El patio trasero de Francia Por Andrei Doultsev | Junge Welt (Mundo Joven), Alemania

Oumar Mariko, nació en 1959 en Bafoulabé, una comuna del occidente de Mali, cerca de la frontera con Senegal y República de Guinea, y de las cataratas de Félou. Es médico y político maliense, cofundador y Secretario General del Partido Comunista “Unidad Africana para la Democracia y la Independencia” (Solidarité Africaine pour la Aémocratie et l’Indépendance, SADI). Oumar Mariko se presentó a las elecciones presidenciales en tres ocasiones (2002, 2007 y 2013). En diciembre de 2021, fue detenido por “comentarios ofensivos” contra el Primer Ministro interino Choguel Maïga. Tras su liberación, Mariko es objeto de nuevas persecuciones y ahora vive en la clandestinidad.

Oumar Mariko tiene que vivir hoy en la clandestinidad

Usted es cofundador del partido comunista SADI. Cuéntenos algo sobre su fase de politización y sobre el Malí de los años 80. ¿Cómo llegó a participar en el derrocamiento del régimen de Moussa Traoré?

A mediados de la década de los años 80, los cambios surgían por doquier. Pero la esperanza murió antes de nacer: La perestroika, iniciada por la nomenklatura del partido de la URSS, significó el abandono del marxismo y no el cuestionamiento de la burocracia que muchos habían esperado ingenuamente. De hecho, el colapso de la URSS y la restauración del capitalismo en las antiguas repúblicas soviéticas anunciaron tiempos difíciles para África, ya que la existencia de la URSS impidió la restauración del colonialismo.

Cuando estaba en la escuela, nos habíamos enfrentado al gobierno de Moussa Traoré (Presidente de Malí de 1968 a 1991), que considerábamos un régimen dictatorial proimperialista. Éramos cuatro camaradas y fundamos un Partido Comunista en la clandestinidad. Nuestro ejemplo eran los bolcheviques, buscábamos la confrontación real y el debate. En la oposición, acabamos fundando la emisora de radio Kayira para reunir al público comprometido con el cambio socialista y criticar el rumbo neoliberal del gobierno. La emisora de radio fue una continuación de nuestra lucha que condujo a la creación del partido Solidarité Africaine pour la Démocratie et l’Indépendance (Solidaridad Africana para la Democracia y la Independencia), o SADI, en 1996.

¿Qué cambió en su análisis en el momento de la fundación del nuevo partido?

Para que tomemos un camino progresista, no sirve de nada rumiar el socialismo, todavía no está en la agenda. En primer lugar, debemos construir una base de solidaridad africana para un modelo de democracia diferente del modelo neocolonial proimperialista. Creemos que nuestra independencia actual es formal. Desgraciadamente, hoy en día es muy difícil celebrar este tipo de debates en mi país.

Si se observa el desarrollo histórico, la primera generación de nuestros revolucionarios tenía un fuerte sentido de la independencia: comprendieron la necesidad de la descolonización económica. Los que trabajaron en este sentido fueron nuestro presidente Modibo Keïta (1960-1966), el presidente de Argelia Ahmed Ben Bella (1962-1965) y Kwame Nkrumah (1957-1966 primer presidente de Ghana). Intentaron romper de verdad con el imperialismo.

Conocí a Ben Bella en 1996 y tuve toda una noche para discutir con él. Me contó que Keïta, Julius Nyerere (1964-1985 Presidente de Tanzania), Gamal Abdel Nasser (1954-1970 Presidente de Egipto) y él mismo planearon una compañía aérea y marítima conjunta para el continente africano. Sin embargo, faltaba la independencia económica. Pero en ese momento, Moussa Traoré ya estaba preparando un golpe de Estado contra Modibo Keïta. Con Traoré, la idea de la solidaridad en África Occidental pereció. Lo único que quedaba era el deseo de un conflicto constante con los vecinos y a costa de todos ellos, lo que facilitaba que los imperialistas franceses mantuvieran sometida a toda la región.

Modibo Keïta, el primer Presidente de Mali tras su independencia en 1960, y Abdoulaye Soumaré (1905-1964), el primer Jefe de Estado Mayor del Ejército de Mali

¿Jugó el ejército maliense un papel contrarrevolucionario?

En lo que respecta al ejército de Malí, algo falló desde el principio. El ejército maliense estaba muy mal diseñado. Sé que hubo una seria discusión entre los asesores de Keïta. Mientras que algunos abogaban por un ejército profesional alejado de la política y que actuara como una casta, otros estaban en contra de esta separación entre ejército y población, porque un ejército no puede formarse como una banda de mercenarios, debe estar vinculado a la masa de la población y sometido a un claro control. Los franceses también contaban con un ejército profesional. A Keïta también le costó aceptar esta visión del ejército popular, y creo que desde el principio Francia impuso a los malienses su visión de un ejército profesional.

Según su lógica, todos los que se rebelaron contra la presencia militar francesa y querían la independencia eran buenos. Pero había una casta de suboficiales que se negaban a trabajar juntos, aunque no hicieran alarde de ello. Hicieron todo lo posible para que el ejército maliense conservara la estructura del ejército colonial que había dejado Francia. Los franceses sabían lo que hacían. Formaba parte de la gran estrategia francesa para recuperar el poder en África, que casi se les había escapado, para bloquear el camino hacia la independencia económica y política de los países africanos y para debilitar el internacionalismo proletario que emanaba del bloque del Este.

¿Cómo se desarrolló la relación con los Estados socialistas?

Nuestros nuevos aliados fueron una espina en el costado de nuestros antiguos amos coloniales: uno de los primeros países en reconocer la independencia de Malí fue la República Democrática Alemana (RDA), y Checoslovaquia fue el primer país en acuñar la moneda maliense. Pero la Unión Soviética, China y Vietnam también nos ayudaron a construir fábricas, nos asesoraron y nos enviaron trabajadores cualificados.

Keïta viajó a Vietnam para ver a Ho Chi Minh, un experimentado estratega militar de la guerra de guerrillas. Y Ho Chi Minh le había preguntado cómo había construido su ejército. En respuesta a los comentarios de Keïta, Ho Chi Minh respondió: “Señor Presidente, tal y como está estructurado su ejército, no hará la revolución, no hará la revolución con usted”. Esto resultó ser cierto: el ejército maliense empezó a preparar el derrocamiento de Keïta en cuanto éste desafió el modo de producción del país. Debido a dos factores de fuerza mayor –la reconquista francesa en las antiguas colonias y el revisionismo que se había instalado definitivamente en la Unión Soviética desde mediados de los años 60– el presidente se quedó solo. Poco después, fue derrocado.

La misión de su sucesor, Traoré, fue contrarrevolucionaria en este sentido, ya que frenó y minó todos los logros económicos de la década de 1960. Como resultado, hubo dificultades de crecimiento en una amplia variedad de sectores, dificultades estructurales y desequilibrios. Bajo el mandato de Traoré, las reformas de Keïta fueron puestas en tela de juicio: el sistema escolar unificado, las nacionalizaciones, la política agrícola… Por eso, a partir de mediados de los años 70, surgieron tensiones y el movimiento estudiantil cobró fuerza.

Cuando Traoré se impuso al movimiento sindical que estaba apoyado por estudiantes y profesores, en 1979 (con la fundación del Partido de la Unidad y las organizaciones de masas obligatorias), se hizo con el poder absoluto sobre la sociedad maliense. Pero no fue más que una victoria efímera, porque sólo unos años después se formó un nuevo movimiento de resistencia que no pudo ser detenido. Sin embargo, cuando los movimientos sociales alcanzaron su punto álgido en los años noventa, quedó claro que Francia tenía los dedos metidos en todas partes y se aprovechaba de la situación.

Simbólico: Francia invita a los soldados de sus 13 antiguas colonias a arrodillarse en París (14 de julio de 2010)

Entonces, ¿la caída de Traoré jugó a favor de París?

Cuando todo el mundo alabó los avances en Malí, no fue más que una exitosa campaña publicitaria del mundo financiero francés. El Partido Comunista de Benín, que estaba a punto de tomar el poder, fue liquidado al mismo tiempo que el movimiento de resistencia en Malí. Nuestra lucha política, que habíamos librado con éxito para destituir al régimen de Traoré, fue ridiculizada por Francia. Sucedió exactamente lo contrario: Malí perdió los restos de su autonomía.

Nuestra lucha sirvió a París para reforzar su influencia aquí. Francia tomó el control de nuestro ejército y de nuestros políticos. Como resultado de esta pérdida de autonomía, los sistemas de educación y sanidad –que se habían desarrollado más o menos bajo el mandato de Traoré– se derrumbaron. Los militares volvieron al poder y eliminaron la retórica del “pueblerina” del régimen de Traoré imponiendo descaradamente los intereses neoliberales y neocoloniales bajo la presidencia de Alpha Konaré (1992-2002). Francia y el Banco Mundial apoyaron este nuevo equilibrio de poder, que trastornó la economía nacional y provocó el colapso del sistema administrativo: en ausencia de leyes que regulen el mercado, se produjo una desenfrenada y brutal acumulación de capital.

¿Así que el conflicto en el norte de Malí tiene sus raíces en la mala gestión de los años 90?

El norte siempre ha sido el eslabón más débil de Malí, geográfica, política y étnicamente. Aislados geográficamente y subdesarrollados históricamente, los pueblos del norte se vieron casi obligados a tomar las armas. En los años 90, cuando la respuesta militar era muy débil y la política nula, el viejo conflicto volvió a estallar. Pero no comenzó como un conflicto étnico, sino como uno entre los ciudadanos y su Estado. Al mismo tiempo, sin embargo, se produjeron acontecimientos similares en otros lugares, el “Estado Islámico” en Siria, por ejemplo. Malí se ha convertido en cierto modo en un laboratorio de esta evolución en África, lo que constituye nuestra desgracia.

Entonces, ¿es el conflicto actual una consecuencia de la “primavera árabe”?

Hubo manifestaciones del pueblo maliense contra la guerra en Libia, en primer lugar. Lo mismo ocurrió con Irak: los malienses defendieron el respeto al derecho internacional. Sin embargo, como resultado de las contradicciones internas debidas a la descentralización económica y la abolición del Estado, surgió el separatismo en el norte del país.

Por otra parte, además del colapso de la administración, hay que tener en cuenta el colapso de un cierto laicismo. Malí se benefició de ello gracias a Keïta, que era él mismo creyente pero que había defendido la libertad religiosa y la separación del Estado y la religión. Esto hizo que las identidades arcaicas y el comunitarismo se impusieran. Esta visión surgió en lugar de la solidaridad de clase. Por eso lanzamos un nuevo movimiento democrático y popular en diciembre de 2019. Abogamos por un nuevo tipo de democracia que pueda unir a nuestra sociedad sobre la base republicana universal. Debemos continuar el camino de Keïta del que partimos en 1967.

Modibo Keïta (1915-1977), Presidente de Mali entre 1960 y 1966

¿Es cierto que Keïta consideraba la “balcanización” de África Occidental como un gran peligro? ¿Qué eso impidió a los estados de la zona formar una confederación que hubiera garantizado a esta región rica en recursos una prosperidad como la de China?

Keïta fue un visionario, pero las iniciativas de él o de Nkrumah en Ghana se vieron bloqueadas por el contexto político y los acontecimientos políticos de su época. Es cierto que querían una África socialista unida. Buscaban la unificación de todas las fuerzas progresistas panafricanas y anticoloniales. La instauración de un modelo republicano y de un Estado constitucional en solitario fue el resultado de una lucha encarnizada.

En cuanto a la perspectiva de China, no hemos sido tan afortunados. Creo que no podemos copiar las políticas de China debido a las diferencias históricas de desarrollo, y no con el trasfondo de la corrupción imperante en Mali y la confusión general de la población.

Hoy nos encontramos con una desconfianza hacia todos los partidos políticos. Y en África, siempre hemos tenido el problema de las capas apolíticas de la población como resultado de la situación social precaria, la esclavitud y como resultado de fenómenos que China nunca tuvo que experimentar de esta manera. Por supuesto, China también fue degradada y parcialmente colonizada en su momento, pero África Occidental fue degradada sistemáticamente hasta convertirse en el patio trasero de Francia.

¿Cuáles son las perspectivas de las luchas de clases en Malí hoy en día?

Todos los esfuerzos revolucionarios anteriores fracasaron aquí porque a la larga no había ninguna fuerza que pudiera llevar las esperanzas de las capas oprimidas de la población. Las fuerzas sociopolíticas de África fueron aplastadas por las políticas del Banco Mundial, la deuda y las exigencias financieras. El capitalismo es tan astuto que ataca y explota a la vez la solidaridad espontánea de las clases populares y juega con los aspectos religiosos y étnicos para sembrar la discordia. Pero todo esto forma parte de la dialéctica en la que el movimiento obrero debe encontrar respuestas modernas a esta evolución.

Tenemos que formar nuevas alianzas que se adapten a nuestra situación actual. Al mismo tiempo, debemos permanecer fieles a la filosofía humanista y al método dialéctico de Marx y analizar el desarrollo de las cosas en sus contradicciones. No somos “comunistas religiosos”. Muchos malienses depositan sus esperanzas en los militares, pero esto es miope. Me opongo y tengo mis buenas razones. Lo mismo ocurre con los “yihadistas”: Son personas con las que hay que negociar, hay que intentar convencerlas. No sus líderes religiosos, sino los campesinos que son reclutados por los yihadistas. El yihadismo es un resultado de la situación social.

21 de mayo de 1962. Modibo Keïta es recibido en Moscú por el entonces secretario general del PCUS, Leonid Brezhnev.

En esta situación de despolitización, es muy complicado construir un partido. Pero hay que tener en cuenta que las propuestas de nuestro partido hoy son apoyadas de facto por algunos de nuestros militares, así como por otras personas. No hay que olvidar que nuestro partido nació en 1991 con el derrocamiento del régimen militar de Traoré y que yo personalmente pedí al ejército que se uniera al pueblo, pero no que tomara el poder. Sin embargo, el ejército se ha hecho con el poder en Malí en lugar de dar una respuesta positiva a las demandas del pueblo. Esto significa que estamos atrapados, porque los oficiales forman la aristocracia militar a la cabeza del ejército.

Es cierto que Malí está en cierto modo “casado” con Francia. Los malienses piden hoy el divorcio, pero para mí esto no es un matrimonio, es un sometimiento de mi país y una negación de nuestra soberanía. Por lo tanto, si se trata de una ruptura, no puede ser llevada a cabo por nuestra burguesía o por nuestros militares, sino sólo por los marxistas que entienden los vínculos entre las causas y las consecuencias. Hoy tenemos un conflicto de clases oculto bajo la apariencia de la religión. Por eso pido que se analice la situación en el norte de Malí, teniendo en cuenta a Argelia, que no quiere que el norte de nuestro país se separe. Si Mali se derrumba, Argelia será la siguiente…

¿Qué debe ocurrir para evitarlo?

Nos corresponde construir un amplio movimiento de todas las fuerzas progresistas. Es una tarea extremadamente difícil, sobre todo porque no tenemos apoyo: el ejército maliense no está al servicio de las fuerzas sociales, sino del régimen. Una salida sería relanzar un internacionalismo basado en África para apoyarse mutuamente, pero las fuerzas de izquierda de cada país están ocupadas con sus problemas nacionales y falta solidaridad. Las relaciones con los comunistas franceses también son muy débiles en la actualidad. Nos falta esta solidaridad. Un movimiento por la paz que se interesara por Malí ya sería un gran paso adelante.

Es cierto que la gente de aquí siente afecto por Putin porque les desanimó Gorbachov y las políticas rusas posteriores y ahora piensan que Putin es todo lo contrario. Rusia es muy apreciada por su papel en el aplastamiento del fascismo de Hitler y en la descolonización. Sin embargo, creo que la cooperación del gobierno maliense con Rusia no es más que una mesalianza (matrimonio desigual, interesado) temporal basada en acuerdos muy precisos.

Entonces, ¿cómo podemos construir un movimiento por la paz que incluya a comunistas, demócratas y progresistas? Si tuviéramos la respuesta, estaríamos en el poder como partido desde 2012. Debemos ser capaces de unir las fuerzas sociales en Malí. Cuando fui a Yalta hace unos años para dar un discurso sobre la paz, sentí que no había sido comprendido por Rusia. Además, incluso los representantes de la extrema derecha francesa estaban allí. El África progresista ha sido abandonada.