Colombia, de la guerra ¿a la paz?

Por Enrique Moreno Gimeranez, diario Granma Cuba

El 26 de septiembre de 2016, Cartagena de Indias, en Colombia, “se vistió de blanco” y abrazó la paz. Luego de cinco décadas de historia, de años de negociaciones en La Habana, lo que parecía imposible fue posible.

La firma con un “balígrafo” –bolígrafo hecho con una bala– del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, por parte del entonces Presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, y por Rodrigo Londoño Echeverri, jefe del Estado Mayor Central de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), y el posterior apretón de manos entre ambos, no fueron un punto de llegada. Más bien, resultó uno de partida, motivado por el clamor auténtico de un pueblo contra la guerra y por la decisión de construir un país mejor.

Adiós a las armas, desde La Habana a Cartagena

Cuba y Noruega, en condición de garantes; y Venezuela y Chile, a modo de acompañantes, apoyaron las negociaciones entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP, frente a quienes pronosticaban su fracaso a semejanza de anteriores procesos de paz de ese país. La Habana fungió como sede de la Mesa de Conversaciones desde el inicio de sus trabajos el 19 de noviembre de 2012.

La Mayor de las Antillas, en su condición de garante y sede, ofreció las facilidades necesarias y contribuyó en todo lo posible al fin del conflicto, con modestia, discreción y profundo respeto a las posiciones de las dos partes.

“El papel del Gobierno cubano fue extraordinariamente importante. Resultó uno de los ingredientes necesarios para lograr el éxito del Acuerdo. Destacó la tarea de los diplomáticos y funcionarios que acompañaron a las dos delegaciones. Una labor desarrollada en medio del mayor profesionalismo”, refirió a Granma Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador, por parte del Gobierno de Juan Manuel Santos, en el Proceso de Paz con las FARC-EP.

La conquista de la paz colombiana significaba el fin de un conflicto armado extendido por más de cinco décadas en la nación sudamericana, con cientos de miles de muertos, millones de víctimas y desplazados, y demás heridas incalculables de la confrontación.

“La paz será la victoria de toda Colombia; pero también la de toda Nuestra América”, afirmó el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, el 23 de junio de 2016, tras la firma en la capital cubana del compromiso sobre cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, dejación de las armas y garantías de seguridad en Colombia.

En efecto, representó un hito como parte de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, compromiso pactado por los Jefes de Estado y de Gobierno en la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), realizada en la capital cubana en enero de 2014.

Asimismo, simbolizó un destello de esperanza para otras regiones del mundo impactadas por el fenómeno de los conflictos bélicos. El senador colombiano por el Polo Democrático Alternativo, Iván Cepeda Castro, expresó en declaraciones exclusivas a Granma que este proceso de paz deja múltiples lecciones.

“La primera es sobre el carácter imperativo que tiene hoy lograr la paz, entendida como una transformación sustancial de las condiciones –de vida, económico-sociales–, que han propiciado los conflictos armados. El acuerdo de paz en sí mismo muestra una nueva fase de lo que deben ser los acuerdos de paz en el mundo. Acuerdos que no solamente signifiquen deponer armas, acabar con las hostilidades, sino una transformación real de las sociedades. Así que esa lección de que la paz no se puede desligar de ese contenido social, político, económico, que es fundamental como resultado”, precisó.

Cuba ha decidido mantener por el momento su condición de garante de la implementación del acuerdo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC-EP. Espera que el Estado colombiano reconozca la vigencia de los acuerdos suscritos con otros estados y cumpla con esos compromisos, en particular con el protocolo de ruptura del diálogo con el ELN, informó el pasado 9 de julio Rogelio Sierra, viceministro de Relaciones Exteriores.

Tras los acuerdos alcanzados en La Habana y rubricados finalmente en Cartagena de Indias, varios son los retos para la construcción de una paz estable y duradera en la nación sudamericana.

Que en los tiempos de «la cólera» venza el amor

Más de 200 excombatientes de las FARC-EP y más de 970 líderes y defensores de los derechos humanos han sido asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz en Colombia. A su vez, 260 personas perdieron la vida en 65 masacres registradas en 2020, hasta la fecha, siendo el peor año desde la firma de los acuerdos, señala el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

A pesar de los avances, el cuarto informe de implementación del Instituto Kroc de Estudios Internacionales de la Paz, de la Universidad de Notre Dame, presentado el pasado 16 de junio, recoge que, hasta noviembre de 2019, más de la mitad del Acuerdo de Paz estaba en su fase inicial de implementación.

“Hacemos un llamado al Gobierno nacional para que se comprometa con la implementación integral del Acuerdo y la asignación de los recursos presupuestales necesarios para lograrlo”, exhortó recientemente la declaración final de la I Conferencia Internacional del Acuerdo de Paz en Colombia.

En las últimas horas ha trascendido que sujetos aún sin identificar dispararon en la noche de este miércoles contra el vehículo blindado asignado al esquema de seguridad de la excandidata presidencial y exsenadora Piedad Córdoba, quien no iba en el automóvil en el momento del incidente. Previamente, el legislador Iván Cepeda denunció amenazas de muerte contra él, su familia y sus colaboradores.

Frente a este panorama, la paz continúa siendo indispensable. A cuatro años de su firma en Cartagena de Indias, la cabal implementación del Acuerdo final es el camino para detener la violencia en la nación sudamericana y construir un futuro mejor.