Crimen de Barbados: prohibido olvidar Por Jorge Luis Coll Untoria | qvaendirecto

Crimen de Barbados: prohibido olvidar Por Jorge Luis Coll Untoria | qvaendirecto

“El tiempo lo cura todo” es una frase que suele decirse con relativa frescura, pero olvidar no es tan fácil y más cuando no podemos darnos el lujo de hacerlo. Hoy es uno de esos días en que la palabra “olvidar” podría borrarse del diccionario. Sencillamente porque no está permitido, por respeto… por respeto al dolor que hace 44 años conmocionó a Cuba y el mundo con uno de los más brutales atentados realizados en el hemisferio occidental.

El 6 de octubre de 1976 el vuelo 455 de Cubana se disponía a despegar desde el aeropuerto de Seawell, en la Isla de Barbados, hacia Jamaica y luego a La Habana. Setenta y tres personas iban en la aeronave que, minutos después, se volvería una llamarada en pleno vuelo cuando explotara uno de los dos explosivos C-4 que elementos terroristas colocaron en el avión.

Solo ellos esperaban que pasará lo que pasó. Tuvieron la sangre fría de viajar con las víctimas, colocar las bombas y abandonar la nave en Barbados. “Pusimos la bomba… ¿Y qué?”, dirían con desvergüenza después.

Mientras Felo verificaba los controles para el despegue y los jóvenes esgrimistas cubanos seguramente sonreían y disfrutaban sus medallas, obtenidas en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de la disciplina, el odio y las heridas políticas borraban la humanidad de otros dispuestos a joder la vida de esos pasajeros y de todos los familiares y amigos que quedaron destrozados aquel fatídico mediodía octubre.

El piloto trataba de regresar. Pedía pista inmediatamente, pero era prácticamente imposible hacer algo, y el cuadro se volvió peor cuando, dos minutos después, detonó un segundo dispositivo. El DC-8 de Cubana fue en picada contra el agua, estrellado a 8 kilómetros del aeropuerto de Seawell. Hijos sin padres, padres sin hijos, olimpiadas sin atletas y vidas que ya comenzaban a ser recuerdos, inundaban de lágrimas el panorama.

El abogado José Pertierra, quien representó a Venezuela en busca de la extradición de Luis Posada Carriles, recuerda, en una entrevista publicada por Cubadebate, algunos fragmentos del impresionantereporte forense:

“Lo que más me impactó fue el informe realizado por el médico forense de Barbados que describe la condición en que se encontraban los restos de una niñita guyanesa: ‘El cuerpo de una niña de unos 9 años de edad. Sin cerebro…, sólo los huesos faciales, el cuero cabelludo y el resto del cabello. Los pulmones y el corazón destruidos. El hígado y los intestinos destrozados. Ausencia del glúteo de la extremidad inferior derecha. Fractura compuesta de la tibia y el peroné…’. Se llamaba Sabrina, y viajaba con su familia a Cuba. Fue una de las 15 personas, cuyos restos pudieron ser recuperados de las aguas de Paradise Beach”.

Aquellos segundos terribles de desesperación, que fueron los últimos en las vidas de esas 73 almas, se han multiplicado con el paso de los años, como tratando de alargarles la existencia, porque ellos merecen ser inmortales y merecen también la humilde justicia que podemos hacerles y que no le hicieron los tribunales cuando dejaron sin condena a quienes idearon el atentado. Las pruebas estaban ahí e inexplicablemente se ignoraron. Por eso la fecha no se pierde en el olvido, esa palabra, al menos hoy, no puede estar en el diccionario.

¡Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!

Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz,
en el acto de despedida de duelo de las víctimas del avión de Cubana destruido en pleno vuelo el 6 de octubre,
efectuado en la Plaza de la Revolución el día 15 de octubre de 1976.

Compatriotas:

Conmovidos, luctuosos, indignados, nos reunimos hoy en esta histórica Plaza para despedir, aunque solo sea casi simbólicamente, los restos de nuestros hermanos asesinados en el brutal acto de terrorismo perpetrado contra un avión civil en pleno vuelo con 73 personas a bordo, de ellas 57 cubanos. La mayor parte de los restos yacen en las profundidades abismales del océano, sin que la tragedia haya dejado a los familiares allegados ni aun el consuelo de sus cadáveres. Solo los restos mortales de ocho cubanos han podido ser recuperados. Ellos se convierten así en símbolo de todos los caídos, el único resto material al que daremos sepultura en nuestra tierra de quienes fueron 57 saludables, vigorosos, entusiastas, abnegados y jóvenes compatriotas nuestros. Su edad promedio apenas rebasaba los 30 años aunque sus vidas eran ya, sin embargo, inmensamente ricas en su aporte al trabajo, al estudio, al deporte, al afecto de sus familiares allegados y a la Revolución. (…)

(…) Entre los viajeros del avión había 11 jóvenes guyaneses, seis de ellos seleccionados para realizar estudios de medicina en Cuba, vidas que se pierden de hombres cuyo destino era salvar vidas en su país subdesarrollado y pobre. También murieron cinco abnegados ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea, un pueblo tanto tiempo asediado por Estados Unidos, que visitaban países de América Latina en viaje de amistad (…)

Al principio teníamos dudas si la CIA había organizado directamente el sabotaje o lo elaboró cuidadosamente a través de sus organizaciones de cobertura, integradas por contrarrevolucionarios cubanos; ahora nos inclinamos decididamente por la primera tesis. La CIA tuvo una participación directa en la destrucción del avión de Cubana en Barbados.

Lo más repugnante de este caso es el empleo de mercenarios que por dinero son capaces de segar en unos segundos 73 preciosas vidas de personas indefensas, con las cuales incluso viajaron en el avión minutos antes.

En los últimos meses el Gobierno de Estados Unidos, resentido por la contribución de Cuba a la derrota sufrida por los imperialistas y los racistas en África, junto a brutales amenazas de agresión, desató una serie de actividades terroristas contra Cuba. Esa campaña se ha venido intensificando por día y se ha dirigido, fundamentalmente, contra nuestras sedes diplomáticas y nuestras líneas aéreas.

El 9 de julio del presente año, en Kingston, Jamaica, solo varias semanas antes del sabotaje al avión de Barbados, una potente bomba hizo explosión en el vagón que cargaba los equipajes del vuelo de Cubana de Aviación que se dirigía hacia Cuba. El artefacto no estalló dentro de la nave en pleno vuelo, debido a que se produjo un atraso en el arribo de la misma.

El 2 de octubre de este año, cuatro días antes del sabotaje al avión en Barbados, el periodista contrarrevolucionario Llano Montes, que tiene razones para estar bien informado sobre esos menesteres, publicó en El Mundo de Caracas que una bomba de dinamita plástica había sido colocada bajo el ala de un avión de la Compañía Cubana de Aviación en Barbados y que la misma se había despegado por un pequeño derrame de gasolina cuando el avión iba por la pista para iniciar el vuelo. Añadió que un empleado de Seguridad del aeropuerto encontró la dinamita plástica en el suelo, le quitó el detonador y la llevó a las oficinas, de donde desapareció sin que diera cuenta a sus superiores (…)

Los autores de estos crímenes se mueven impunemente por todas partes; cuentan con recursos financieros inagotables; utilizan pasaportes de Estados Unidos como ciudadanos naturalizados de ese país o documentos reales o falsos de otros numerosos países, y emplean los medios más sofisticados de terror y crimen.

¿Quién si no la CIA, al amparo de las condiciones de dominio e impunidad imperialistas establecidas en este hemisferio, puede realizar estos hechos? (…)

La CIA ha sido autora de procedimientos delictivos que han estado afectando de modo creciente a la comunidad internacional en los últimos años, la CIA inventó y alentó los secuestros de aviones para aplicarlos contra Cuba en los primeros años de la Revolución; la CIA inventó los ataques piratas desde bases extranjeras en su política de agresiones contra Cuba; la CIA inventó la desestabilización de gobiernos extranjeros; la CIA reeditó en el mundo moderno la funesta política de planear e intentar el asesinato de dirigentes de otros estados; la CIA inventó ahora el tenebroso recurso de hacer estallar aviones civiles en pleno vuelo. Es necesario que la comunidad mundial tome conciencia de la gravedad que tales hechos implican (…)

Hace tres años el Gobierno de Cuba suscribió un acuerdo sobre piratería aérea, marítima y otros delitos con el Gobierno de Estados Unidos, que fue por parte de nuestro país una importante contribución a la solución del grave problema mundial de los secuestros de aviones. El Gobierno de Cuba no exigió condición alguna, ni siquiera el cese del criminal bloqueo económico que el Gobierno de Estados Unidos mantenía sobre nuestro país, para suscribir ese acuerdo. Cuba, además, sin la menor obligación legal devolvió a una empresa norteamericana los 2 millones de dólares que unos secuestradores habían traído consigo y que fueron confiscados por nuestras autoridades.

En cierta ocasión las autoridades cubanas en el aeropuerto de Rancho Boyeros salvaron la vida a numerosos ciudadanos norteamericanos que, procedentes de la Florida, tuvieron que efectuar un aterrizaje de emergencia después que la policía norteamericana había destruido a tiros las gomas del avión en un intento inútil de retenerlo en tierra. Exactamente haríamos en cualquier situación similar, por razones estrictamente humanitarias.

¡Qué diferente de la brutal conducta de los que armaron las manos asesinas y alentaron la destrucción de nuestro avión en Barbados! (…).

El acuerdo suscrito entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba el 15 de febrero de 1973, no puede sobrevivir a este brutal crimen (Aplausos y exclamaciones de: “¡Fidel, seguro, a los yanquis dales duro!”).

El Gobierno de Cuba se ve en la necesidad de cancelarlo y así lo comunicará esta misma tarde al Gobierno de Estados Unidos. (…) Podríamos preguntarnos qué se pretende con estos crímenes. ¿Destruir la Revolución? Es imposible. La Revolución emerge más vigorosa frente a cada golpe y cada agresión, se profundiza, se hace más consciente, se hace más fuerte. ¿Intimidar al pueblo? Es imposible. Frente a la cobardía y la monstruosidad de crímenes semejantes el pueblo se enardece, y cada hombre y mujer se convierte en un soldado fervoroso y heroico dispuesto a morir. (…)

Durante miles de años nuestro pueblo recordará, condenará y aborrecerá en lo más profundo de su espíritu este horrible asesinato.

¡Nuestros atletas sacrificados en la flor de su vida y de sus facultades serán campeones eternos en nuestros corazones; sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento de Cuba; no alcanzarán el honor de la olimpiada, pero han ascendido para siempre al hermoso olimpo de los mártires de la patria! (Aplausos.)

¡Nuestros tripulantes, nuestros heroicos trabajadores del aire y todos nuestros abnegados compatriotas sacrificados cobardemente ese día, vivirán eternamente en el recuerdo, en el cariño y la admiración del pueblo! ¡Una patria cada vez más revolucionaria, más digna, más socialista y más internacionalista será el grandioso monumento que nuestro pueblo erija a su memoria y a la de todos los que han caído o hayan de caer por la Revolución! (Aplausos.)

Hacia nuestros hermanos guyaneses y coreanos inmolados ese día, va también nuestro recuerdo más ferviente en estos instantes. Ellos nos recuerdan que los crímenes del imperialismo no tienen fronteras, que todos pertenecemos a la misma familia humana y que nuestra lucha es universal (Aplausos.)

No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. ¡Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!