«Domingón», el inolvidable jefe guerrillero de Nueva Guinea Rivas. Por Marcos Antonio Casanova Fuertes, Radio La Primerísima.

«Domingón», el inolvidable jefe guerrillero de Nueva Guinea Rivas. Por Marcos Antonio Casanova Fuertes, Radio La Primerísima.

Adolfo García Barberena, nació en Managua. Es hijo de Domingo García, quien fuese miembro fundador del Partido Socialista Nicaragüense (PSN), en el que militó toda su vida. En la pequeña Managua de entonces, en sus círculos de amistades y de militancia política, Domingo padre fue también conocido por su resistencia atlética, lo que demostraba todos los días al cruzar nadando la Laguna de Tiscapa en continuas repeticiones de idas y vueltas.

Adolfo hereda de su padre varias cosas: alto coeficiente intelectual, corpulencia y gran estatura, la afición por la práctica de la lucha libre, el boxeo y la natación; el sobrenombre de Domingón, el oficio de zapatero, el sindicalismo de izquierda militante. Desde muy joven fue un revolucionario de tiempo completo, entregado a la lucha social y a la liberación de Nicaragua.

Junto a su padre, en la década de los años 40 Adolfo emigraron a Costa Rica, víctimas de un exilio provocado por su oposición al somocismo, su militancia revolucionaria y su participación en revueltas contra el sistema somocista. Desde su llegada a San José, ambos se integran al Partido Vanguardia Popular (comunista). Años después, su padre regresa a Nicaragua y Adolfo se radica definitivamente en San José, donde forma una familia.

Adolfo participa en la guerra civil costarricense de 1948, integrado a las milicias que aportó la izquierda de la época a la lucha del pueblo en aquellos históricos acontecimientos. Siempre mantuvo militancia activa en el partido de los comunistas de Costa Rica.

En compañía de los costarricenses Carlos Ruiz Fallas y el dirigente de Vanguardia Popular Manuel Mora Valverde, Domingón defiende a los trabajadores de las plantaciones en los años 50.

Más tarde apoya a Carlos Fonseca, José Reyes Monterrey y Silvio Mayorga, cuando a finales de 1959 organizan en el vecino país del sur Juventud Revolucionaria Nicaragüense. Tomás Borge se suma a este esfuerzo, luego de un largo y espectacular periplo que hizo desde Matagalpa.

La disciplina, mística y ejemplo revolucionario de Adolfo prevalecen en la memoria de sus camaradas costarricenses, con quienes compartió los avatares de la lucha desde los objetivos de las instancias a las que perteneció. Exponemos las opiniones de tres internacionalistas costarricenses sobre Adolfo García Barberena (Domingón):

German Chacón Araya, articulista, Universidad de Costa Rica

Dentro de esos nicaragüenses, que combatieron en las milicias comunistas en 1948 y forman parte de ese gran exilio nicaragüense, esta Adolfo García Barberena, quien, por esos avatares del destino, vivió en el barrio en que crecí, fui compañero en el colegio de sus tres hijos, dos hombres y una mujer. Este hombre, de más de un metro ochenta, de oficio zapatero, era el “coco” con que las familias de ese barrio guadalupano asustaban a sus hijos, cuando el partido era ilegal, con la frase “si no se portan bien o se van a dormir el nica García se los lleva”. Era un hombre misterioso, siempre se desplazaba en la penumbra ya fuera en la mañana o la noche, y siempre con jacket de cuero negro.

1948. Guerra Civil en Costa Rica

Manuel Mora Salas, hijo del fundador del Partido Vanguardia Popular

Adolfo García Barberena vino a Costa Rica en los años 40 y participó en la guerra civil de 1948. Desde ese momento se ligó al Partido hasta su muerte. Siempre conservó su militancia en el Partido, además de militar en el FSLN. Lo conocí siendo yo un niño y al llegar a la adolescencia estreché además una relación de amistad personal. Después de los 6 años, mi padre compró una casa en Barrio Cristo Rey y Adolfo García, conocido como “Garcillón”, o “Nica García” trabajaba y vivía ahí. Nos hicimos muy amigos y ambos iniciamos el estudio de radiotécnica por correspondencia. En el colegio yo era buen estudiante en física y matemáticas y él era un hombre con cultura autodidacta y adquirida en su militancia. Así las cosas, yo le ayudaba en la materia de física y matemáticas, él me empezó a enseñar boxeo y algo de lucha libre. Puedo decir que Garcillón fue mi primer instructor en materias de seguridad.

“Garcillón era un hombre de gran talento. Fue zapatero, radio técnico, pintor de cuadros hermosos en óleo y acrílico. Era buen boxeador y luchador. Participó en las unidades de autodefensa del partido, dejó tres hijos. Fue un comunista heroico y un militante de nuestro partido inolvidable. Su recuerdo debe ser rescatado y su biografía investigada. Su ejemplo maravilloso debe educar a las nuevas generaciones”

Ya siendo Domingo miembro de la tendencia Tercerista…El habló conmigo y solicitó que se les ayudara en el proceso de instrucción, se designó a Antonio Naranjo y Jerónimo Venegas quienes aplicaron todos los conocimientos de su preparación internacionalista, logrando estructurar y formar una unidad con un nivel más alto que el tradicional en esa época para las unidades irregulares.

Antonio Naranjo, ex dirigente del Partido Vanguardia Popular

Naranjo es nieto de uno de los fundadores del Partido Comunista, miembro de la Dirección de la Comisión de Seguridad del Partido y representante ante la Comisión Política del Partido Vanguardia Popular en los años 80.

Domingo, era un comunista, militante del Partido. El hecho de que lo ponga de ejemplo es porque él simboliza a esos seres humanos que dieron su vida por un mundo mejor. Al camarada Domingo lo recuerdo con mucho aprecio y respeto porque a mí me tocó trabajar con él cuando la Comisión de Seguridad del Partido nos asignó tareas de capacitación en un período relativamente corto, pero de mucha intensidad para convertir una columna guerrillera en un destacamento guerrillero, elevando cualitativamente sus posibilidades como unidad militar.

La “Guerrilla de los Zapateros” en 1961

En 1961 estaban en auge los movimientos armados “invasionistas” desde países vecinos al territorio nicaragüense, cuyo propósito era el derrocamiento de los Somoza. De todos estos movimientos antisomocistas uno de los menos conocidos y por lo tanto menos estudiado, es el de la “Guerrilla del río San Juan” o “Guerrilla de los Zapateros”, la cual se llevó a cabo en los años 1960 y 1961. Pero a diferencia de otros movimientos también fallidos, la “Guerrilla de los Zapateros” tenía la idea de asentarse en un lugar montañoso de Río San Juan.

Adolfo García Barberena, “Domingón”, fue uno de los principales dirigentes de aquella guerrilla. El historiador Rafael Casanova Fuertes escribe en su libro «Bordes Ocultos»:

“La mayoría de los integrantes eran del gremio de los zapateros en su mayoría exilados políticos, por esta razón también se le llamó la guerrilla de los zapateros. Pero también adoptaron el nombre del último congreso del Partido Comunista de La Unión Soviética (PCUS). Esto tenía que ver con su identidad política en su mayoría habían sido militantes del Partido Socialista Nicaragüense (PSN) y aún se consideraban como tales, encontrándose en Costa Rica. Según estas versiones, el principal dirigente y entusiasta del movimiento fue Luis Morales, de oficio zapatero y como los primeros, un socialista del movimiento sindical exilado en la vecina del Sur. Participan Julio Pérez, Leonel Moya, Ramón Norori, Rafael Ángel Armengol, Carmelo Tercero, así como decenas de campesinos”. Guerrilleros y campesinos, muchos sin tener participación alguna en el movimiento, fueron brutalmente asesinados por la Guardia Nacional.

“La idea de un movimiento desde el Sur se había venido desarrollando desde 1959, pero a diferencia del grupo de Indalecio Pastora y otras experiencias que fueron de carácter invasionista, los zapateros socialistas desarrollaron la idea de crear un foco en una zona de difícil acceso para el ejército somocista. El lugar escogido fue un área de Río San Juan, muy cercana a lo que sería después la colonia de Nueva Guinea. Según su punto de vista, y siguiendo el modelo de la guerrilla de la Sierra Maestra en Cuba, este podría convertirse en un punto de atracción para los revolucionarios del interior, hasta constituir una fuerte columna guerrillera. Pero ellos estaban al margen de la participación de las masas, en acciones desligadas de la realidad objetiva. Adolecían de preparación física y entrenamiento militar”, agrega el historiador.

Los integrantes (se desconoce su número) llegaron al lugar en abril de 1978, penetrando clandestinamente desde Costa Rica por un punto ciego. En su mayoría, portaban armas de cacería. Si bien establecieron contacto con la población campesina, tuvieron serias dificultades con el abastecimiento logístico, el cual debería de llegar desde Costa Rica. Tampoco pudieron establecer contacto con organizaciones revolucionarias en el interior del país. Y en ese intento de buscar recursos para sostener el movimiento, a Domingón le asignan la tarea de salir de la selva e ir a buscar recursos. Así es como salva su vida, porque no estaba al momento de las capturas y asesinatos de la Guardia a los miembros del movimiento.

Se supone que fueron víctimas de una delación por parte de las redes de inteligencia rural del somocismo en la zona. En circunstancias que aún no están esclarecidas, fueron capturados, sometidos a crueles torturas, obligados a caminar desde el sitio hasta cerca de El Castillo. Allí los ejecutaron empleando las formas más crueles. Igual suerte corrió una cantidad de campesinos que colaboraron con ellos y otros cuyo único delito fue el de estar cerca de los hechos, porque los asesinos –al mando del jefe del cuartel GN de San Carlos, el temible “Águila Negra”– no querían dejar ni testigos ni huellas de su crimen.

La Columna Jacinto Hernández

Estos son los testimonios de tres guerrilleros que conocieron y combatieron con el Comandante Domingo:

Carlos Alejandro Bello Obregón (Cazamoscas)

“Cazamoscas” conoció a Domingo en Liberia, Costa Rica, recién llegado al campamento de Santa Rosa, procedente de otro campamento ubicado en las bajuras de “El Pelón”, después de participar en 1978 en los ataques a Peñas Blancas y Sapoa, entre los más fuertes que logró el FSLN hasta la fecha.

El mismo día de su llegada le asignan guardia o posta en el campamento. Cazamoscas no había dormido en varios días y se duerme en la posta. Cuando despierta su fusil FAL no lo encuentra por ningún lado. Antes que finalizara su horario de guardia se le aparece un señor de gran tamaño, quien riéndose le entrega el fusil. Era Domingo, quien aun siendo uno de los jefes superiores no optó por imponerle sanción alguna al agotado guerrillero. Una palmadita en el hombro y una sonrisa fue el castigo que le impuso. Cazamoscas jamás olvidó aquel gesto de quien sería uno de sus jefes en la columna Jacinto Hernández.

Edwin Manuel Mairena (Rufino)

Pasado los meses iniciales de creación del Frente Sur Benjamín Zeledón, Rufino escuchó por vez primera sobre la organización de un frente guerrillero en el suroriente de Nicaragua, abriendo la ruta Río San Juan-Nueva Guinea. Lo escuchó de viva voz de Adolfo García Barberena. Aquello fue un simple comentario, una idea personal de Adolfo a la que Rufino no dio mayor importancia, sin imaginarse que le tocaría ser participante y protagonista de eventos nacidos de aquella idea.

Poco a poco Rufino se convenció que el frente de Nueva Guinea era una fijación en la mente de Domingo. Lo comprobó cuando de casualidad volvió a oír sobre el asunto estando en los potreros del campamento Santa Rosa. Esa vez Domingo se lo explicaba en una conversación abierta a miembros del Estado Mayor del Frente Sur y a la Dirección Nacional Tercerista, durante una visita de los mandos a ese campamento.

Meses después, de la Base 21 sale una escuadra al mando de Domingo, que lleva a Rufino de segundo jefe; van a explorar la zona de El Castillo. Estando cerca de un punto desde donde se podía mirar las ruinas del Castillo La Inmaculada. Ahí sospechaban que la Guardia estaba amparada en aquella mole de piedra. Poco después la misión de exploración finalizó, no sin antes que Domingo le contara a Rufino que pronto penetrarían a territorio nicaragüense con el fin de abrir el mencionado frente guerrillero.

En el camino de regreso a la Base 21, Domingo le explica a Rufino la manera cómo se podría sorprender a la Guardia, atacándola de forma ingeniosa en esa fortaleza de piedra El Castillo, así como también en las haciendas que la GN utilizaba como cuarteles en Río San Juan.

También le cuenta que en San José él elaboró un diseño para construir pequeños aparatos manejados a control remoto que, al ser impulsados por la fuerza de un motorcito, podrían sobrevolar con una carga explosiva y hacerse estallar desde cierta distancia. Lo anterior delata el ingenio de Domingo y el empeño de ponerlo en práctica en favor de acabar el sistema de opresión somocista. Era un autodidacta y teniendo conocimientos de electrónica, aquella idea de un rudimentario dron no estaba fuera de su prodigiosa imaginación.

El recuerdo de las veces que escuchó a Domingo hablar de la posibilidad de abrir el frente de Nueva Guinea se le vino a la mente a Rufino cuando habló por última vez con Adolfo García.

Fue una despedida bajo fuego del enemigo, se llevó a cabo posiblemente el 8 de mayo de 1979, estaba atardeciendo, se detiene la marcha, Domingo da la orden a las escuadras que dirigían René, Porfirio y Rufino que se mantengan adelante y que se embosquen en unas pequeñas elevaciones cercanas, ya que después de varios días de caminar y sin comer, deteniéndose solo en pequeños intervalos de tiempo la tropa está agotada y hambrienta y se debe buscar comida en una finca que la exploración detectó.

Rufino embosca su escuadra y se regresa al punto donde está Domingo y lo mira que va andando a paso lento y meditabundo, camina observando en dirección a la supuesta casa hacienda, Rufino percibe la realidad; el estado de ánimo de su jefe no es solo agotamiento físico por las duras condiciones en que se encontraban o por causa de su avanzada edad, entonces se acerca y poniéndole la mano en el hombro, le dice: viejo que te pasa, porque andas así, no estés ahuevado, de esta vamos a salir, no podes ahuevarte en estos momentos, Domingo le contesta, la tropa está con hambre, los muchachos no han comido por varios días, las municiones se están acabando, la guardia nos tiene rodeados, no nos da tregua y en este estado no podemos enfrentarla como se debe.

Ahí es donde Rufino notó la posible causa del mal estado de ánimo de Domingo; no era por él, ni por su propia vida, la más alta preocupación del veterano guerrillero era que la tropa pereciera. Y pensó para sí mismo que, Domingo estaba invadido por un humano e inmensurable sentimiento de culpa, Rufino le insistió y tratándole de darle ánimo le dijo, pero que culpa tenés vos, es una guerra y en la guerra así son las cosas.

Las últimas palabras que Rufino le escuchó a Domingo en vida, fueron las siguientes: ya mandé a la escuadra de “El Zorro” (José Abraham Rojas Moreno) que se tome esa casahacienda para que consiga comida, señalando con un dedo un camino de bestia que indicaba la dirección donde se ubicada la supuesta finca. Fue en ese momento que aparece corriendo El Zorro encabezando su escuadra y haciendo señas con las manos gritando agitadamente: “¡ahí está la Guardia! Se están poniendo las mochilas y vienen sobre nosotros”. Segundos después de decir eso, la lluvia de balas de todo calibre y de granadas de morteros no se hizo esperar. La verdad era que parte del grueso de la Guardia no estaba en la casahacienda, sino que la tenían cerquita, parapetada y camuflada en la vegetación.

Rufino por mucho tiempo no supo el resultado de aquel combate. Hoy recuerda que aquella fue la oscura noche que la Guardia a punta de fuego lo separó. junto a otros compañeros, del grueso de la columna, quedándose con la única satisfacción de haber intentado en medio de aquella tensa situación darle ánimos a Domingo, uno de los grandes jefes del FSLN, a quien llegó a considerar como su padre. Cae Adolfo García Barberena con el deseo de hacer realidad una idea fija en su mente, ahora en mejores condiciones de cuando derramaron su sangre sus camaradas en abril de 1961.

Emilio Mena Alba (Chacalote)

Chacalote relata las dos veces que miró a Adolfo García Barberena: en septiembre de 1978 y en marzo de 1979, y luego narra el drama que le toca vivir al ser el último guerrillero sobreviviente de la Columna Jacinto Hernández que miró en vida al Comandante Domingo.

Después del asalto al Palacio Nacional, parte de los guerrilleros que participan en la acción reciben entrenamiento militar en la selva del Darién en Panamá. De este grupo forma parte Chacalote, quien inmediatamente que finaliza el intenso curso de guerra de guerrillas lo envían en una aeronave junto a otros guerrilleros a Liberia, Costa Rica. Una vez ahí, los trasladan a todos al campamento de Santa Rosa y los integran al destacamento que ataca Peñas Blancas, en septiembre de 1978. Luego de estos combates Chacalote regresa al campamento “El Hacha”, donde le platean la misión de contactar a nicaragüenses que vivían en Costa Rica.

En una ocasión, cumpliendo lo encomendado, Emilio junto a camaradas costarricenses miembros del Partido Vanguardia Popular visitan un taller de zapatería ubicado en el barrio Guadalupe en San José. Ahí le presentan a un hombre alto y corpulento que aparentaba unos 50 años. Chacalote notó unos desconfiados ojos tras los gruesos lentes que usaba.

Aquel hombre se levantó de su banco de trabajo y se quitó un delantal de cuero, indumentaria de su oficio de zapatero. Emilio se presenta como Carlos Méndez nacido en Ciudad Quezada y Domingo le da su nombre de pila, Adolfo García, ya en la confianza de estar con camaradas del Partido, les indica que es miembro del FSLN y que su contacto es Víctor Tirado López. Después de platicar y almorzar se despidieron.

Una vez cumplida la misión, Chacalote regresó a Liberia, al campamento Santa Rosa, para participar en el segundo ataque a Peñas Blancas. Luego, en la reorganización de fuerzas, en lo agitado de los preparativos de la ofensiva final, Emilio es asignado al sector del río Medio Queso, en Río San Juan y es trasladado en un jeep Suzuki Samuray, modelo conocido como burrito de acero, que va repleto de armas y pertrechos.

Después de la odisea del viaje, llegan a las cercanías de la Base 21. Quien lo recibe es el hombre alto y corpulento de oficio zapatero que había conocido en San José y, siguiendo las reglas del FSLN de no hacer preguntas, bastó un apretón de manos e intercambiar cinco palabras. “Un gusto compañero”, dijo Chacalote, a lo que el zapatero y guerrillero le respondió: “Soy Domingo”.

En el frente guerrillero

Aproximadamente dos meses después de ese segundo encuentro, ya en Nueva Guinea, en las planicies de la Hacienda Toro Bayo, viniendo del sector El Jícaro, avanzan hacia el Este nueve guerrilleros; marchan completamente agotados, con los pies en carne viva, hambrientos e infestados de tórsalos y leishmaniosis, sin municiones y unas pocas armas ya oxidadas por el uso y la humedad. Adelante va Chacalote; le siguen Antolín, “El Lobo” y “Jacinto”, al centro Domingo, seguido de “Ricardito” (de Morrito), Susana, “Moisés” conocido también como “El Quedito” y de último, cubriendo la retaguardia, “El Poeta Manolo”, el comunista.

Al llegar a un cruce de caminos, de esos que llaman los campesinos caminos de bestias o de ganado, que son pequeñas trochas rodeadas de vegetación, se da un fuerte encontronazo con la Guardia que avanzaba sobre la trocha que desembocaba a la derecha del camino por donde van los guerrilleros. En medio de la sorpresa de ambas tropas por lo brusco del encuentro, Chacalote logra parapetarse y abate a los guardias de adelante, haciendo que el resto de chigüines se despliegan a la derecha.

Sin dejar de disparar, Chacalote indica con señas y gritos a los guerrilleros que están más cerca que avancen a la izquierda, hacia una pequeña altura que bordea el camino en sentido contrario a la posición de la Guardia. Pero únicamente lo pueden hacer Antolín, El Lobo y Jacinto, ya que las balas se le agotan a Chacalote y ya no tiene como cubrir a los otros compañeros.

En segundos, se bolsea, se camisea, se toca el cuerpo con ambas manos buscando municiones; al no encontrarse nada, resignado e indignado tira al suelo su fusil G3 y mientras escuchaba explosiones de granadas, bajo las balas que le llovían por todos lados, pudo medio mirar resignado cómo Domingo, “Susana” (Martha Cruz), “Moisés” (Miguel Torrez Lazo) y “El Poeta” (Felipe Peña) se defendían ya sin municiones, cuando decenas de guardias se habían abalanzado sobre ellos. Los cuatro son capturados y luego llevados a unos 15 kilómetros del sitio del combate, a la finca El Guineo localizada en la Comarca El Camastro, donde fueron torturados y cobardemente asesinados por la EEBI.

Chacalote sigue la ruta de Antolín, “El Lobo” y Jacinto uniéndose a ellos e inician la retirada del escenario del combate bajo ataque y persecución inmisericorde del enemigo.

En medio de esos trágicos momentos fue la última vez que Emilio Mena Alba, entonces de 22 años, miró a su jefe, el Comandante Adolfo García Barberena, sin poder cumplirle la promesa de guerrillero hecha a Domingón que ya estaba cerca de cumplir 60 años, un juramento que Chacalote había cumplido en varias ocasiones anteriores, pero no en esa última vez. “Viejo: cuando llegue la hora de morir, es casi seguro que estaré a tu lado para salvarte y si no lo hago es porque ya morí en el intento o es porque morimos juntos”.

“Estoy seguro que eso será así porque esto es y será Patria Libre o Morir”, fue la respuesta del Comandante Domingo.