Importancia mundial de los territorios del Ártico y la Antártida Estelí. Por Stephen Sefton, Consejo de Comunicación y Ciudadanía.

Importancia mundial de los territorios del Ártico y la Antártida Estelí. Por Stephen Sefton, Consejo de Comunicación y Ciudadanía.

La recientes declaraciones del vendepatria Presidente Javier Milei de Argentina en relación al despliegue de fuerzas de la OTAN en el puerto de Ushaia en el Sur del país, indica la creciente importancia geopolítica de ambas regiones polares, la Antártida alrededor del Polo Sur y el Ártico alrededor del Polo Norte. La Antártida es el quinto continente más grande del mundo, mientras la región del Ártico consiste del Océano Ártico con varios mares en sus márgenes. La Antártida tiene un área de 14 millones 200 mil kilómetros cuadrados mientras el Océano Ártico tiene un área de 14 millones 60 mil kilómetros cuadrados. Por comparación, el área continental de América del Sur es de 17 millones 814 mil kilómetros cuadrados.

En la Antártida, ningún país tiene soberanía, aunque siete países reclaman soberanía sobre parte del territorio. En cambio, dentro de la región Ártica son ocho países que tienen territorio nacional soberano. La gobernanza de la Antártida se rige por el Tratado de la Antártida de 1959, lo cual designa el continente como un área de uso común para los ahora 56 países que han firmado el Tratado. De estos 56 países, 29 tienen derechos consultivos y pueden votar en las reuniones del Sistema Antártida, el cual funciona por medio de las anuales Reuniones Consultivas del Tratado de la Antártida, facilitadas por el Secretariado del Tratado. El Tratado busca mantener el continente desmilitarizada, promover la cooperación científica internacional y eliminar disputas sobre la soberanía territorial.

La vigencia y éxito de este Tratado durante más de 60 años se debe en gran parte a las severas e inhóspitas características físicas del continente. Más de 90 por ciento de la Antártida se cubre con una capa de hielo con un promedio de profundidad de 1.6 kilómetros. La Antártida es un desierto con una incidencia promedia de lluvias de solamente 200 milímetros al año. La temperatura puede bajar hasta menos 90 grados centígrados, en gran parte porque la mayoría del continente es de unos 3 mil metros por encima del nivel del mar. Sus únicos habitantes son el personal científico y auxiliar de los diversos países que mantienen programas de investigación científica en el continente, una población que varía de alrededor de 5 mil personas en el invierno austral hasta 10 mil personas en el verano.

La principal importancia de la Antártida, igual que el Ártico, es su papel esencial en el control del clima mundial y la moderación de las temperaturas. Científicos ambientales se preocupan por el derretimiento del hielo en el oeste del continente que afecta el nivel del mar en el Océano Sur y los flujos de sus corrientes que podrían afectar de manera significativa el clima de todo el Hemisferio Sur y su productividad económica. Las extremas características físicas del continente impiden la explotación de hidrocarburos o minerales, aunque se han detectado depósitos de ambos. Recientemente, por ejemplo, hubo un reporte de una prospección científica rusa que detectó un estimado 70 mil millones de toneladas de hidrocarburos en una parte del continente.

La situación en el Ártico es muy diferente. Mientras la Antártida es un continente rodeado de océanos, el Ártico es un océano rodeado del territorio de ocho países: Noruega, Suecia, Finlandia, Rusia, Estados Unidos, Canadá, Dinamarca e Islandia. Estos países integran el Consejo Ártico, fundado en 1996 que se ha dedicado más que todo a manejar temas ambientales. Por ese motivo no se ha desarrollado un robusto marco legal para tratar de otros temas como disputas sobre la delimitación territorial o la explotación de los recursos de la región. Desde 2013, el Consejo ha incluido como observadores China, Japón, la India, Italia, Singapur y Corea del Sur.

Ahora que Suecia y Finlandia se han unido a la OTAN con un preocupante aumento en la retórica antirrusa de parte de sus gobiernos y una postura político-militar muy agresiva, la región del Ártico ha llegado a ser otra zona de conflicto más entre Occidente y Rusia. Recientes cambios en el Consejo Ártico y sus organizaciones auxiliares han excluido a la Federación Rusa de sus actividades, aunque el territorio ruso incluye 45 por ciento de la región ártica. Debido al hostigamiento de los demás países miembros, Rusia abandonó el Consejo de Estados Bálticos en 2022 y del Consejo del Mar de Barents en 2023. Así que a corto plazo es imposible seguir con la anterior relación de cooperación y construcción de consenso del Consejo Ártico sobre temas como la investigación científica, la explotación de recursos naturales, la carga marítima y el turismo.

Se trata no solamente del acceso al océano, sino también a la plataforma continental debajo del océano. Por motivo de su territorio en Groenlandia, Dinamarca reclama una enorme extensión de territorio del llamado Cresta Lomonosov, tocando el límite del territorio de la zona económica exclusiva de Rusia. Canadá insiste que todo el Paso Marítima Nor-Oeste es de su territorio nacional, mientras los demás países lo consideran una ruta marítima internacional. La importancia de la Región Ártica se aprecia cada vez más en parte por motivo de la abundancia de sus recursos hidrocarburos y minerales y en parte por motivo de nuevas rutas marítimas más directas que las rutas tradicionales.

En contraste a la Antártida, alrededor de cuatro millones de personas viven en el Ártico que incluye los territorios de Islandia y de Groenlandia. 500 mil personas de esta población son de pueblos indígenas a la región y tienen representación permanente en el Consejo Ártico. Actualmente un 60 por ciento de los territorios de la Región Ártica se encuentran fuera de la zona permanentemente cubierto con hielo y ese porcentaje va en aumento con el calentamiento del clima del planeta. Se calcula que el Ártico contiene 16 por ciento de las reservas mundiales no explotadas del petróleo, 30 por ciento de las reservas de gas y 38 por ciento del gas natural líquido.

Sin embargo, igual que en la Antártida, el calentamiento global que hará posible la explotación de estos enormes recursos naturales también implica un aumento en los niveles del mar en los océanos y afectará sus corrientes y la atmósfera, con efectos negativos para la vida en el planeta a una escala global. A pesar de estas amenazas y riesgos ambientales, parece que las consideraciones geopolíticas toman prioridad para Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. Pero las élites gobernantes de estos países occidentales y sus gobiernos aliados del Pacífico como Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda enfrentan la implacable realidad geográfica que el territorio de la Federación Rusa cubre más de 50 por ciento de las costas del Océano Ártico.

Esta realidad geográfica explica por qué las élites de Estados Unidos y sus países aliados han anhelado tanto destruir a la Federación Rusa y por qué se considera que la derrota que ellas han sufrido en Ucrania es una derrota de gran alcance estratégico. Las élites occidentales saben que la autosuficiencia económica de la Federación Rusia y su alianza estratégica con la República Popular China marcan el categórico fin del dominio mundial del Occidente. Por su parte, la República Popular China reclama el derecho de tener acceso al Ártico y lo está realizando por medio de su estrecha colaboración económica, tecnológica y científica con Rusia

Para aprovechar el potencial de la Región Ártica, la Federación Rusa tiene mejores estructuras políticas y económicas y mayor capacidad y tecnológica que el bloque de países del Occidente. Junto con la tremenda capacidad de inversión y la gran capacidad de innovación científica de China, va a ser posible desarrollar la zona ártica de Rusia de manera sostenible como un patrimonio para el beneficio común de la región eurasiática. Además, el desarrollo de la Ruta Marítima del Norte reduce la vulnerabilidad de la economía China a las amenazas de parte de la alianza militar en construcción por Estados Unidos con Japón y Australia y, hasta cierto punto, con la India, contra las rutas del comercio marítimo chino que pasan por los Estrechos de Malaca.

La importancia de la Ruta Marítima Norte es que reduce la duración de los viajes. Por ejemplo de Tokio a Rotterdam se reduce el viaje de 47 días a 29 días. El caso de la India resalta la futilidad de la política de enfrentamiento impulsado por Estados Unidos ya que a la India, igual que a China, le interesa desarrollar la Ruta Marítima del Norte para agilizar el futuro suministro para su economía de los recursos energéticos de Rusia. Desde 2019, Rusia ha invitado a la India a participar en el desarrollo de la Región Ártica y con la intensificación de las fallidas medidas coercitivas unilaterales contra Rusia, la India se ha interesado cada vez más en aumentar y optimizar su importación de recursos energéticos rusos. Las políticas de los Estados Unidos y la Unión Europa y sus aliados en el Ártico siguen el mismo patrón de su demente política exterior contraproducente que tanto perjudica el futuro bienestar y seguridad de sus poblaciones.

En efecto, Rusia ha sustituido su mercado energética en los países de la Unión Europea con sus exportaciones a la India y la República Popular China. Pero además, para la India es de gran importancia estratégica la conexión entre la Ruta Marítima del Norte y el Corredor de Transporte Norte-Sur que alcanza hasta San Petersburgo en el nor-oeste de Rusia. Ambas rutas transforman las posibilidades para la comercialización del comercio internacional de la India y complementan de manera independiente las nuevas opciones que China ha abierto con la Iniciativa de la Franja y Ruta. Para la Región Ártica, China, la India y Rusia en la práctica ya están iniciando la forma y estructura de un marco administrativo regulador que rinde absurdos los esfuerzos de los miembros occidentales del Consejo Ártico de excluir a Rusia.

En el continente de la Antártida, es poco probable que se reproduzca el tipo de enfrentamiento geopolítico vigente en la región del Ártico, por motivo de la ausencia de población humana y sus condiciones físicas tan adversas. Sin embargo, las declaraciones vendepatrias del Presidente Milei en relación a la presencia de las fuerzas de la OTAN en el continente de la Antártida, refuerzan el argumento que la clase gobernante de Estados Unidos está empeñada en el control neocolonial del hemisferio occidental. Las élites norteamericanas y sus aliados regionales quieren consolidar su control de toda América Latina y el Caribe para seguir su histórico pillaje de los recursos naturales y su dominio de los puntos de importancia estratégica de la región.

Los gobiernos occidentales siempre han mostrado mala fe en las Cumbres sobre el Cambio Climático y en los instrumentos relacionados con otros temas internacionales como el comercio, la lucha contra el terrorismo y el control de armas, entre otros. Las clases gobernantes occidentales rechazan cambiar su mentalidad neocolonial y rehúsan colaborar en base al respeto entre iguales para promover el Bien Común de los Pueblos del mundo. Desde el Congo en África hasta Palestina, contemplan con ecuanimidad la destrucción de poblaciones enteras.

Los problemas ambientales y geopolíticos en el manejo de las relaciones internacionales alrededor del futuro de la Región Ártica y el continente de la Antártida son todavía otro ejemplo del imperante necesidad de un Nuevo Orden Mundial.