¿Qué dejan las elecciones municipales en Brasil? Por Amílcar Salas Oroño y Emir Sader | CELAG y Diario Página/12

¿Qué dejan las elecciones municipales en Brasil? Por Amílcar Salas Oroño y Emir Sader | CELAG y Diario Página/12

Las pasadas elecciones en Brasil dejan un escenario de gran fragmentación partidaria

Recomposición de la derecha no bolsonarista

Por Amílcar Salas Oroño, Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica

► Los 57 balotajes de este domingo confirmaron el registro político de las elecciones municipales generales del 15 de noviembre: derrota de Bolsonaro, fortalecimiento de la derecha no bolsonarista, disminución y reacomodamiento del espacio político democrático/progresista/centroizquierda. Más allá de quiénes ocupen los espacios ideológicos o la distribución de los recursos con los que pasen a contar los partidos políticos (que se complementa con el mapa federal y a nivel de los Estados) hay tres datos genéricos que organizan las interpretaciones de estas elecciones.

► Se consolida una derecha/conservadora no bolsonarista que puede ser más elitista/autoritaria o neoliberal/pragmática según los partidos que compongan los bloques internos. El partido que más votos obtuvo en las elecciones municipales, el PSDB, pasa a controlar el 16% de la población del país; MDB el 12%; DEM el 11,5%, PSD el 10,3% y el PP el 7,7% (todos partidos del espacio de derecha no bolsonarista (en contraste, por ejemplo, el PT tan sólo controlará un 2,6%, y el PDT un 5,1%). Los partidos de esta  derecha/conservadora habían sido desplazados por la “onda bolsonarista” del 2018 y hoy evidentemente recuperan terreno; una parte está coalicionada en el Congreso (“Centrao” y DEM), otra tienen vínculos históricos.

► Toma fuerza la pretensión presidencial para el 2022 del gobernador de Sao Paulo, Joao Doria. Sale fortalecido también internamente en el PSDB: por un lado, porque le impuso al candidato a la Prefectura de San Pablo, Bruno Covas, al compañero de fórmula y, por otro lado, porque es el que mejor puede convertirse en el “puente” posible hacia el DEM (y al MDB) ante una potencial alianza. Hace 2 años acompañó a Bolsonaro, y luego fue uno de los gobernadores que primero se distanció del presidente, lo que lo permite, en este contexto, confirmar su carácter “opositor”.

► Bolsonaro derrotado queda rehén del DEM y del “Centrao” (un conjunto de partidos articulado en la Cámara de Diputados, como el PSD, PP, PL, MDB, entre otros) para no caer en un impeachment. Es importante tener en cuenta dos elementos para prefigurar el destino de Bolsonaro. Por un lado, qué impacto corrosivo seguirá teniendo su posición frente a la pandemia -en promedio, hubo un 30% de desafección electoral-. Por otro lado, cómo seguirá su confrontación con los medios de comunicación: estos volvieron a mostrar su fuerza organizadora en términos de pauta electoral y difícilmente ese bloque ideológico-políticopueda ser contrarrestado sólo con las redes sociales, como pretende el bolsonarismo. Los mismos medios que le fueron fundamentales a Bolsonaro para proyectarse como figura “outsider” hoy también contribuyen para su derrota (en el balotaje sólo eligió 2 Intendentes de los 16 apoyados).

► El espacio democrático/progresista/centroizquierda queda en redefinición, sobre todo respecto del peso específico de cada uno de los partidos y/o las consecuentes alianzas. Habrá que ver qué sucede con los bloques que, en la práctica, se venían formando en el espacio: a) por un lado, PT, PCdo B y PSOL; por el otro lado, PDT, PSB y Rede. El PSOL venció en Belem y el PDT venció en 3 de las 4 ciudades que disputó en el balotaje, entre ellas Fortaleza; el PSB venció con Joao Campos en Recife (realizando una campaña muy cuestionable, siendo que su contrincante fue precisamente alguien del PT). En términos de renovación, es importante advertir que, en los últimos tiempos, se viene dando la consolidación de ciertos nombres (por ejemplo, en esta elección Guilherme Boulos –PSOL-, Manuela D`Avila –PcdoB- , José Sarto –PDT- o Marília Arraes –PT-). Si bien no son figuras nuevas, funcionaron a la manera de “proposiones novedosas”, lo que puede traer también efectos internos en cada uno de los partidos. También hay cambios en términos de programa (con mayores o menores absorciones hubo un diálogo con “nuevas agendas”, que incluso en la elección del 2018 fueron hacia el campo de la derecha bolsonarista). Finalmente, en términos de comunicación, hay que destacar algunas originalidades –por ejemplo, en el caso de San Pablo– que pueden haber acercado a sectores (sociales) alejados del espacio. Cuánto estos cambios fortalecerán al espacio es algo incierto, por eso puede afirmarse que está en un impasse.

► Si bien el PT es el principal partido nacional –4 gobernadores, 54 diputados- ahora el partido no gobernará ninguna capital del país; aunque venció en 4 ciudades importantes en este balotaje (Juiz de Fora y Contagem, en Minas Gerais, y Mauá y Diadema, en San Pablo) y estuvo cerca en otras 9, hay una progresiva disminución del partido en el ámbito local: de ser el 3º mayor partido en intendencias del país en 2012 con 630, pasó a ser el 10º en el 2016 con 256, y ahora sólo gobernará 183.

Conclusión. La condición de la hiperfragmentación política brasileña está bien clara: 12 partidos diferentes gobernando las 27 unidades de la Federación (ninguna fuerza política con más de 4 gobernaciones y con  los 4 principales Estados en manos de diferentes partidos); hay 24 partidos con representación en la Cámara de Diputados (y ninguna fuerza partidaria alcanza más del 15%); un presidente sin partido cuyas “bendiciones electorales” resultaron en fracasos; con el principal partido municipal de este 2020 (PSDB) que saca, a su vez, menos votos que la elección anterior. Y una tendencia política nacional que confirma su dirección hacia la derecha conservadora.

Brasil sale mejor de las elecciones municipales

Por Emir Sader

En la primera vuelta de las elecciones municipales en Brasil, el resultado fué claro:

► Derrota estrepitosa de Jair Bolsonaro

► Victorias de la oposición de derecha

► Victorias de la oposición de izquierda.

En la segunda vuelta, sobre un total de 55 ciudades, todas con más de 200 mil electores, ninguno de los candidatos apoyados por Bolsonaro logró ser elegido. Al contrario, perdieron apoyo así que Bolsonaro manifestó el suyo. Porque el presidente de Brasil perdió popularidad en 22 de las 26 capitales estatales de Brasil. Particularmente grave para él es tener apoyo entre bueno y muy bueno de apenas el 22 por ciento en San Pablo frente a un 54 de mal y pésimo. Es un nivel inédito de rechazo en la principal provincia del país.

Una situación especial fue la de Río de Janeiro, que había elegido hace cuatro años al primer alcalde evangélico de Brasil. Marcelo Crivella sufrió una derrota espectacular, obteniendo alrededor de un tercio de los votos en segunda vuelta. Así, Bolsonaro no logró entrar en San Pablo y perdió al gran aliado que tenía en Rio de Janeiro.

El resultado más claro de las elecciones municipales fue el rechazo a Bolsonaro entre opositores de la derecha y de la izquierda. Aquellos fueron los que obtuvieron mejores resultados, ganando entre uno y otro partido gran parte de las alcaldías del país, incluyendo la carioca. El PSDB siguió perdiendo fuerza a nivel nacional, pero retuvo su bastión tradicional paulista.

La izquierda tuvo victorias y derrotas. El eje moderado PDT-PSB tuvo victorias en varias alcaldías, el PT recuperó parte de lo que había perdido hace cuatro años en al auge de la ofensiva de la derecha, que llevó al golpe contra Dilma Rousset, el PSOL logró una alcaldía en Belem, en el norte de Brasil, en alianza con el PT.

La izquierda tuvo dificultades en esta campaña por su corta duración y por el hecho de que se desarrolló en plena cuarentena, sin posibilidad de actos y reuniones populares. Basta decir que el más grande líder político y comunicador de masas de Brasil, Lula, no pudo salir a hacer actos por todo el país a favor de los candidatos que apoyaba. La campaña fue fría, corta, vía televisión e internet, medios que no suelen llegar a las masas más periféricas de los grandes centros urbanos, donde Lula y el PT tienen gran apoyo.

Brasil sale mejor de las elecciones municipales, a pesar de todo, por la derrota estrepitosa de Bolsonaro, que se suma a la derrota de su líder Donald Trump, para generar la situación de más grande debilidad de gobierno desde su inicio. Justo en el momento en que se avecina una gran crisis, por el deterioro de la situación económica y social, además del nuevo rebrote del coronavirus, que eleva el número de víctimas. El gobierno, debilitado, ha perdido prestigio frente a los empresarios, que ya no creen en las promesas del ministro de economía Paulo Guedes, que ve al mismo Bolsonaro violar sus normas de ajuste fiscal para buscar apoyo popular, al mismo tiempo que la desarticulación política del gobierno le impide avanzar en sus propuestas de privatizaciones.

Los resultados electorales presentan un cuadro en que la gran mayoría de los brasileños rechaza a Bolsonaro, aunque una parte importante de esas fuerzas sea de derecha. Está en contra de Bolsonaro, pero apoya políticas económicas neoliberales.

Para la izquierda se presenta el desafío de ganar a amplios sectores que rechazan a Bolsonaro, pero están todavía bajo la influencia de partidos de derecha. Al final de la cuarentena, las condiciones políticas cambian muy favorablemente a la izquierda, que podrá retomar actividades de masas –ante todo, Lula- convocando movilizaciones que expresen el rechazo a Bolsonaro en las plazas públicas de todo el país.

En ese momento empieza la coyuntura electoral de 2022, que deberá tener un candidato del PT –Lula o Haddad-, uno de la alianza PDT-PSB –Ciro Gomes-, varios candidatos de la derecha y al mismo Bolsonaro. Las fuerzas de la derecha se apoyaran en la segunda vuelta favoreciendo el más votado en la primera vuelta. El panorama de la derecha ya no está más tan claro ante el debilitamiento de Bolsonaro, que sin embargo sigue siendo el más probable candidato de la derecha, en contra del candidato del PT, favorito para ir a la segunda vuelta.