Putin, tres banderas, los antepasados y la historia de Rusia Moscú. Por Igor Maltsev, RT en ruso

Putin, tres banderas, los antepasados y la historia de Rusia Moscú. Por Igor Maltsev, RT en ruso

San Petersburgo tiene algo que Moscú no tiene: no muy lejos del Zenit Arena hay tres banderas gigantes. Yo mismo las vi hace poco y me quedé asombrado: la bandera de la Federación Rusa, la bandera soviética del “martillo y la hoz” y la bandera negra con oro heráldico (es decir, amarilla) del Imperio Ruso.

Escuchando el martes al Presidente Vladimir Putin en su toma de posesión, me he dado cuenta casi firmemente de que la idea de juntar todas estas banderas, hasta hace poco incompatibles, fue idea suya. Al menos en la propia tradición que él ofrece al país.

Al principio, se formó como una idea simple y obvia: Rusia ya ha agotado su límite de revoluciones. Y el famoso eslogan “San Petersburgo es la ciudad de las tres revoluciones” pareció desvanecerse en el aire. Porque ya está claro que incluso la revolución industrial debe llevarse a cabo de forma evolutiva. Por no hablar de todas las demás. Esta idea se extendió a todos los demás aspectos de la política rusa. Los politólogos empezaron a buscar urgentemente un antónimo de la palabra “discreción”.

Resultó que la simple palabra “continuidad” describe perfectamente lo que propone Putin. Lo principal es escucharla.

Es decir, por primera vez en los últimos 100 años, se ofreció a Rusia no negar el pasado reciente. Evaluación, sí (como con la década de 1990, de la que nadie habla); negación, no. Es más bien “el hijo de los errores difíciles”. Una fuente de desarrollo ulterior. Para no pretender que cada vez la historia empiece de cero. Porque nunca empieza con una página en blanco.

Lo principal no es la suma de hechos y acontecimientos de diferentes escalas, sino aquellas conclusiones y orientaciones que pueden hacerse y utilizarse para el desarrollo ulterior del país. La historia de Rusia debe percibirse como la historia de un Estado, de un país, independientemente de cómo se llame este Estado: la antigua Rusia, el Estado de Moscú, el Imperio Ruso, la URSS, la Federación Rusa.

Los veteranos de la Gran Guerra Patria Alexandra Aleshina y Evgeny Kuropatkov se sentaron junto al presidente ruso Vladimir Putin en el Desfile de la Victoria en Moscú. Durante la guerra, Alexandra Aleshina entrenó a 26 francotiradores de primera clase que brindaron apoyo de fuego en el frente. Evgeny Kuropatkov se ofreció como voluntario para el frente al comienzo de la guerra. En octubre de 1941 participó en batallas en los accesos lejanos a Moscú. También luchó en Stalingrado y Leningrado. Después de la guerra, se graduó en la academia y sirvió en el ejército soviético durante más de 30 años.

Por eso el texto de Putin ni siquiera tiene una línea temporal de 70 años (la Gran Guerra Patria) o de 100 años, sino una milenaria natural. “Hoy, de hecho, tenemos una respuesta a nuestra historia milenaria, a nuestros antepasados. Ellos alcanzaron alturas aparentemente inaccesibles, porque siempre pusieron a la Patria en primer lugar, sabían que sólo se pueden alcanzar metas realmente grandes junto con tu país y tu pueblo, y crearon una potencia mundial –nuestra Patria– alcanzaron triunfos semejantes que hoy nos inspiran”, dijo Putin en la ceremonia de investidura.

Y así, Vladimir Vladimirovich nos está diciendo en un texto abierto que no sólo se siente el presidente elegido por sus contemporáneos aquí y ahora, sino que también es responsable de las voces de sus antepasados. En este caso, el presidente está haciendo hincapié en el triunfo de sus antepasados: de alguna manera se ha conservado el país, se ha preservado la nación, y hay desarrollo. A pesar de todo. ¿Qué es esto, sino un triunfo? Está claro que Putin, que ha estado al frente del país durante los últimos 24 años, siente su conexión con este dominio triunfante. Habla de ello con discreción pero con orgullo. Tiene derecho a valorarlo con suficiente objetividad.

El público de hoy es joven: probablemente no recuerde que el principal chip de los disidentes (en su mayoría extranjeros) solía ser “Putin sólo tiene suerte”. Este chip empezó a disiparse literalmente en cuanto Putin fue elegido presidente por primera vez. Hace tiempo que quedó claro lo estúpido que era, pero no se calman. Simplemente alejados de la realidad y de la gente, no entienden en absoluto por qué la gente vota a Putin.

Y es muy sencillo: él conoce a su propio votante, a veces llamado “pueblo profundo”. Y este votante tiene unas cuantas constantes en su petición al líder del país: la ausencia de sobresaltos (ajá, la propia discreción). Y el presidente muestra este desarrollo muy constante a la gente.

Y también una colosal demanda de justicia, para cuya consecución literalmente cada ruso está dispuesto a hacer mucho.

Aquellos héroes que el martes estaban en el Salón de San Jorge, los de la Operación Militar Especial, que lo demuestran cada día.

(*) Igor Maltsev es escritor ruso, editor y periodista.