«Sin odio hemos perdonado, pero tenemos el deber de no olvidar» Managua. Por Rosario Murillo (*), Consejo de Comunicación y Ciudadanía.

«Sin odio hemos perdonado, pero tenemos el deber de no olvidar» Managua. Por Rosario Murillo (*), Consejo de Comunicación y Ciudadanía.

Nos damos fraternalmente la paz. Siempre se puede decir algo más. En primer lugar, recordar cómo sufrimos todos los nicaragüenses ante ese asalto criminal a la paz y a la voluntad de un pueblo que siempre ha luchado por la paz, porque hemos querido paz.

Recordar a las familias, a las madres que de verdad fueron aterrorizadas por esa intención maligna y diabólica de golpearnos como Estado, un Estado que es del pueblo, que sirve al pueblo, golpearnos como pueblo. Matar, destruir, frenar el desarrollo, frenar el bienestar. Porque, claro, es el egoísmo lo que prevalece en los criados del imperio, el egoísmo. Nunca les ha importado cómo viven las familias pobres o empobrecidas de esta Nicaragua; nunca les ha importado. Siempre han pensado únicamente en ellos mismos y en cómo servir mejor a los imperialistas de la Tierra, creyendo que les van a pagar más.

Son horas estas, las que estamos viviendo, de dolorosos recuerdos, esas noches recibíamos tantas llamadas de tantas madres afligidas que nos pedían hacer algo para detener ese baño de sangre. Era una masacre, y además filmada y reproducida con fruición. Cómo disfrutaban las imágenes del horror que ellos mismos creaban. Esa es una enfermedad del alma. Es que el odio enferma, es de verdad una patología del corazón.

Es difícil entender a seres humanos que torturan, que queman, que amenazan, que destruyen, que aterrorizan y filman todo para disfrutar con su reproducción, pretendiendo aterrorizar más y más. ¡Enfermos! ¡Pobrecitos! Y cómo después de ese intervalo diabólico, cómo han tenido que salir huyendo de su país. ¡Qué horror! Porque aquí nadie quiere violencia y nadie quiere promotores de violencia.

El Comandante Daniel dice: “Yo no cargo odio, yo perdono”. Creo que todos perdonamos, porque no somos seres de odio, lo difícil es olvidar, y soy franca, soy sincera: no se puede olvidar! Duele lo que pasó en Nicaragua y duele sobre todo la conducta de los que se proclamaban como emisarios o intermediarios de Cristo. Duele porque uno se formó en valores cristianos, católicos, la mayoría en Nicaragua era católica, ahora hay otra realidad.

Es difícil olvidar el dolor

Cómo duele esa adulteración, esa manipulación, esa profanación de los símbolos que debían y deben ser de amor, de redención, de salvación, de paz, de justicia. Claro que nos dolió y es difícil olvidar ese dolor. Uno no se llena de odio, pero no olvida y precisamente esa es la fuerza que tenemos: el no olvido, que quiere decir no repetición y por eso cada uno de nosotros es un ferviente defensor de la paz.

Y cuando uno ve la desgracia en la que los mismos vendepatria se sumieron, porque todo es el resultado de sus acciones. Toda acción tiene una reacción. Y de verdad, amor con amor se paga. Pero el odio se desconoce y se trata de alejar, de dispersar, para que nunca vuelva a llenar ningún corazón en esta Patria bendita.

Deben sufrir –y uno no se alegra, por supuesto que no puede uno alegrarse del sufrimiento de nadie– pero bueno, ¡basta ya! Basta ya de vivir pensando que el odio puede volver a bañar esta Patria bendita de sangre. ¡Basta ya! Yo les digo a todas las personas que se equivocaron con Nicaragua: ¡Basta ya!

Nosotros somos un pueblo de valores, de cultura de paz, aguerridos, valientes… ¡Eso sí, defensores de lo nuestro! Eso sí, defensores de nuestras tierras que para nosotros son sagradas. Eso sí –y sobre todo– somos capaces de expulsar, hemos sido capaces, a quienes pretenden dominarnos, someternos y saquearnos. ¡Eso sí!

Pero eso no quiere decir que vivamos amargados, con el corazón acido o hiperácido. ¡No! Aquí hay alegría. Es impresionante ver cómo cada fin de semana, en esos momentos que tenemos para descansar o recrearnos, todo se llena, y de alegría es que se llena. Y cómo festejamos todas esas fiestas tradicionales que son originalmente fiestas religiosas y que se celebran con alegría, con distintas manifestaciones en todo el país. Y eso que dicen que somos ateos.

Y siempre en nuestras casas estamos llenos de esos símbolos de esa fe en la que crecimos, nuestras imágenes sagradas, nuestras veladoras, nuestras novenas, nuestras oraciones, nuestra música, nuestros cantos siempre. Todo eso, la suma de todo eso llena este país de fuerza bienaventurada, de bienaventuranza.

Enanismo mental y espiritual

Vuelvo a decir que nos dolió y nos sigue doliendo cuando vemos a personas que dicen representar a Cristo, pero que profanan los valores cristianos, que realmente son movidos por el egoísmo, por la codicia, por el afán de protagonismo y ni siquiera es un protagonismo religioso, es un protagonismo político.

Lo que nosotros vivimos ese día en la “Casa de los Pueblos”, fue verdaderamente increíble. Ver los rostros y ver la voz, una voz que salía del enanismo mental y espiritual. ¡Enanismo! Una voz y una persona que pretendía ser dueña de este país, como la canción aquella: “seguro que ese es un gringo, un dueño de este país”. Aquella canción que cantábamos en los 80, o antes. Uno que se creía dueño de este país y que se creía con el derecho de insultar a las autoridades legítimamente electas, que habían trabajado para que mejoraran las condiciones de vida de las familias nicaragüenses.

Y la verdad es que en ese momento personajes como ése se erigieron en dirigentes o promotores máximos del golpismo criminal, y eso es lo que resulta increíble, inconcebible y doloroso. No voy a decir imperdonable, porque tenemos la obligación, como cristianos, de perdonar, pero también tenemos el deber de no olvidar y jamás voy a olvidar el dolor de tantas familias que nos escribían, que nos llamaban por teléfono y que nos decían: “nos sentimos indefensas porque la Policía está en los cuarteles”.

¡Qué cosas! Pidieron, los mismos personajes que se creían dueños de este país, a la Policía acuartelada para que salieran con más facilidad los criminales a quemar, a matar, a torturar y a reproducir en las llamadas redes sociales, redes de destrucción masiva, sus crímenes y sus fechorías.

¿Cómo vamos a olvidar esa imagen del hijo de la heroína Amada Pineda, ardiendo en la calle? ¿Cómo vamos a olvidar? ¿Cómo vamos a olvidar al compañero Gabriel de Jesús Vado ardiendo en la calle? ¿Y cómo vamos a olvidar la voz de ese cura infame, diciendo: “Habla el padre” fulano de tal, “vayan a tirar a ese hombre a un excusado? ¡Qué bruto ponerlo ahí!”. O sea: escondan el crimen, el crimen que ellos promovieron, los crímenes que ellos promovieron.

¿Cómo vamos a olvidar las imágenes de sacerdotes bendiciendo los tranques de la muerte, los lugares de tortura, los lugares donde se frenaba el derecho del pueblo a moverse, a trabajar, a vivir, el derecho a la vida? Y llevaban las imágenes sacrosantas de Cristo, de nuestra Madre María y las ponían sobre los tranques. ¡Qué sacrilegio! Eso es sacrilegio, eso es profanación, y eso es maldición, porque esa maldición cae sobre los autores, los promotores, los instigadores y los dirigentes de tanto crimen.

Por eso, el dolor de esos días, pero no era únicamente el dolor uno como ser sensible: era el dolor de tantos hermanos que nos llamaban, incluso madres –y no voy a decir nombres– de sacerdotes que nos llamaban aterrorizadas con el ruido de los morteros y los disparos y las armas, con las que pretendieron destruir al pueblo nicaragüense. ¡Ah, pero no nos conocen!

Se burlan porque odian la paz

El ruido de las armas hasta a sus propias familias las aterrorizó, ¡qué infame! ¡Qué infame!

Es tanto y hay tanto que decir y tanto que recordar y vamos a decirlo algún día, vamos a seguirlo diciendo, porque no hay que olvidar. Como cristianos, como hijos de Dios, como creyentes, como devotos, tenemos el deber de resguardar la paz.

Cristo no dijo ódiense los unos a los otros. Cristo no dijo destrúyanse. Cristo no dijo vivan en conflicto, armen guerras. Cristo dijo: querámonos unos a otros, amémonos unos a otros, y “la paz les dejo y la paz les doy”.

Y se burlan cuando uno habla de paz. Se burlan porque odian la paz. Son como los vampiros. La paz es lo que les genera la inanición, la muerte de sus ímpetus satánicos. Son como los vampiros. Decir paz es condenarlos. Pero vamos a decir y vamos a seguir diciendo: con paz vamos adelante, en paz vamos adelante. La paz es sagrada. ¡No la toquen! ¡Con la paz no se juega!

En paz y cariño, como familias, como hermandad, como fraternidad, es que vamos adelante trabajando con seguridad, estabilidad. Un Gobierno de Pueblo-Presidente que respalda las iniciativas, que da respuesta y va dando respuesta a las necesidades, a pesar de las agresiones de ya sabemos quiénes: los invasores, de los que han querido tomarse Nicaragua, los mismos imperios.

Pero aquí se construye paz y aquí se repele cualquier intento de destruir esa paz que nos permite caminar, avanzar, mejorar la vida de todos, prosperar. A eso tenemos derecho, y el deber de un gobierno –que es del pueblo– el deber es generar las mejores condiciones para la vida, para que sigamos llenos de esperanza, que tengamos confianza en el “Dios verdadero de Dios verdadero”. No en las manipulaciones, ¡no!

Que tengamos confianza en Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, y que ahuyentemos, que sigamos ahuyentando a los demonios, a los diablos. ¡Vade retro Satanás, que aquí vive el amor, la paz, Jesucristo Nuestro Señor!

Vamos adelante, compañeros, siempre más allá, con esperanza y gran cariño.

(*) Vicepresidenta de Nicaragua. Declaraciones después del mensaje del Presidente-Comandante Daniel Ortega al pueblo de Nicaragua el 19 de abril de 2023.