Buitres sobrevuelan Bolivia Ciudad de México. Diario La Jornada, México

Buitres sobrevuelan Bolivia Ciudad de México. Diario La Jornada, México

Por Carlos Fernández-Vega

uía boliviana, siempre al servicio de los intereses de la Casa Blanca. Ayer, de nueva cuenta soltó a sus perros color verde olivo e intentó un golpe de Estado en contra del presidente constitucional Luis Arce, lo que de inmediato hizo recordar la misma acción que terminó en la “renuncia” y exilio (gracias a la intervención del gobierno mexicano) de Evo Morales en noviembre de 2019 y la imposición de la espuria Jeanine Áñez (ahora presa) en la presidencia de aquella nación sudamericana.

Cinco años después, a esa misma oligarquía (con el gobierno estadunidense dando instrucciones) se le ocurrió que era el momento de hacerlo de nuevo, aunque en esta ocasión falló en su intento, pues el presidente Luis Arce reaccionó de inmediato y en primera instancia destituyó al general golpista Juan José Zúñiga (ahora detenido), hasta ese momento jefe del Ejército. También se hizo patente el apoyo popular que en 2019 dio la batalla en contra de los golpistas y la espuria.

Arce nombró a José Wilson Sánchez como nuevo comandante general del Ejército boliviano, quien ordenó a los militares movilizados “retornar a sus unidades; “vamos a cumplir con la Constitución y a estar siempre pendientes de que el gobierno legalmente constituido permanezca de acuerdo con lo que dictan las normas del Estado”.

Evo Morales, víctima del golpe de Estado de noviembre de 2019, denunció la movilización militar y la intentona de golpe de Estado.

Los organizadores de este nuevo intento son los mismos, tanto internos como externos, es decir la oligarquía y el gobierno gringo–con la general Laura J. Richardson, comandante del Comando Sur, como punta de lanza– que no se cansan de violar el derecho internacional e intervenir en los países, con el fin de apropiarse (como sucedió en noviembre de 2019) de los enormes recursos naturales, en este caso el de los bolivianos, con las abundantes reservas de litio en primer lugar.

Desde mediados de julio de 2022 la general Richardson sin decoro alguno anunció que “Latinoamérica es muy rica en recursos, minerales raros, litio; el triángulo del litio está en esta región y hay muchas cosas que ella tiene para ofrecer; tenemos que seguir comprometidos y preocupados y estar alerta por la creciente presencia china y rusa en esta zona, pues socava las democracias”, es decir, las mismas que Estados Unidos se las pasa por el arco del triunfo, porque según él, el “problema” son los chinos y los rusos.

A raíz de esas declaraciones, el ex presidente Evo Morales denunció que “la jefa del Comando Sur dijo que para Estados Unidos empieza una década decisiva para asumir el control de la seguridad del Hemisferio Sur con la llamada Estrategia de Colaboración del Sur junto al Reino Unido –cuyo embajador alentó el golpe en Bolivia–, Francia, Canadá y Países Bajos; nacionalizamos el litio (2008) y como política de Estado decidimos industrializarlo… y ahí viene el golpe del Estado (noviembre de 2019). Congresistas estadunidenses reconocen que fue por el litio; se preparó desde la embajada de Washington en La Paz; América Latina no es su patio trasero ni su hacienda para explotar recursos naturales”.

Cierto es: Bolivia cuenta con muchísimos recursos naturales de los que otros países carecen, y por ello los buitres de la oligarquía boliviana, con los gringos dando instrucciones, no quitan el dedo del renglón. La Casa Blanca ha logrado avances importantes en lo que se conoce como el triángulo del litio (Bolivia, Argentina y Chile, con 53 por ciento de las reservas potenciales del mundo; 21, 20 y 11 millones de toneladas, respectivamente; México, en la mira del Comando Norte, cuenta con 2 millones, de las 98 estimadas en el mundo), no sin la complicidad de gobiernos entreguistas como el de Javier Milei.

De inmediato, la solidaridad latinoamericano se hizo patente ante la intentona golpista, mientras la Casa Blanca se limitó a decir: “seguimos de cerca la situación”, ergo, lo intentará de nuevo.

Dos horas que conmovieron a Bolivia

El fallido golpe de Estado militar del general Juan José Zúñiga en Bolivia encierra una serie de interrogantes y rarezas, incluida la versión sobre un eventual “autogolpe” del presidente constitucional Luis Arce, pero se encuadra dentro de la guerra híbrida del Comando Sur del Pentágono y la embajada de Estados Unidos en La Paz. Tiene que ver, también, con la larga tradición golpista del generalato boliviano, formado técnica e ideológicamente con base en la Doctrina de Seguridad Nacional y la guerra de contrainsurgencia que se enseñan en las academias militares de EU.

El 24 de junio, la canciller boliviana, Celinda Sosa Lunda, convocó a la encargada de negocios Debra Hevia, titular de la embajada de EU, y le planteó un “reclamo” por una serie de “pronunciamientos y acciones” realizados por parte del personal a su cargo, considerados como una “intromisión en los asuntos internos” del país. El escueto comunicado de la cancillería no dio mayores detalles, pero dos días después se produjo la intentona sediciosa del comandante de las fuerzas armadas, general Zúñiga, ex jefe del Estado Mayor del ejército y experto en inteligencia militar.

El 14 de junio, Hevia, quien domina los códigos de la guerra no convencional asimétrica y las operaciones sicológicas encubiertas –y que pasó por el Centro de Operaciones del Departamento de Estado, grupo de trabajo dedicado a las tareas de inteligencia y las operaciones especiales– había rechazado “rotundamente” los señalamientos del ministro de Economía local, Marcelo Montenegro, quien afirmó que su representación diplomática estaba involucrada en un “golpe blando”, al fomentar protestas entre transportistas y comerciantes por la falta de dólares y combustibles en el país.

El Comando Sur y la guerra híbrida en Bolivia

Por Carlos Fazio (*)

Artículo publicado el 29 de abril de 2024

De la mano de la jefa del Comando Sur del Pentágono, generala Laura Richardson, principal protagonista y ejecutora de la diplomacia de guerra de la Casa Blanca y el Estado profundo (deep state) en Sudamérica, y con eje en la acción desestabilizadora interna de la experimentada encargada de Negocios de Estados Unidos en La Paz, Debra Hevia, ha iniciado una nueva fase de la guerra híbrida que busca consumar la política de “cambio de régimen” en Bolivia en el marco de las elecciones presidenciales de 2025.

Los motivos del renovado esfuerzo por desencadenar una “revolución de colores” en el país sudamericano han sido explicitados públicamente en varias ocasiones por la propia Richardson desde 2022.

Como siempre, las riquezas naturales

Bolivia tiene las mayores reservas mundiales de litio, considerado una de las prioridades estratégicas del Departamento de Defensa de Estados Unidos (al servicio de los intereses de los principales fondos de inversión globales: BlackRock, Vanguard y otros, así como las corporaciones del complejo digital financiero) en su guerra geopolítica y geoeconómica por recursos naturales y mercados contra China

Además, el presidente boliviano Luis Arce impulsa un proceso soberanista de industrialización de ese metal alcalino, por lo que desde la óptica imperial y en el lenguaje orwelliano de la generala de cuatro estrellas del Comando Sur, se le debe manejar propagandísticamente en los medios hegemónicos como un “gobierno corrupto” al frente de un “narcoestado”.

Tal definición es la coartada principal desde el fin de la guerra fría (cuando el enemigo era el “comunismo de Moscú”) para encender un nuevo ciclo de violencia fratricida –como el Plan Colombia de Andrés Pastrana y Bill Clinton y la Iniciativa Mérida en el México de Felipe Calderón– propiciadora de un golpe blando o una intervención militar directa, en interacción con el comodín de la “lucha contra el terrorismo”.

Un elemento adicional es el probable ingreso este año de Bolivia al BRICS, alianza económica que aglutina a Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán; el bloque cuenta con 40 por ciento de las reservas probadas de petróleo, 53.1 por ciento de las reservas de gas natural y 40.4 por ciento de las de carbón.

Asimismo, encabezadas por China y Rusia, las naciones BRICS+ son actores fundamentales en la cadena de suministro de las llamadas tecnologías limpias, y uno de los minerales claves para la transición energética y la industria de las baterías eléctricas es el litio. Eso convierte a Bolivia (que también cuenta con tierras raras y agua dulce) en un objetivo principal de la “diplomacia militar” del Comando Sur, ya que según el Servicio Geológico de Estados Unidos, tiene reservas estimadas en 21 millones de toneladas en los salares de Potosí.

La acción injerencista de la generala Richardson se incrementó en los últimos meses, debido a la firma de sendos convenios entre el gobierno boliviano con los consorcios chinos CATL Brunp & Cmoc y Citic Guoan y la empresa rusa Uranium One Group, de la corporación Rosatom, para la construcción de plantas piloto con el fin de producir litio en el salar de Uyuni.

Divide y vencerás

A su vez, mientras la inadmisible lucha intestina al interior del oficialista Movimiento al Socialismo empieza a erosionar la relativa estabilidad política y cuando la relación entre el ex presidente Evo Morales y Luis Arce parece llegar a un punto sin retorno, bajo una fachada de funcionaria tecnócrata, la jefa de la misión diplomática de Estados Unidos en La Paz, Debra Hevia, quien domina los códigos de la guerra no convencional asimétrica y las operaciones sicológicas encubiertas, despliega una estrategia de desestabilización, entre cuyos propósitos principales está la desaparición del MAS y, con ello, borrar todo vestigio del proceso de cambio que comenzó en 2005 en el país.

Desde su llegada a Bolivia en septiembre de 2023, Hevia intensificó lo que en diciembre el presidente Arce denunció como una guerra híbrida, definida como una combinación en un campo de batalla de fuerzas regulares y actores no estatales (milicias irregulares de corte paramilitar y desorden criminal), apoyados en una narrativa mediática con eje en la desinformación y la propaganda negra, el accionar diplomático (incluidas tareas de espionaje), ciberataques, sabotajes y otras herramientas desestabilizadoras.

Para ello, Hevia, quien también pasó por el Centro de Operaciones del Departamento de Estado –grupo de trabajo dedicado a las tareas de inteligencia y las operaciones especiales– reforzó los programas semiclandestinos de la misión con impacto político, económico y de inmersión social en zonas marginadas de Bolivia dirigidos a generar división interna (el clásico divide y vencerás).

Entre esas operaciones divisionistas está la formación de liderazgo y acciones de calle, con financiamiento de la Fundación Nacional para la Democracia, vieja tapadera de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Instituto Republicano Internacional y el Instituto Demócrata Nacional –tradicionales fachadas para la subversión y los golpes blandos de los partidos Republicano y Demócrata.

También están involucrados otros operadores externos e internos como la conservadora Fundación Libertad y Democracia, fundada en 2023 e integrada, entre otros, por ex primeros ministros y ex presidentes como Mariano Rajoy, José María Aznar, Vicente Fox, Felipe Calderón, Andrés Pastrana, Iván Duque y los bolivianos Jeanine Áñez (presa) y Jorge Quiroga; la Alianza Informativa Latinoamericana, conformada por una red de cadenas públicas y privadas de televisión de Estados Unidos e Hispanoamérica (CBS, Caracol de Colombia, Unitel de Bolivia y TV Azteca de México, entre otras); ONG bolivianas como “Ríos de Pie” y la Fundación Construir, así como el activismo del Proyecto Centurión de la organización Grupo de Apoyo de la Iglesia Militar (vinculado con la Iglesia Bautista y Fort Bragg, hoy Fort Liberty) en zonas rurales bajo el paraguas de proyectos comunitarios.

Asimismo, con vistas a reconstruir el brazo armado de la Juventud Cruceñista (de la provincia Santa Cruz, cuya élite es racista y ultraderechista, enemiga del movimiento indígena) para generar episodios violentos de calle, Hevia ha financiado las actividades de Svonko Matkovik, con antecedentes de terrorista y actual presidente de la Asamblea Legislativa de Santa Cruz por el partido Creemos, mientras busca fomentar un candidato único de la oposición para las elecciones de 2025, entre quienes se baraja a dos oriundos de esa entidad: el gobernador interino Mario Aguilera y el alcalde Johnny Fernández, o bien Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba.

(*) Carlos Fazio (nacido en Montevideo, Uruguay, 1948). Catedrático y periodista uruguayo residente en México. Docente universitario, analista de asuntos político-estratégicos, militares y religiosos de América Latina.

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