Somos la mayoría y nunca olvidaremos a los cobardes Toronto. Por Andrew Mitrovica, Al Jazeera

Somos la mayoría y nunca olvidaremos a los cobardes Toronto. Por Andrew Mitrovica, Al Jazeera

En Occidente, ésta es la época del recuerdo. Es una época casi sagrada, en la que estamos obligados a detenernos a reflexionar sobre la pérdida y el sacrificio y a dar las gracias, entre otros, a los supervivientes que quedan y a los muertos honrados, muchos de los cuales lucharon contra los agentes fascistas de un Holocausto.

Fueron en su mayoría hombres y mujeres corrientes de lugares en gran medida corrientes los que hicieron lo correcto y necesario cuando el momento urgente exigía la derrota de un régimen y una ideología rancios que no sólo debían ser vencidos, sino erradicados.

Por eso, un día al año, aplaudimos a los hombres y mujeres corrientes de lugares corrientes que siguen vivos mientras marchan juntos con cautela para rendir un homenaje silencioso a sus compañeros de armas enterrados en lugares lejanos, donde perecieron salvando a otros y haciendo historia.

La ironía, por supuesto, es que los hipócritas que encabezaron las ceremonias solemnes de este fin de semana en Europa, Norteamérica y más allá y que pronunciarán discursos reciclados sobre el imperativo de recordar, ahora quieren que olvidemos.

Es más, los presidentes y primeros ministros esperan que olvidemos. Sospecho que cuentan con ello.

Están convencidos de que, muy pronto, estaremos demasiado preocupados por las exigencias y los caprichos de la vida como para recordar lo que ellos han hecho y dejado de hacer en este momento urgente, cuando nos enfrentamos a las flagrantes consecuencias humanas de la inhumanidad deliberada y sancionada por el Estado.

Por encima de todo, estos presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos su complicidad en el genocidio que estamos presenciando que se comete minuto tras minuto, hora tras hora, día tras día, semana tras semana, contra los palestinos encarcelados en el destrozado y apocalíptico paisaje infernal llamado Gaza y poco a poco, inevitablemente, en la Cisjordania ocupada, por otro supuesto “campeón de la democracia”.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos la carta blanca que han garantizado durante décadas a su querido amigo Benjamin Netanyahu y a otros fanáticos primeros ministros israelíes para matar a tantos palestinos como quieran, cuando quieran y durante el tiempo que quieran.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos las peregrinaciones que hicieron recientemente a Tel Aviv para abrazar y estrechar la mano de un asesino pavoneante que tiene un largo y odioso historial de ordenar que se mate instantáneamente a palestinos con balas, bombas y aviones no tripulados.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos sus conferencias en las que nos tachan de “simpatizantes del terrorismo” mientras alaban la determinación y rectitud de un miserable sociópata que ha ordenado matar lentamente a los palestinos privándoles de agua, alimentos y combustible.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos las espantosas escenas del éxodo de cientos de miles de palestinos exhaustos obligados a huir de una muerte segura a pie, en carros improvisados y mulas durante kilómetros con lo poco que podían llevar o rescatar.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos cuando su querido amigo “democrático” bombardeó escuelas, hospitales, ambulancias y convoyes de refugiados palestinos agotados que intentaban escapar de la locura asesina.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos las imágenes de niños sin fuerzas, muertos, sacados de los restos aplastados de sus hogares, donde una vez durmieron, rieron, jugaron y vivieron y fueron cuidados por madres y padres cariñosos a los que amaban por igual.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos los rostros y cuerpos carbonizados, ensangrentados y cubiertos de suciedad de niños atormentados en camillas de hospital pidiendo consuelo a sus madres y padres desaparecidos en medio de la oscuridad y el horror.

Los presidentes y primeros ministros quieren que nos olvidemos de los sollozos de los bebés que llevaban los cuerpos de sus hijos envueltos en sudarios blancos y de las madres que lloraban sobre sus tumbas apresuradas.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos que dijeron que los palestinos mentían sobre el número de hermanos y hermanas, incluidos bebés y niños, asesinados o mutilados por su querido amigo “democrático”, a quien una legión de israelíes considera un mentiroso habitual, un delincuente profesional y un autoritario engreído.

Los presidentes y primeros ministros quieren que olvidemos que cuando gritamos “basta” –una y otra vez– le dijeron al mentiroso habitual, sinvergüenza de carrera y autoritario engreído que siguiera matando palestinos cuando quisiera, donde quisiera y mientras quisiera.

Pero tomen nota: lo recordaremos.

Recordaremos lo que estos presidentes y primeros ministros cómplices –y sus cómplices de rango en la prensa del establishment– han hecho y lo que han dejado de hacer porque la decencia y nuestra permanente solidaridad con los palestinos y su justa causa insisten en ello.

Estos presidentes y primeros ministros miopes apenas están empezando a ver la verdadera y duradera amplitud del apoyo de que gozan los palestinos entre millones de sus indignados electores que, ante el rostro inconfundible de un genocidio implacable, están movidos a hacer algo al respecto hoy y, con toda seguridad, mañana.

Los presidentes y primeros ministros han calculado mal, muy mal. Han juzgado mal nuestra determinación, nuestro compromiso y nuestra voluntad de no dejarnos intimidar ni silenciar, hoy y, sin duda, mañana.

No pueden prohibirnos a todos. No pueden detenernos a todos. Somos la mayoría que los desafía. Ellos son unos cuantos cobardes.

Las viejas tácticas ya no funcionan. No nos acobardarán ni nos disuadirán los hábiles mercaderes de calumnias de Israel ni sus estúpidos sustitutos dentro o fuera del Congreso o del Parlamento, que consideran a los palestinos carne de desecho.

Y tomen nota: nosotros también actuaremos.

Castigaremos a estos presidentes y primeros ministros y a sus arrastrados herederos negándoles lo que más valoran: la posición y el poder.

Nos movilizaremos. Nos organizaremos. Canalizaremos nuestra indignación. Ejerceremos nuestra influencia.

También seremos pacientes.

Con el tiempo, nos libraremos de estos presidentes y primeros ministros enfermos y de sus colaboradores votando en defensa de la humanidad y de Palestina, aunque los apologistas pedestres de siempre califiquen nuestro voto de “libelo de sangre” o “antisemita”.

Elegiremos sabiamente. Votaremos a candidatos que se pongan del lado de los palestinos no sólo retóricamente, sino de forma tangible. Primero, exigiendo un alto el fuego. Después, ayudando a los palestinos a reconstruir su hogar ancestral ocupado y arrasado por el ejército más inmoral del mundo.

Nosotros, en su mayoría gente corriente de lugares en gran medida corrientes, nunca olvidaremos.

(*) Andrew Mitrovica es escritor e profesor de periodismo. Ha sido reportero de investigación para CBC, la CTV, Saturday Night Magazine, Reader’s Digest, la revista Walrus y el Globe and Mail, donde fue miembro de la unidad de investigación del periódico. Ha ganado numerosos premios nacionales e internacionales por su trabajo de investigación. En la actualidad, Andrew imparte clases en varios programas de posgrado de periodismo en el Sheridan College de Oakville.