Razón y fe en un cambio de época Estelí. Por Stephen Sefton, Consejo de Comunicación y Ciudadanía
Entre los desafíos más fundamentales para un nuevo mundo basado en relaciones de respeto, igualdad y solidaridad entre las naciones y los pueblos es el imperativo de la convivencia de culturas con diversos sistemas socio-económicos y políticos y diferentes visiones ideológicas y espirituales. El distinguido filósofo moral Alasdair MacIntyre escribió sobre este tema en su libro de 1987 “¿La justicia de quién? ¿Cuál racionalidad?” donde escribió, “la única forma racional que permite a los seguidores de cualquier tradición acercarse intelectual, cultural y lingüísticamente a rivales extraños es aquella que concede que la otra pueda ser racionalmente superior… con respecto precisamente a aquello en la tradición extraña que aún no puede comprender”.
Esta acertada observación respalda la sensata práctica política promovida por la República Popular China y la Federación Rusa y el amplio interés de muchos países en integrarse al grupo de países BRICS+. También explica, de manera contraria, el creciente aislamiento internacional de Estados Unidos y sus países satélites y la absoluta incapacidad histórica de las élites europeas y norteamericanas de deshacerse de su demente soberbia ante el mundo mayoritario. Las clases gobernantes de Estados Unidos y sus gobiernos vasallos se han mostrado incapaces de asimilar el nuevo sistema de relaciones internacionales basado en diversas iniciativas surgidas del mismo mundo mayoritario que ellas han explotado durante siglos con impunidad, hasta ahora.
Esta discapacidad e incomprensión moral y espiritual de parte de los países del Occidente se exhibe en su arraigado e irracional desdeño y desprecio hacia las aspiraciones y visiones nacionales de los pueblos y movimientos que resisten su voluntad neocolonial. A pesar de todo su enorme poderío económico y militar, por motivo de su demente irracionalidad y falta de fe, no pueden prevalecer contra la razón moral y fe espiritual de los pueblos que los resisten. Los procesos de descolonización del siglo pasado dieron innumerables ejemplos de esta realidad, de la cual el mundo entero es testigo ahora en Palestina. Y como siempre ha enseñado nuestro Comandante Daniel, el pueblo nicaragüense ha sido un protagonista ejemplar de esta resistencia durante siglos.
En su Manifiesto “Luz y Verdad” de 1931, el General Sandino escribió, “Cuando la mayoría de la humanidad conozca que vive por el Espíritu, se acabará para siempre la injusticia y solamente podrá reinar la justicia divina: única hija del amor… por juicio final del mundo se debe comprender la destrucción de la injusticia sobre la tierra y reinar el espíritu de luz y verdad, o sea el amor… Lo que ocurrirá es lo siguiente: que los pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con que nos han querido tener postergados los imperialistas de la tierra”. A esta noble visión inspiradora, la sádica respuesta de Estados Unidos fue facilitar el asesinato de Sandino e imponer 45 años de sangriente dictadura somocista.
En 1969, Carlos Fonseca escribió: “los militantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) combatimos en defensa del pueblo trabajador, combatimos por amor a la Patria sojuzgada, combatimos por convertir en realidad nuestros sublimes ideales. En donde lo que prevalezca sea la justicia, el amor, la felicidad y la erradicación de actos inhumanos… en fin, donde sea eliminada la brutal explotación del hombre por el hombre”. Como la compañera Rosario explicó ahora en el aniversario del Comandante Carlos, “Carlos Fonseca tuvo la genialidad de sintetizar la experiencia histórica de nuestro pueblo, de soberanía, lucha por la soberanía, por la dignidad nacional, y la teoría revolucionaria”.
Sin duda, parte del pensamiento revolucionario en esa síntesis logrado por el Comandante Carlos fue expresado también en el famoso discurso del Comandante Che Guevara de 1965 en Argel, donde dijo el Che, “no hay otra definición del socialismo, válida para nosotros, que la abolición de la explotación del hombre por el hombre… No puede existir socialismo si en las conciencias no se opera un cambio que provoque una nueva actitud fraternal frente a la humanidad, tanto de índole individual, en la sociedad en que se construye o está construido el socialismo, como de índole mundial en relación a todos los pueblos que sufren la opresión imperialista”.
Así que es natural y lógico que la Federación Rusa, con la gran herencia moral, tecnológica y científica de la Unión Soviética comunista, impulsa, junto con la socialista República Popular China, el cambio de conciencia y de época exigido por el Che, del cual somos testigos en este momento histórico. El presidente Vladimir Putin en junio 2022 comentó sobre el fin del dominio global de Estados Unidos, “Esta era ha terminado, a pesar de todos los intentos de mantenerla y preservarla a toda costa. El cambio es un proceso natural de la historia, ya que es difícil conciliar la diversidad de civilizaciones y la riqueza de las culturas del planeta con los estereotipos políticos, económicos o de otro tipo”.
En efecto, la Federación Rusa ha desarrollado una visión civilizacional que sintetiza el legado soviético con la espiritualidad de la milenaria fe Ortodoxa en la historia rusa. Esto se manifiesta en otro comentario del Presidente Putin cuando dijo, “Cada Estado y sociedad quiere elaborar su propia vía de desarrollo… Se trata de una síntesis compleja, en cuyo proceso surge una comunidad civilizacional distintiva. Su heterogeneidad y diversidad son garantía de sostenibilidad y desarrollo. Durante siglos, Rusia se ha formado como un país de diferentes culturas, religiones y nacionalidades. La civilización rusa no puede reducirse a un denominador común, pero tampoco puede dividirse, porque sólo existe en su integridad, en su riqueza espiritual y cultural”.
Esta conciencia civilizacional caracteriza también la visión estratégica de la República Popular China y explica la racionalidad de sus propuestas e iniciativas para establecer un futuro de destino común para la humanidad en base a la cooperación solidaria. En 2014, el presidente Xi Jinping comentó, “La ideología y la cultura de la China actual es una continuación y sublimación de la ideología y la cultura tradicionales chinas… así como las raíces históricas del mundo espiritual de los chinos de hoy en día”. Y es desde esta cultura y espiritualidad que China busca que los pueblos del mundo, como ha explicado el hermano embajador Chen Xi, promueven “la construcción de un mundo de paz duradera, seguridad universal, prosperidad común, apertura e inclusión, limpieza y hermosura, con el fin de transformar en realidad las aspiraciones a una vida mejor de los pueblos de todos los países.
La visión inspiradora de China se refleja también en las palabras del Presidente Raisi de la República Islámica de Irán, quien dijo en el pasado mes de junio durante su visita a Nicaragua “Lamentablemente, hoy gobierna el Mundo un sistema, un Orden injusto, el Imperialismo, porque ha olvidado a Dios y ha olvidado la Identidad de los Pueblos, oprime a otros Pueblos y obstaculiza el cumplimiento de la voluntad de los Pueblos… la resistencia de los pueblos y la lucha por la Independencia y la Libertad los neutraliza y los hace retroceder y retroceder. Esa es la realidad que se ha dado hoy aquí en América Latina y en muchos países de esta región, a través de la resistencia de los pueblos, las intervenciones imperialistas y las demandas ilegítimas de los Estados Unidos han sido rechazadas. Sin duda, el Nuevo Orden Mundial se establecerá favoreciendo a los países que resisten y a los países que son independientes”.
En América Latina, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela han demostrado que Estados Unidos y sus países satélites no pueden vencer al insuperable amor a la Patria de los pueblos que defienden su soberana identidad, cultura y visión nacional. De la misma manera los países del Occidente han demostrado que no pueden interactuar e intercambiar en pie de igualdad con culturas que poseen fuertes sistemas de valores y profundos conceptos espirituales como la Federación Rusa, la República Popular China y la República Islámica de Irán, y sus contrapartes latinoamericanos. La respuesta cultural del Occidente ha sido de recurrir a las fanfarronadas neocoloniales y la falsedad traicionera que se encubre por medio de una implacable guerra psicológica. Mientras demonizan y aplican agresivas medidas coercitivas o abierto terrorismo contra los pueblos independientes que defienden su soberanía, asustan y engañan a sus propios pueblos para mantenerlos dóciles y asegurar su mansa colaboración.
Son innumerables los ejemplos de la mala fe de Estados Unidos y los países de la Unión Europea. Durante décadas Estados Unidos ha promovido el terrorismo contra Cuba. En los 1980s lo promovieron abiertamente contra Angola, Mozambique y Nicaragua. En los años 1990s, sus gobiernos financiaron, entrenaron y armaron extremistas en Chechenia para agredir a Rusia y siempre han apoyado el movimiento terrorista MKO contra Irán a la vez que apoyaron el terrorismo israelí para asesinar científicos nucleares iraníes. De igual manera apoyaron la red terrorista de Al Qaeda para atacar la Jamahiriya libia y luego apoyaron a Al Qaeda y la red terrorista de Isis para atacar al pueblo de Siria.
Los gobiernos e instituciones occidentales han robado de manera descarada miles de millones de dólares de los pueblos de países cómo Libia, Irán, la Federación Rusa y Venezuela. Su bloqueo a Cuba ha costado cientos de miles de millones de dólares al pueblo cubano y su ocupación de Haití ha destruido las perspectivas del desarrollo humano en ese país. En repetidas negociaciones para resolver conflictos internacionales, han negociado de mala fe, por ejemplo en el caso de los Acuerdos de Minsk en el caso de Ucrania, o el Acuerdo del Plan de Acción Comprensivo Conjunto sobre el desarrollo de la energía nuclear por Irán. Han firmado acuerdo tras acuerdo sobre el Cambio Climático pero nunca cumplen con sus obligaciones. Tampoco cumplieron con el acuerdo de liberar granos y fertilizantes rusos secuestrados en puertos europeos en cambio de la exportación de granos y fertilizantes ucranianos por el Mar Negro.
Las élites occidentales controlan el acceso a la verdad de su mala fe criminal y su terrorismo por medio de controlar prácticamente todas las fuentes de la información en sus países. Se trata no solamente de los medios de comunicación, sino también de las instituciones internacionales como las Naciones Unidas, el complejo industrial de las organizaciones no gubernamentales, además de las instituciones de investigación académica. El presidente Putin lo puso así cuando dijo en julio 2022, “Occidente, que una vez declaró principios democráticos como la libertad de expresión, el pluralismo y el respeto a las opiniones disidentes, ahora ha degenerado en lo contrario: el totalitarismo. Esto incluye la censura, la prohibición de los medios de comunicación y el trato arbitrario de periodistas y figuras públicas”.
Esta cultura de lo que se ha llamado el liberalismo totalitario se ha extendido a todas las esferas de la vida pública en Norte América y Europa y en gran parte de América Latina también. Domina no solamente en los medios de comunicación y las fuentes de información sino también a la educación y la cultura, y en el sistema judicial, especialmente la justicia criminal. Esta corrupción intelectual y moral explica cómo las y los dirigentes occidentales sigan basando sus pronunciamientos en creencias dementes que están llegando a ser cada vez más insostenibles con el implacable desarrollo de los acontecimientos internacionales en Ucrania y Palestina.
En 2011, Padre Miguel d’Escoto escribió en 2011 “Afirmamos, sin temor a equivocarnos, que las políticas, metas y principios de EEUU, del Reino Unido, de Francia, del sionismo y de la genocida OTAN, representan el mayor peligro para la vida en la Tierra y para la especie humana en particular. Para luchar efectivamente en el desenmascaramiento del Imperio, denunciándolo por lo que en verdad es, deberemos siempre enfatizar lo que nos une. Eso, sin lugar a dudas, es que somos hermanas y hermanos, hijas e hijos de un mismo Padre al que damos distintos nombres debido a nuestra diversidad cultural y religiosa pero que, a través de nuestras conciencias, nos orienta a todos por igual hacia la justicia, el amor, la paz y la solidaridad”. Y este es una batalla, como nos ha explicado nuestro Comandante Daniel, “la batalla que hoy está librando la humanidad, es una batalla de vida o muerte, para toda la humanidad”.