Portugal se niega a indemnizar a los pueblos que esclavizó Lisboa. The Guardian y otras fuentes

Portugal se niega a indemnizar a los pueblos que esclavizó Lisboa. The Guardian y otras fuentes

El gobierno portugués ha rechazado las sugerencias del presidente del país de que debería pagar los costes de la esclavitud y otros crímenes de la época colonial, afirmando que no tiene planes de reparación y que, en su lugar, se centrará en profundizar en la cooperación internacional “basada en la reconciliación de los pueblos hermanos”.

Antecedentes

Portugal fue el primer Estado del mundo en comerciar con esclavos desde África. Fue entre 1450 y 1900. La última mujer que había sido esclava falleció en Lisboa en 1930.

La trata de esclavos en el Atlántico comenzó en 1444, cuando los comerciantes portugueses trajeron el primer gran número de esclavos de África a Europa. En 1526, los marineros portugueses llevaron el primer cargamento de esclavos africanos a Brasil en América, estableciendo el comercio de esclavos en el Atlántico.

Este grabado de 1814 muestra a esclavos buscando oro en Brasil, cuando era una colonia portuguesa.

Las primeras expediciones al África negra fueron enviadas por el Príncipe Infante D. Henrique, conocido comúnmente hoy como Enrique el Navegante, con la intención de sondear hasta dónde llegaban los reinos moros y su poder. Las expediciones enviadas por Enrique regresaron con esclavos africanos como forma de compensar los gastos de sus viajes. La esclavitud de los africanos fue vista como una campaña militar porque el pueblo que encontraron los portugueses fue identificado como moro y, por lo tanto, asociado con el Islam.

Los portugueses rápidamente pasaron a formar parte de una red comercial con la nobleza africana y los esclavistas. El Príncipe Infante D. Henrique comenzó a vender esclavos africanos en Lagos en 1444.

Permiso del Papa

En 1455, el Papa Nicolás V otorgó a Portugal los derechos para continuar el comercio de esclavos en África Occidental, con la condición de que convirtieran al cristianismo a todas las personas esclavizadas. Los portugueses pronto expandieron su comercio a lo largo de toda la costa occidental de África. El infante D. Henrique mantuvo el monopolio de todas las expediciones a África concedidas por la corona hasta su muerte en 1460. Posteriormente, cualquier barco que navegara hacia África requería autorización de la corona. Todos los esclavos y bienes traídos a Portugal estaban sujetos a derechos y aranceles. Los esclavos eran bautizados antes del envío. Su proceso de esclavización, de extrema crueldad, se justificó por la conversión de los esclavizados al cristianismo.

En cinco siglos, Portugal secuestró a más de 11 millones de africanos, asiáticos y americanos y luego los vendió al mejor postor. Las naves cargadas de esclavos llegaban a Lisboa como parte de un comercio entre las dos orillas del Atlántico que duró 400 años, hasta el siglo XIX.

En 1455, el Papa Nicolás V otorgó a Portugal los derechos para continuar el comercio de esclavos en África Occidental, con la condición de que convirtieran al cristianismo a todas las personas esclavizadas.

La historiadora Enriqueta Vila Vilar, en su estudio publicado en 1977, afirma que durante el periodo de los asientos portugueses, los puertos caribeños de Cartagena en Colombia, y de Veracruz en México, fueron los puertos en Hispanoamérica a través de los cuales los esclavos africanos podían ser importados legalmente. Vila Vilar estimó que los portugueses transportaron entre 250 mil y 300 mil esclavos africanos, solo entre 1595 y 1640.

El asiento es un término con un largo sentido en el derecho fiscal español. En el caso de la trata negrera el asiento de esclavos en posesiones americanas y caribeñas era una concesión o privilegio real para ejercer el monopolio del abasto de un cierto número de esclavos al año, de acuerdo con un determinado número de licencias concedido por la corona. El asentista se comprometía a proveer un cierto número de esclavos a los dos principales puertos de las Indias Occidentales. Dado que Portugal era una potencia marítima y controlaba las principales factorías de esclavos en África, sus tratantes fueron los principales beneficiarios de los asientos.

La red marrana

El periodo 1601-1650 atañe a los últimos asentistas portugueses, quienes importaron esclavos mediante los llamados “asientos”, de cuyas remesas el 80% de los esclavos que desembarcaron en Cartagena y Veracruz provenían del Congo y Angola. En esos años tuvo lugar la llegada masiva de esclavos de África en Nueva España, al mismo tiempo que ocurrió la mayor contracción de la población indígena debido a las matanzas, el trabajo esclavo extenuante y las epidemias traídas por los europeos.

Hasta que la participación de Portugal en el comercio de esclavos terminó, en 1836, los barcos portugueses y brasileños transportaron cerca de seis millones de esclavos durante un período de 400 años, casi la mitad del total de personas que cruzaron el Atlántico como esclavos. La mayoría de los esclavos fueron capturados en África, pero también se incluyeron a chinos de la antigua colonia portuguesa de Macao.

Para la primera mitad del siglo 17, los portugueses controlaban la costa oeste de África mediante diversas factorías donde se almacenaban aquellos que habían sido secuestrados durante las guerras entre comunidades o por cacerías. Las factorías se convirtieron en centros de distribución dotados de “casas, almacenes y depósitos destinados al comercio de esclavos”. En ellas se encontraban asentados factores o agentes de los asentistas, también portugueses. Como todos los factores de la red portuguesa los afincados en África tenían estrechos vínculos con los asentistas.

Los portugueses habían penetrado en Angola a través de mercaderes itinerantes llamados pombeiros, los cuales estaban familiarizados con las fuentes de suministro y los sistemas de trueque en África. Además de ello, disponían de los recursos financieros necesarios para absorber el aumento de los derechos sobre los permisos para vender esclavos a crédito a los colonos españoles siempre escasos de fondos y, aun así, obtener beneficios.

No resulta extraño que Lisboa fuese el principal centro de comercio de esclavos donde operaban aproximadamente de 60 a 70 mercaderes negreros, quienes al paso del tiempo llegaron a constituirse en una poderosa casta de comerciantes.

Los asentistas portugueses fueron en su mayoría judíos que ocultaban su fe y constituían una red denominada por algunos investigadores como red “marrana”. La fuerza del grupo estaba cimentada en alianzas matrimoniales y muy posiblemente en su origen judeoconverso. Así formaban una cadena de alianzas familiares durante varias generaciones. Se constituyeron grupos muy sólidos que explican la continuidad de sus operaciones y la expansión de sus actividades en Europa, África y América.

Los asientos portugueses marcaron el dominio completo de los judeoconversos sobre la trata trasatlántica. Ellos fueron quienes inauguraron un comercio masivo, estructurado e integrado a nivel mundial. Esto es a lo que se le conoce como “Comercio Triangular”. En él “Las redes mercantiles de los marranos enlazaron desde entonces de manera directa las castillos de esclavos de Luanda con los barracones o bodegas de Veracruz, Cartagena de Indias, Bahía en Brasil así como en Pernambuco”, esto es, un control a escala mundial, afirma António de Almeida Mendes, en su obra “Redes comerciales ibéricas en el Atlántico Norte (1440-1640)”.

Mendes agrega que la necesidad de crédito hizo entrar en escena a los capitales judíos sefarditas de origen portugués en el negocio de la trata. Estos mercaderes tenían lazos con los factores, representantes de la corona en las factorías de esclavos en África portuguesa, y con agentes en los puertos autorizados para la trata.

La negativa del gobierno portugués

Oficialmente, el rey João I prohibió la esclavitud en 1761, pero solo en la metrópoli y en las Indias; aunque en realidad, más que prohibir, no permitió nuevos esclavos en esos territorios.

Los activistas llevan mucho tiempo pidiendo a Portugal que afronte su legado como país europeo con la mayor implicación histórica en la trata de esclavos. Entre los siglos XV y XIX, casi seis millones de africanos fueron secuestrados y transportados a la fuerza a través del Atlántico por navíos portugueses.

Los que sobrevivieron al viaje fueron esclavizados y obligados a trabajar en plantaciones de América, sobre todo en Brasil, mientras Portugal y sus instituciones se beneficiaban de su trabajo.

El martes, el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, afirmó que el país “asume toda la responsabilidad” por los errores del pasado, y añadió que los crímenes del país, incluidas las masacres coloniales, tuvieron un coste.

“Tenemos que pagar los costes”, afirmó. “¿Hay acciones que no fueron castigadas y cuyos responsables no fueron detenidos? ¿Hay bienes que fueron saqueados y no se devolvieron? Veamos cómo podemos reparar esto”.

La era colonial de Portugal duró más de cinco siglos, con Angola, Mozambique, Brasil, Cabo Verde, Santo Tomé y Príncipe, Timor Oriental y algunos territorios de Asia sometidos al dominio portugués.

La descolonización de los países africanos y el fin del imperio en África se produjeron meses después de que la “Revolución de los Claveles” portuguesa, el 25 de abril de 1974, derrocara la dictadura fascista más larga de Europa e instaurara la democracia.

Entre los siglos XV y XIX, al menos 12,5 millones de africanos fueron secuestrados como esclavos y transportados a la fuerza largas distancias por barcos y mercantes principalmente europeos.

La mayoría de los dirigentes europeos han evitado abordar de forma significativa la petición de reparaciones.

Cuando el gobierno de los Países Bajos se disculpó por su papel en la trata transatlántica de esclavos en 2022, declaró que un fondo de 200 millones de euros (172 millones de libras esterlinas) para abordar este pasado no se utilizaría para compensar a los descendientes, sino que se invertiría en iniciativas como la educación y la lucha contra las repercusiones actuales de la esclavitud.

El sábado, Rebelo de Sousa dijo que las reparaciones podrían hacerse cancelando las deudas de las antiguas colonias o introduciendo líneas de crédito, paquetes financieros o programas especiales de cooperación.

Grabado del siglo XVIII que refleja el tráfico de esclavos africanos en el Caribe

“No podemos meter esto debajo de la alfombra o en un cajón. Tenemos la obligación de pilotar, de liderar este proceso [de reparaciones]”, declaró. El país, añadió, tiene que asumir “la responsabilidad de lo malo y lo bueno de lo que ocurrió en el imperio y sacar consecuencias”.

Pero su llamamiento fue rechazado por el nuevo gobierno de coalición de centro–derecha de Portugal.

En una declaración a la agencia de noticias portuguesa Lusa, el Gobierno manifestó su deseo de “profundizar las relaciones mutuas, el respeto a la verdad histórica y una cooperación cada vez más intensa y estrecha, basada en la reconciliación de los pueblos hermanos”.

Pero afirmó no tener “ningún proceso o programa de acciones específicas” para el pago de reparaciones, señalando que esta línea fue seguida por gobiernos anteriores.

Calificó las relaciones con las antiguas colonias de “verdaderamente excelentes” y citó la cooperación en ámbitos como la educación, la lengua, la cultura y la sanidad, además de la cooperación financiera, presupuestaria y económica.

Las declaraciones se produjeron un año después de que Rebelo de Sousa dijera que Portugal debía disculparse y “asumir su responsabilidad” por su papel en la trata transatlántica de esclavos, aunque no llegó a ofrecer detalles concretos ni una disculpa completa.

Sus últimos comentarios suscitaron fuertes críticas de partidos de derecha y extrema derecha.

Paulo Núncio, líder de la bancada parlamentaria del CDS-Partido Popular –socio menor de la coalición gubernamental Alianza Democrática– afirmó que su partido “no necesita volver sobre legados coloniales, deberes de reparación, que parecen importados de fuera”.

André Ventura, líder del partido de extrema derecha Chega, fue más allá y calificó el comportamiento del Presidente de “traición al país”.

El responsable de Derechos Humanos de la ONU se sumó la semana pasada a los países africanos y caribeños que reclaman reparaciones por la esclavitud y la colonización.

“En materia de reparaciones, debemos entrar por fin en una nueva era”, declaró el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, Volker Türk, en un foro de la ONU sobre afrodescendientes.

“Los gobiernos deben dar un paso adelante para mostrar un verdadero liderazgo con compromisos genuinos para pasar rápidamente de las palabras a los hechos que aborden adecuadamente los errores del pasado”.