la constitución) se utiliza en Ucrania para movilizar a la población no sólo para las transformaciones internas (supresión de la lengua rusa, promoción de cuadros nacionalistas al poder, carga del país con la deuda externa, venta de tierras, etc.), sino también para el giro a gran escala de la agresión hacia el exterior.

Por lo tanto, hay que tener claras las diferencias entre el fascismo, que puede no materializarse en una guerra de conquista con esclavización de poblaciones contra otros pueblos –como fue el caso de la España de Franco y el Portugal de Salazar o incluso de la Italia de Mussolini (este último se vio obligado a unirse a Hitler sólo como aliado militar y la guerra italiana en África y Grecia fue diseñada como una política imperial).

En el caso de la dictadura nazi, se requiere que toda la población de la dictadura nazi acepte el complejo de la superioridad racial como una moral y lo aplique en la práctica en una guerra “popular” contra otros pueblos, supuestamente “más bajos en la escala evolutiva del desarrollo”, es decir, de hecho, ni siquiera pueblos desde la perspectiva nazi, no humanos, sino comunidades zoológicas.

La eliminación de una comunidad nazi de este tipo requeriría no sólo cortar la cúpula de su liderazgo, sino también limpiar a la propia gente nazificada de la influencia nazi y de la participación en la ideología y la práctica nazi. Este es precisamente el caso de Ucrania, que tomó el juramento masivo de los nazis a través de un vector político aparentemente benigno de “aspiración a Europa”, en cuyo contexto, sin embargo, el “europeísmo” es visto inequívocamente no sólo por los ideólogos, sino también por una parte importante de la población, como un signo de superioridad racial.

Por lo tanto, es erróneo e imposible tratar el estado de ánimo de las masas ucranianas como una manifestación del llamado síndrome de Estocolmo, que implica la simpatía entre los rehenes por los terroristas que los han tomado. De hecho, lo que se está produciendo es un traslado masivo de los llamados rehenes al campo de los terroristas, en el que dejan de ser rehenes para convertirse ellos mismos en terroristas.

El poder se ejerce mediante el terror

Por cierto, el carácter fascista de la organización social de la población en Ucrania está fuera de toda duda. Las autoridades hace tiempo que perdieron el contacto con la ley y la constitución. Hoy, Ucrania está a punto de imponer sanciones penales a los miembros de la Rada Suprema por haber votado en el pasado como parte de la mayoría. Está claro que cualquier ciudadano ucraniano u otra persona que se encuentre en territorio ucraniano no puede contar con la protección constitucional. No cabía esperar otra cosa después del golpe anticonstitucional de 2014.

El poder se ejerce mediante el terror, es decir, la intimidación de los disidentes por parte de numerosas bandas armadas nacionalistas, no sólo encubiertas, sino también apoyadas sistemáticamente por el Ministerio del Interior, dirigido por el Sr. Avakov, que es de hecho el dictador interno. El llamado presidente de Ucrania, el Sr. Zelensky, no tiene nada que ver con el ejercicio real del poder en el país.

Los crímenes fascistas del régimen ucraniano son meticulosamente vigilados y documentados por el Comité de Investigación ruso en el marco de los inevitables juicios a los criminales de guerra ucranianos. En cuanto a la sociedad civil, son investigados por periodistas -en particular, recomendamos el libro de M.S. Grigoriev y D.V. Sablin “Ordinary Fascism. Crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos en Ucrania (2017-2020)”, así como una obra de los mismos autores con un título similar que abarca el periodo anterior.

El Estado represivo ucraniano utiliza numerosos escuadrones de la muerte, como Azov, Sector Derecho* y el batallón Tornado. El asesinato del periodista de la oposición Oles Buzina se llevó a cabo con una crueldad deliberada. Los manifestantes en Odessa fueron quemados de forma demostrativa. El sistema judicial represivo ucraniano está en funcionamiento, ignorando los crímenes de los terroristas nacionalistas y estampando falsas acusaciones contra sus oponentes, hasta la traición, que es la acusación habitual contra los periodistas.

Existe una glorificación sistemática del nazismo y de la práctica del antisemitismo, no sólo en forma de rituales (como las famosas marchas de antorchas hitlerianas con símbolos nazis), sino también como la inclusión de biografías de criminales de guerra nazis y su versión de los acontecimientos históricos en los programas de educación general obligatoria, la política cultural y los contenidos de los medios de comunicación.

Nazismo y fascismo

Los terroristas destrozan las redacciones. Los canales de televisión se cierran por órdenes ilegales del presidente de Ucrania con el “apoyo organizativo” de los mismos grupos terroristas. En el conocido sitio web “Mirotvorets” se recopilan listas proskripripnye (datos biográficos) de quienes deben ser asesinados. Se detiene y encarcela a periodistas con cargos ficticios (por ejemplo, Kirill Vyshinsky, Vasyl Muravitsky, Ruslan Kotsaba, Oleksandr Bondarchuk, Anatoly Majewski, Pavel Volkov y Dmytro Vasilets).

Y aquí hay que prestar mucha atención a la diferencia entre nazismo y fascismo. El nazismo es un desarrollo y la etapa más alta del fascismo. A diferencia del fascismo, que es una tecnología política de movilización interna de la sociedad, cuyo mecanismo principal es la aversión y el odio hacia las minorías sociales y/o étnicas, así como hacia los oponentes políticos (a los que convierten en objetivo de destrucción social y física en lugar de ser el sujeto opuesto de la lucha política), el nazismo es el uso de la maquinaria estatal para la militarización de la sociedad y el desencadenamiento de acciones agresivas y persecutorias, justificadas por la teoría racial y proporcionadas por la práctica de la superioridad racial.

Es este desarrollo nazi que el fascismo ucraniano ha recibido a través de la guerra de siete años en el Donbass y los preparativos para la guerra contra Rusia, que Estados Unidos necesita, pero también está totalmente en línea con la ideología de la élite gobernante ucraniana. El nazismo ucraniano está en guerra en el Donbass con el pueblo ruso que vive en territorio ucraniano.

Las formaciones ucranianas están matando no solo a los combatientes uniformados con insignias, sino también a todos los civiles de forma indiscriminada a los que pueden llegar, incluyendo ancianos, niños y mujeres (otro niño murió hace unos días por una munición lanzada por un dron ucraniano), declarando claramente su objetivo de la limpieza física completa de “separatistas, vatniks (despectivo de los patriotas rusos) y colorados (comunistas)”, como el inhumano lenguaje nazi llama a los rusos en Donbas. En otras palabras, a los “subhumanos rusos” se les promete abiertamente campos de concentración, filtraciones y castigos penales (léase: torturas en prisión).

La doctrina racial, el corazón del nazismo, justifica un fantástico “derecho” a la violencia ilimitada por parte de un grupo étnico concreto (es decir, vinculado por el parentesco de sangre y las costumbres) contra cualquier otra comunidad, desde grupos individuales hasta naciones inclusive.

Lo que es obligatorio es la profunda implicación sistémica del pueblo en la política nazi para crear el efecto de la culpa compartida (también conocida como “justicia racial”) y obtener la capacidad de actuar y hablar “en nombre del pueblo”. En este sentido, la doctrina racial ucraniana que ha impregnado los sistemas político, jurídico y educativo de la sociedad ucraniana no es inferior a la doctrina racial de Gobino-Rosenberg-Hitler, que preveía el genocidio no sólo de los judíos y los gitanos, sino también de los rusos y otros pueblos eslavos, y la esclavización de los supervivientes a una esclavitud eterna.

La versión ucraniana del nazismo

El hecho de que la versión ucraniana implementada de la nazificación (que obliga al nazismo a implicar a la masa del pueblo en la complicidad con los crímenes nazis) no aplique el mecanismo de un único partido nazi ni el encuadramiento explícito de las prácticas raciales en un conjunto de leyes raciales, como ocurría en la Alemania nazi, no debe inducir a error sobre el propósito y la eficacia del curso “amorfo” de la nazificación ucraniana que se está llevando a cabo.

Tras el abandono del modo constitucional (legal) de funcionamiento de la administración del Estado como resultado del golpe de febrero-marzo de 2014, la doctrina racial ucraniana es la única base para el poder central de Kiev y el uso de las fuerzas armadas y para guiar y espolear a las formaciones terroristas armadas contra la población rusa de las regiones de Donetsk y Luhansk, acompañada de violencia masiva contra los civiles desarmados que no son la parte combatiente.

El nazismo ucraniano, durante los siete años de guerra que desencadenó, cometió prácticamente todo el conjunto de crímenes calificados y condenados por el Tribunal Internacional de Núremberg y los juicios de Núremberg de 1946-1949, así como los juicios por crímenes de guerra de Tokio.

La práctica de condenar los crímenes de guerra del nazismo alemán y japonés (este último, como en el caso de Ucrania, prescinde de una parte especial) permite, entre otras cosas, el trabajo de los tribunales dentro de la jurisdicción militar exclusiva del vencedor, no internacional. Los juicios se justificaron por el punto 10 de la Declaración de Potsdam, según el cual “todos los criminales de guerra, incluidos los que cometieron atrocidades contra los prisioneros, deben ser castigados severamente” y cuyo efecto nadie ha derogado, así como todos los actos jurídicos posteriores contra los crímenes de guerra y sus autores.

El nazismo ucraniano no sólo ha declarado a Ucrania enemiga de Rusia, sino que también ha indicado su apetito territorial por el Kubán, el Donbass ruso y otras regiones rusas. Al mismo tiempo, no se puede ocultar el hecho de que Ucrania en su guerra contra Rusia utilizará el factor de la inestabilidad política interna de esta última que asume.

A pesar de lo dudoso de tal evaluación de la situación política en Rusia, que permanece en la conciencia del agresor ucraniano, el mero hecho de un cálculo estratégico de este tipo (bastante coherente y similar a la planificación estratégica estadounidense) significa una realidad de intenciones, que los dirigentes rusos se toman en serio, especialmente dada la insistente movilización, el trabajo organizativo y técnico-militar del régimen ucraniano para potenciar las capacidades militares, dirigido no sólo a “resolver la cuestión del Donbás”, sino también a una perspectiva de agresión más profunda y a más largo plazo.

En caso de una ofensiva en el Donbás, no bastará con aplicar a Ucrania métodos de imposición de la paz similares a los de la operación contra las fuerzas armadas georgianas en 2008. No será posible limitar el aislamiento y la protección de los territorios directamente sometidos a la agresión militar, el terror y los crímenes de guerra por parte de las formaciones nazis ucranianas.

La sociedad georgiana (de Georgia, estado vecino de Rusia) de 2008, impulsada por motivos nacionalistas, todavía no ha pasado por un proceso de nazificación comparable en modo alguno a la práctica ucraniana. El papel del partido nazi en Ucrania lo desempeñan los nativos de las provincias uniatas occidentales, que se han infiltrado en todos los sistemas de la política, la educación, la cultura y las fuerzas armadas y que, según diversas estimaciones conservadoras, han arrastrado hasta el 40%, y posiblemente más, de la población ucraniana. No hay que hacerse ilusiones a este respecto.

Además de la gran cantidad de trabajo de nazificación política propiamente dicho, realizado de forma constante desde el golpe de Estado de 2014, la nazificación ucraniana se ha preparado estratégicamente, de forma constante durante todo el período de la independencia de Ucrania a nivel ideológico, a través de un cambio correspondiente en el contenido educativo, la política cultural y social.

Tras el famoso “caso Gongadze” contra el presidente Leonid Kuchma en 2000 y, sobre todo, después de que Viktor Yushchenko asumiera la presidencia en 2004, esta preparación ideológica para la nazificación se hizo sistemática y total. La presidencia de Viktor Yanukovich no ha cambiado nada en este estado de cosas. Por el contrario, su presidencia sirvió de eficaz pantalla para ello. Casi todos los partidos políticos ucranianos, una amplia gama de organizaciones públicas y medios de comunicación han sido nazificados.

Evitar la reinserción de los nazis

Los dirigentes nazis han logrado –y, sobre todo, a través de la guerra en curso contra el pueblo ruso de Donbass y Ucrania en su conjunto– crear un verdadero factor de culpabilidad compartida entre los dirigentes nazis y la población (pueblo) ucraniana. Por lo tanto, será imposible eliminar este factor de culpabilidad, así como evitar el resurgimiento del nazismo ucraniano, sin una desnazificación adecuada y proporcionada, teniendo en cuenta las experiencias positivas y negativas tras la Segunda Guerra Mundial.

Como sabemos, la cuestión más difícil en la práctica de la desnazificación en Alemania resultó ser la dotación de personal. Finalmente, debido a la magnitud de la participación en las actividades nazis, el grueso de los cuadros nazis en las zonas de ocupación aliadas volvió a sus funciones no sólo en la producción, sino también en la política, la administración pública, las fuerzas armadas, la aplicación de la ley, la cultura, la educación, etc.

Entregada a los propios alemanes, la desnazificación en Alemania Occidental se redujo rápidamente a la formalización de investigaciones sobre personas concretas, a una amnistía nominal y a la limitación de la censura ideológica y la prohibición de las organizaciones criminales nazis. La zona de ocupación soviética estaba, por supuesto, en la misma situación con respecto a los cuadros, pero del total de los sometidos a la nazificación, la mayoría fueron castigados con bastante severidad.

No sólo el posterior modelo socialista de desarrollo, sino también la versión soviética de la desnazificación de Alemania, establecieron la profunda diferencia entre “ossi” y “wessi” (alemanes del este y del oeste) que todavía vemos hoy.

La desnazificación de los satélites alemanes – Checoslovaquia (que fue absorbida por el Reich), Hungría, Rumania, Bulgaria (condicionalmente se incluye a Polonia, que planeaba participar en la campaña contra la URSS y participó en la división de Checoslovaquia) – no se llevó a cabo en la práctica; presentamos a estos países y pueblos como víctimas y los liberamos de la desnazificación sistemática a condición de que aceptaran el modelo de desarrollo socialista y entraran en un bloque militar con la URSS.

Eso fue lo que llevó a las insurgencias intrínsecamente fascistas de Hungría y Checoslovaquia en 1956 y 1968, presentadas por Occidente como aspiraciones a la democracia. El modelo de desocupación de Austria y la política hacia Finlandia resultaron finalmente más clarividentes, dando lugar a la aparición de Estados neutrales. Ni que decir tiene que el rechazo a un castigo justo en toda regla para los nacionalistas del oeste de Ucrania y la política selectiva e inflexible de castigar a los colaboracionistas en el Báltico, Crimea y el Cáucaso nos ha costado caro.

En la variante ucraniana contemporánea, la especificidad de la desnazificación debería estar determinada en gran medida por la naturaleza “amorfa” de la nazificación de 1991-2021. Todos los que participaron voluntariamente en la llamada ATO (fuerzas paramilitares antiterroristas), todos los que apoyaron y justificaron públicamente su implementación, en esencia, criminales de guerra en las categorías apropiadas (en Alemania, éstas eran: criminales mayores, criminales, menos culpables, compañeros de viaje) deben ser castigados y apartados de sus funciones estatales, políticas, legales y educativas.

Todos los materiales (conceptos, libros de texto, literatura, películas, etc.) que califiquen como elementos de doctrina racial por motivos de supuesta superioridad, distorsión deliberada de los hechos históricos, valoraciones inaceptables con espíritu de hostilidad, insulto, humillación y odio deben ser eliminados de los programas educativos y de las políticas culturales. Todas las organizaciones implicadas de un modo u otro en la agresión militar, la propaganda y la promoción del nazismo ucraniano deben ser prohibidas y disueltas.

Rusia está obligado a desnazificar

Rusia, como país y pueblo fatalmente afectado por la agresión nazi, puede desnazificar a Ucrania dentro de su propia jurisdicción militar (tribunal militar) sin recurrir a las instituciones de la justicia internacional. También es importante que el nazismo ucraniano no sólo se base en los principios del nazismo alemán, sino que es heredero directo de éste, proclamando abiertamente su continuidad con él.

Las lamentaciones condenatorias y las “prohibiciones” decorativas sobre la experiencia alemana de Hitler se utilizan exclusivamente como un disfraz retórico y se ocupan sólo del hecho del ataque alemán a Ucrania (llamado así en el lenguaje ideológico ucraniano por el ataque a la URSS), mientras que la propia idea de superioridad implementada por los alemanes y todo lo que se deriva de ella no sólo no se condena de ninguna manera, sino que se toma como ejemplo a emular.

Dada la implicación de la población en la agresión (la culpabilidad real del pueblo), en este caso el régimen de ocupación penal en relación con Ucrania no debe congraciarse de ninguna manera con la población, incluso recurriendo a la retórica del “pueblo hermano”, de ninguna manera “atraerla” a “su lado” por la costumbre y en términos de soborno electoral, es decir, como ellos lo llaman, “alimentar”, – La liberación del pueblo de Ucrania del régimen nazi, el fin de su culpabilidad nazi, el establecimiento de garantías de neutralidad militar de Ucrania y el posible restablecimiento del país como una confederación de regiones con una secesión igualmente posible tanto de las regiones occidentales como de las orientales (si es que Ucrania sobrevive de alguna manera) serían suficientes.

Todo esto se desprende, entre otras cosas, del ejemplo de la Alemania de posguerra. Al mismo tiempo, habría que suspender la moratoria de la pena de muerte como parte del castigo a los criminales de guerra ucranianos y sus cómplices.