Colonialismo y dominación cultural Por Edgar P. Galo

Colonialismo y dominación cultural Por Edgar P. Galo

El colonialismo se constituyó sobre la usurpación y desprecio a las culturas y formas de vida diferentes al modelo occidental eurocéntrico, es un sistema edificado sobre la asimilación sincrética o aniquilación total a las civilizaciones originarias.

Para justificarse edificó una narrativa del sujeto otro, el diferente, adscribiendo atributos negativos sobre los cuales afirmar la dominación social y política, ejerciendo la religión católica, que se pretende universal, un lugar predominante en tal propósito “civilizatorio” de control ideológica y cultural. Es una forma de violencia que terminó por cosificar a las personas reduciéndoles a cuerpos susceptibles de posesión y destrucción, practica en que el catolicismo como institución oficial, mas allá de sistema de creencias populares, tuvo buenos haberes.

Para nada es extraño que la iglesia católica aparezca vinculada a prácticas coloniales, se remonta a la propia forma en que dicha institución religiosa vino al continente americano cuando el papa Alejandro VI en 1543, mediante Bula Inter Catera donó estas tierras y lo que la habitare a los reyes católicos de España, documento en el que podemos leer lo siguiente: “…con la autoridad de Dios omnipotente…y como vicario de Jesucristo…os donamos concedemos y asignamos perpetuamente, a vosotros y a vuestros herederos y sucesores…todas y cada una de las islas y tierras predichas y desconocidas que hasta el momento han sido halladas por vuestros enviados, y las que se encontrasen en el futuro… junto con todos sus dominios, ciudades, fortalezas, lugares y villas, con todos sus derechos….”

Hoy resulta un disparate tragicómico la tal bula del papa Alejando VI repartiendo el mundo entre los imperios coloniales, pero en ese época hacia parte de un derecho divino imaginario que terminó dando carta de naturaleza al concepto de “guerra justa” eufemismo del brutal genocidio colonial que sufrieron nuestro pueblos.

La política binaria de Estado colonial-iglesia católica, mostró su mayor expresión despótica en un documento de 1512 denominado el “requerimiento” que fue un monumento a la ignominia. Mediante el requerimiento se demandaba, entiéndase imponía, a los pobladores originarios aceptar el catolicismo dejando en claro a quienes no lo hicieran “…y si así no lo hicieseis y en ello maliciosamente pusieseis dilación, os certifico que con la ayuda de Dios nosotros entremos poderosamente contra vosotros, y os haremos guerra por todas las partes y maneras que pudiéramos y os sujetaremos al yugo y obediencia de la iglesia y de sus majestades y tomaremos vuestras personas y de vuestras mujeres e hijos y los haremos esclavos, y como tales los venderemos y dispondremos de ellos como sus majestades mandaren, y os tomaremos vuestros bienes, y os haremos todos los males y daños que pudiéramos, como a vasallos que no obedecen ni quieren recibir a su señor y le resisten…”

Al cabo de siglos, si bien la dominación logró establecer relativa hegemonía, la resistencia ancestral de las naciones originarias se sostuvo en el tiempo y a lo largo del continente desde Alaska hasta la Patagonia preservando muchos fundamentos de identidad.

Lo que los medios de comunicación han dado a conocer sobre Canadá en relación con las naciones originarias sin duda es trágico y además mueve mucha difusión mediática, porque son hechos ocurridos en un país que se publicita como “ejemplar democracia” y además en el concierto diplomático gusta elevar la voz con líneas de pretendida moralidad civilizatoria. Y aunque los actuales líderes no tengan relación con los hechos, el sistema como tal si la tiene porque tal barbarie está en sus raíces fundantes como sociedad colonial capitalista.

La ley indígena de Canadá aprobada en 1876, obligaba a niños de naciones originarias asistir a escuelas internados administrados en su mayor parte por la iglesia católica, se les imponía el aprendizaje de inglés o francés prohibiendo hablar en lengua materna y practicar sus tradiciones culturales. Fue una sistemática anulación de la identidad originaria, el último de estos internados existió hasta fecha no tan lejana 1996 que se debe tener en cuenta, ya que en los principios de la Declaración de los Derechos del Niño aprobada en noviembre de 1959 por los entonces 78 estados miembros de la ONU, se establece: El derecho a la igualdad, sin distinción de raza, religión o nacionalidad; El derecho a tener una protección especial para el desarrollo físico, mental y social del niño; El derecho a una alimentación, vivienda y atención médica adecuada. Resulta claro que con la política ejecutada por el gobierno canadiense se violaron estos principios fundamentales allí contemplados.

Pero eso no debe resultar extraño dado que en septiembre de 2007 cuando se aprobó la declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas de los cuatro países que votaron en contra Canadá era uno de ellos, los otros tres Estado Unidos, Australia y Nueva Zelanda. En la declaración de los derechos de los pueblos indígenas se establece en el artículo ocho; Los pueblos y los individuos indígenas tienen derecho a no ser sometidos a una asimilación forzada ni a la destrucción de su cultura. Y en artículo once; Los pueblos indígenas tienen derecho a practicar y revitalizar sus tradiciones y costumbres culturales. Ello incluye el derecho a mantener, proteger y desarrollar las manifestaciones pasadas, presentes y futuras de sus culturas.

Aun se escuchan las palabras del papa Francisco cuando un viernes 1 de julio de 2015 en Santa Cruz, Bolivia, durante un encuentro con movimiento populares mundiales, pidió perdón por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América, expresando puntualmente: “se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”.

La historia de los pueblos originarios lo confirma.