La familia: primer bastión de lucha Managua. Por Ramón Edelberto Matus, Facebook

La familia: primer bastión de lucha Managua. Por Ramón Edelberto Matus, Facebook

La familia es una estructura social muy antigua, originada en las relaciones de consanguinidad en el inicio mismo del género humano, fundamental para cumplir tareas básicas de subsistencia como alimentación, seguridad, sobrevivencia y la reproducción de los individuos que la conforman.

La sustitución del matriarcado por las relaciones patriarcales, según Carlos Marx, representan la primera gran revolución de la humanidad. Este salto redefine y da una nueva dirección a la evolución social del sapiens-sapiens.

Este fue un largo proceso histórico marcado por el crecimiento cuantitativo de los seres humanos sedentarios en vastas regiones geográficas donde la invención de la agricultura, la domesticación de animales de carga y el desarrollo de habilidades técnicas, entre otros factores, dieron como resultado el aumento de la productividad, la disponibilidad y excedente de bienes que pronto pudieron ser intercambiados. Estos procesos económicos y su apropiación por pequeños grupos, de alguna manera son el germen del nacimiento de las clases sociales, que a su vez dan nuevo rol y contenido a la familia como ente social y productivo.

Base de la civilización

La familia es la base social y productiva de la que parte la civilización humana contemporánea. Es un largo proceso (desigual en tiempo y forma en la geografía mundial) que llevará a la conformación de la gen, la tribu, nación y al final, el Estado. Los lazos de sangre y filiación uterina dan paso a otras formas superiores de asociatividad que, sin embargo, logra sobrevivir como núcleo original y basamento socio–económico entre esos grandes conglomerados.

A partir de la civilización romana la familia se convierte en una institución muy importante para el desarrollo de la sociedad esclavista, la consolidación de un Imperio conquistador y que dejará profundas huellas en la cultura occidental. Sin embargo, esta importancia no está basada en un aporte libre y consciente sino, como estructura económica esclavizada por el marido, que a la vez –legalmente– es su dueño y amo. El útero de la mujer, se convierte en un bien preciado para el esclavista y para el Estado por su capacidad de “reproducción ampliada”, de soldados para sus ejércitos y abundante mano de obra, sin mediar erogación por compra o intercambio.

Decía Marx que “la familia moderna contiene en germen, no sólo la esclavitud (servitus), sino también la servidumbre, y desde el comienzo mismo guarda relación con las cargas en la agricultura. Encierra, in miniature (en miniatura), todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado”, de esta manera y cumpliendo un rol básico pero cambiante, la familia proletaria en el capitalismo pasa a ser eslabón fundamental del sistema productivo basado en la apropiación del trabajo obrero en beneficio de unos pocos, “la superexplotación, la desocupación, la marginación, el hambre, la miseria y todas las consecuencias de la descomposición social”, como señala la destacada investigadora social argentina Andrea D’Atri.

Los partidos de izquierda, los movimientos sociales y gobiernos que tienen como bandera el bienestar y desarrollo inclusivo y armonioso de los seres humanos, en un ambiente de solidaridad y paz, entienden perfectamente que la misión transformadora debe de conducir a abolir esas condiciones en que el capitalismo (y su remozada cara neoliberal) ha sumido a los individuos y fundamentalmente al núcleo familiar, base de todo el estamento social de una nación. El respeto a la cultura, raza, credo religioso, orientación sexual, la protección de sus derechos sin hipocresías y ajenos a la manipulación que las fuerzas proyanquis intentan llevar adelante en beneficio de sus intereses, es la razón de la lucha de estos entes de cambio social.

Por su historia, la familia nicaragüense es como una solución binaria combinada a la fuerza, pero que el tiempo ha hecho indisoluble, perdurable: producto de dos elementos genética, cultural, histórica y económicamente diferentes (el conquistador europeo y los aborígenes mesoamericanos), enriquecida a través del tiempo por otras culturas (negros, chinos, árabes, judíos, etc.), pero marcada por dos rasgos preponderantes: La influencia de la religión judeo–cristiana y su apego a sus propias costumbres que son la suma de su herencia ancestral indo–europea y las creadas autóctonamente a través de su propia realidad.

Un tercer rasgo (como consecuencia del segundo) es la lucha secular por su autodeterminación como pueblo y unidad nacional, a lo que se han opuesto las élites libero–conservadoras en apego a su origen clasista.

Capitalismo pervierte a la familia

Sin embargo, no hay que olvidar que la familia nicaragüense, como toda familia latinoamericana, por su exposición a la influencia perniciosa de Estados Unidos, ha sido banda de transmisión de elementos ideológicos adquiridos, inoculados sistémicamente, por la propaganda y “modo de vida” capitalista (consumismo, egocentrismo, aislamiento, apatía a la lucha social, etc.) en que se desarrolla y su influencia en ellas depende de su conciencia de clase, más que de elementos culturales.

El otro hegemon (factor de hegemonía), la religión, principalmente el catolicismo, ha jugado un rol ambivalente pues por un lado ha inculcado valores importantes y positivos a gran parte de la sociedad nicaragüense, haciendo de la familia su principal baluarte, donde el amor al prójimo (solidaridad), observación de mandamientos morales (decálogo de vida), respeto y obediencia (patrones de conducta social y civismo), etc., son aportes excepcionales para garantizar la convivencia pacífica.

Por otro lado (como las dos caras bipolares de Jano, el dios romano de las puertas, los comienzos y los finales; simboliza el devenir de la vida, la evolución, y por eso tiene dos caras, representando la incertidumbre de lo que está por venir), esta religión y otras sectas cristianas, en algunos periodos concretos de la historia del país, han colaborado (consciente o inconscientemente, pero siempre a tono con su misión histórica y su proyecto institucional milenario) con el statu quo, inclusive con la oposición a los cambios socio–políticos progresistas (salvo en contados pasajes y actuaciones particulares de miembros de su clero) de una sociedad conservadora, donde la mente y actuación del individuo y la familia han sido el campo de batalla. Aunque es oportuno y necesario reconocer que ha habido movimientos cristianos y feligreses que han apoyado e inclusive militado en la causa sandinista, sobre todo en la última etapa de la lucha antisomocista, la década de los años ochenta y con mayor fuerza, luego de la victoria electoral del FSLN en 2006.

En consecuencia, tenemos en lo general una familia tradicional que cuida los lazos parentales (nexos que cuentan no sólo a la familiar nuclear, sino extensas consanguíneas y “políticas”) a la cabeza de los cuales están los padres (o uno de ellos en los núcleos disfuncionales) que gozan de los derechos y obligaciones paternalistas antiguos (emotivos como la fidelidad, el sentido filial, cariño etc. y funcionales como el ser protector, administrador, proveedor, educador, castigador, etc.), que a la vez son los encargados de transmitir los elementos tradicionales, culturales, históricos y religiosos que definen propiamente a esa familia dentro de su entorno social.

La familia, fundamental para el FSLN

La estructura familiar fue fundamental para la creación, desarrollo y triunfo del FSLN y su gran objetivo, la Revolución Popular Sandinista. Los fundadores de la organización se apoyaron en la fidelidad, solidaridad, recursos y resguardo de esta antiquísima institución social para enfrentar a la dictadura somocista y sostener por décadas la lucha revolucionaria.

El Frente Sandinista desde su fundación en 1961, en varias de sus proclamas, declaraciones y entrevistas y desde 1969 con la publicación de su Programa Histórico, ha dejado taxativamente en claro la importancia del ciudadano nicaragüense y la familia, sus necesidades y las medidas inmediatas y a largo plazo en un gobierno sandinista.

Ya en el poder, en cada uno de sus dos etapas de gobierno, el FSLN ha patentizado con hechos concretos la relevancia central de la familia tanto para el país, como para el proyecto revolucionario, para lo cual ha creado instituciones especiales y amplios planes y programas dentro de cada Ministerio para garantizar los derechos, desarrollo y bienestar de cada familia nicaragüense.

Como hemos subrayado anteriormente, el sandinismo ha puesto en el centro de sus prioridades al hombre y la familia nicaragüense, con énfasis en las menos favorecidas históricamente. Al arribar al poder, ha trabajado por construir un Estado benefactor (no populista, que es diferente) sabiendo que la salud, la educación y el progreso de la familia popular son los termómetros que miden el avance de la justicia, la inclusión y el bienestar de toda la sociedad y que conducen hacia la convivencia pacífica. Por eso su trabajo cotidiano y sus políticas públicas están orientadas hacia la gente y a la familia como célula básica del conglomerado social.

La familia: principal beneficiario de la Revolución

La gratuidad y el acceso irrestricto a un sistema educativo estatal (primaria, secundaria, universidad) con calidad, el apoyo a los niños con mochilas escolares, merienda escolar; becas y albergues para los jóvenes universitarios, la construcción de un poderoso e incluyente sistema de salud público, gratuito, que incluye nuevos y modernísimos hospitales, centros de salud, casas maternas, unidades especiales de atención a pacientes con enfermedades antes consideradas terminales, etc., la inclusión a los beneficios de la seguridad social a víctimas de guerra y personas desprotegidas de la tercera edad, el abastecimiento de electricidad y de agua potable a bajo precio y con seguridad para la salud de cientos de miles de hogares nicaragüenses, la construcción de nuevas carreteras, caminos y puentes, el control de tarifas de transporte colectivo de calidad y a bajo precio, un sistema de exoneraciones fiscales y tarifarios orientados a favorecer a la economía familiar, el impulso desde el gobierno de programas habitacionales a bajo costo y financiamiento adecuado a los presupuestos de las familias de escasos recursos, programas de contenido financiero y pecuniario para potenciar el espíritu emprendedor familiar, atención especial a los niños y a las mujeres que son el sostén de los hogares nicaragüenses… La lista de beneficios impulsados por el gobierno sandinista que impactan directamente en el mejoramiento de las condiciones de vida y el apoyo a las familias y a su potencial de crecimiento económico, es sencillamente interminable. Al final todo obra, proyecto o plan del gobierno va encaminado en esa ruta.

Pero el FSLN fue más allá de la familia tradicional. Apoyado en la teoría revolucionaria y la tradición nicaragüense, logró construir relaciones casi parentales entre sus miembros y su base de apoyo. Un verdadero militante sandinista se cree más hermano de su compañero de lucha que de sus verdaderos hermanos uterinos, condición que posibilitó el desarrollo del trabajo clandestino y guerrillero en mayor seguridad y efectividad, al mismo tiempo que construía un elemento esencial del hombre nuevo “che–guevariano” de la Revolución: la solidaridad y fraternidad revolucionarias del individuo, que se siente parte de un todo más importante, pieza de un gran engranaje que sólo de manera conjunta puede lograr su cometido.

El reflujo contrarrevolucionario social y cultural impulsado por la oligarquía nacional y las fuerzas del capitalismo mundial, iniciado en Nicaragua a partir de la derrota electoral del sandinismo a principios de la década del noventa, dañó mucho este enorme esfuerzo sociológico, moral y político de la Revolución Popular Sandinista. Quizá este sea uno de los mayores perjuicios a la lucha del pueblo nicaragüense y a la mística revolucionaria tan importante para construir una sociedad diferente y alternativa al modelo capitalista.

De regreso en el poder, el FSLN –por circunstancias de necesidad histórica y política– se encaminó a un modelo de partido que no exigía tanto el riguroso modelo del revolucionario clandestino y guerrillero de las décadas pasadas. Esta política pragmática de sobrevivencia y necesaria para la viabilidad electoral, este repliegue estratégico (que nos recuerda que a veces las circunstancias y necesidades de la lucha obliga a ciertas concesiones y desaceleramientos, para luego proseguir en nuestra ruta al cumplimiento de nuestros objetivos mayores), innegablemente causó también un cierto impacto negativo que se evidenció, preponderantemente, en la familia sandinista.

El impacto del golpe fallido

De esto nos dio evidencia irrefutable el derrotado Golpe de Estado de abril de 2018:

Tanto en parte de las familias proletarias y campesinas sandinistas, como en algunos miembros de las familias de militantes sandinistas integrados antes del 19 de julio de 1979, provenientes de la burguesía, al igual que de los nuevos estratos (surgidos dentro de la militancia en los años ochenta y noventa), con mayor poder adquisitivo y educación formal (esto incluye a algunos miembros de la antigua Dirección Nacional del Frente, altos cargos del aparato burocrático partidario y gubernamental, militares retirados de alto rango de las fuerzas armada y fuerzas del orden público, dueños de ONG, empresarios, intelectuales, profesores, médicos, etc., etc.), se manifestó durante y posterior a este evento contrarrevolucionario, un reposicionamiento político (y tal vez ideológico) que llevó al abandono de su anterior definición revolucionaria y al desencuentro familiar.

Algunos hijos, padres, cónyuges y parientes de cualquier grado, en abierto (y luego solapado) enfrentamiento contra el Frente Sandinista, contra el sandinismo leal y sus líderes, migrando hacia el “otro lado”, dejando gran desolación, tristeza y desconcierto en los miembros de esas mismas familias más consecuentes e inamoviblemente revolucionarias que –como siempre– patentizaron su fidelidad al FSLN y a su líder, el Comandante Daniel Ortega. Familias partidas, disfuncionales y enfrentadas.

¿Por qué sucedió tal comportamiento a lo interno de una considerable cantidad de familias de reconocida trayectoria sandinista?

Será tarea del FSLN dilucidar ese fenómeno sociopolítico en algún momento, sin embargo, debemos asumir el hecho con responsabilidad, preocupación y sobre todo proactividad a nivel de las familias mismas, a partir de los militantes leales que aún queden en ella.

No se debe permitir que la derecha y cualquiera de nuestros enemigos nos segreguen ideológica y políticamente, arrastrando con mentiras y los cantos de sirenas mediáticos del golpismo a hermanos, padres, hijos o familiares. Esto, claro está no incluye a aquellos individuos que de manera consiente y artera han traicionado al sandinismo en el que decían militar y se han convertido no solo en antisandinistas, sino en vendepatrias.

Reunificar a las familias sandinistas

En atención a la política de reconciliación nacional y paz impulsadas por el Comandante Daniel y la compañera Vicepresidenta Rosario Murillo, hay que hacer esfuerzos por reintegrar a estos antiguos simpatizantes o militantes sandinistas al FSLN. La tarea es ardua y poco agradable. Pero si en los períodos electorales nos planteamos “salir a buscar el voto” al barrio, la cañada, la población y las ciudades, explicando y convenciendo a la población nicaragüense de que el Estado de bienestar que va siendo construido, consecuente y firmemente por el gobierno del FSLN, y lo hacemos en primer lugar para ellos y sus hijos, pues con más razón debemos hacerlo con los miembros de las familias nuestras.

No tiene lógica ni consecuencia que un militante o líder sandinista no trate de influir, por ejemplo, en su propio hijo “puchificado”, en no descansar hasta que este reconsidere su mala elección al lado de los golpistas, vendepatrias, la tradicional oligarquía criolla y los gringos que tantas desgracias y atraso nos han legado y atraerlo nuevamente, si no a posiciones revolucionarias, por lo menos a posiciones patrióticas.

¿Cómo prepararse para atacar a los que asedian tu trinchera teniendo enemigos entre tu propia tropa?

La reconciliación nacional es una política de Estado y prioridad para el FSLN y la familia nicaragüense (principalmente las familias pobres) que es, sin lugar a dudas, el sustrato vital donde se nutre la sociedad para construir un mejor país, así que esta estructura social que ha soportado la prueba del tiempo, también es o debe de ser el objetivo principal del trabajo político e ideológico y el esfuerzo básico de reconciliación del militante sandinista.