Perú: un sueño postergado Por Alberto Pascal y Ricardo Jiménez A. | Agencia ALAI, Ecuador

Perú: un sueño postergado Por Alberto Pascal y Ricardo Jiménez A. | Agencia ALAI, Ecuador

Los resultados de la primera vuelta electoral en el Perú, realizada el pasado 11 de abril, sorprendieron a propios y extraños. Tanto la candidatura favorita de izquierda, así como las mejores posicionadas de entre las fuerzas conservadoras, quedaron relegadas ante la emergencia del más polarizado de los escenarios posibles: aquel que enfrentará, en la segunda vuelta del día 6 de junio, a Pedro Castillo por Perú Libre, y a Keiko Fujimori por Fuerza Popular.

El contraste no podría ser más nítido: un cajamarquino del Perú profundo y una hija pródiga de los barrios ricos de Lima. Un maestro y sindicalista rural y una administradora de empresas del Columbia Business School. Un antiguo miembro de las Rondas Campesinas y la hija de un ex dictador convicto. Un partido socialista y mariateguista, y una fuerza neoliberal y anticomunista. Una propuesta de inspiración latinoamericana, y una de alineación pro-norteamericana.

Perú se mantuvo, durante años, al margen del ciclo progresista y de izquierda en la región; se evidenció, además, carente de un movimiento campesino e indígena de la misma fortaleza y visibilidad que otras naciones andinas; y fue relegado, por último, de la agenda de las corporaciones de prensa. Sin embargo, promete ahora no sólo la reedición de una “primavera latinoamericana” o el devenir de una “segunda oleada”, sino el surgimiento de algo radicalmente nuevo, capaz de romper el impasse continental de los últimos años.

El fotograma electoral no alcanza para dar cuenta de la compleja pero esperanzadora situación del país.

Perú: la esperanza o el abismo

Por Alberto Pascal

En breve, los peruanos estaremos en la disyuntiva de elegir entre la esperanza que representan  las fuerzas políticas que apoyan al partido Perú Libre (PL) de Pedro Castillo, profesor de primaria, rondero campesino y luchador social; o a Keiko Fujimori, representante de un partido sospechoso de ser una organización criminal, cuyo gobierno entre 1990 y el año 2000 fue considerado por diversos analistas internacionales como “una de las dictaduras más sangrientas y más corruptas”. Organización sospechada, también, de estar vinculada al narcotráfico desde 1990, según la investigación de la revista colombiana “Cambio” publicada en el 2000. Según el analista Jaime Antezana, si el fujimorismo ganase las elecciones podría convertir al Perú en un narco-estado.

Como se ha apreciado en los últimos años, la mayoría de los jóvenes, campesinos, obreros agrarios, profesores, mineros, estudiantes, pueblos indígenas y otros sujetos, han manifestado en numerosas oportunidades su repudio a la corrupción, al desdén y el menosprecio de la gran mayoría de la clase política, así como también de los poderosos grupos económicos liderados por la Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas (CONFIEP). Este menosprecio ha sumido a la población peruana en una gran crisis económica, social, política y sanitaria, de tal magnitud que no existen antecedentes históricos.

Errores a superar

Desde el 2017, el ambiente político fue de descontento para la gran mayoría de la población peruana. En algunas coyunturas, incluso, las manifestaciones ocurridas podrían ser calificarlas como una insurrección larvada inconsciente. Esta situación no fue captada en toda su amplitud y significado por Juntos por el Perú (JP) y su candidata Verónika Mendoza, quienes se equivocaron en su diagnóstico, al no darse cuenta de la demanda popular por un programa que estableciera un cambio radical respecto a las ofertas políticas de elecciones pasadas. Pareciera, más bien, que JP trató de ganar votos en los sectores sociales pudientes calificados como estratos “A” y “B”.

Además de no hacer un buen diagnóstico, lo que es fundamental, es posible citar otros graves errores en la izquierda: insuficiente información sobre los planteamientos de otras fuerzas de izquierda y su crítica desde el desconocimiento; divisionismo; caer en las trampas de las preguntas de la prensa sobre temas externos; aceptar la presencia de candidatos “oportunistas” en sus listas para el Congreso sin exigir un mínimo de 2 años de militancia, etc.

En las candidaturas para las elecciones 2021, una vez más, después de décadas, las fuerzas de izquierda no pudieron formar un frente unido, sino solo parcialmente, a través de JP. Las razones fueron varias y tal vez correctas pero lo concreto es que no se logró una amplia unidad. Entre esas razones, ¿cuánto peso tuvo el querer ser “cabeza de ratón”, defecto que se debe desterrar si algún día la izquierda desea triunfar en las elecciones? (¿tal vez en las del 6 de junio de 2021?).

No es ético ni conveniente criticar a otra fuerza de izquierda en un medio de comunicación (la derecha se frota las manos contenta), menos aun si no se ha leído su programa y sus planteamientos. Hay que buscar los puntos de coincidencia, y si hay aspectos importantes que requieren ser criticados hacerlo directamente, en una mesa de diálogo, y hacerlo de buena fe, aceptando el riesgo de que nuestra crítica puede ser total o parcialmente errónea.

Tampoco se pueden pedir garantías a la otra parte. Al contrario, es necesario manifestar confianza en las otras partes si se quiere avanzar hacia un frente de lucha. Ello no impide defender las propuestas propias con entusiasmo. Las mentiras, las traiciones de una fuerza política, deben ser sancionadas por el pueblo, como ha sucedido en estas elecciones. Fue por ejemplo el caso del Apra, que ni siquiera pudo presentar candidatos, o del Partido Popular Cristiano (PPC) y el Partido Nacionalista Peruano (PNP) de Humala, entre otros, que apenas superaron el 1%.

Otro error muy importante de señalar es un cierto “mesianismo” en las fuerzas de la izquierda “institucional”, cuando una de ellas se considera “la única y la auténtica”, consciente o inconscientemente, y descalifica a las otras, y no es capaz de reconocer y felicitar hidalgamente a la fuerza que ganó, como parece haber sucedido una vez más este 11 de abril.

El “tiro por la culata” de la derecha

Un hecho modificó la perspectiva de las elecciones. Los sectores políticos y económicos afines a la visión de la CONFIEP, propietarios de la mayoría de los medios de comunicación, se propusieron impedir que Juntos por el Perú pase a la segunda vuelta, para lo cual facilitaron a Perú Libre la difusión de sus propuestas con el fin de restarle votos de izquierda a JP. Si bien lograron su objetivo no imaginaron que, con esa táctica, PL, con un programa de izquierda radical, podía pasar en primer puesto a la segunda vuelta.

Sin quedarse en el aspecto religioso, se dice que “la voz del pueblo es la voz de dios”. Los verdaderos partidos de izquierda aceptan los veredictos políticos del pueblo, a quien defienden. En estas elecciones del 2021 el pueblo decidió que la fuerza de izquierda que lo representa es Perú Libre, y no tenemos otra opción que aceptarlo y apoyarlo. Un hecho histórico que ha ocurrido en estas elecciones es que, por primera vez, un profesor de primaria y rondero campesino va a disputar la segunda vuelta. ¿No es un gran orgullo para la izquierda?

Mas allá de quien gane en la segunda vuelta, la lucha del pueblo peruano por la justicia social se va a profundizar y se hará mas difícil. No solo por las grandes crisis mencionadas, si no porque si gana Pedro Castillo las fuerzas contrarias trataran de destituirlo valiéndose de un parlamento altamente fragmentado, o al menos de impedir que trate de concretar alguna parte de su plan de gobierno. A ello se sumará el sabotaje económico, político y social promovido por las grandes empresas, con el apoyo de la mentira y la calumnia de todos los días en la gran mayoría de los medios de comunicación.

Para quien ama al Perú y la justicia, al leer el Plan de Gobierno de Perú Libre (el artículo de German Alarco en Diario Uno hace un buen resumen) encontrará en él muchas de sus aspiraciones. Se pueden agregar otras, idóneas y justas. Al respecto, Pedro Castillo se manifestó dispuesto a sumarlas a sus planteamientos y a modificarlos si se demuestra que son en beneficio del pueblo; y ha llamado a concertar a todas las fuerzas y movimientos que desean apoyar los intereses del  90%  de los peruanos.

Seamos realistas

Ni siquiera una gran parte del Plan de Gobierno de Perú Libre podrá cumplirse, pues hay que cambiar casi todo en el Perú, y eso no se podrá hacer ni en 5, ni en 10 años. En parte por la enorme dificultad de las tareas -200 años de injusticias-, a lo que hay que agregar la obstrucción, el combate, el sabotaje de las fuerzas que apoyan a los “dueños del país”, los que incluso no dudarán en buscar un golpe de Estado.

Gran parte de la lucha en los próximos diez años estará en salvar vidas de nuevas pandemias que nos afectaran; en establecer una nueva Constitución del pueblo; en atender lo más urgente en materia de educación; en la reactivación económica popular; en la realización de una segunda reforma agraria; en la seguridad alimentaria; en la recuperación de la soberanía sobre nuestros recursos naturales; en protegerlos del cambio climático y la deforestación; en reconocer un estado plurinacional con la participación de los pueblos autóctonos andinos y amazónicos.

Por lo expuesto la lucha será más intensa y habrá que tomar las calles para que una parte de las reivindicaciones populares contenidas en el programa de Pedro Castillo puedan concretarse. La unidad de las fuerzas de izquierda será imprescindible y tendrá que realizarse en las calles.

Todos debemos a dar una oportunidad para que una parte del Programa de Perú Libre pueda cumplirse y para acumular fuerzas para la izquierda en los difíciles años que vienen. Su liderazgo en la izquierda ha sido legitimado por el voto del pueblo. ¡Seamos leales y amantes del Perú  votando por el profesor Pedro Castillo!

(*)  Alberto Pascal es profesor y economista peruano.

Al fin, Perú ha parido una izquierda popular

Por Ricardo Jiménez A.

En la década de 1990’. la dictadura de Alberto Fujimori derrotó las organizaciones subversivas armadas y, mediante una combinación de represión, violación de derechos humanos y corrupción desatada en todos los niveles del estado y la sociedad, impuso una constitución y un modelo económico ultra neoliberales, que han significado un enriquecimiento ilimitado de los súper ricos a costa de las inmensas mayorías precarizadas o en una débil e insegura integración por el consumo y el crédito, asimilada vagamente como “clase media”.

Parte de ese proceso, fue la descomposición de la izquierda histórica, fragmentada hasta lo indecible, desorientada ante las nuevas realidades, especialmente, la pérdida de sus vínculos masivos y orgánicos con los sectores populares; vínculos que nunca pudo volver a recomponer. Es por ello, que las alternativas electorales contrarias a la derecha neoliberal surgieron de otros sectores distintos y más o menos nuevos, como los del nacionalismo de Humala, quien vertiginosamente traicionó esas aspiraciones, apenas llegado al gobierno. O como Verónika Mendoza, surgida como figura al romper con la traición humalista y cuya base más ancha está en la clase media ilustrada, culta, progresista y ambientalista.

Hoy, de sorpresa, sin que nadie lo viera venir, por fin surge en el Perú una izquierda auténticamente popular, tras la candidatura de Pedro Castillo. Prueba de ello es justamente la sorpresa e invisibilidad con que ganó estas elecciones en primera vuelta, debido a que las miradas de analistas, medios de comunicación y aún de las militancias de izquierda clasemedieras, ni lo esperaban, ni lo querían.

A todos ellos incomoda esta corriente política que, a mano y sin permiso, sin “big data” y estrategias de “twitter”, viene desde Los Andes profundos, siempre despreciados con racismo y clasismo, del movimiento rondero campesino y urbano, el más importante movimiento social del país, parte de Alba Movimientos en Perú, de los sectores sindicales de profesores, que han sido los más combativos y críticos al abandono neoliberal de la educación en los últimos años, y que tiene la capacidad de disputar los cerros pobres de Lima, porque habla su mismo lenguaje y lo mueven los mismos abandonos, olvidos, descontentos y esperanza.

Se trata de una izquierda popular, auténticamente autónoma, sin complejos y que no busca ni acepta chantajes de la derecha. Un ejemplo, es cuando el candidato Pedro Castillo, profesor y rondero, de 52 años, señaló públicamente que en Venezuela no hay dictadura y que los venezolanos, sin injerencia externa, deben resolver ellos sus problemas, mostrando que era un mito innecesario sumarse a las calumnias de derecha contra Venezuela para “ser una izquierda aceptable” en el país. Otro ejemplo, cuando señala que, si el congreso, que será altamente fragmentado y con mayoría de bancadas de derecha, no quiere apoyar el llamado a Asamblea Constituyente, usará sus facultades presidenciales para cerrarlo, lo cual trasmite un mensaje de voluntad y coraje político que lo hace creíble y da garantías para sumarse, sin el temor a indecisiones y traiciones posteriores.

Por cierto, que tiene errores y limitaciones. ¿Acaso alguna obra humana no? Que pueden ser graves y deben cambiarse, como su rechazo al enfoque de género y los derechos de la diversidad sexual. Que reflejan, además, las limitaciones de su ancha base popular que todavía tiene estos prejuicios y desconocimientos. También hay denuncias de corrupción sobre algunos líderes o candidatos de este movimiento, algo de lo que no escapa, literalmente, ninguna fuerza política en el Perú; además, hay que decirlo, son, en cualquier caso, mínimas ante las corruptelas industriales de los partidos de derecha.

Pero, como decía el cubano universal, José Martí, “el sol tiene manchas. Los desagradecidos solo ven las manchas. Los agradecidos, la luz”. Y no hay dudas que esta luz popular abrirá caminos y nuevos escenarios, independientemente de lo que pase en segunda vuelta y de cara a un neoliberalismo peruano que se cae irremediablemente a pedazos, y que, de alcanzar nuevamente el gobierno, en la segunda vuelta electoral del próximo domingo 6 de junio, es altamente probable que ni siquiera pueda terminar su mandato, dadas las tendencias a la crisis social y la descomposición políticas, estructurales e irreversibles.

Pero eso será otra historia. Ahora toca sumar todos los esfuerzos a esta nueva izquierda popular que al fin ha parido el pueblo peruano.